Jimi Hendrix fue un
genio que, pese a los pocos años que pudimos disfrutarle, marcó un antes y un
después en la historia de la música. Eso es innegable. Por ello he sentido la necesidad
de escribir esta humilde reseña sobre la que seguramente fue su gran obra.
Justo en el día en que se cumplen 50 años de la publicación de “Electric
Ladyland” presento este extenso análisis a modo de homenaje a una leyenda del
Siglo XX.
En 1968 el nombre de
Jimi Hendrix imponía mucho respeto. Y es que poco tiempo antes, junto a su The
Jimi Hendrix Experience, banda que formó junto a Noel Redding al bajo y Mitch
Mitchell a la batería, había lanzado “Axis: Bold As Love” un trabajo sublime
que dejaba claro que el americano estaba en estado de gracia y que tenía algo
especial. La creatividad y elegancia de este trabajo daba continuidad al auténtico
bombazo que fue “Are You Experienced?”, primer álbum del trío, con el que
Hendrix pasó de ser un músico más a un Guitar Hero.
Pero lejos de dormirse
en los laureles o de orientar su sonido hacia las tendencias de la época,
Hendrix siente la necesidad de volver a entrar en el estudio para dar a la luz
al álbum más ambicioso de su carrera. La
necesidad de sofisticar su sonido, de abarcar diferentes terrenos musicales
como el Rock, el Funk, el Soul o el Blues, y el deseo de explotar toda su
imaginería dieron lugar a “Electric Ladyland”, un disco que puede no entrar a
la primera escucha, pero que termina cautivándote y convirtiéndose en tu
preferido del dios americano.
No obstante, todo este
proceso de inspiración divina vivida por Hendrix en aquellos tiempos también
trajo problemas al zurdo.
Chas Chandler, el
mánager, productor y descubridor de Hendrix, tras varias peleas con el
guitarrista durante el proceso de grabación debido a la división de opiniones
que existía entre ambos (Chandler era partidario de unas composiciones más
sencillas de estructura y duración, algo que no encajaba en la creativa mente
del moreno). Esta pérdida obligo a Hendrix a convertirse en el productor del
disco, adoptando una actitud de perfeccionismo a veces enfermizo que se traducía,
en ocasiones, en grabaciones de cuarenta tomas para un mismo tema.
Pero este no era el
único frente abierto. La relación de Hendrix con el bajista Noel Redding era
cada vez peor. Noel se sentía infravalorado (normal cuando tienes de compañero
a una leyenda) e ignorado en el proceso compositivo de los álbumes. Todas estas
tensiones terminaron derivando en la disolución de la Jimi Hendrix Experience
pocos meses después de que este disco saliera a la venta.

En un estudio
neoyorquino este disco fue creado. Al mismo tiempo, comenzó la construcción de
los Electric Lady Studios, propiedad del propio Hendrix, quien no vivió lo suficiente
para disfrutarlos.
Dicho esto, es el
momento de entrar en materia musical.

“Crosstown Traffic” es
un clásico mayúsculo del moreno. Rock directo, con mucha influencia del sonido
americano y un feeling claramente funky, una distorsión de guitarra mucho más
agresiva y una actuación realmente buena de Hendrix tras el micrófono. Una
pieza imprescindible y que engrandece mucho este álbum.
Se para todo. Momento
de uno de los grandes números de todo el trabajo. La guitarra comienza a ser
punteada y Jimi dice eso de “I’m a voodoo chile, lord, I’m a voodoo chile”. Se
viene otro de los momentazos del álbum y de la carrera de Hendrix. Un Blues de
casi 15 minutos de extensión en el que la magia que este DIOS de las seis
cuerdas acumulaba en sus manos resalta en todo su esplendor. Esa habilidad tan
única del zurdo para cantar con acierto mientras introduce punteos de
acompañamiento es algo que adoraré por siempre. Además, en esta canción
participan dos grandes del Rock sesentero como Steve Winwood de Traffic al
órgano y Jack Casady de Jefferson Airplane al bajo. Durante la canción se
suceden numerosos solos del maestro americano. Todos estos, como podrás
imaginarte querid@ lector/a, de un nivel de calidad tan alto que no existen
calificativos suficientes cincuenta años después para definirlos adecuadamente.
También Mitch hace una gran labor tras los parches, llegando a dar la sensación
de que improvisa. Tras el primer gran solo de Jimi, la canción da un pequeño
cambio, y el mito empieza a hablar de Júpiter y de sus minas de sulfuro, hasta
que se arranca de nuevo en un eléctrico solo de guitarra con mucha presencia
del vibrato y todo termina en una alucinante jam instrumental encargada de
cerrar por todo lo alto este tema que ya solo de por sí, hace este disco una
parada obligatoria.
Noel Redding fue el
encargado de componer la siguiente pieza. “Little Miss Strange” suena bastante
hippie, muy acorde a la época en la que nace este disco. Redding no tiene mala
voz y hace una labor bastante aceptable, aunque yo sigo quedándome con los
punteos cargados de distorsión que introduce el morenito, así como por los
arreglos de acústicas que conforman, junto a la batería y el bajo, la base de
la canción.
Canción curiosa esta “Long
Hot Summer Night”. Pieza un poco más cercana al Garage Rock por la suciedad del
sonido, pero con la esencia intacta de esta banda. Es una gran pista aunque
haya quedado relegada a un segundo plano dada la cantidad de clasicazos que se
dan cita en este álbum. Un buen tema antes de encontrarnos con la primera
versión que la Jimi Hendrix Experience se marca en este álbum. “Come On (Let
The Good Times Roll)”, original de Earl King, es llevada a otra dimensión con
una nueva ración de punteos únicos y siempre sorprendentes con los que Hendrix
hace suya la canción. Y es que, como volveré a decir más tarde, las canciones
que Jimi y su banda decidían versionar acaban siendo de su propia cosecha.
Soy muy fan de “Gypsy
Eyes” y su feeling tan pegadizo. Es una canción atractiva, con ese toque
gamberro que a Jimi le gustaba introducir en sus composiciones, así como por la
trabajada producción que este tema presenta (muchos efectos de estudio),
logrando crear varias dimensiones dentro de la misma canción. Una vez más
volveremos a ser testigos de otro despliegue de fraseos guitarreros que
acompañan durante toda la canción al auténtico protagonista de este LP. Mucho más peculiar es “Burning On The
Midnight Lamp”, una canción más orientada hacia lo psicodélico (escuchar esto
tras haber fumado LSD debe ser toda una experiencia) gracias a los efectos del
wah-wah y al punteo principal. Tampoco tiene ningún desperdicio “Rainy Day,
Dream Away” y su carácter bluesero (¡cómo suenan los solos!) que nos hace
sentir que estamos en una especie de jam.
Posteriormente se viene
sobre nosotros una composición de extensión considerable, pero también de mucha
calidad, como “1983…(A Merman I Should Turn To Be), que se conecta a su vez con
la pieza instrumental, o más bien de efectos sonoros, “Moon Turn The
Tides…gently, gently, away”. Esta composición vuelve a poner de manifiesto el sonido
característico de esta banda (con especial atención al Rock en su vertiente más
psicodélica) ofreciendo una cantidad considerable de mareas infinitas de
electricidad. Si tuviera que ponerle alguna pega, solamente sería su extensión,
que en ocasiones puede resultar algo excesiva.
Algo muy curioso de
“Electric Ladyland” es que nos encontraremos dos secuelas para un par de
canciones del mismo álbum. La primera es “Still Raning, “Still Dreaming”, que
continúa con el Rock de “Rainy Day, Dream Away”, ofreciendo otro buen puñado de
riffs machacones que nos preparan el cuerpo para recibir una buena dosis de
fuego, ese tema tan recurrente para Hendrix, de la mano de “House Burning
Down”, una pieza destructiva, cargada de garra y sobrada de actitud. Los solos de
guitarra en esta pista son auténticas joyitas desconocidas por muchos. Mención aparte
para el festival de efectos que Jimi introduce al final de la canción. Un gran
tema que precede a las que probablemente son las dos canciones más excelentes
del plástico, así como las más famosas.

Y cuando creíamos que
todo se había terminado, explota en nuestra jeta la final “Voodoo Child (Slight
Return)” (secuela de “Voodoo Chile”), mi canción preferida de Hendrix y, para
mí, lo mejor que nos dejó en toda su carrera. Listo como pocos, el bueno de
Jimi tenía reservado para el final el que sería su billete hacia el Olimpo del
Rock. “Voodoo Child” es sencillamente una exhibición de técnica y elegancia a
las seis cuerdas, dos aspectos de los que este señor iba más que sobrado. La
Fender escupe incendiarios punteos (bueno….en directo esto sí que, más o menos,
fue literal) que destruyen progresivamente tu mente hasta dejarte en un estado
de fantasía y placer indescriptibles. Amig@s mí@s, solo habrá un Hendrix.
A estas alturas no voy
a descubrir nada alabando a Hendrix (siento mucho el hecho de haberme dejado
llevar por la subjetividad), pero es que realmente no se han inventado todavía
los adjetivos necesarios para definir esta leyenda americana. Para mí, y para
muchos, “Electric Ladyland” no es solamente el mejor disco de Jimi Hendrix,
sino que también es uno de los álbumes más grandes, imprescindibles y
respetados de la historia del Rock. Menos de cinco estrellas no puedo ponerle a
este LP.
Os dejo que voy a
volver a escuchar el álbum jejeje
¡GRACIAS HENDRIX!

¡Enorme obra de arte!
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