Parece
increíble que ya hayan pasado diez años desde aquella supuesta gira de
despedida que Scorpions llevó a cabo por todo el mundo, permitiéndome verlos
por primera vez en su memorable espectáculo en el Palacio Vistalegre el 8 de
marzo de 2014. Afortunadamente, estos adorados alemanes dejaron de lado sus
planes de retiro y, impulsados por su profundo amor a la vida en la carretera,
continuaron haciendo lo que mejor saben: Rockear como un huracán.
En
esta década, el quinteto ha lanzado dos notables álbumes de estudio,
"Return To Forever" y "Rock Believer", además de uno de los
mejores álbumes en vivo de los últimos tiempos, el icónico "MTV
Unplugged" grabado en Grecia. Sin mencionar el enorme éxito de sus
numerosas giras, una de las cuales me permitió verlos en Gran Canaria en 2018.
Parece que el grupo no contempla la retirada, a pesar de que sus miembros más
veteranos, Klaus Meine (77) y Rudolf Schenker (76), están cerca de convertirse
en octogenarios. De hecho, el último año no ha sido fácil para Klaus Meine,
quien tuvo que someterse a una importante cirugía espinal que obligó al grupo a
cancelar varias fechas en Latinoamérica debido a su complejo proceso de
recuperación.
El
destino quiso que Scorpions anunciara una fecha en Madrid justo después de los
dos shows de Metallica en la capital (a los cuales asistiría), convirtiéndose
en una oportunidad irrechazable de ver a los alemanes por tercera vez. Además,
siempre me ha gustado la acústica del WiZink Center, un pabellón imponente
donde precisamente había visto a Metallica en vivo. Había que aprovechar esta
oportunidad del destino.
Cabe
señalar que esta nueva gira de los teutones tiene como principal objetivo
celebrar el 40 aniversario de "Love At First Sting", una obra
fundamental en la historia del grupo que contiene muchos de sus mayores
clásicos y que, en su momento, permitió al quinteto hacerse inmortales más allá
de las fronteras de su país.
PHIL
CAMPBELL & THE BASTARD SONS ABREN LA NOCHE
Con
puntualidad británica (nótese sus raíces), la banda de nuestro querido Phil
Campbell, ex guitarrista de Motörhead durante las últimas tres décadas del
grupo, apareció en escena junto a sus Bastard Sons para ofrecer un breve show
como teloneros. En poco más de media hora, tocaron algunas canciones de sus
tres álbumes de estudio, destacando especialmente las interpretaciones de
"Freak Show" y "Strike The Match". Para alegría del
público, también tocaron dos clásicos de Motörhead como "Born To Raise
Hell" y, por supuesto, "Ace Of Spades". A pesar de la brevedad
del show, lograron calentar la velada mientras el WiZink se teñía de negro. Es
importante valorar el nivel y la credibilidad de este proyecto "post
Motörhead" de nuestro querido Mr. Campbell, quien sabiamente decidió
seguir adelante con su carrera musical tras la muerte del eterno Lemmy
Kilmister, que provocó el final de Motörhead.
LOS
VIEJOS ESCORPIONES NUNCA MUEREN
Como
en sus tiempos de mayor gloria, y con la excusa de rendir homenaje a “Love At
First Sting”, el espectáculo de Scorpions se inició con el clásico “Coming
Home”. Primero, tras un breve vídeo proyectado en la enorme pantalla del
escenario, el genial Klaus Meine apareció lentamente y, sobre una pista
pregrabada de guitarra, comenzó a cantar la famosa introducción melódica de
esta canción, que Scorpions obvió durante décadas en sus presentaciones en
vivo. Mientras el veterano cantante comenzaba a cautivar al público, el resto
de la banda ocupó sigilosamente sus posiciones y, tras unos amenazantes golpes
de batería de Mikkey Dee, nos dieron la bienvenida al show con riffs veloces,
un solo vibrante de Matthias Jabs (quien sigue en plena forma) y un Klaus Meine
que, aunque el tiempo tal vez le haya pasado algo de factura a nivel físico y
vocal (recordemos la operación espinal a la que se sometió hace un par de meses)
sigue manteniendo una presencia fundamental sobre el escenario. Desde esta
primera canción, se hizo patente la energía desbordante de Mikkey, quien desde
su llegada ha aportado algo más de hostilidad al sonido del grupo.
Sin
pausa alguna, la banda nos presentó en vivo “Gas In The Tank”, tema que abre su
más reciente álbum de estudio, “Rock Believer”, y que convence como si de un
clásico se tratase gracias a su carácter alegre y enérgico. Aprovecho aquí para
reivindicar la enorme calidad de todos los álbumes que la banda ha lanzado en
el nuevo milenio, manteniéndose siempre fieles a su hard rock sincero sin dejar
de coquetear ocasionalmente con estilos más contemporáneos.
La
bandera española, que tanto ha ondeado tras la Eurocopa ganada por La Roja,
apareció en las pantallas del WiZink Center para dar paso a un clásico
imprescindible como “Make It Real”. Esta canción tiene una bellísima transición
de versos melódicos a un estribillo más cañero, donde Rudolf Schenker nos
sacude con su gran riff principal. Solo unos minutos después, irrumpió en
escena el hit antológico “The Zoo”, que la banda interpretó magistralmente. No
faltó el “momento talk box” de Matthias ni el célebre estribillo que Madrid
entera coreó sin miedo a perder la voz.
Otra
pieza que rara vez falta en los setlists de la banda desde que fue incluida en
el popular “Lovedrive” es la joya instrumental “Coast To Coast”, creada para el
lucimiento de ambas guitarras (honor a Rudolf Schenker y Matthias Jabs). Esta
no fue la única pieza instrumental de la velada. Desde hace unos años, y con el
objetivo de dar descanso a Klaus Meine, la banda también interpreta la bella
“Delicate Dance”, compuesta íntegramente por Matthias Jabs para el directo
acústico grabado para la MTV. Jabs siempre me ha parecido un guitarrista
tremendamente infravalorado, capaz de marcarse un solo veloz o sacarnos una
lagrimita con un punteo sobrio.
“Love
At First Sting” es el álbum homenajeado en esta gira, lo que permitió disfrutar
en vivo de tres canciones no tan habituales en sus repertorios: “I’m Leaving
You” (recibida con especial cariño por los seguidores), “Crossfire” con su
batería marcial (honor al gran Mikkey Dee) y la veloz “The Same Thrill”, que a
mi parecer suena mucho mejor que la versión de estudio.
La
banda se metió a Madrid en el bolsillo con la eléctrica “Bad Boys Running
Wild”, otro éxito que pone de manifiesto la faceta más heavy de un grupo
generalmente identificado con el hard rock. Scorpions puede presumir de ser una
de las mejores bandas de la historia del rock, especialmente en el ámbito de
las power ballads. La sensibilidad del quinteto tampoco faltó en esta noche
madrileña, firmando dos versiones magistrales de “Send Me An Angel” y “Wind Of
Change” (con versos modificados debido al conflicto entre Rusia y Ucrania), que
el público recibió con júbilo, acompañando a Klaus Meine en los coros. Es digno
de mención el más que aceptable estado vocal del alemán, quien, aunque ya no
tenga la fuerza de antaño, sigue siendo capaz de conmover a sus 77 años.
El alegre corte de hard rock “Tease Me Please Me” de “Crazy World” también funcionó de maravilla. Esta es otra canción que no suele ausentarse de los directos debido a su enorme magnetismo.
Tal vez el momento cumbre del concierto
llegó con el colosal solo de batería de Mikkey Dee, quien en poco más de cinco
minutos demostró por qué Lemmy Kilmister siempre lo presentó como “el mejor
batería del mundo”. Este sueco es uno de los grandes “rompeparches” del metal
en los últimos 30 años, con un estilo personalísimo que equilibra fuerza bruta
y velocidad. El público quedó boquiabierto ante este atronador solo que evocó
los tiempos de Motörhead.
Los sonidos de una sirena anunciaron la inminente irrupción de la incendiaria “Blackout”, uno de los hits más duros del grupo. No faltó la guitarra con una especie de tubo de escape que Schenker lleva usando desde hace décadas y que llenó de humo el WiZink Center. Siempre hablaré de esta pieza como una de mis favoritas de Scorpions, no solo por su riff principal o el magistral estribillo, sino por el punzante solo de guitarra de Jabs. La recepción del público fue impresionante, al igual que con “Big City Nights”, el gran éxito hardrockero de “Love At First Sting” donde todo el recinto cantó su pegajoso estribillo.
Tras
un falso final, la banda volvió a saltar al escenario para agitar por última
vez la capital con dos auténticos clásicos de “Love At First Sting”. Primero
lograron emocionar a sus seguidores con “Still Loving You”, la balada por
excelencia del Hard-Rock (que me perdone Aerosmith). Una vez más, y como
mencioné al hablar de las otras Power Ballads que sonaron a lo largo de la
noche, es importante destacar la belleza aún vigente en las cuerdas vocales de
Klaus Meine. Aunque no siempre alcance algunas notas o se muestre algo fatigado
en los últimos momentos del show, sigue siendo capaz de conmovernos con sus
registros limpios. La banda culminaría la noche en alto con “Rock You Like a
Hurricane”, un himno ochentero que todos los asistentes cantamos de principio a
fin y que, como siempre, la banda ejecutó con absoluta maestría (adoro el solo
de Matthias).
CONCLUSIÓN
Jamás
diré que “no” si se presenta la ocasión de volver a ver a Scorpions en vivo.
Los alemanes llevan casi sesenta años de trayectoria, durante los cuales han
logrado la inmortalidad y el amor de millones de seguidores en todo el mundo.
Sería
injusto, en pleno 2024, exigir al grupo un espectáculo con la potencia y la
perfección de antaño, cuando nadie (ni siquiera nuestros ídolos) es inmune al
paso del tiempo. Es IMPRESIONANTE que a sus 77 años, y tras haber pasado por
una operación realmente compleja recientemente (sin olvidar la grave dolencia
en los años 80 que casi lo retiró del negocio), Klaus Meine siga convenciendo
en directo, aunque sus cuerdas vocales sonaran algo agotadas en sus primeras
fechas europeas. Este párrafo también debe servir para poner en valor la
vitalidad de Rudolf Schenker, el otro veterano del grupo, quien a sus 76 años
sigue atreviéndose a correr sobre el escenario mientras dispara algunos de los
riffs más icónicos de la historia.
Un
show a la altura del legado de Scorpions.
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