En 1978, Thin Lizzy atravesaba un momento de éxito y, al mismo tiempo, de auténticas turbulencias en sus cimientos. Por un lado, tenemos el éxito de críticas que habían recibido sus más recientes álbumes de estudio (“Jailbreak”, “Johnny The Fox” y “Bad Reputation” son una triada de escucha obligatoria), por no hablar del icónico “Live And Dangerous (no dudaría en ubicarlo entre mis LPs en vivo predilectos), habían convertido al grupo en un fenómeno de masas de su época. Sin embargo, la otra cara de la moneda nos muestra un clima de insoportable tensión entre Brian Robertson y el resto de componentes del grupo, el cual terminó convirtiéndose en irreversible y, por ende, se saldó con la salida de “Robbo” de la banda para formar parte de Wild Horses (proyecto de Jimmy Bain) y, un par de años más tarde, tener un breve, pero muy interesante, paso por Motörhead, donde nos dejó una perlita infravalorada como “Another Perfect Day”.
Otro gran problema que la
banda tenía que hacer frente por estos tiempos era el exponencial crecimiento
de los problemas de adicciones de Lynott, a quien las drogas habían comenzado a
pasar factura y, como todos sabrán, terminarían por llevarle a la tumba ocho
años después. Pese a este progresivo descenso a los infiernos, lo cierto es que
la capacidad compositiva de este genio irlandés no se había visto en ningún
momento afectada, manteniendo su apetito por crear composiciones cargadas de
ambición y con elementos sorprendentes para su audiencia.
Así pues, a principios de
año, la banda pone rumbo a Australia y Nueva Zelanda para una extensa gira en
la que presentarían al sustituto de Brian Robertson. El elegido, para fortuna
de todos, fue el mismísimo Gary Moore, uno de los mejores guitarristas de la
historia, que había crecido y mantenido una larga amistad con Lynott antes de
que ambos salieran de su Irlanda natal en busca de nuevas oportunidades
sonoras, y que había tocado previamente en Lizzy en ocasiones muy puntuales (tras
la salida de Eric Bell, por ejemplo). Aunque ciertamente la etapa con Moore
tampoco estuvo ausente de polémicas debido al fuerte carácter de este y sus
crecientes problemas con el alcohol (a mitad de la gira promocional del disco
que aquí reseñamos dejaría tirada a la banda), su incorporación a Thin Lizzy
fue una de las mejores jugadas que hizo Lynott a lo largo de su trayectoria. Y
es que la sinergia que se creó entre Moore y Scott Gorham se tradujo en un
nuevo abanico de posibilidades para la sección de guitarras y, como
consecuencia de esto, en un nivel de composiciones abrumador.
Con la nueva formación
consolidada, Lynott reunión a sus secuaces en París y Londres para, bajo los
mandos de Tony Visconti, dar a luz a uno de los trabajos más grandes y maduros
en la breve carrera de Thin Lizzy: “Black Rose: A Rock Legend”. La calidad vocal
y como bajista de Lynott, sumada a la destreza del injustamente olvidado Brian
Downey (uno de mis baterías fetiche) y la renovada sección de guitarras
conformada por Scott y Gary aseguraron que este álbum terminara convirtiéndose
en uno de los preferidos de sus seguidores.
Esas legendarias “twin
guitars” que llevaban años consolidándose como uno de los elementos más
distintivos del grupo, nos adentran de lleno en el disco y en la soberbia “Do
Anything You Want To”, una pista con reminiscencias a “The Boys Are Back In
Town” en esos versos cálidos (Lynott enamora a cualquiera con esa voz tan
característica y llena de Soul), pero que termina derivando en un estribillo
muy personal y pegadizo que funciona a las mil maravillas. Enorme aquí también
el trabajo del maestro Downey, quien goza de momentos de enorme protagonismo
con esas percusiones que, en algún instante, puede rozar lo tribal.
El nivel no deja de subir
con “Toughest Street in Town”, una canción más enérgica rematada en un
estribillo sencillo pero que no puedes quitarte de la cabeza desde la primera
escucha (¡esos coros parecen sacados de los primeros LPs de Kiss!) y por un solo
de guitarra breve pero cargado de malas intenciones. Una pena que no dure más
esta segunda pieza del LP.
Otro terreno sobre el que
los Thin Lizzy se movían de maravilla era el Funk. “S&M” pone de manifiesto
esta realidad a través de esas guitarras bañadas por efectos (¡atentos al
solo!), un bajo omnipresente e infinitos arreglos de percusión. La interpretación
vocal de Lynott aquí es exquisita, tirando de un tono más seductor que se
contonea en cada verso y que escupe cada estribillo con una dejadez casi
teatral. Otro tremazo.
Y si queremos hablar de
piezas inmortales, creo que poca presentación necesita a estas alturas “Waiting
For An Alibi”, un corte cimentado sobre un bajo grueso y juguetón al que se le
van sumando el resto de instrumentos. Desde ese inicial “Valentino's got a
bookie shop…” podemos disfrutar de esa faceta de “contador de historias” de
Phil que tantos grandes momentos nos dejó a lo largo de su breve paso por este
planeta. Historias que, por cierto, solían estar vinculadas de algún modo con
las propias experiencias vitales del cantante (en este caso se habla de la
adicción al juego, algo con lo que Lynott no tuvo que lidiar). Por otro lado, adoro
la manera en que Moore y Gorham van más allá de los versos, y también optan por
introducir sus twin guitars en el inmortal estribillo. La guinda al
pastel la pondrá Moore con un solo cargado de técnica (una pena que fuera tan
breve…¡lo malo de ser un single!). Clásico imperecedero.
Nuestro Phil se pone
tierno y se saca de su melena afro la bellísima “Sarah”, una canción dedicada a
su hija en la que desnuda su alma cantándole y dándole las gracias por darle
algo de lucidez en un momento donde las drogas y otros excesos comenzaban a nublar
su mente (tristemente, ni Sarah ni nadie pudo hacer nada por Lynott). Enorme
ejercicio melódico por parte de las guitarras (Moore introduce aquí unos
punteos sin nada de distorsión que me parecen alucinantes). Cabe señalar que en
el álbum “Shades Of A Blue Orphanage” (1972), lanzado siete años antes, también
encontramos otra canción con el mismo título, pero que supone un homenaje a
otra pieza fundamental en la vida del malogrado cantante: su abuela Sarah.
Y si en el número
anterior Lynott mostraba algo de optimismo ante las adversidades, la posterior
“Got To Give It Up” dibuja, en cambio, un panorama más crudo. Sobre una base de
guitarras eléctricas llenas de rabia, por no hablar de esos susurrantes coros
en los estribillos, Lynott, que parece por momentos recuperar la actitud
callejera, se muestra asustado ante el incremento de su consumo de alcohol y
drogas, así como de la cercanía de una muerte segura si no cambiaba sus hábitos
(siete años más tarde se confirmaría la tragedia). Este ejercicio de
autocrítica volvería a repetirlo un par de años más tarde, con aquella
infravalorada “Heart Attack” del “Thunder And Lightning”. La letra es, por
momentos, descorazonadora, como muestran las siguientes dos estrofas:
“Dile a mi mamá y dile a
mi papá
Que su hermoso hijo no
llegó muy lejos
Llegó al final de una
botella.
Sentado en un bar de mala
calidad
Se esforzó mucho pero su
espíritu se rompió.
Lo intentó hasta que casi
se ahogó.
Al final perdió su
botella bebiendo alcohol”.
Pero también puede
invitar a cierto optimismo en las siguientes líneas:
“He estado jugando con
las cosas pesadas
Por un tiempo no pude
saciar mi necesidad
Pero me estoy despertando
y se está pasando el efecto.
La basura no te lleva muy
lejos.
Dile a mi mamá que vuelvo
a casa
Y en mi juventud me estoy
haciendo viejo
Y creo que ha perdido el
control.
Mamá, estoy llegando a
casa”
“Get Out Of Here” es otra
canción “100% Lizzy” en la que el Rock vacilón y rebelde de una banda
instrumentalmente superdotada (ojo a las líneas de bajo aquí) y con una voz tan
característica y solvente domina cada segundo de pista. No ofrece nada nuevo, pero tampoco era
necesario que así lo hiciera.
Casi al final del LP nos
topamos con “With Love”, una canción que se mueve entre el Blues-Soul de sus
versos (¡qué bueno fuiste Phil! ¡vozarrón!) y algunos momentos algo más
animosos. Una vez más, las guitarras de Moore y Gorham dibujan líneas conjuntas
que conmueven a cualquiera, aunque yo me decante por el posterior solo lleno de
sensibilidad (una vez más, debo lamentar su poca extensión).
No puede entenderse
“Black Rose” sin la pieza por excelencia de este LP: “Roisin Dubh (Black Rose):
A Rock Legend”. Tomando como influencia
una vieja canción tradicional irlandesa, estamos ante un ejercicio de técnica
excepcional por parte del grupo, introduciendo cambios de ritmo constantes en
los que se esconde la vena más folclórica de una banda que nunca olvidó su
tierra. De hecho, me atrevería a afirmar que ningún músico llevó con tanto
orgullo la bandera de Irlanda por todo el mundo como hizo Phil Lynott, un chico
de la calle que, aunque su sueño de ser estrella del Rock le obligó a dejar su
amada tierra, su corazón siempre quedó allí. Poco se puede añadir a la hora de
hablar del extenso solo de Moore firma aquí, combinando diferentes melodías de
la cultura musical de Irlanda, y demostrando una vez más por qué siempre es
ubicando en las listas de mejores guitarristas de la historia.
Líricamente hablando,
Lynott, que no dudaría en incluirlo entre mis letristas predilectos, firma aquí
una de sus creaciones más exquisitas. Tomando nuevamente el papel de narrador, resume
superficialmente la historia y grandeza de su país haciendo un recorrido por
algunos de sus personajes más célebres. Así pues, encontramos por ahí nombres
como Cuchulainn, uno de sus héroes más representativos, la sangrienta reina
Meadbe (asesinó a sus siete hijos para cumplir una profecía) o nombres más
modernos como William Butler, Oscar Wilde, Bernard Shaw, Van Morrison o el legendario
futbolista George Best, así como el polémico Brendan Behan, quien participó
activamente en el IRA. También hay algún que otro guiño a sus paisajes,
haciendo especial alusión a sus ríos y a la montaña de Mourne, situada al
norte.
Por si fuera poco, el
amor por Irlanda queda perfectamente resumido en las líneas “Tócame las
melodías que los reyes y reinas bailaban en los reinos de la Rosa Negra.
Entonces podré decirle a mis hijos que mi Rosin Dubh [“Rosa Negra”] es mi único
y verdadero amor”. Es aquí donde Lynott menciona directamente a Roisin
Dubh, la bella metáfora de la rosa negra, que simboliza a Irlanda haciendo
frente a la opresión de Inglaterra y que, por cierto, es representada en la
portada del álbum. En resumidas cuentas. Una obra sonora monumental y de tintes
nacionalistas que no dudaría en incluir entre las mejores del catálogo de Thin
Lizzy.
CONCLUSIÓN
Justo antes de que Lynott
y Thin Lizzy iniciaran su caída en desgracia (ojo, que defiendo a capa y espada
tanto “Renegade” como “Thunder And Lightning”, aunque no lleguen al nivel de
este LP), el cuarteto logró firmar una obra catedralicia como “Black Rose”,
pieza que tal vez en su momento no pegó con fuerza, pero que ha terminado
ubicándose entre las obras preferidas de sus seguidores por derecho propio.
El poder de sus letras,
una sección rítmica inigualable (honor aquí a Downey y a Phil), el hechizo
guitarrero de dos genios del mástil y la inmortal voz de uno de los mayores
poetas que ha dado el Rock…¿alguien se atreve a no darle la máxima calificación
a este disco?
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