Mientras Iron Maiden no lograba convencer a la crítica con Blaze Bayley como su nuevo cantante, Bruce Dickinson jugó bien sus cartas y, acompañado de un elenco de primera categoría, se sacó de la chistera un soberbio disco solista, convenciendo a sus seguidores de que seguía en pie de guerra y hambriento de éxitos con un proyecto que distaría de ser “anecdótico”.
Sería un mentiroso si negara aquí mi fanatismo incondicional por Bruce Dickinson, mejor conocido por todos como el cantante de Iron Maiden, a quien siempre he nombrado, junto a Dio y Rob Halford, como uno de mis tres vocalistas preferidos de todos los tiempos. Es imposible amar el Heavy y no haber realizado alguna mueca de admiración o sorpresa al escuchar algunas de las pistas vocales que este genio nos ha regalado con “La doncella”.
No
obstante, creo que muchos fanáticos de Bruce no se han detenido a escuchar (o
no con la atención necesaria) su catálogo solista (¡“Tears Of A Dragon” solo no
cuenta!), el cual, al igual que con Samson (banda en la que militó antes de
ingresar en Maiden), contiene grandes números y sorpresas que demuestran las
múltiples facetas de un músico que siempre ha defendido la innovación dentro
del Metal y que aprovechó esta etapa alejado de Iron Maiden para explotar ideas
nuevas y, en ocasiones, muy diferentes a las que había grabado con Steve Harris y
compañía. Por este motivo, y también por las muchas ganas que tenía de traer
algo de Bruce al blog, rescato hoy “Accident Of Birth”, obra impresionante y
que relanzó, en parte, la carrera del vocalista.
Para
hablar del cuarto álbum de nuestro protagonista, debemos ponernos en contexto,
ya que por aquel entonces el melenudo no se encontraba pasando por su mejor
momento profesional. Aunque “Skunkworks” (1996) ha envejecido algo mejor con el
paso del tiempo es más que normal que en su momento fuera un fracaso comercial y no obtuviera tampoco el beneplácito de la crítica
profesional. Y es que pocos metaleros estaban preparados para escuchar a un Dickinson más
cercano al Grunge y a sonidos noventeros (en “Tattoed Millionare” y “Balls To Picasso” ya había claros indicios
de evolución, todo sea dicho), en un aparente intento de adaptarse a los tiempos
que corrían. Tampoco las cosas iban bien para sus excompañeros de Iron Maiden,
quienes no terminaban de convencer a prensa y fans con su oscuro X-Factor
(1995), disco que siempre defenderé aunque pueda llegar a entender sobradamente
a sus detractores, y con Blaze como nuevo cantante.
Menos
mal que el maestro se dio cuenta a tiempo y, antes de seguir sacando discos de
este estilo, descolgó el teléfono para recontratar a Roy Z, guitarrista y
productor de nivel, y al mismísimo ADRIAN SMITH, icónico guitarrista de
Maiden (sobra cualquier presentación en realidad), para grabar un álbum de estudio con el
que el frontman volvería a agradar a su ejército de seguidores a base de buenas dosis de Metal, voces melódicas y un extenso número de composiciones que si no has
escuchado todavía, tal vez este sea el momento para ello.
¡AH!
¡Me olvidaba! Dickinson también tomó la acertada decisión de contratar a otro
dios para los fans de Iron Maiden como fue Derek Riggs, el creador de Eddie The
Head, la icónica mascota del grupo, y de todas las portadas del grupo desde su
inicio hasta “Fear Of The Dark” de la banda (en mi Olimpo personal de portadas
de Metal siempre ubicaré las de “Powerslave”, “Somewhere In Time”, “Maiden
Japan”, “Live After Death” y los sencillos de “2 Minutes To Midnight”, “Aces
High” y “The Trooper”).
Sabes que la cosa va a funcionar cuando recibes en tu misma cara un hiriente tema de apertura como “Freak”, con un ritmo duro nacido de la excelente combinación de guitarras densas en su base y un buen punteo principal. Bruce suena más natural, o tal vez más cercano a sus años de gloria, escupiendo agudos y melodías desde lo más profundo de su garganta. El estribillo es sencillo, con esas voces dobladas coreando al unísono “Who leads you to the dark secret?” que tan fácil se graba en la mente de cualquiera. Gran número para entrar en calor y desear seguir adelante con la escucha.
Tras
un instrumental poco reseñable titulado “Toltec 7 Arrival” el conjunto nos
embiste con una pesadísima “Starchildren” en la que el bajo hace retumbar las
tripas, mientras las guitarras muteadas abren paso a un Dickinson estelar y
concentrado en volarnos la cabeza con un número apisonador en sus versos y más
épico en su estribillo. Da la sensación de que Dickinson era completamente
consciente del nivelazo de los músicos que le acompañaban y de que esta era su
oportunidad más clara para volver a ponerse en primera línea de batalla en la escena de la época.
Algo
que me encanta de Bruce Dickinson es su faceta de “contador de historias”, es
decir, cuando canta con suavidad y una teatralidad al alcance de muy pocos
músicos del género. Esta la encontramos en “Taking The Queen”, un número
cargado de secciones melódicas y dramáticas que, entrelazadas con momentos más
eléctricos, van tejiendo una ambiciosa pieza (tampoco me olvido del solazo de
Adrian) que incluyo entre mis predilectas del LP y que recuerda a futuros números
que Iron Maiden ya con Adrian y Dickinson de nuevo en sus filas.
Con
sus más de seis minutos de esplendor, “Darkside Of Aquarius” es otro highlight del disco. En esta ocasión nos
topamos con una canción cambiante, llena de pasajes logrados en el plano
guitarrero (los versos son un auténtico ejercicio de técnica por parte de Smith
y Roy) y de un Dickinson nuevamente pletórico, que apuesta por tirar de un
registro más operístico y contemporáneo que le permite llegar a grandes agudos
en el estribillo, sin obviar otros momentos más agresivos en los que escupe
esos inolvidables “gotta move!!!!”. El solo presenta ligeras influencias
arábigas (no es de extrañar cuando tras la guitarra está uno de los padres de “Powerslave”).
La
primera mitad del disco la cierra la popular y trepidante “Road To Hell”, en la
que Adrian se hace notar como compositor (primero de los dos números que llevan
su firma), con un riff frenético e interpretado en clave de twin guitars. Dickinson canta con un
extra de rabia, pasando de notas graves. y algo distorsionadas, a agudas en
cuestión de milésimas de segundos (concretamente en la entrada del puente),
para terminar de engancharnos con un registro más neutral en el inolvidable
estribillo. Smith aprovecha nuevamente la oportunidad para colar un buen punteo
(¡y talk box!) que por momentos
recuerda al de “The Prisioner” de Iron Maiden, casualmente también compuesto
por él.
Pese a incluir un tema de mismo título en “The Book Of Souls”, esta “Man Of Sorrows” tiene poco que ver con el tema de Iron Maiden. Tratando de repetir la fórmula ganadora de “Tears Of A Dragon”, Bruce se marca un auténtico baladón neoclásico (poco tiene que envidiar al mencionado hit) cantando a las mil maravillas mientras un solemne piano y una lograda sección de cuerda se encargan de añadir una nota más de emotividad. Cabe señalar que existe una versión en español un tanto anecdótica pero que siempre sorprende escuchar (hasta cuando nos canta en otro idioma lo hace bien).
Personalmente,
y aunque se aleje un poco de la ambición de otros números, la homónima “Accident
Of Birth” es una de mis canciones favoritas de la obra. La suma de su riff
encabronado, la manera tan incendiaria de cantar de Dickinson con algunos
efectos en su inicio, el puente-estribillo tan épico (siempre me desgañito
gritando “welcome home!!!”) y los solos aquí incluidos lo convierten en un número
magistral de Bruce y sus secuaces.
Conectada
con la anterior se erige “The Magician”, otro número rápido pero más luminoso
en el que la banda parece poner el piloto automático y nos entrega un notable
número con todos los elementos necesarios para hacernos disfrutar: monumental
estribillo, con numerosas repeticiones y unos coros de escándalo, duelo de
solos con algunos efectos de wah incluidos, Dickinson en estado de gracia,… .Es
imposible escucharla y no pensar en Iron Maiden, lo cual nunca será sinónimo de
baja calidad.
“Welcome
To The Pit” es un medio-tiempo denso y cargado de mala hostia sobre el que
Dickinson escupe sin piedad contra todo lo que se pone por delante. Me gusta la
manera en que la tónica sucia y sólida parece detenerse por momentos en la
entrada del correspondiente puente-estribillo, para introducir una serie de
arreglos más melódicos que encajan sobradamente bien con el tono que el
cantante emplea en dicho instante.
Encaramos
la recta final con “Omega”, otro número que sobrepasa los seis minutos y que
cuenta con un imperdible cambio rítmico, enterrando una primera parte más lenta
(“baladística” en muchos instantes) para dar paso a una sección más veloz y mordiente
(¡¡escucha ese endiablado solo!! ¿el mejor de todo el LP?) que gusta a
cualquier oyente que se precie. Una pena que el tiempo parece haberla terminado
relegando a un lugar más secundario.
El
final llega definitivamente con “Arc Of Space”, otro número suave y cumplidor
que permite el lucimiento de Adrian tras la guitarra acústica (se marca un solo
lleno de ternura) y, por encima de todo, del amo, señor y protagonista del disco
tras su micrófono. Aquí encontramos nuevamente algunos arreglos orquestales que
le vienen de maravilla al resultado final de un corte en el que aprecio ciertos
momentos de Folk. Un final solemne y sobradamente digno.
Para mí “Accident Of Birth” es, junto al posterio "The Chemical Wedding" (1998), el punto más álgido en la trayectoria solista de Dickinson. Con este efectuó el regreso a su esencia heavy y, en compañía de músicos de primera categoría, facturó doce canciones maravillosas (algunas más sobresalientes que
otras, por supuesto) con las que nuevamente sentó cátedra y se auto-reivindicó como uno de los más grandes iconos en la historia de la música contemporánea.
Pronto, concretamente solo dos años después, el vocalista y Adrian Smith
volverían a Iron Maiden para defender junto a sus compañeros el legado de “la
doncella” con un buen puñado de grandes trabajos, pero antes de que eso
sucediera tuvimos la suerte de poder recibir este regalo sonoro.
Un disco para escuchar en bucle. Así de sencillo, así de glorioso.
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