En 1992, el grunge dominaba la escena musical con su crudeza sonora y una lírica de temática gótica. Bandas como Nirvana, Pearl Jam, Alice In Chains o Soundgarden se convertirían rápidamente en abanderadas de este fenómeno musical, destinado a alcanzar la eternidad. Fue en este contexto cuando unos jóvenes músicos procedentes de San Diego, California, que se hacían llamar Stone Temple Pilots, irrumpieron con un álbum titulado Core. Aunque inicialmente recibió todo tipo de críticas, el tiempo lo consolidaría como una obra clave para entender el grunge. El poder de las melodías que lograban crear, combinado con la áspera y vulnerable voz de Scott Weiland, se convirtió en un sello distintivo a lo largo de la intensa trayectoria del grupo. La muerte de Weiland en 2015, tras una larga batalla contra las drogas, marcó un final abrupto e injusto para una banda que nunca volvería a sonar igual.
¿Quién podía dudar del potencial de un grupo novel cuando la primera canción de su debut es “Dead & Bloated”? La densidad serpenteante que imponía Weiland con su voz en el ya icónico “I am smellin' like the rose that somebody gave me on my birthday deathbed. I am smellin' like the rose that somebody gave me ’cause I'm dead and bloated”, grabado a través de la pastilla de la guitarra de Dean, nos permitía vislumbrar la sacudida sonora de una banda nacida para alcanzar el éxito. Aunque el trabajo instrumental es notable, lo que realmente destaca en esta canción es el contoneo vocal de Weiland, que serpentea cada nota con una habilidad que lo acompañaría hasta el final de sus días.
Tras semejante inicio, lo esperable sería que el resto del álbum bajara el nivel. Sin embargo, el segundo tema, “Sex Type Thing”, combina el grunge característico de Alice In Chains con una inyección de energía proporcionada por las contundentes pistas de guitarra y la potencia vocal de Scott. Este tema despeja cualquier duda sobre el talento de estos jóvenes melenudos.
Manteniéndose en la misma línea grunge, “Wicked Garden” asfixia con sus letras infecciosas (“'Cause I'm alive, so alive now. I know the darkness blinds you”), guitarras densas y una solidez monolítica que resulta fascinante. Una vez más, es inevitable pensar en bandas como Alice In Chains o Pearl Jam, grupos que, ya por aquel entonces, lideraban este subgénero y que Stone Temple Pilots siempre admiró.
Después de un interludio melódico de poco más de un minuto titulado “No Memory”, la banda regresa con fuerza en “Sin”. Este tema eléctrico, cargado de intenciones oscuras, destaca por los riffs martilleantes de Dean, que, junto con el vibrante desempeño de Robert al bajo, crean una atmósfera opresiva que Weiland domina con su característico virtuosismo vocal.
La primera mitad del LP cierra de manera peculiar con “Naked Sunday”, una pieza que podría describirse como un “funky diabólico”. Este tema refleja con fidelidad la evolución de las tendencias sonoras hacia terrenos más urbanos a finales del siglo XX. Aunque no sea el clásico más recordado de la banda, su singularidad siempre tendrá un lugar especial en mi corazón noventero.
De manera solemne, y con una clara influencia del country, la banda nos envuelve con la bellísima “Creep”. Esta balada grunge, interpretada magistralmente por Scott, quien saborea cada sílaba con su tono juvenil tan característico, evoca los acústicos que bandas como Alice In Chains, Nirvana o Pearl Jam ofrecían en la MTV. Es un ejemplo perfecto de la fructífera década de los 90, tan prolífica en la creación de grandes baladas.
Las guitarras recuperan su agresividad en “Piece Of Pie”, otro de los grandes golpes sonoros de Core. Este tema envuelve al oyente en riffs macizos, acompañados de una voz más desgarrada de Weiland que recuerda a Layne Staley. Los versos sombríos se complementan con un estribillo más agudo y punzante. Esto, señorías, es grunge en estado puro.
En el noveno lugar encontramos la pieza cumbre del álbum: “Plush”. Si tuviera que elegir una banda sonora para los años 90, esta canción ocuparía un puesto de honor. Este tema refleja la faceta más íntima de la banda, que destaca por su capacidad para combinar letras y melodías en un balance perfecto entre dramatismo y grandeza. Weiland fusiona sentimiento y rudeza, mientras el resto del grupo crea una base instrumental rica y limpia. Un auténtico himno noventero.
Tras la breve y extraña “Wet My Bed”, en la que Weiland recita frases desconectadas con un estilo que recuerda a Jim Morrison en sus recitales más psicodélicos, la banda acelera y nos impacta con “Crackerman”. En este tema, guitarras y batería construyen una base demoledora que Scott aprovecha para desplegar su lado más provocador. Para muchos, incluida yo, esta ha sido desde siempre una de las canciones favoritas del grupo.
Finalmente, una batería sobria que evoca “When The Levee Breaks” de Led Zeppelin anuncia el cierre del álbum con “Where The River Goes”. Esta pista de más de ocho minutos avanza con una solidez monolítica entre riffs secos y una voz celestial que clama: “Quiero ser tan grande como una montaña, quiero volar tan alto como el sol, quiero saber cómo es la renta en el cielo, quiero saber a dónde va el río”. Es un final vibrante que sintetiza a la perfección todo lo experimentado a lo largo de este gran LP.
CONCLUSIÓN
Aunque la crítica inicial no fue amable con el debut de los Stone Temple Pilots, el tiempo ha terminado por colocarlo como uno de los álbumes más icónicos de la peculiar y productiva década de los noventa. Sin caer en imitaciones, la banda se inspiró en los grandes nombres del momento para construir un estilo profundamente personal. Esto, pese a las críticas iniciales, los convirtió en una de las bandas destacadas de su época.
Pronto llegarían álbumes como el exitoso Purple, con sonidos más clásicos y accesibles, pero, al menos para mí, ningún otro trabajo del grupo ha alcanzado las cotas de genialidad de Core. Una obra imprescindible.
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