Tenía pendiente desde hacía un tiempo dedicarle un artículo a “Maiden Japan”, uno de esos álbumes en directo a los que nunca he podido poner una pega, pero el reciente fallecimiento del legendario Paul Di’Anno ha precipitado este homenaje.
Hablar de Paul Di’Anno es
referirse a la esencia más pura del Heavy Metal. Con su actitud fanfarrona, que
lo acompañó hasta el final de sus días, Di’Anno encarna como pocos lo de “morir
con las botas puestas”. Ni siquiera los numerosos problemas de salud que
arrastró en la última década pudieron frenar su pasión por lo que más le
gustaba: viajar por el mundo y encontrarse con su legión de fans. Más de 100
conciertos desde principios de 2023, pese a su deplorable estado físico, es
toda una hazaña. Su legado con Iron Maiden, con dos discos fundamentales que
cimentaron la carrera de la banda, es parte inmortal de la historia del género.
Antes de cerrar esta
emotiva introducción, quisiera destacar que, aunque la relación de Di’Anno con
el resto de los miembros de Maiden fue bastante tensa durante décadas,
reconforta saber que tiempo atrás pudo retomar contacto con Steve Harris y
conocer en persona a Bruce Dickinson, en un festival en Croacia. Si aún no lo
han visto, recomiendo el homenaje que Dickinson le rindió durante un concierto
posterior a su muerte: una muestra de verdadero señorío.
El paso de Paul Di’Anno
por Iron Maiden fue breve, pero dejó una huella imborrable en la historia del
metal. Dos discos inmortales, “Iron Maiden” y “Killers”, con los que la banda
pasó de los pubs locales a ser uno de los máximos exponentes del metal británico
a nivel mundial. “Maiden Japan”, cuyo título es un guiño descarado al
legendario “Made In Japan” de Deep Purple (¿el mejor directo de la historia?),
fue grabado en mayo de 1981 durante la gira promocional de “Killers” y ha
llegado hasta nuestros días en formato EP, con solo cinco canciones: “Running
Free”, “Remember Tomorrow”, “Wrathchild”, “Killers” e “Innocent Exile”. No
obstante, dado que este escrito está dedicado a Paul Di’Anno, centraré la
reseña en las 17 canciones que Iron Maiden interpretó aquella noche (espero que
los puristas no se ofendan), ya que el concierto completo merece toda nuestra
atención.
La historia de las
múltiples ediciones de este álbum se explica fácilmente: los japoneses
transmitieron el concierto completo por radio, pero Iron Maiden decidió incluir
solo cinco canciones en el lanzamiento oficial. Sin embargo, el show íntegro ha
sido editado en numerosos formatos no oficiales (presumo de tener una copia),
convirtiéndose en un objeto de culto para los coleccionistas. De hecho, existe
una edición limitadísima (solo 200 copias, si no me equivoco) con una portada
alternativa en la que Eddie sostiene la cabeza decapitada de Di’Anno.
En cuanto al plano
musical, como era de esperar, este material captura a una banda en plena
ebullición. Aunque las tensiones entre Paul Di’Anno y el resto de los miembros
avanzaban hacia una ruptura inminente, la química entre ellos en el escenario
era asombrosa. Desde los primeros acordes de “Wrathchild” y “Purgatory”, queda
claro el poder que Maiden proyectaba en este momento crucial de su historia.
Di’Anno estaba en su mejor momento vocal, rugiendo con su inconfundible tono
rasgado y callejero, mientras el resto de la banda, con Clive Burr (D.E.P.) en
la batería, sonaba compacto y feroz. Además, la calidad de la producción y la
grabación del concierto es sorprendentemente buena para su época.
Después de este arranque
demoledor, la banda sigue dominando al público con “Sanctuary”, una de las
piezas más agresivas de los primeros Maiden que, salvo por un par de
reediciones, nunca fue incluida en ninguno de los dos álbumes de estudio de
esta era. Con su energía punk, es un claro ejemplo del sonido crudo que definía
a la banda en esos primeros años.
“Remember Tomorrow” es,
sin duda, una de las joyas de la era Di’Anno que más me fascina. Esta pieza
hipnótica de tintes góticos permitió a Paul mostrar una de sus interpretaciones
más desgarradoras. La versión en vivo de esta grabación está a la altura de la
original, permitiéndonos disfrutar no solo del cantante en plena forma, sino
también del virtuosismo instrumental del resto de la banda, con Dave Murray
entregando un solo vibrante y la base rítmica de Harris y Burr manteniendo una
energía casi sobrenatural.
La fiesta sigue con
“Another Life”, una de mis favoritas de “Killers”, en la que ambas guitarras
suenan electrizantes. Esta canción viene acompañada por un extenso solo de
batería a cargo de Clive Burr, otro genio caído cuyo paso por Maiden dejó una
huella indeleble. El despliegue de técnica y velocidad de Burr durante este
solo es prueba de que está subvalorado cada vez que se hace un “Top” de mejores
bateristas de la historia del metal. Su capacidad para equilibrar técnica y
potencia lo coloca en un lugar especial dentro del panteón de los grandes.
Tras este vertiginoso
instrumental, llega “Genghis Khan”, que sirve de preámbulo a “Killers”, un tema
que brilla especialmente en este material. Con más de seis minutos de furia
controlada, Steve Harris y las guitarras desatan un torbellino sonoro mientras
Di’Anno ruge con una intensidad escalofriante, alcanzando agudos perfectos. Ni
siquiera el abuso de drogas y alcohol de la época impidió que Paul mantuviera
un nivel vocal extraordinario durante toda la gira. Esta versión es tan buena,
si no mejor, que la de estudio. Un auténtico huracán sonoro.
La intensidad continúa
con “Innocent Exile” y “Twilight Zone”, dos cortes que reflejan la energía punk
de los primeros Maiden, rebosantes de ganas de comerse el mundo. Después, llega
“Strange World”, una de las piezas más cercanas al concepto de power ballad que
la banda haya tocado. A lo largo de sus 50 años de carrera, es quizá el
acercamiento más notable de Maiden al rock psicodélico, con atmósferas
espaciales creadas por las guitarras y el bajo, junto a una interpretación
vocal memorable de Di’Anno. Es, sin duda, otro momento mágico de este
concierto.
Unida a esta atmósfera
etérea, la banda nos transporta al universo oscuro de Edgar Allan Poe con
“Murders In The Rue Morgue”. Como detalle interesante, en esta interpretación
incluyen la introducción melódica, algo que no se escucha con frecuencia en los
directos. La canción culmina en una explosión de poder, con un vibrante duelo
de solos de guitarras gemelas que ponen la piel de gallina.
“Phantom Of The Opera”
es, sin lugar a dudas, una de las composiciones más complejas y fascinantes de
los primeros álbumes de Maiden. Esta obra épica de más de siete minutos
demuestra la maestría técnica de la banda, y en este concierto suena
especialmente vibrante. Es probablemente la mejor versión en vivo de esta pieza
que he escuchado, y créanme, no han sido pocas.
La conexión entre la
banda y el público llega a su punto más alto cuando Di’Anno anuncia “Iron
Maiden”, el himno de batalla de la banda. Esta versión en directo es
particularmente acelerada, destacando el solo de Harris y ese célebre riff de
Murray que nunca falla en levantar al público.
Paul Di’Anno demuestra
una vez más su carisma como frontman en “Running Free”, donde el público
japonés responde con entusiasmo a cada llamada de su líder. No escondo mi
predilección por esta canción de Iron Maiden, con ese inconfundible aire
callejero y un estribillo que he cantado hasta la saciedad. Estoy seguro de que
Di’Anno, ahora en el más allá, sigue “caminando libre” y haciendo lo que más le
gusta.
El concierto se aproxima
a su fin con “Transylvania”, otro tema instrumental, con un brillante solo
final de guitarra a cargo de Dave Murray. El clímax llega con una versión
extendida de “Drifter”, en la que Di’Anno interactúa constantemente con la
audiencia durante su sección intermedia, demostrando una vez más su destreza
para manejar al público.
Para cerrar, la banda nos
deleita con una explosiva versión de “I’ve Got The Fire”, un cover de Montrose
que más tarde grabarían en estudio con Bruce Dickinson y que aparecería como
cara B de “Flight Of Icarus”.
CONCLUSIÓN
Ya sea en formato EP (el
oficial) o en esta versión completa que he reseñado, “Maiden Japan” es un disco
que todo amante de Iron Maiden debe escuchar, independientemente de si
prefieren a Bruce Dickinson, Paul Di’Anno o Blaze Bayley. Luego llegarían álbumes
en vivo míticos como “Live After Death” o “Maiden England”, pero creo que este
material no tiene nada que envidiarles a esos trabajos tan justamente
venerados.
En definitiva, los dos
primeros álbumes de Iron Maiden son auténticas obras maestras, y al igual que
ellos, el legado de Paul Di’Anno perdurará para siempre.
¡Gracias por todo, Paul!
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