Desde The Strength / The Sound / The Songs (2005) hasta Servant of the Mind (2021), Volbeat ha forjado una trayectoria única dentro del rock contemporáneo: una combinación de metal, rockabilly, punk y hasta ecos de Elvis, que ha sabido mantenerse fiel a sus raíces danesas mientras conquistaba escenarios de todo el mundo. Cada uno de sus discos ha reflejado distintas facetas del cuarteto liderado por el carismático Michael Poulsen, quien nunca ha temido oscilar entre la contundencia del riff metálico y la melodía contagiosa de un estribillo coreable.
En
los últimos seis años, hemos podido comprobar cómo el grupo ha comenzado a
moverse entre una mayor agresividad y un enfoque más melódico. Fue con Rewind,
Replay, Rebound (2019) cuando la banda abrazó con mayor claridad un sonido
más accesible, entregando un álbum colorido, pegajoso y deliberadamente
liviano, que para muchos marcó un antes y un después, dividiendo opiniones
entre sus seguidores. Apenas dos años más tarde, el ya mencionado Servant of
the Mind equilibró esa apuesta con un regreso a la oscuridad y a riffs más
agresivos, logrando reconciliar la potencia con la melodía.
Ahora,
con el esperado God of Angels Trust, su noveno trabajo de estudio, llega
el momento de descubrir cuál será el nuevo rumbo del grupo. Recientemente, el
propio Michael Poulsen declaró a Loudwire que la banda ha tratado de
recuperar en este álbum la esencia compositiva de su debut.
Cabe
destacar que se trata del primer LP sin el gran Rob Caggiano, guitarrista
fundamental desde 2013, quien dejó la formación y cuyo lugar ha sido ocupado
por Flemming C. Lund. Tampoco debemos pasar por alto que el grupo ha estado más
de un año inactivo debido a una importante operación de garganta a la que se
sometió el propio Poulsen.
¿Un
retorno a la crudeza de sus comienzos? ¿Una evolución hacia una fórmula aún más
pulida y accesible? Vamos a despejar incógnitas analizando tema por tema.
Desde
el arrollador arranque con la eléctrica “Devils Are Awake”, queda claro que
Michael Poulsen ha querido volver a flirtear con los orígenes más crudos de
Volbeat. Su introducción, claramente influida por Metallica, da paso a una
tormenta de riffs que, acompañados por una base rítmica impecable de bajo y
batería, generan una sección instrumental vibrante que encaja perfectamente con
la voz de Poulsen. Aunque el estribillo se presenta algo más accesible, no por
ello pierde impacto. Destaco también el giro que experimenta la canción justo
antes de los solos de guitarra, donde irrumpen un par de riffs notablemente más
densos. Un inicio de disco francamente convincente.
En
segundo lugar llega la salvaje “By a Monster’s Hand”. De los tres adelantos
publicados, este es, sin lugar a dudas, el más potente y también el que más me
ha gustado. Volbeat regresa aquí a su faceta más oscura y energética, con
reminiscencias claras a los Metallica actuales, sustentado en un riff principal
tenso y afilado que, a mitad de canción, muta en uno más veloz, evocando a “Doc
Holliday” o a sus primeros y más duros trabajos. La canción desprende un aura
gótica y amenazante (acentuada por su espectacular videoclip) en la que la voz
áspera de Poulsen y el músculo instrumental suman una fuerza que muchos
añoraban en discos recientes. Una pieza que remite a sus momentos más salvajes
y que, por ello mismo, se posiciona entre mis favoritas del álbum.
Aunque
el tembloroso bajo inicial pueda anticipar otro corte agresivo, lo cierto es
que “Acid Rain” ofrece un necesario respiro tras semejante acometida. Con un
tono cercano al rock radiofónico y melodías envolventes, la banda entrega uno
de los pasajes más luminosos del disco, que remite directamente a sus trabajos
más recientes. Aunque mi preferencia se inclina por la vertiente más cruda del
grupo, reconozco que el estribillo de esta canción me ha gustado bastante. De
hecho, tiene todos los ingredientes para convertirse en un éxito rotundo en sus
próximos conciertos.
Y
llegamos al momento más inesperado y glorioso del álbum. No exagero al decir
que “Demonic Depression” se ha convertido, desde la primera escucha, en una de
mis canciones predilectas del grupo (¡y eso que llevo años siguiéndolos!). Rara
vez habían entregado un tema que, salvo por su estribillo tan melódico como
pegajoso, podría clasificarse directamente como Groove Metal. De hecho, el riff
principal recuerda inevitablemente a Pantera. La transición desde unos versos
tan malintencionados hacia un puente-estribillo con semejante gancho merece
todos los elogios. Una combinación impecable de dureza e inteligencia
compositiva.
La
primera mitad del álbum se cierra con la ya conocida “In the Barn of the Goat
Giving Birth to Satan's Spawn in a Dying” (me han salido músculos tonificados
en los dedos tras escribir semejante título), un tema menos directo pero que
gana enteros con las sucesivas escuchas. Estoy seguro de no ser el único que ha
pensado en la emblemática “Sad Man’s Tongue” al oír esos primeros compases
cargados de oscuridad y ecos del western más siniestro. Tras esa introducción
amenazante, un nuevo riff filoso irrumpe para dar forma a una canción aguerrida
y con una narrativa que se aleja de la fórmula inmediata que el grupo suele
manejar, algo que se agradece.
Acto
seguido suena “Time Will Heal”, posiblemente el adelanto más irregular de los
tres. Tiene un estribillo sencillo, una melodía pegajosa y todos los elementos
que han hecho de Volbeat una banda de estadios. Sin embargo, deja un regusto a
fórmula desgastada, como si comenzaran a repetirse a sí mismos. Aunque la
producción es impecable, se echa de menos un mayor atrevimiento. Da la
sensación de estar construida para agradar, pero sin terminar de emocionar,
cayendo en lo previsible y con demasiadas similitudes a composiciones
anteriores.
Por
suerte, “Better Be Fueled Than Tamed” nos devuelve a los Volbeat más intensos
con una canción de inspiración punk, en la que no escatiman ni en velocidad ni
en actitud, dando lugar a un tema infeccioso que también parece hecho para
triunfar en sus giras venideras.
Con
la densidad que tan buenos frutos dio en el anterior disco (véanse “The Sacred
Stones” o “The Temple Of Ekur”), la banda nos sacude con “At the End of the
Sirens”, otra de mis piezas favoritas del álbum, en la que no hay rastro de
concesiones melódicas ni posibilidad alguna de respiro entre tanta distorsión.
El tema despliega un arsenal implacable de riffs con sabor noventero que no
cesan en ningún momento. Una auténtica bestialidad compositiva que gana fuerza
con cada nueva escucha. Y aunque no lo haya repetido tanto… ¡vaya vozarrón
tiene Michael Poulsen!
En
la penúltima posición aparece “Lonely Fields”, una canción bastante singular.
Su ritmo medio, los riffs más etéreos y los sutiles arreglos de teclado
construyen una atmósfera algo más teatral que Poulsen maneja a la perfección
con su inconfundible voz. No es la pieza más brillante del disco, pero te
aseguro, lector, que mejora con cada repetición.
Y
así llegamos al cierre con “Enlighten the Disorder”, secuela nominal de “By a
Monster’s Hand”, que nos despide por todo lo alto con un ritmo frenético
(nuevamente comparable al de “Doc Holliday”) que corta la respiración desde el
primer segundo. Honor una vez más para el señor Poulsen, que canta como si
estuviera poseído. Un corte rebosante de energía maléfica que deja al oyente
con la sensación de haber presenciado un disco sobresaliente.
CONCLUSIÓN
Confieso que tenía buenas sensaciones con God Of Angels Trust, pero
jamás imaginé que me sorprendería tanto. El nuevo álbum de los daneses marca un
retorno a su vertiente más feroz, regalándonos un puñado de canciones con
muchas papeletas de convertirse en futuros clásicos. No pensaba que colocaría
esta obra entre mis favoritas de 2025, pero a día de hoy, no tengo ninguna
duda.
¡Discazo!
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