Quería aprovechar el puente del Día del Trabajador para ponerme al día con algunos discos que tenía pendientes y que han visto la luz recientemente. Uno de ellos es este “Rökflöte” de los icónicos Jethro Tull, obra que llevaba tiempo queriendo escuchar tras los buenos momentos que me hizo pasar su más reciente “The Zealot Gene”.
Obviamente, a estas alturas de su carrera uno sabe que Ian
Anderson difícilmente se sacará de la flauta (eso ha sonado un poco mal) una obra que pueda compararse con sus
aclamados “Aqualung” o “Thick As A Brick”, pero creo que cada nuevo lanzamiento
de los británicos siempre contiene canciones realmente interesantes y a las que
me gusta acudir con cierta frecuencia cuando mi oído me pide algo de Folk-Rock.
En esta nueva entrega discográfica, Anderson renuncia a por
completo a las letras sencillas y sin contenido para escarbar en numerosos
relatos de la tradición nórdica. Así pues, el contenido lírico en su totalidad
está inspirado por la mitología, algo que tal vez me permita etiquetar el LP de
“Conceptual”. De hecho, el propio título de la obra está escrito en noruego,
traduciéndose “Rock con Flauta” (¿existe definición más precisa para describir
lo que Jethro Tull ofrece a sus seguidores?).
Todo comienza con “Voluspo”, una pieza de introducción
misteriosa en el que la actriz y cantante Unnur Birna Björnsdóttir se dirige a
la audiencia en islandés sobre una base etérea y algo angustiosa. No tardará en
irrumpir la inconfundible flauta de Anderson y, con esta, la sonoridad clásica
de la banda. Llama la atención el hecho de que el líder aquí, al igual que hizo
Unnur, opta por lanzar un soliloquio en vez de por cantar, recitando sobre una
lograda instrumentación donde la guitarra eléctrica y la flauta captan la mayor
parte del protagonismo. Volupso, por cierto, es el nombre del poema por
antonomasia de la llamada Edda Poética, esa colección de mitos y leyendas tanto
de las tradiciones germánica como escandinava que todos los amantes de la
mitología deberían leer).
Seguimos con la ya conocida “Ginnungapap” que la banda
adelantó como primer sencillo. El magnetismo sonoro de la banda logra captar
nuestra atención durante sus casi cuatro minutos de duración (podían haberla
alargado un poco más y no pasaría nada). Sí, la flauta de Anderson está en
primer plano, pero el trabajo rítmico del resto de los músicos me parece
encomiable. Se respira mucho Rock y eso es algo que celebro, ya que tal vez
“The Zealot Gene” pecó de ser algo suave. Honor también a Anderson en sus
tareas vocales ya que, sin ser un cantante de primera categoría y tener un
registro cada vez más limitado por el paso del tiempo, sigue imponiendo respeto
a través de su faceta de narrador que tanto admiro (tiene un inglés precioso,
por cierto).
“Allfather” confirma que la intensidad de las primeras dos
piezas no ha sido fruto de la casualidad. Estamos ante un tema intensificado
por los arreglos jazzísticos de la batería y el martilleo vocal-sonoro que surge
cada vez que nombran el título del estribillo. Pero, para mí, el momento más
grande de esta canción reside en el extenso solo de flauta que nos entrega Mr.
Anderson, quien se explaya sin límite alguno mientras demuestra su legendaria
habilidad tras este instrumento.
Con “The Feathered Consort” da la sensación de que, sin
abandonar del todo el Rock (hay todavía varios punteos y riffs bien
distorsionados), las vibraciones se rebajan ligeramente en favor de un mayor
poder melódico (los teclados juegan un papel fundamental aquí). Con cada nueva
escucha quedo más prendado de su elegancia.
La voz narrativa de Anderson abre la solemne y teatral
“Hammer On Hammer”, canción que se va ganando intensidad con el paso de los
segundos y que te atrapa en su telaraña progresiva (excelente trabajo
instrumental de todo el conjunto). El solo de guitarra merece toda la atención,
así como el acompañamiento rítmico, que para mí roza lo sinfónico. Como me
sucedió con la segunda pista, tres minutos se quedan, quizá, algo cortos para
una canción ambiciosa como esta.
Turno de “Wolf Unchained”, la canción más larga de toda la
obra con sus cinco minutos de extensión. Simplemente puedo invitar aquí a
nuestros oyentes a dejarse llevar por una propuesta enérgica (el Rock sigue muy
presente, ¿eh?) y de desarrollo sublime donde cada pequeño detalle ha sido
tratado con el más absoluto cuidado. Trabajo instrumental de primer nivel (la
flauta y los punteos de guitarra se llevan el gato al agua), voz cumplidora y
una letra cargada de poder narrativo. Así da gusto.
Los Jethro Tull más pastoriles emergen, por primera vez, en
los primeros compases de “The Perfect One”, aunque ciertamente luego introduzca
otro buen número de arreglos rockeros (no especialmente dinámicos, pero de
distorsión considerable). Siempre me ha gustado la manera en que esta banda ha
sido capaz de hilar en una misma canción ambos estilos saliendo, casi siempre,
bien parados.
El ritmo bailable con el que abre “Trickster (And The Mistletoe)”
es un guiño dulce a la tradición celta (¿soy el único que pensó en la famosa “0’m
Shipping Out To Boston?). Aunque en los versos la banda amaga con bajar
considerablemente las revoluciones, serán varios los instantes donde la música,
con la flauta a la cabeza, se aventure de nuevo con esa especie de giga
irlandesa que no puedo quitarme de la mente.
Pese a que en sus últimos pasajes encontremos algo más de
ritmo, “Cornucopia”, oda a la prosperidad, nos introduce nuevamente en la
musicalidad más suave y tierna. Una vez más me siento obligado a tener que
alabar el excelente trabajo musical desarrollado por todo el grupo a lo largo
de sus cuatro minutos (todo ha sido tratado con la mayor minuciosidad).
Desde que fue presentada como avance del disco, “The
Navigators” me llamó bastante la atención por su actitud rockera y ese estilo
más cercano a su etapa setentera o, al menos, a aquella notable resurrección
que experimentaron con el infravalorado “Return To Branches” (1995) con el que,
precisamente, revisitaron el Folk-Rock de sus orígenes. Número intenso y con
ciertos arreglos exóticos (especialmente los noto en las líneas de flauta y los
teclados).
Nuestra escucha termina con dos temas musicalmente
conectados como “Guardian’s Watch” (el tema más folclórico de todo el LP, pese
a sus pequeñas dosis de distorsión) y la final “Ithavoll” que pone el broche a
la obra volviendo al tono espiritual con el que abría “Voluspo” (de hecho
repite colaboración la actriz Unnur Birna). Cabe señalar que Ithavoll (en la mitología
nórdica es conocido como Iðavöllr) es el punto de encuentro de las deidades.
CONCLUSIÓN
Las sucesivas escuchas a “Rökflöte” confirman el notable
estado de forma de Ian Anderson a sus 75 años de edad. Personalmente, he disfrutado
tanto de este lanzamiento como del más reciente “The Zealot Gene”, pese a ser
obras más diferentes (aquel era más suave que el aquí analizado).
No necesitan sacarse de la chistera un “Aqualung” para
hacernos disfrutar. Buen LP.
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