Podríamos decir que la entrada de Deep Purple en la década de los 70 fue insuperable. Y es que, tras publicar una triada gloriosa de álbumes como la que conforman “In Rock”, “Fireball” y “Machine Head” se tradujo en giras exitosas a lo largo y ancho del globo terráqueo, convirtiéndose, con permiso de Led Zeppelin y Black Sabbath, en la primera banda de Hard-Rock en haber llegado tan lejos (geográficamente hablando). En medio de este camino, por si fuera poco, graban y editan el que el tiempo ha terminado convirtiendo en uno de los mejores álbumes en directo de la historia, el celebérrimo “Made In Japan”.
Este ascenso como la
espuma en la escalera de la fama fue proporcional al de las tensiones entre Ian
Gillan y Ritchie Blackmore, una de las más conocidas rivalidades dentro del
género, una relación que terminó por romperse durante la gira promocional del
infravalorado “Who Do We Think We Are”, concretamente en junio de 1973, cuando
el propio cantante, agotado de discutir con Ritchie por la dirección sonora que
el grupo estaba tomando y descontento con el resultado final del mencionado
“Made In Japan”, redactó una carta de renuncia y dejó el grupo. Tras este, y en
un movimiento no exento de polémicas, Blackmore comunicó al bueno de Roger
Glover, eterno bajista del grupo, que estaba despedido por decisiones
“puramente de negocios, nada personal”, algo que, aunque pueda parecer
traumático, no impidió que Glover pudiera seguir adelante con su carrera,
convirtiéndose en poco tiempo en uno de los productores más destacados de esa
misma década (ahí están los álbumes más aclamados de Nazareth como prueba).
Gillan y Glover no volverían a Deep Purple hasta 1984, año en el que, como
muchos sabrán, vería la luz el notable “Perfect Strangers”. Sin embargo, hay
que decir que Glover retomó su relación profesional con Blackmore unos años
antes, cuando este lo invitó a formar parte de Rainbow.
Ante estas dos bajas tan
notables y con la misión de mantener la reputación de Deep Purple en alza, el
grupo se hizo con los servicios de dos artistas llamados a hacer grandes cosas
por el Rock. Para la voz el elegido fue un joven desconocido llamado David
Coverdale, que había cantado hasta la fecha en bandas locales para poder
pagarse los estudios en la Escuela de Arte y que, tras leer un anuncio en la
prensa, se presentó a la audición de la banda púrpura, convenciendo en seguida
a todos los miembros de su potencial. Por su parte, la vacante dejada por Roger
Glover sería ocupada por Glenn Hughes, quien no era ni mucho menos un
desconocido dentro de la escena británica, ya que había grabado tres álbumes
con una banda injustamente infravalorada llamada Trapeze (LPs como “Medusa” o
“You’re The Music…We’re Just The Band” me resultan imperdibles) en la que
cantaba y tocaba el bajo (también militó en el grupo Tommy Bolin, guitarrista
que un par de años más tarde tocaría en Deep Purple). En un primer momento,
Hughes había declinado la oferta ya que se negaba a desempeñar únicamente el
rol de bajista, exigiendo también encargarse de las labores vocales. No
obstante, la leyenda cuenta que el grupo logró convencerle haciéndole creer que
el cantante elegido por el grupo era el mismísimo Paul Rodgers (Free), una
mentira que Hughes no tardó en desmantelar y que llevó al músico a poner una
condición indispensable para su fichaje: aunque Coverdale gozara de más
protagonismo como cantante, él también quería cantar en Deep Purple, siendo
bajista y segunda voz de la banda.
La historia terminaría
convirtiendo a Coverdale y a Hughes en dos nombres propios del Hard-Rock: el
primero, como todos saben, fundaría y lideraría durante toda su vida a los
mismísimos Whitesnake, mientras que Hughes se labraría una carrera en solitario
bastante destacada a la que hay que sumarle diferentes colaboraciones con
grandes bandas como Black Sabbath, The Dead Daisies o Black Country Comunion,
entre otras.
Ya fuera por comodidad o
por superstición, el reconstruido grupo hizo las maletas y volvió a su Tierra
Santa, Montreux (Suiza), y más concretamente al estudio móvil de los Rolling
Stones, donde unos años antes fue engendrado el mismísimo “Machine Head”. Si
bien las sesiones transcurrieron con normalidad, hay que destacar que tanto
Coverdale como Hughes participaron activamente en el proceso compositivo,
influyendo notoriamente en el sonido que el nuevo LP terminaría teniendo. Claro
que la premisa fundamental de Deep Purple era seguir creando canciones lo
suficientemente buenas como para seguir llenando estadios a lo largo de la
geografía planetaria, pero era difícil que la llegada de dos miembros nuevos,
con sus propios gustos sonoros (Hughes amaba el Funk y Coverdale el Soul) no
terminaran influyendo en la nueva colección de canciones que estaban creando. A
finales de 1973 el LP estaba terminado.
Fue el 15 de febrero de
1974 cuando el mundo pudo escuchar “Burn”, el primer álbum de la nueva
formación de los mastodónticos Deep Purple. Su portada, que el tiempo ha
terminado también convirtiéndola en icónica, presentaba a los miembros
de la banda convertidos en velas sobre un fondo púrpura, una imagen de lo más
llamativa. Dicho esto, quiero comenzar ya mismo a hablaros sobre esta obra
imperecedera, al mismo tiempo que me gustaría invitar a aquellos lectores que
no conocen el álbum a darle una oportunidad.
Nuestro viaje sonoro, y
esta nueva formación del grupo, echó a andar con la archiconocida “Burn”, una
pieza con sabor a los Deep Purple del pasado en el que un riff mastodóntico de
Blackmore inicia las hostilidades para que, en cuestión de segundos, la base
rítmica de Paice, Lord y Hughes lo acompañen a toda velocidad. Coverdale, en su
primera interpretación como vocalista de Purple, demuestra que no llega a Deep
Purple para imitar a Ian Gillan, sino que es capaz de encajar su voz más
melódica en la dinámica sonora de un grupo ya consagrado. Además, y esto sí
resulta novedoso, Glenn Hughes también goza de cierto protagonismo con el
micrófono, no solamente acompañado a David en los coros, sino que se encargará
de cantar ese famoso “You know we had no time…”, que en directo solía ser
coronado por un par de agudos de los que le caracterizan. A fin de cuentas,
estamos hablando de dos refuerzos que en unos años iban a labrarse sus propias
carreras y se convertirían en ESTRELLAS DEL ROCK.
La influencia compositiva
de Coverdale y Hughes comienza a hacerse más patente en la hipnótica “Might
Just Take Your Life”, una canción donde Deep Purple se acerca por primera vez
al Funk de una manera tan descarada, con unos riffs y arreglos de teclado rompedores,
así como un juego de voces, especialmente en el estribillo, que enamoran desde
la primera escucha. Hughes también tendrá aquí su protagonismo vocal, cantando
varios versos en su segunda mitad. Jon Lord nos entrega también aquí un señor
solo de Hammond, poniendo la guinda a un pastel realmente dulce.
Rock y Funk van de la
mano en “Lay Down, Stay Down”, una de las grandes composiciones que esta nueva
formación lanzó durante su breve periodo de existencia. Ese riff parece un
hermano perdido de “Nobody’s Home”, pero pronto termina adaptándose a los nuevos
tiempos y se mueve por unos terrenos más coloridos y, como hemos dicho, afines
al Funk-Rock que Coverdale y Hughes habían introducido en Deep Purple. Aunque
Glenn Hughes cante aquí como los ángeles (esta canción está hecha para su
lucimiento vocal), Coverdale no se queda a tras y firma una interpretación de
primer nivel. Adoro esa parte central, en la que Blackmore se arranca con un
solo de los suyos mientras Lord dibuja una base de teclados elegante y con
ciertos matices de Jazz. ¡Qué despliegue de energía!
Cuánto deben los primeros
Whitesnake a esta breve estancia de Coverdale en Deep Purple. “Sail Away” es
una canción que no hubiera desentonado en “Trouble” (1978” o “Lovehunter”
(1979), las dos primeras obras de la Serpiente Blanca, con ese Hard-Rock
seductor e hipnótico nacido de la enorme química existente entre Hughes y
Blackmore que crean la base idónea para que Coverdale nos cante con un tono más
suave. Mucha atención a ese solo lleno de efectos y que, posteriormente, es
rematado por pequeños arreglos de slide. Otro de esos temas destacadísimos de
esta formación.
Los primeros segundos de “You
Fool No One” parecen presagiar que nos encontramos ante una especie de jam del
grupo. Sin embargo, el quinteto nos ofrece aquí una canción de lo más
disfrutable y llamativa por esas voces armonizadas que nos presentan en
numerosas partes de la canción (hay ciertas reminiscencias aquí a Cream o Blue
Cheer) o por una gloriosa sección instrumental en la que Ian Paice hará las
delicias de los amantes de la batería con una base conformada a base de
baquetazos monumentales y capas adicionales de percusión que terminan
conformando un “todo” asombroso.
Pese a no ser de las
canciones más trascendentales de esta etapa, siempre me gusta volver a escuchar
“What’s Goin’ On” y dejarme llevar por su Blues-Rock festivo que el quinteto
propone, ya que, aunque aparentemente podamos pensar que nos encontramos ante
un tema del montón, este esconde un elegante juego vocal entre Coverdale y
Hughes (me encanta la manera en que hilan sus registros) y dos solos
majestuosos cortesía de Blackmore y Jon Lord.
Señoras y señores.
Pónganse en pie ante la inminente llegada de una de las mejores canciones que
nos ha regalado Deep Purple a lo largo de toda su trayectoria. “Mistreated”
podría resumirse en una frase: 7 minutos y 28 segundos de auténtico orgasmo
sonoro. Estamos ante una gloriosa balada de Blues-Rock lenta e imponente en la
que David Coverdale lleva su voz a otra escala con una interpretación solo
alcanzable por maestros como él. A lo largo de la canción, y siempre apoyándose
en una sección rítmica sólida conformada por el bajo y la batería, Ritchie
Blackmore va creando todo tipo de pasajes con su Fender, intercalando el riff
principal con punteos realmente lacrimógenos que en directo podía alargar todo
lo que le diera la gana. Fue tal el éxito de esta pieza que Coverdale y Hughes
en sus diferentes proyectos posteriores, así como Blackmore en Rainbow (con Dio
como cantante) no dudaron en incluirla en sus repertorios, siendo siempre una
de las más celebradas en cada velada. Esto es música, señorías.
El telón baja en clave instrumental de la mano de “‘A’ 200”, una canción que vuelve a poner de manifiesto el infinito talento de cada uno de los miembros que pasaron por Deep Purple antes o después. Sus primeros dos minutos y medio parecen una especie de acercamiento al “Bolero” de Ravel, con un protagonismo casi absoluto de Lord tras unos teclados plagados de efectos, para que posteriormente Blackmore se saque de la chistera un extenso solo de guitarra “marca de la casa”.
CONCLUSIÓN
Aunque no sería hasta
“Stormbringer” donde la evolución sonora del grupo hacia terrenos más afines al
Funk o al Soul no sería más notoria, “Burn” ya dejaba entrever que la nueva
formación de Deep Purple no prentendía, ni mucho menos, seguir la senda
estilística de “Machine Head” o “In Rock”, una jugada realmente valiente por
parte del quinteto.
Poco tiempo después vería
la luz el mencionado “Stormbringer”, obra menos exitosa a nivel comercial
(tampoco llegaría al nivel de “Burn”) que terminó provocando la salida de de un
Ritchie Blackmore cada vez menos identificado con el nuevo sonido del grupo y
la llegada de Tommy Bolin (ex Trapeze)
para grabar el infravalorado “Come Taste The Band” (¡adoro este LP), la
última obra de la era Coverdale-Hughes y, muy probablemente, el LP más funky de
Deep Purple.
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