A sus 75 años Alice Cooper sigue siendo uno de los tipos que maneja el cotarro dentro del Rock. "Road" puede ser uno de sus mejores trabajos en décadas. Hay mucho Rock Festivo (no podía faltar), pero también encontramos canciones que parecen sacadas de su catálogo más clásico.
Hace ya mucho tiempo que
llevo suplicando a la Ciencia que envíe a un par de sus mejores científicos hasta
Detroit para tratar de explicarnos el secreto de la eterna juventud de nuestro
querido Vincent Furnier, conocido entre los mortales como Alice Cooper. 59 años
después de que diera sus primeros pasos como músico cuando fundó The Earwings
(1964), que posteriormente cambiaría su nombre a The Spiders y que, como
sabrán, sería el grupo seminal a partir del cual nacería Alice Cooper (la
banda), el veterano padre del Shock Rock nos entrega, a sus 75 años de edad,
una nueva obra de estudio tan solo dos años después del agradable “Detroit Stories”
(2021).
Alice Cooper podía haber
vivido de las rentas pasadas, sacando recopilatorios cada año y, muy de vez en
cuando, apareciendo en la televisión cantando “Poison”. Sin embargo, estamos
ante un auténtico todoterreno que ama lo que hace y, por encima de todo, respeta
a sus seguidores, algo que podemos comprobar si atendemos a la calidad de sus diversas
obras de estudio lanzadas durante este nuevo milenio y, por supuesto, a su tan famoso
directo en el que combina como nadie una calidad musical envidiable con un show
teatral a la altura de muy pocas bandas (¿qué otro cantante juega con cuchillos,
finge su decapitación en pleno directo, coquetea con cadáveres,…?).
UN NUEVO CAPÍTULO: “ROAD”
Así pues, “Road” se
convierte en el vigésimo-segundo álbum del maestro de Detroit. Este ha sido
concebido como una especie de obra conceptual cuyas letras se inspiran en
numerosas anécdotas que nuestro querido Cooper ha experimentado a lo largo de
su dilatada vida en la carretera.
Pese a que este aspecto
es curioso, me ha despertado más curiosidad el hecho de que Alice Cooper pidió
a su banda que participara activamente en el proceso de composición de las
canciones, algo que hacía mucho tiempo que no sucedía y que, a mi modo de ver, puede
aportar al resultado final algo más de frescura y variedad que la mostrada en
su más reciente “Detroit Stories” (buen disco, pero algo homogéneo). De hecho,
el propio Alice describió en su momento este cambio de planteamiento:
«Para Road, quería que la
banda participara en la creación de todas las canciones. Solo veo a estos
muchachos cuando estamos de gira. Cuando tienes una banda tan buena, creo en
mostrarla y esta es mi manera de hacerlo»
Y es que Fournier puede
presumir de tener una banda de primer nivel en la que encontramos a esa triada
de guitarristas estelares conformada por su inseparable Tommy Henriksen, la
retornada Nita Strauss (una joyita de artista) y Ryan Roxie, así como por el
batería Glen Sobel y Chuck Garric tras el bajo (una base rítmica muy potente.
Todo comienza con la
simpática y cálida “I’m Alice”, una canción más brillante en lo lírico que en
lo sonoro debido a su carácter más autobiográfico. Y es que cuando alguien como
él, que lleva tantos años haciendo feliz a varias generaciones de rockeros, está
en su pleno derecho a autodedicarse una canción sobre su propia trayectoria y sobre
la reputación de padre del “Shock Rock” que se ha labrado con el paso de las
décadas (“Soy Alice, soy el maestro de la locura; El sultán de la sorpresa.
Soy Alice, así que no tengas miedo, solo mírame a los ojos...”). A nivel
sonoro, como os decía al inicio del párrafo, estamos ante un número plano y
festivo que no cambiará la vida de nadie, pero que asegura altas dosis de buen
rollo.
Mucho más completa me
pareció “Welcome To The Show”, pista que vio la luz como single y que está
hecha para brilla en sus futuros conciertos (de hecho, el título parece incitar
a que sea empleada como pieza de apertura). Corte directo, con guitarras
afiladas (honor al trío de hachas), una batería contundente y, por supuesto, un
inquebrantable Cooper rugiendo con su voz rota. El estribillo es de talante
clásico y, sin riesgo a equivocarme, uno de los mejores que ha sacado en los
últimos tiempos. Pieza absolutamente ganadora.
No nos bajamos de esta
experiencia festiva gracias a la enérgica propuesta sonora que se nos presenta
en “All Over The World”, número en el que Alice Cooper alude a numerosos países
de la geografía mundial y que cuenta con la juguetona participación de una
sección de viento que emerge en diversos momentos del número. Medio-tiempo
hecho para vencer y convencer. Bravo Mr. Fournier.
Mayor densidad vamos a
encontrar en una recomendable “Dead Don’t Dance” (un título muy propio de este
cantante, ¿no creen?), pieza que cuenta con un riff oscuro que nos evocará, inevitablemente,
a los mismísimos Black Sabbath (esa afinación más baja podría llevar la firma
de Tony Iommi). El hecho de que Alice
haya apostado aquí por doblar su voz tanto para el verso como para el efectivo
estribillo creo que aporta enteros a un resultado altamente convincente.
¿Cómo es posible que “Go
Away” no fuera elegida como single? La sucesión de riffs, el memorizable
estribillo y la manera de interpretar cada línea por parte de nuestro
protagonista nos acercan notablemente a numerosos hits de su pasado más
glorioso (¿estoy escuchando a la Alice Cooper Band?). Si a esto le
sumamos un solo colosal de Nita Strauss, creo que todos pueden imaginarse el
enorme sabor de boca que deja.
“White Line Frankenstein”
se convierte en la enésima referencia que Mr. Cooper hace a la mítica criatura
creada por Mary Shelley (seguro que nuestros lectores ya están citándolas en su
mente algunas de estas). En esta ocasión estamos ante un número efectivo,
guitarrero y a medio gas en el que Alice se mueve con clase recitando los
versos para, segundos después, introducir algo más de melodías en su pegadizo
puente-estribillo (otro de los más destacables de toda la obra). Hablamos de
una composición donde las guitarras vuelven a estar en primer plano, contando
en esta ocasión con la participación estelar del mismísimo Tom Morello (Rage
Against The Machine), quien no duda en regalarnos un solo de los que te dejan
boquiabierto.
Un par de riffs
irresistibles y diversas aportaciones de cowbell garantizan el absoluto
disfrute de “Big Boots”, una pista que, como ya me pasó previamente, me hace
pensar por momentos en álbumes como “Killer” o “Billion Dollar Babies” (¡qué
buena sensación!). Número vacilón y de tintes picantes en su letra sobre una
camarera que trabaja en un antro de carretera.
Bajo un aura sureña (¡esa
línea bailable es enfermiza!) emerge “Rules Of The Road”, una pista vacilona en
la que disfrutaremos de un Cooper disfrutando cual crío de cada verso y
estribillo, así como de esa parte narrada que se marca a mitad de camino donde
nos confiesa algunas reglas que ha aprendido durante tantas décadas en la
carretera (es uno de los mejores crooners que yo he escuchado). Justo
después de este instante, por cierto, emerge un riff que recuerda al de “La
Grange” de ZZ Top. No me imagino
escuchar “Road” y no dedicarle un par de minutos a este alegre número.
La mala hostia que
impregnó obras contemporáneas como aquel recomendable “Brutal Planet” revive
por sorpresa en la destacable “The Big Goodbye”, pista en la que se nota
enormemente la mencionada participación de todos los miembros del grupo en el
proceso de composición del disco (hacía tiempo que el señor Furnier no nos
deleitaba con un tema de este calado).
A continuación, nos
encontramos con “Road Rats Forever”, otro número que he disfrutado enormemente
desde las primeras escuchas. Además de las adictivas guitarras que van
dibujando riffs y punteos con sabor callejero, esta canción se apoya en unos
teclados ochenteros que aportan retazos más clásicos al conjunto.
Nos tomamos un respiro
con la melódica “Baby Please Don’t Go”, un tema acústico en el que Alice
Cooper, como en su momento hizo con la colosal “Only Women Bleed” o en la más
reciente “Killed By Love”, saca a relucir sus registros más dulces y sentidos
en un número de desamor que crece con las escuchas.
Y para oscuridad la que
nos ofrece “100 Hundred More Miles”, una pieza tétrica y gloriosamente teatral
que parece sacada del mismísimo “Welcome To My Nightmare”. Número ácido, en el
que los versos melódicos y lentos evolucionan progresivamente en otros más
distorsionados. Hacía tiempo que extrañaba temas de este calado en la
discografía moderna de Alice Cooper, por lo que podréis imaginar la ilusión que
me ha dado escuchar algo así.
Como buen amante de las
versiones de otros artistas (véase el debut de los Hollywood Vampires), nuestro
protagonista finaliza el disco rindiendo tributo a The Who con una
interpretación sobresaliente de su archiconocida “Magic Bus”. Si Alice Cooper
disfruta haciendo estas cosas, ¿quiénes somos nosotros para prohibírselas?
CONCLUSIÓN
No sé si se debe a la
mayor participación de sus compañeros de banda en el proceso compositivo o a la
magia negra, pero este nuevo “Road” supera con creces a su más recientes
“Detroit Stories” y “Paranormal”. De hecho, y aunque puede que sea algo pronto
para afirmarlo, este LP ofrece argumentos suficientes para convertirse en su
mejor referencia desde “Along Came A Spider” (2008) o “Brutal Planet” (2000). Lo
que sí tengo claro es que estamos ante un álbum directo y de sabor clásico que
me ha evocado en numerosos momentos a los tiempos de la Alice Cooper Band o a los
primeros años de nuestro “prota” como solista…¡y eso es algo que hacía mucho
tiempo que este genio no me provocaba!
Entonces, ¿cuál es el
secreto de Vincent Fournier para mantenerse a este nivel? ¿Hábitos saludables
(lleva un par de décadas alejado de las adicciones de su juventud)? ¿El Catolicismo?
No tengo respuesta a este fenómeno paranormal. Lo que nadie puede dudar es que
Alice Cooper ama el Rock y, aunque hayan pasado tiempo desde sus trabajos más
exitosos, a día de hoy sigue engrandeciéndolo con una capacidad compositiva
envidiable y reservada a un par de iconos que, como este, son apuesta segura
cada vez que lanzan un nuevo lanzamiento. Ojalá pronto podamos tenerle por
nuestro país con su incendiario espectáculo.
No quiero ser gafe yo
ahora con esta reseña, pero tras escuchar “Road” uno solamente puede pensar que
nos queda Alice Cooper para rato.
¡Leyenda!
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