Podría decirse que entre los años 1968 y 1972 The Rolling Stones nos regalaron los mejores álbumes de toda su trayectoria. Y es que es difícil igualar el nivel compositivo que podemos encontrar en “Beggars Banquet” (1968), “Let It Bleed” (1969), “Sticky Fingers” (1970) y “Exile On Main St.” (1971), una colección de álbumes donde podemos encontrar la mayor parte de los grandes éxitos de “Sus Satánicas Majestades”, así como un buen puñado de composiciones no tan conocidas, pero de un nivel sonoro abrumador.
El inicio de la
inacabable gira promocional del “Exile On Main St.” trajo consigo el abandono
(casi) definitivo del exilio que el grupo había realizado en la Costa Azul, más
concretamente en Nellcote, debido a los altos impuestos de su Gran Bretaña
natal y en el cual había grabado uno de sus mejores, y más recordados, álbumes
de estudio. Una vez la gira terminó, el agotamiento se apoderó de una banda en
la cima de sus carreras, aunque también en un momento realmente crudo en lo que
a adicciones se refiere. La necesidad de desconectar de todo llevó a nuestros
protagonistas a volver a “exiliarse”, siendo el paraíso tropical de Jamaica el
elegido. Fue allí donde, poco a poco, comenzaron a surgir composiciones para un
potencial nuevo álbum.
Keith Richards, que ya de
por si era el Stone más afectado por el consumo de todo tipo de drogas, se puso
las botas en Jamaica y sus adicciones no dejaron de aumentar con el paso de las
semanas, algo que, al menos de manera aparente, impidió al guitarrista tener un
papel tan trascendental en el desarrollo nuevo álbum del grupo, en contraste
con su importancia capital en “Exile On Main Steet”. De hecho, “Exile” fue una
obra dirigida casi por completo por Keith. Con este panorama, Mick Jagger
adoptó el papel de líder compositivo del grupo, lo cual no quiere decir que Mr.
Richards quedara fuera de estas tareas.
“Goats Head Soup” vio la
luz el 31 de agosto de 1973. Su título, que se traduciría como “sopa de cabeza
de cabra”, es un guiño a un plato tradicional de Jamaica, llamado mannish water
y que, según se dice, suele tener propiedades afrodisiacas (no seré yo
quien la pruebe).
Con esta obra, The
Rolling Stones volvían al formato estándar de “10 composiciones por álbum”, del
que tanto distó el previo “Exile”. La influencia de la cultura jamaicana se
hace muy presente en la mayor parte de las canciones del álbum, donde
encontramos guiños a diferentes géneros de la música negra como el Funk o el
Soul, estilos que seguirían desarrollando en posteriores producciones. Para el
disco el grupo contó también con un buen puñado de habituales colaboradores:
Ian Stewart, Nicky Hopkins, Bobby Keys, Jim Horn, Chuck Findley, y Billy
Preston.
Su famosa portada es
perversa y diabólica a partes iguales. Esta tiene como protagonista al bueno de
Jagger ataviado con lo que parece ser una mortaja (tremendo panorama), mientras
el vocalista nos regala una mirada perdida y que, sinceramente, acojona. En su
contraportada también podemos ver al bueno de Keith Richards, cuyo aspecto luce
muy desmejorado (nótese en ambas imágenes la transición de Jagger al máximo
protagonismo, tras la notoria decadencia de Keef). Cabe señalar que existe una
portada alternativa que fue desechada (creo que la han recuperado para alguna
reedición), en la que encontramos una ilustración del mencionado manish
water.
Nuestro viaje sonoro
comienza con “Dancing With Mr. D”, un número que, a través de ese ritmo
enfermizo y oscuro nacido del riff de Keith y los arreglos de slide de Taylor,
nos incita a bailar junto al mencionado Señor D, quien personifica a la
mismísima muerte (“Mr. Death”). Jagger
canta con un tono que está entre lo seductor y lo malvado, mientras unos coros
de primer nivel añaden más decadencia a un corte con todos los componentes para
ser calificado como un clásico.
Sobre una soberbia pista
de piano de Billy Preston emerge la elegante “100 Years Ago”, otra de las
grandes joyas de esta obra en la que disfrutaremos de un trabajo vocal
excelente de la dupla Jagger-Richards, haciendo este último la segunda voz (uno
de los mejores en este apartado), así como de una melancólica letra que habla
sobre la vejez. En solamente tres minutos el grupo se permite introducir
diferentes variantes rítmicas que van desde lo Folk-Soul en su inicio hasta lo
Funky en su segunda mitad. Por si fuera poco, Mick Taylor nos entrega un
inspiradísimo solo con extras de wah-wah que pone la guinda al pastel.
Keith Richards da voz a
la bella balada “Coming Down Again”, una pieza mágica e infravalorada en la que
el mítico guitarrista nos brinda una de las mejores interpretaciones vocales de
toda su trayectoria. La instrumentación es lenta, brindando especial
protagonismo a los teclados de Nicky, los pequeños arreglos de wah-wah del
propio Richards o esas melodías hipnóticas que emana el saxofón del gran Bobby
Keys. La letra habla sobre la ruptura de Anita Pallenberg con Brian Jones para
empezar otra con Keith Richards. Directa al corazón.
La influencia de la
música negra se muestra en todo su esplendor en la épica “Doo Doo Doo Doo Doo
(Heartbreaker)”, corte estelar en el que la banda suena inspiradísima. Por un
lado, tenemos a Nicky Hopkins y una sección de vientos liderando la
instrumentación, aunque no debemos pasar por alto el trabajo de Mick Taylor
(excelentes los arreglos que aporta con su guitarra) y de Keith Richards (como
en otras pistas del LP, demuestra que como bajista también era capaz de
brillar). Por otro, tenemos al eterno Jagger, quien encara cada verso y/o
estribillo con esa inquebrantable voz rebelde que tanto adoramos. Como dato
adicional cabe señalar que la letra habla de dos tragedias infantiles: el
asesinato de un niño de 10 añitos y de su padre a manos de la policía
estadounidense por un malentendido y la muerte de una niña por una sobredosis.
Temazo.
Toca ponerse de pie y
sacar los pañuelos para llorar. “Angie” es LA BALADA de The Rolling Stones. La
habremos escuchado cientos de veces, pero 50 años después sigue emocionando
como el primer día. No sé si todo esto se debe a la lacrimógena interpretación
que se marca Jagger aquí o a la tristeza que evoca la guitarra de Keith
Richards…el caso es que estamos ante una de esas canciones inmortales del Rock.
Existe un desacuerdo total en el origen de la letra: unos dicen que Keith se la
dedicó a su hija recién nacida (Angela Richards), otros defienden que es una
dedicatoria a la mujer de David Bowie por aquellos tiempos (Angela Barnett) y,
en último lugar, hay quienes dicen que Jagger quiso escribirle una última letra
para su exnovia Marianne Faithfull, cuya relación se había roto recientemente.
Que cada uno lo interprete como quiera.
¿Cómo es posible que
“Hide Your Love” no se convirtiera en un clásico? El piano de Hopkins crea una
atmósfera bluesy sobre la que el resto de componentes se van sumando
progresivamente hasta crear una canción asombrosa. Las aportaciones tras la
guitarra de Mick Taylor merecen toda nuestra atención (atentos a esos punteos y
arreglos de slide va introduciendo progresivamente), así como el saxofón de
Keys, quien también deja su firma con el trascurso de los minutos. Sus aires
clásicos la vuelven absolutamente irresistible.
Tampoco entiendo el poco
reconocimiento obtenido por la celestial “Winter”, otro baladón de mil quilates
en el que tanto la voz como la instrumentación crean una atmósfera luminosa y onírica.
Me encanta la manera en que Jagger canta aquí (también se le acredita como
guitarrista rítmico), mezclando teatralidad y dulzura, pero también el tremendo
solo de Mick Taylor en su segunda mitad (Taylor aportaba cosas diferentes a los
Stones, eso es innegable).
“Can You Hear The Music”
supone un pequeño experimento psicodélico en el que podemos encontrar, bajo un
aura hipnótica, influencias notorias de la música negra (especialmente del
Funk). No esperes encontrar grandes variaciones a lo largo de sus cinco minutos
de extensión, aunque soy de los que piensan que tampoco son necesarias.
Todo termina con “Star
Star” (bautizada originalmente como “Starfucker”). Keith Richards empuña su
Telecaster y se marca un riff inspirado en su adorado Chuck Berry que emana
Rock por los cuatro costados. Un tema de la vieja escuela, con su dosis picante
en el plano lírico y con una compacta sección instrumental. Como ellos mismos
decían: “Es solo Rock ‘n’ Roll (pero me gusta)”.
CONCLUSIÓN
Pienso que, como el mejor
de los vinos, “Goat Head Soup” ha envejecido maravillosamente bien. 50 años
después conserva su atractivo y frescura, aunque la banda casi nunca otorgó a dichas
canciones, a excepción de “Angie”, importancia alguna en sus posteriores giras.
Esta joya escondida
dentro del catálogo tuvo la desgracia de ubicarse, cronológicamente hablando,
justo después de cuatro de las obras más grandes de los Stones (“Beggars
Banquet”, “Let It Bleed”, “Sticky Fingers” y “Exile On Main Street”). Si a esto
le sumamos el hecho de que el éxito absoluto de “Angie” terminó por eclipsar,
al menos en su momento, al resto de canciones del álbum o los problemas que
comenzaban a surgir en el seno del grupo debido al enorme desgaste, podemos
decir que el álbum estaba en una posición muy desfavorable. . Sin embargo, no
dudaría en ubicar entre mis preferidos de “Sus Satánicas Majestades” (justo
después de la mencionada trilogía).
Pronto vendría “It’s Only
Rock And Roll”, el debut de un curtido Ronnie Wood y la salida definitiva de
Mick Taylor...pero esas son historias para otras reseñas.
“Goats Head Soup” es un
trabajo que hay que redescubrir cada cierto tiempo. Personalmente, cada vez que
lo escucho lo disfruto como si fuera la primera vez.
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