Tras su reunión en 2011, cuando pusieron fin a un hiato de más de siete años, The Darkness no ha dejado de componer ni de evolucionar, algo evidente en la calidad de sus numerosos álbumes desde entonces y en la energía arrolladora de sus presentaciones en vivo. Por ello, siempre he defendido que el cuarteto es mucho más que “la banda de ‘I Believe In A Thing Called Love’".
A finales
de marzo de 2025, el grupo nos entregó su octavo disco, Dreams On Toast,
un trabajo en el que, además de ofrecer su característico Rock desenfadado y
pegadizo, exploran nuevos estilos, dotando al álbum de una mayor variedad
sonora que, en términos generales, me ha convencido.
Desde los
primeros compases de Rock and Roll Party Cowboy, queda claro que la
esencia de la banda sigue intacta. Este tema apuesta por un Hard-Rock con un
magnetismo rítmico irresistible, mérito de la contundente base de bajo y
batería. Justin Hawkins, por su parte, deja a un lado su característico falsete
para adoptar un tono más sucio, un acierto que sin duda brillará en sus
próximos directos.
Por su
parte, I Hate Myself derrocha actitud con su Rock vibrante y enérgico,
destacando unos inesperados arreglos de saxofón en su sección intermedia, de
aire clásico, que bien podrían encajar en cualquier otro álbum de la banda. Un
poderoso solo de guitarra cierra este temazo que, sin lugar a dudas, arrancará
más de una sonrisa.
No es la
primera vez que The Darkness deja entrever influencias de Queen (¿tendrá algo
que ver que el hijo de Roger Taylor esté tras la batería?), y Hot On My Tail
es un claro ejemplo de ello. Se trata de una balada elegante con tintes Country
en la que Justin Hawkins brilla con una interpretación impecable, haciendo de
esta una de las piezas más placenteras del disco.
El
espíritu de los primeros LPs de la banda se deja sentir en Mortal Dread,
un tema festivo que arranca con un riff digno de los mejores AC/DC. Aunque no
alcanza la pegada de cortes como Black Shuck o Barbarian, su
honestidad y esencia pura terminan conquistando.
Menos
inspirada me ha parecido Don’t Need Sunshine, otro tema con ciertos
matices que recuerdan a Queen, pero que no logra despegar del todo. Lo más
rescatable son las armonías vocales de Justin y los arreglos de piano, aunque
deja la sensación de que podría haber dado más de sí.
Una de mis
favoritas del álbum es The Longest Kiss, el primer adelanto del disco,
donde el grupo parece rendir un claro homenaje a la Electric Light Orchestra.
¿Soy el único que siente que el ritmo de batería y piano evocan a Mr. Blue
Sky? Sea como sea, es una canción alegre y atemporal que ha terminado por
convertirse en una auténtica adicción.
La
intensidad sube con The Battle For Gadget Land, una pieza que arranca
con uno de los riffs más sucios que recuerdo en la discografía de la banda.
Aquí, el cuarteto se adentra en un Punk-Rock con arreglos contemporáneos, una
faceta poco habitual en ellos que, al menos en mi caso, ha resultado bastante
satisfactoria.
Tras este
estallido de energía, la banda se sumerge de lleno en el Country con Cold
Hearted Woman, una propuesta arriesgada que, si bien puede sentirse algo
artificial en ciertos momentos, funciona gracias a los arreglos de violín y la
elegancia melódica de las guitarras. Una vez más, los británicos demuestran su
habilidad para moverse con soltura entre distintos géneros.
Cerca del
final, Walking Through Fire se presenta como un tema accesible que
recoge muchos de los elementos clásicos de la banda, aunque no tengo claro si
llegará a consolidarse como un himno. Su estructura, especialmente el puente y
el estribillo, recuerda a I Believe In A Thing Called Love y Givin’
Up. Pese a su brevedad, el solo de Hawkins antes del último estribillo es
un detalle que se agradece.
El cierre
llega con Weekend in Rome, una delicada composición con arreglos
acústicos que bien podría formar parte de la banda sonora de una película
romántica. Por última vez en el disco, The Darkness abandona su zona de
confort, entregando un final sereno y melódico.
CONCLUSIÓN
El octavo
álbum de The Darkness es, sin duda, uno de los más variados que han lanzado en
mucho tiempo. Si bien las raíces del Rock Clásico siguen siendo fundamentales
en su sonido, Dreams On Toast incorpora un buen número de
experimentaciones que dejan claro lo fácil que les resulta coquetear con otros
géneros.
Tras
varias escuchas, sigo pensando que Easter Is Cancelled y Motorheart
están un escalón por encima en términos de calidad, pero el tiempo dirá si este
nuevo trabajo logra consolidarse como una pieza clave en su discografía.
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