Richard Zven Kruspe es, con todas las de la ley, una estrella del rock dentro y fuera de Alemania, algo que no es de extrañar cuando en tu currículum figura ser guitarrista de Rammstein desde sus orígenes. Pero es que el bueno de RZK también merece reconocimiento por su afán de innovar y de no ceñirse únicamente al Metal Industrial, algo que ha podido desarrollar en solitario con su proyecto Emigrate, fundado en 2005 y cuyo debut vio la luz en 2007. Fue en el "Silent So Long” (2014) y, especialmente, en “A Million Degrees” (2018), donde esa evolución sonora hacia subgéneros y estilos menos esperables se hizo más notable, enfocándose en una especie de Electro-Rock accesible y, siempre, de gran factura.
Ahora tenemos en nuestras manos "The
Persistence Of Memory", su cuarta entrega con Emigrate cuyo título es
deudor de aquella obra maestra de la pintura de Salvador Dalí. Veamos, pues,
qué se cuece en la nueva obra de Richard:
“Rage” es la primera pieza que podemos escuchar en
el disco. Aquí hay mucho, y muy buen, Rock Alternativo, elaborado a base de
sintetizadores pegajosos, una voz siempre efectiva (Richard tiene un registro
poco cambiante pero muy agradable de escuchar) y detalles estructurales muy
modernos y “poperos”, como esos primeros segundos de canción absolutamente
alejados del Rock que, afortunadamente (no nos engañemos), terminan rompiendo
en un estribillo más eléctrico. No es tan bueno como “War”, el opener del álbum anterior, pero me gusta
lo suyo.
Nunca pensé que escucharía una versión de Elvis
Presley en un álbum de Emigrate, pero viendo el resultado final, y con el
puntazo a favor de contar con el mismísimo Till Lindemann como cantante
invitado (definitivamente creo que las viejas rencillas entre ambas leyendas de
Rammstein quedaron en el olvido), quien firma una tremenda interpretación de
barítono que termina llevando un clásico del supuesto “Rey del Rock” a su
terreno más reconocible, oscuro y teatral.
¡Qué temazo es “Freeze My Mind”! Desde que apareció
como el primer single de la producción reconozco haber quedado enganchado
enormemente al ritmo de bajo, a las guitarras industriales, a su puente
decadente y a un efectivo estribillo que engancha a cualquiera, sin dejar de
mencionar el solo de teclados sorprendente y alegre. Un trallazo indiscutible
que, para mayor disfrute, vino acompañado de un logrado videoclip en el que
pudimos descubrir la explosividad del batería Joe Letz, un músico que se hace
oír durante todo el trabajo y cuya aportación no pasa desapercibida en este
corte en concreto.
“Yeah, Yeah, Yeah” me ha recordado por momentos al “1,2,3,4”
del álbum previo en pequeños matices. Un nuevo acierto del grupo con un
estribillo potentísimo que da continuidad a unos versos que van creciendo
progresivamente con ayuda de los teclados y unas distorsionadísimas guitarras
que alcanzan, como digo, su cénit en el chorus.
Definitivamente, este disco da continuidad al “A
Million Degrees” y en ocasiones podemos comparar canciones de ambas. Sin
embargo, esta “Come Over” no parece encontrar similitud alguna. Es una de las
canciones más arriesgadas y rompedoras que le recuerdo a Kruspe, con un tono
exageradamente comercial y electrónico que la primera vez no me dijo nada, pero
con las escuchas he podido digerir mejor. Sin lujos, pero aplaudo la valentía
de un siempre sorprendente Kruspe.
Mirando la letra podríamos definir "You Can’t
Run Away" como una salvaje declaración de amor oscuro y obsesivo que, eso
sí, tiene una musicalidad tremenda. No es de extrañar que se convirtiera en el
segundo sencillo del disco. Me encantan las pistas de guitarra, absolutamente
saturadas y lanzando notas que, en ocasiones, parecen hasta desafinadas, sobre
las que Richard canta sobradamente bien. El estribillo tampoco defrauda, con
sus habituales repeticiones y melodías fácilmente memorizables.
Uno de los momentos más Industrial de todo el disco
llega de la mano de “Hypothetical” y su abrasivo riff principal combinados, a
su vez, con unos arreglos más limpios (ambos muy a lo “Mein Herz Brennt”) que,
unidos a los sintetizadores y una atormentada batería nos hacen viajar a los
primeros trabajos de Rammstein.
Extraña y oscura pero, al mismo tiempo, convincente
con el paso de las escuchas. Así es la experimental “Blood Sainted Wedding”, un
número más cercano a la ya citada “War” del “A Million…” por el tono más grave
empleado por Kruspe, además de por su estructura plana y de pocos cambios. No
es un numerazo, pero está bien.
“I Will Let You Go” nos informa de que hemos
alcanzado el final de la obra y lo hace a partir de un número extrañísimo y de
elevado dramatismo. Una vez más imperan los sintetizadores sobre las guitarras,
salvo en su revolucionado estribillo donde comparten protagonismo. Un número
curioso, pero también algo desconcertante.
Si esperas escuchar Metal duro, este no es, ni de
broma, el disco que deberías escuchar. En cambio, si eres seguidor y
conocedor de Richard Kruspe y de su
ambiciosa mente creativa, seguro que disfrutarás como un niño de los nueve
números aquí analizados. Yo prefiero desmarcarme de ambas, o coger un poco de
ambas, y decir que “Persistence Of Memory” da continuidad a la innovación que
impregnó el “A Million Degrees”, pero tal vez necesite un par de escuchas más
para terminar de convencer, algo que no me sucedió con su predecesor. Hay
canciones muy logradas, pero también otras que van a dividir más a sus
seguidores. De momento, para mí es un notable bajo. Un disco de muy agradable
escucha.
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