Seré claro desde el
principio: voy a hablar de una obra maestra de la música que, querid@ lector/a,
si no has escuchado, creo que es el momento adecuado para quitarte esa
espinita.
Hay que ser justos con
Rush, una banda que, a mi parecer, nunca ha sido valorada como se merece. En
España no han tenido la repercusión que en su Canadá natal o en Estados Unidos
sí han tenido, y eso que este trío está formado por unos músicos que, sin lugar
a dudas, estarían en mi top de mejores baterías, guitarristas y bajistas
respectivamente: hablo, obviamente, de Neil Peart, Alex Lifeson y Geddy Lee.
Somos seres humanos y,
como tal, creo que siempre sentimos la necesidad de etiquetar absolutamente
todo. En el caso de Rush hemos decidido calificarlos como un grupo de Rock
Progresivo, cosa que no me parece errónea, aunque para mí estos tres tipos,
como también me sucede con Queen, rompe con cualquier etiqueta musical. Digamos
que RUSH es sinónimo de música, así como de absoluta perfección en la
ejecución.
Como os anticipé al
inicio, en esta entrada rescato un álbum IMPRESCINDIBLE para entender el género
de nuestros amores y lo que el ser humano ha sido capaz de hacer con
instrumentos musicales.
Antes del año 1976, el
nombre de Rush no era especialmente conocido. Por aquel tiempo el trío
canadiense había lanzado ya tres álbumes (todos ellos recomendadísimos): “Rush”
(1974), “Fly By Night” (1975) y “Caress Of Steel” (1975). Este último había
sido un auténtico fiasco comercial (pese a ser una joya) y su discográfica,
Mercury Records, había culpado de aquel fracaso a las dos extensas
composiciones que dicho álbum tenía (me refiero a “The Necromancer” y “The
Fountain Of Lamneth”) y presionó a la banda para que en su siguiente trabajo no
repitieran esta temeridad. Para la mala fortuna del sello, o tal vez no les
vino tan mal, si algo ha distinguido a Rush como banda es el hecho de haber actuado
siempre según se les ha antojado en cada álbum y “2112” no fue excepción de
esta premisa. Seguramente ninguno de ellos era consciente de la obra que pronto
se marcarían y que cambiaría por completo la forma de entender el Rock en su
faceta más elaborada.
“2112” fue más allá de
la línea creativa tan grande que ya por aquellos tiempos King Crimson o Genesis
habían trazado. A esa, en ocasiones, exagerada versatilidad musical, la banda
decidió añadir numerosos arreglos e influencias de las mejores bandas de
Hard-Rock y Metal de aquellos tiempos (Led Zeppelin, Black Sabbath,…).
El Heavy Metal y el
Rock Progresivo nunca antes habían ido tan de la mano. Esa mezcla de estilo fue
posible debido al virtuosismo (otra palabra que va pegada al nombre de Rush) de
sus tres músicos. Geddy Lee, además de ser un bajista excepcional, poseía una
voz ideal para este tipo de composiciones, así como era capaz de encargarse de
los teclados, Alex Lifeson al tocar la guitarra era capaz de combinar una destreza
comparable a la de cualquier guitarrista de renombre con una imaginación envidiable y, por supuesto,
Neil Peart, un músico único en su especie, no se contentaba con grabar bases de
batería simples, sino que siempre optaba por la senda más compleja, además de
ser el principal letrista del grupo.
Fue el 20 de abril de
1976 cuando el mundo escuchó por primera vez “2112”, un álbum cuya cara A
estaba conformada por una única canción o suite de siete movimientos que dura
la friolera de 20 minutos y 33 segundos (los de Mercury Records habían sido
ignorados por completo). Para escuchar esta canción creo que es necesario
llevarse la mano al pecho. Queridísimo lector, le recomiendo que se siente y
disfrute de la maravilla que voy a analizar a continuación. Coja algo para
picar, abra una cerveza u otra bebida (para gustos los colores), reproduzca
esta canción y disfrute.
Unos teclados
galácticos sirven como preludio a la magna “Overture” en la que la banda nos
introduce en una oscura historia futurista sobre la pérdida de la libertad
creativa por parte de la humanidad. Estamos en un futuro muy lejano. Los
planetas del Sistema Solar se unen bajo la Estrella Roja de la Federación Solar
(la cual se aprecia en la portada del álbum). Todos los derivados del arte,
como la música, la literatura o la pintura, se encuentran controlados por los
sacerdotes, los cuales se nos presentan en “The Temples Of Syrinx” (“todos los dones de la vida se encuentran
dentro de nuestros muros”), una
pieza dura en la que Geddy se desgañita al micrófono hasta bordarlo en un
soberbio estribillo. La historia
continúa con “Discovery”, en la cual el protagonista de esta historia, que
suele conocerse como Starman, y que vendría a ser el personaje desnudo que
aparecería dibujado delante de la estrella (la desnudez vendría ser simbolizar
la para representar la pureza y la creatividad de un hombre que se enfrenta a
las mentalidades colectivistas, que vendrían a estar reflejadas en la estrella
roja), descubre en una cueva una guitarra y comienza a rasguearla y a tocar algunos acordes hasta
descubrir el arte y el placer de componer (gran papel de Alex Lifeson en esta
pieza). Con toda su buena fe, el Starman sale de la cueva (metáfora con La
Caverna de Platón) y presenta su descubrimiento (“Presentation”) a los
sacerdotes, quienes rápidamente destruyen el instrumento argumentando que este
fue uno de los responsables de la destrucción de la Tierra en el pasado
(impresionante la variedad de registros usada por Geddy para diferenciar las
intervenciones del protagonista, la cual se representa con una voz más suave, y
la de los sacerdotes, que es más agresiva). Hundido, el protagonista se acuesta
a dormir. En sus sueños un oráculo (“Oracle: the Dream”) le muestra La Tierra
de Ensueño creada por los hombres de la Antigua Raza en la cual primaba la
libertad en todas sus vertientes, así como se convence de que esta vieja raza
pueda regresar para derribar los templos y acabar con la opresión. No obstante,
la historia se torna dramática y, tras despertar, Starman regresa a la cueva y
se suicida al sentir que el regreso de la Antigua Raza es una ilusión. Esta
obra maestra termina en clase instrumental con “Grand Finale” y con una frase
legendaria (“Atención Planetas de la
Federación Solar, hemos tomado el control"), que dejaba el final
abierto al no revelar si los sacerdotes aplacaron la rebelión o se produjo el
retorno de la salvadora Antigua Raza. Tuvimos que esperar la friolera de cuatro
décadas hasta que Neil Peart, el genio detrás de las letras de esta obra,
decidió revelar que esa frase hacía alusión al regreso de la Antigua Raza.
Yo ante esta canción
solo puedo rendirme ya que es una obra perfecta. 20 minutos y 33 segundos de
auténtica clase, de una instrumentación perfecta, en la que cada compás está
cargado de detalles, como si de una catedral barroca se tratara. Ya solo por
esta canción, el disco se merecía la máxima nota. Pero aún queda disco para
rato.
La cara B no bajaría en
absoluto el nivel de esta propuesta, aunque, a diferencia de la primera, estuvo
compuesta por cinco canciones que no guardaron ninguna relación entre estas.
En primer lugar vamos a
disfrutar de lo lindo con la cambiante “A Passage To Bangkok” construida a
través de unos punteos místicos de un soberbio Lifeson (mención especial para
los arreglos orientales que la banda incluye al principio de la canción). Por
la misma senda se mueve la sentimental “The Twilight Zone” (ideal para todos
los que amamos las canciones con muchos cambios de ritmo) y su predominio de
guitarras acústicas, aunque también hay grandes momentos de distorsión.
Alex Lifeson y Geddy
Lee toman, respectivamente, las riendas líricas de las dos siguientes piezas.
En primer lugar nos toparemos con “Lessons” y su rico aroma al “Led Zeppelin
III”. Folk de primerísima factura (ojo que también tiene algunos compases
cargados de riffs eléctricos) que, como no podía ser de otra forma, es bordado
por este inimitable trío. Después es el turno de la lacrimógena “Tears” en la
que un magnífico Mr. Lee saca su lado más emotivo y nos enamora con una
preciosa expresión de tristeza con arreglos de guitarras acústicas. Precioso.
Es triste llegar al
final del disco, pero hasta las grandes obras de la humanidad tienen que
acabarse. “Something For Nothing” baja el telón por todo lo alto, combinando
momentos suaves con un estribillo abrasivo y cargado de energía que se grabará
en tu sesera fácilmente.
Como cabía esperar,
“2112” fue el primer álbum de Rush que ingresó en los "Top Pop
Albums" en Estados Unidos y que alcanzó el disco de oro en noviembre de
1977 y de platino en 1981. Pronto disfrutaríamos de otras joyas imperecederas
como “A Farewell to Kings” o “Moving Pictures”, pero, amiguetes, para mí esta
fue la gran obra de los canadienses y, como os dije desde el principio de la reseña,
uno de los mejores álbumes de la historia.
Hazte un favor, vete a
la tienda de discos más cercana y hazte con una copia de este documento
histórico.
El mejor disco de Rush junto a Moving Pictures
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