En 1990, todavía siendo miembro de Iron Maiden, nuestro protagonista se aventuró a la lanzar el llamativo “Tattoed Millionaire”, su primer álbum solista, en el que concentró una colección de canciones rompedoras y que eran impensables en un LP que llevara el nombre de Maiden. Esta publicación tenía un origen obvio: la frustración del cantante ante la falta de innovación del grupo y su deseo de explotar otros estilos que no fueran el Metal más clásico.
Todo esto sumado a las insostenibles
tensiones entre Bruce y Harris terminaron provocando que, una vez finalizado el
tour promocional de “Fear Of The Dark”, el cantante anunciara su sorprendente
salida del grupo en 1993, dando así inicio a un periodo de ocho años en el que,
por un lado, Maiden, que reclutó a Blaze Bayley como nuevo cantante, vivió una
dolorosa caída en picado en términos de popularidad (las giras por estadios
dieron paso a salas más pequeñas), mientras que, por otro, Bruce Dickinson pudo
cumplir su voluntad de dar rienda suelta a su universo compositivo.
Tras aquel mencionado “Tattoed
Millionaire” (1990), y ya liberado de cualquier vínculo con Maiden, Dickinson
editó “Balls To Picasso” (1994), un álbum que acumuló buenas críticas pese a su
notable ruptura con el Metal clásico (¡normal que gustara teniendo en su
tracklist la mismísima “Tears Of The Dragon”!). Dos años después vería la luz
el peculiar “Skunkworks”, un disco que generó mayor división de opiniones
debido a la experimentación realizada aquí por el cantante (hay canciones
realmente raras).
Ya fuera por la
diversidad de críticas obtenidas con “Skunkworks” o por el deseo de volver a
coquetear con el Heavy Metal, Bruce telefoneó a su buen amigo Adrian Smith, quien
también llevaba años alejado de Iron Maiden, para que se convirtiera en el
nuevo guitarrista de su proyecto junto a Roy Z. La llegada de Mr. Smith, como
cabía esperar, trajo consigo el regreso al Heavy Metal de Bruce, tal y como pudimos
palpar en el excelente “Accident Of Birth” (1997). Como prueba tenemos títulos
como “Road To Hell”, la homónima “Accident Of Birth” o “The Magician”, entre
otros.
Año 1998. Mientras Iron
Maiden estaba siendo maltratado por la prensa y los fans tras el irregular “Virtual
X-I”, Dickinson comenzó a dar forma, siempre en compañía de dos compositores de
categoría como Adrian y Roy, a la que sería su próxima obra: “The Chemical
Wedding”. Bajo la premisa de mantener el Heavy Metal de su previo LP, aunque
intentando a su vez coquetear con las tendencias más contemporáneas del propio
género, Bruce comenzó a escribir letras para lo que iba a ser un LP más o menos
conceptual donde todo giraría en torno a la alquimia. Sin embargo, durante este
periodo de composición, el cantante, que siempre se ha caracterizado por ser un
estudioso de las diferentes artes, tuvo un flechazo con la obra literaria y pictórica
del legendario William Blake (1757-1827) hasta tal punto que desechó varias
ideas originales y trató de rendir homenaje al legado de este personaje clave
en la historia de la humanidad a través de letras que evocaran a algunos de sus
personajes y pensamientos (después veremos que, incluso, se atrevió a dar
música a algunos de sus poemas). La portada del disco, por cierto, es un cuadro
de Blake titulado “The Ghost Of Flea”.
Fue el 15 de septiembre
de 1998 cuando “The Chemical Wedding” vio la luz, convirtiéndose rápidamente en
uno de los álbumes más celebrados de dicho año por los seguidores del Heavy
Metal. A continuación, vamos a desgranar de manera extensa cada canción que
conforma este LP. La riqueza de su música y de sus letras así lo merece.
Con un riff denso como el
plomo el álbum da inicio por todo lo alto. Y es que con solo escuchar una vez
“King In Crimson” creo que nadie dudaba que nos encontrábamos ante una obra
mucho más cruda y oscura que cualquiera lanzada en solitario por el bueno de
Bruce. Adoro aquí la manera en que Dickinson comienza a cantar, escupiendo con
garra ese “In the darkness, the raven's head/In the courtyard clothed in
fear”, así como el posterior despliegue vocal y coral en su estribillo de
bella factura. La guinda al pastel la pondrá nuestro adorado Adrian Smith,
quien se saca de la chistera un estelar solo de guitarra que pronto es
respondido por un no menos imponente Roy Z. La letra se presenta como una
especie de amenaza ante la posible llegada del mismísimo Diablo (el término
“King In Crimson” tradicionalmente era un sinónimo de Belcebú). Un primer golpe
certero.
Adoro la extrañeza que me
despierta siempre la homónima “The Chemical Wedding”, una pista melódica y
sincopada en la que las guitarras se funden en un mar de efectos, quedando en
gran parte de la canción (a excepción del monumental solo neoclásico de Mr.
Smith) en un plano más rítmico. El poder vocal de Dickinson para este tipo de
composiciones sale a relucir desde el primer momento, ofreciéndonos esa faceta
más actoral que tanto nos gusta y que tan bien empasta con el significado de la
excelente letra que aquí se nos presenta: un hombre caído en desgracia y
abandonado a su suerte pero que no renuncia a seguir buscando un nuevo camino.
Aunque la línea de bajo
que inicia “The Tower” pueda parecerse a “Wrathchild” de Maiden, lo cierto es
que estamos ante un corte más complejo y de personalidad propia en la que las
guitarras van cimentando con armonías una sección rítmica férrea sobre la que
el bueno de Bruce Dickinson explota todo su potencial con una interpretación de
altura que es coronada por un estribillo de manual. El interludio lírico vuelve
a recordar a Iron Maiden, con ese solo de guitarras gemelas y una omnipresente
labor de bajo cortesía de Eddie Casillas. La riqueza lírica que encontramos
aquí me parece digna de todo elogio. Y es que, en una letra, aparentemente
fantástica y sin gran conexión entre las estrofas, Dickinson hace un guiño a
todos y cada uno de los personajes que figuran en las cartas del tarot y que
corresponden a los diferentes meses del año: hay ocho que se mencionan explícitamente
(La Luna, el Sol, el Loco, los Amantes, el Ahorcado, el Mago, la Sacerdotisa y
la Torre) y cuatro que se presentan de manera metafórica (el Ermitaño es mencionado
como “el Peregrino”, mientras que la
Emperatriz, el Emperador y el Sumo Sacerdote son aludidos en la canción como “La
Trinidad”). Además, en la frase “los paganos que dividieron el cielo en doce
partes” hay una referencia a los primeros astrólogos y el origen de los 12
signos del zodiaco. ¡Cómo me gustan este tipo de letras!
Además de componer la
canción, Adrian Smith firma aquí un contundente riff principal de guitarra que
martillea la mente del oyente y que permite a Bruce Dickinson sacar sus
registros más amenazantes. “Killing Floor” es una canción más monolítica que
las escuchadas previamente, pero siempre la he disfrutado como la primera vez.
Mucha atención ase pequeño giro melódico con matices teatrales que sirve como
puente antes de un estribillo aguerrido en el que Dickinson se desgañita
gritando ese “Satan has left his killing floor” y al pequeño solo de clavecín
que hay en su parte intermedia.
Y llegamos a uno de los
grandes momentos del álbum y de la trayectoria solista de Bruce Dickinson. Me
atrevería a decir que, “Book Of Thel” fue una de las canciones que sentó las
bases del sonido que Iron Maiden desarrollaría en el nuevo milenio tras el regreso
de Dickinson y Adrian Smith a sus filas. Estamos ante una composición épica de
más de ocho minutos en la que un riff mastodóntico domina desde muy pronto una
canción en la que seremos partícipes de una interpretación monumental de Bruce
Dickinson (es uno de mis cantantes preferidos y tiene decenas, o cientos, de
canciones que borda, pero pocas me llegan como esta), quien juega con
diferentes registros: lo mismo asume el papel de narrador, que te clava un
agudo “marca de la casa” que emociona hasta al corazón más frío. A mitad de la pista
es la hora de los solos (mucha atención aquí), en la que no solamente Roy y
Adrian se lucen tras sus respectivos instrumentos, sino que también hay
momentos para que David Ingraham y Eddie Casillas muestren todo su potencial
tras la batería y el bajo. Un tema tan bueno a nivel sonoro no podía carecer de
una letra llena de significado. Para la ocasión, Bruce analiza a su manera el
Libro de Thel, uno de los poemas más famosos de William Blake en el que, a
través de una historia de rasgos mitológicos, estableció una popular reflexión
sobre el concepto de la “vida significativa” y la mortalidad, algo que Bruce
mantiene presente en su letra, aunque también se permite incluir a través de
simbología religiosa la lucha entre el bien y el mal (“el cordero y el lobo”),
la inevitabilidad de la muerte o la naturaleza del poder.
La influencia lírica de
Blake no deja de emerger. El medio-tiempo “Gates Of Urizen” presenta al propio
Urizen, un personaje oscuro que protagoniza el popular “The First Book of
Urizen” de 1794, uno de los principales libros proféticos de Blake. Este ser
encarnaba la razón, la represión y la tiranía. En su letra, Dickinson nos habla
de romper por completo con estos principios y luchar en favor de la
imaginación, de la libertad y, por ende, en abrir de par en par esas “puertas”
que Urizen mantiene cerradas. Musicalmente hablando, estamos ante un
medio-tiempo con tintes decadentes en el que Bruce vuelve a lucirse con sus
registros dramáticos, pero en el que necesito destacar el trabajo de Casillas
tras el bajo y los arreglos de guitarra (arpegios, solos limpios, pequeños licks…)
que no dejarán de sucederse a lo largo de sus imperdibles cuatro minutos y
medio de extensión.
A continuación, Bruce
Dickinson se encargará de ponerle música al popular poema “Jerusalem” de Blake,
algo que a principios del Siglo XX hizo Hubert Parry convirtiéndolo en uno de
los principales himnos británicos (desde entonces se ha pedido que sea himno
nacional), algo que no es de extrañar si se pone atención a su letra (una
invitación de Blake a la unidad del pueblo británico para levantarse ante la
revolución industrial con sus “oscuras fábricas de Satán”, y convertir su
tierra en la llamada “Nueva Jerusalén”). La versión de Dickinson se aleja por
completo de la de Parry, optando por una musicalidad algo más folclórica que
evoca a los mejores Jethro Tull, una de las bandas más adoradas por Bruce, que
gana intensidad con cada estribillo (las frases que se emplean en el chorus
no son de Blake, sino un añadido Bruce). Debo alabar de nuevo el trabajo vocal
de nuestro protagonista, así como el posterior solo excelso de técnica que nos
regala Adrian Smith. Cabe señalar como
curiosidad que, en los créditos de la canción, Dickinson incluye a William
Blake como co-autor, algo nada descabellado.
El Metal de finales del
Siglo XX impera en la violenta “Trumpets Of Jericho”, una canción de soberbia
lírica (ahora me detengo en este aspecto) en la que el doble pedal de la
batería y los muteados de la guitarra nos acercana a una propuesta más
contemporánea (me recuerda un poco al tipo de composiciones que Rob Halford
firmó con Fight tras su salida de Judas Priest), aunque en su estribillo sí nos
topemos con Dickinson en su zona de confort. Sobre la famosa letra, creo que no
hay mejor manera de explicarlo que recuperando las declaraciones que el propio
cantante hizo en su momento respecto a esta canción y su relación con la
alquimia: “Una de las canciones trata sobre el fracaso y se llama
"Trumpets Of Jericho". En la historia de las trompetas de Jericó en
la Biblia, las murallas caen cuando las tribus de Israel dan vueltas alrededor
de la ciudad y tocan sus trompetas. Excepto en esta canción, no lo hacen, no
funciona. Has hecho todo bien, todo está bien, pero la pared sigue en pie. ¿Y
qué haces? ¿Cómo afrontas ese hecho? Y todo eso es parte de la alquimia
completa. ¿Qué intentaban hacer los alquimistas? Intentaban lograr algo que era
virtualmente imposible, pasaron toda su vida intentándolo, y todos fracasaron,
o casi todos fracasaron. Entonces, ¿cómo se siente eso, y cómo funciona, y por
qué seguir adelante?”.
La intensidad no cesa en
otra canción violenta titulada “Machine Men”. Nuevamente encontramos elementos
más modernos en sus versos, para terminar desembocando en un puente-estribillo
con sabor más clásico. Puede que sea la pieza más floja y, sin embargo, siempre
que acudo a este LP no dudo en rescatarla. Las malas lenguas dicen que, con
diversas metáforas, Bruce usó la letra para cargar contra Iron Maiden y el mal
momento en el que el grupo se encontraba tras el fracaso de Virtual X-I. Frases
como “Iron Bites The Dust” (“El hierro muerde el polvo”) o “Iron in the soul”
(“hierro en el alma”) hacen pensar que,
probablemente, las teorías sean ciertas y Dickinson mostrara aquí ciertos
resentimientos y, al mismo tiempo, melancolía hacia sus antiguos compañeros.
Llegamos al final de este
viaje con “The Alchemist”, la canción que contiene, en líneas generales, la
idea original del álbum a nivel lírico. Musicalmente estamos ante una canción
de más de seis minutos de extensión en la que los riffs pesados predominan,
creando una especie de ente monolítico que únicamente ofrece alguna variante en
ese punteo de guitarras gemelas que emerge al final de ciertos estribillos. La
letra, como cabía esperar, habla de la figura del alquimista, pero no solamente
como una persona que buscaba crear oro a partir de otros metales mientras soñaba
con encontrar la piedra filosofal (esa mitológica materia que permitiría crear
oro artificialmente y otorgar la vida eterna), sino como perseguidores utópicos
del verdadero sentido de la vida, que iba más allá del Teocentrismo cristiano,
anteponiendo al hombre bienintencionado por encima de toda deidad.
CONCLUSIÓN
Aunque todos los trabajos
previos lanzados por Bruce Dickinson me parecen imperdibles por la diversidad
de sonidos que fue capaz de concentrar, para mí “The Chemical Wedding” es la
obra cumbre de esta etapa por su riqueza a nivel conceptual y musical. La
manera en que fue capaz de adaptarse al Metal sucio y denso imperante en
aquellos momentos, sin por ello renunciar a sus propios elementos
característicos, y su enorme esfuerzo por plasmar la obra literaria y artística
de William Blake en cada una de sus letras me parecen dignas de todos los
honores que esta reseña pueda brindarle. A nivel personal, adoro tanto este LP como "Accident Of Birth" (de ahí que les ponga la misma nota), pero a nivel calidad es probable que este esté un peldaño por encima. Discazo.
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