Puede decirse sin temor a errar que, allá por el año 1986, Iron Maiden se había ganado el derecho a convertirse en una banda inmortal gracias a las cinco obras maestras que había facturado hasta aquel momento (una de las sagas más influyentes para las generaciones venideras de músicos). La calidad de una propuesta musical ambiciosa tanto en lo lírico como en lo puramente sonoro no tardó en reclutar a un número desmedido de nuevos adeptos que llenaron cada uno de los shows que la banda daba en aquellos años durante sus intensas giras. No obstante, si hubo un tour que en aquel momento marcó tendencia, ese fue el World Slavery Tour, un espectáculo de mastodónticas dimensiones que permitió al grupo presentar su aclamado “Powerslave” a lo largo y ancho del globo terráqueo y del cual se extrajo, como todos sabrán, ese directo magistral titulado “Live After Death” (1985). Maiden era, por tanto, un fenómeno de masas con una proyección de futuro tremenda.
EL AGOTAMIENTO DE BRUCE DICKINSON
Como en tantas otras reseñas hemos comentado, la fama
también tiene su precio a pagar y Maiden no vivió alejado de los problemas. Y
es que el mencionado World Slavery Tour fue tan exigente que generó en Bruce
Dickinson un desgaste vocal y psicológico desmedido que se tradujo en el
nacimiento de las primeras tensiones entre este y el resto de componentes,
aunque especialmente con Steve Harris, algo que unos años más tarde se volvería
tan insostenible que terminaría por provocar su salida de “la doncella” durante
unos años.
Uno de los principales enfrentamientos se produjo durante las propias sesiones de grabación de “Somewhere In Time”. El cantante, que había andado escuchando con especial frecuencia dos LPs grandiosos de Led Zeppelin como fueron el “Led Zeppelin III” y el “Physical Graffiti”, sintió el deseo de introducir en el álbum un par de canciones completamente acústicas y algo más alejadas del ADN de Iron Maiden. Cuando se reunió en el estudio con Steve Harris y Rod Smallwood para mostrarlas, el primero calificó las ideas de “ridículas” e “impropias” para un álbum de Iron Maiden. Fue tal el cabreo de Dickinson que se planteó seriamente abandonar el grupo, decisión que logró evitar el bueno de Smallwood. Sin embargo, Dickinson se negó rotundamente a participar en el proceso de composición de la obra.
UNA BANDA CON ANSIAS DE EVOLUCIÓN
Algo que ha caracterizado a Iron Maiden a lo largo de
su más de 40 años de trayectoria es su constante proceso de evolución creativa.
Tal vez, el primer “gran cambio” experimentado por la banda se produjo en
“Somewhere In Time”, una obra concebida por el grupo como una oportunidad
interesante para incorporar a su sonido elementos novedosos como los
sintetizadores, sirviendo estos como un acompañamiento inédito en sus
composiciones que permitió, además, dotar a las mismas de una faceta más Experimental
de lo habitual. La ya mencionada negativa de Dickinson a participar en el
proceso compositivo provocó que Adrian Smith gozara de un protagonismo no tan
habitual hasta la fecha, siendo este uno de los principales responsables de esta
pequeña “transición”. De hecho, me atrevería a definir este disco como uno de los
que mejor muestran la magia de este guitarrista tan querido por todos (en mi
Top 3 de mejores del Metal seguro).
Pese a todo, y lejos de lo que puede pensarse, Maiden
jamás perdió su ADN ni dio un giro de 180 grados a su estilo característico. Es
una banda que ha evolucionado con el paso de los álbumes, pero Maiden siempre
ha sonado a Maiden (por eso entrecomillé en el párrafo anterior lo de “gran
cambio”).
LA PORTADA MÁS AMBICIOSA DE MAIDEN
Aunque obviamente es algo muy subjetivo, para mí no
hay portada más elaborada y compleja en la discografía de Iron Maiden que la de
“Somewhere In Time”. Además de presentarnos una nueva versión de Eddie convertido en esta ocasión en una especie de robot que porta una pistola y que vive en una
ciudad futurista (guiño a todo un clásico del cine como “Blade
Runner”), tanto en la portada como en la contraportada encontramos más de 30
referencias a la historia de la banda a partir de dibujos o palabras que se
esconden en dicha ciudad de neón. La reseña se alargaría demasiado si me
detuviera en cada una de estas, por lo que os comparto aquí un enlace a(haz clickaquí) a un análisis exhaustivo de otra web sobre esta obra maestra de todo un genio de la
ilustración como Dereck Riggs.
Ya desde los primeros compases de esa obertura
imponente que es “Caught Somewhere In Time” podemos apreciar algunos detalles
progresivos de la mano de los sintetizadores que van acompañando a las características guitarras gemelas. Pronto la batería de Nicko anuncia una subida de intensidad
y explota ante nosotros una pieza de Heavy Metal absolutamente devastadora
donde la cabalgada de Harris hará temblar tus tripas de principio a fin. Otro de
los puntos fuertes de la obra es, como siempre, el trabajo vocal que nos tiene
reservado Bruce Dickinson, quien, tras unos versos más graves, nos muestra sus
mejores agudos en un estribillo inmortal (esta alternancia de registros me
recuerda un poco a la que tiempo después realizaría en otro hit como “The Evil
That Men Do”. Por si faltaba algo para terminar de engrandecer este primer
golpe de la banda, prepárate para escuchar el extenso duelo de solos que el dúo
Smith/Murray tiene preparado para la ocasión.
La letra nos presenta a un sujeto que, por insistencia
del mismísimo diablo, ha decidido venderle el alma a cambio del poder para
poder moverse por el tiempo a placer. Según parece y reportan varios medios,
Maiden se inspiró en la película “Time After Time” (1979, Nicholas Meyer),
conocida en España como “Escape al Futuro”, en la que el escritor HG Wells
(este existió en la realidad, siendo famoso por escribir la novela “La Máquina
del Tiempo” en la que presentó este famoso artilugio ficticio que en tantas
películas y series ha aparecido) crea una máquina para viajar al pasado y
acabar con Jack el Destripador. Para los seguidores del cine clásico, cabe
añadir que a Wells lo encarna el gran Malcolm McDowell, mejor conocido por dar
vida a Alex DeLarge en La Naranja Mecánica.
“El
tiempo está siempre de mi lado.
Puedo
tentarte a venir conmigo.
Deja
que el diablo se encargue de cumplir tu sueño
Si
te digo que te llevaré hacia allá
¿Irías
o te asustarías?”
El tema que más trascendió de la obra, en lo que a
cotas de popularidad se refiere, fue “Wasted Years”, ese himno construido a
partir de un inconfundible riff creado por su majestad Adrian Smith. Número
melódico y de índole comercial que te atrapa desde la primera escucha, no
solamente por el mencionado punteo, sino por ese estribillo pegadizo y coral
que millones de fans han coreado durante tantas giras de los británicos. Mr.
Smith no contento con regalarnos una introducción histórica, se marca también
un solo extremadamente técnico que no dudaría en ubicar entre mis favoritos
de este diestro. También podría decirse
que es una de las canciones que mejor anuncia el sonido que la banda
desplegaría en el posterior “Seventh Son Of A Seventh Son”.
A diferente de la mayor parte de las letras del grupo,
aquí no encontramos ninguna referencia a algún hecho histórico o producto del
arte (libro, película,…). Adrian escribió esta letra para invitar al oyente a
tomar conciencia de la importancia de vivir el presente y valorarlo al máximo,
porque nunca se sabe cuándo la vida puede darnos la espalda.
“Así
que entiéndelo.
No
pierdas tu tiempo siempre buscando
Esos
años perdidos.
Enfréntalo,
resiste
Y
date cuenta de que
estás
viviendo en los años dorados”
El Heavy Metal sucio de los primeros Maiden revive en
la incendiaria “Sea Of Madness”, un corte donde no puedo dejar de alabar la
compenetración del bajo de Harris (invito a todos a escuchar su línea con
especial atención) y las armonías de ambas guitarras. Dickinson, en su línea,
también se muestra estelar, lanzando un par de notas bien prolongadas en su
notable estribillo. Una vez más podemos encontrar ciertos arreglos progresivos
en ese puente tan innovador o en la base rítmica que acompaña a los solos (en
ambos momentos se apoyan acertadamente en los sintetizadores). Como he dicho,
Murray y Smith se miden en un nuevo duelo de solos, donde puntean con más
limpieza que de costumbre, así como también gozan de un pequeño momento de
guitarras gemelas. TEMAZO.
Su letra es un poco ambigua pero que parece hablar de
un hombre que termina enloqueciendo (parece que de manera voluntaria) ante la
situación del mundo actual.
“Como
el águila y la paloma
Vuela
alto con tus alas,
Cuando
todo lo que ves te traiga sólo tristeza.
Como
un rio fluiremos
En
dirección del mar iremos
Cuando
todo lo que haces te genere sólo tristeza
Afuera,
en el mar de locura”
Una de las grandes joyas escondidas del álbum es
“Heaven Can’t Wait”, un número pegadizo y con constantes cambios de ritmo en el
que el bueno de Dickinson se desmadra por completo con una exigente pista vocal
que tiene como colofón ese estribillo más agudo y que se graba a fuego en tu
mente. Pero no solamente Bruce brilla a lo largo de sus siete minutos de
duración. ¿Alguien es capaz de escuchar esta canción y no dejarse emocionar por
el sublime trabajo armónico de las guitarras o de sus posteriores solos? Un
número de una epicidad incalculable y que, para nuestra fortuna, recuperaron hace
no tanto tiempo en la gira del “Flight 666” (¡el maldito momento coral que
emerge en el minuto 3:36 fue creado para ser coreado en vivo!).
En su letra, el maestro Harris habla sobre la llamada
“experiencia cercana a la muerte”, en la que clínicamente se da por muerta a
una persona, pero que sorpresivamente terminan reviviendo. Es en estos casos
donde surge esa famosa “visión” de andar en un túnel directo hacia la luz (la
muerte, el cielo,…llámenlo como quieran) descrita por tantas personas que han
experimentado esta situación. Maiden con esta letra nos muestra las reflexiones
de un hombre que está viviendo algo así, sintiéndose que asciende al más allá
mientras ve su propio cuerpo yaciendo (“No puedo entender que me está pasando,
esto no es real, es sólo un sueño, pero nunca lo había sentido, no, nunca antes
me había sentido de esta manera. Estoy mirando mi cuerpo abajo”), algo que él
no considera del todo apetecible (de ahí su título). También puede extraerse de
esta historia un mensaje vitalista que estaría íntimamente relacionado con el
ya mostrado en “Wasted Years”.
“No
puedo creer que mi hora haya llegado
No
me siento preparado, hay muchas cosas sin hacer
Es
mi alma y no dejaré que se vaya
¡El
cielo puede esperar!”
De todas las pistas presentes en el LP, “The Loneliness of the Long Distance Runner” es probablemente la más arriesgada de
todas. En sus más de seis minutos de música apuesta por un número de ritmo más
o menos constante, donde la batería de Nicko no deja de martillear nuestra
mente (un trabajo bestial de este siempre agradable personaje), así como las
guitarras se mueven por unos terrenos más experimentales, sin por ello
abandonar sus características armonías en los versos o su compromiso por
dejarnos sin habla con cada solo que nos entregan. Honor para el injustamente
olvidado estribillo que se gasta aquí Bruce, que vuelve a llegar a notas
inaccesibles para el resto de la humanidad.
Steve Harris se inspiró en la novela homónima de Alan
Sillitoe (llevada también al cine en 1962) para presentarnos la historia de un
joven detenido en un reformatorio que no desiste en sus entrenamientos
preparatorios para una carrera de larga distancia, que los mandamases del
centro desean que gane para obtener privilegios. El protagonista, que en la
historia original se llama Colin Smith, describe a la perfección a lo largo de
la letra las dificultades que van encontrando a lo largo de sus entrenamientos,
así como nos muestra a este como un muchacho solitario que se esfuerza por un
fin que se le ha impuesto y del que él no obtendrá ningún beneficio cercano a
su libertad. Una lectura más que recomendable y con final de los que emocionan.
“Tienes
que ganar, tienes que correr hasta caer
Mantén
el ritmo, mantente en la carrera
Tu
mente se aclara, superaste la mitad,
pero
las millas Parecen nunca terminar”
Vamos a hablar de otro de los temas más
trascendentales de la obra. “Stranger In A Strange Land” es una de esas pistas
que captan tu completa atención desde el primer segundo. En este caso es el
bajo serpenteante de Harris el que se encarga de cumplir con este cometido,
aunque pronto se le unirán ambas guitarras dibujando unas melodías novedosas y
limpias sobre las que Bruce Dickinson cantará con su habitual grandeza (¡qué
estribillo nos regala!). Pero por encima de todo, y creo que esto es un
sentimiento compartido por muchos amantes de “la doncella”, si hay algo
grandioso en esta composición, ese es el solo del maestro Adrian Smith, que no
dudaría en incluir entre los mejores de toda su trayectoria (un Top 5 seguro).
La manera en que va progresando sobre el mástil, pasando de un inicio más
limpio y sobrio para luego subir la intensidad y la velocidad, justifican
sobradamente por qué se le considera uno de los guitarristas más grandes de la
historia. Una canción perfecta.
El propio Adrian nos cuenta la historia de un hombre
que, tras un accidente sufrido durante una expedición en el ártico, queda
congelado durante 100 años, hasta que unos exploradores encuentran su cuerpo
(“Cien años han pasado y los hombres vienen nuevamente para dar respuesta al
misterio. Ellos encontraron el cuerpo tirado como cayó ese día, conservado en
el tiempo para que todos lo observen”). Para escribir la letra, el guitarrista
contactó con un superviviente de una experiencia muy similar. No obstante, es
muy frecuente pensar que realmente la canción está inspirada en la novela de
Robert Heinlein, ya que la portada del sencillo y el título coinciden con la
misma.
“Extraño
en tierra extraña
Tierra
de hielo y nieve
Atrapado
en esta prisión
Perdido
y lejos de mi hogar”
Si en “Heaven Can Wait” los británicos nos hablaban de
las “experiencias cercanas a la muerte”, en este número, y como su propio
nombre indica, nos describen las más habituales, pero no por ello menos
curiosas, situaciones en las que vivimos sucesos que sentimos que ya habíamos
presenciado en el pasado.
“Cuando
ves caras familiares
pero
no recuerdas de donde son,
¿realmente
estás equivocado?
Cuando
has estado en un lugar concreto,
que
sabes que nunca habías estado,
¿puedes
estar seguro de ello?”
Para el final, nuestros queridos británicos tenían
preparada una de las composiciones más ambiciosas y épicas que han compuesto a
lo largo de su prolongada trayectoria y que cuenta, además, con la leyenda
adicional de no haber sido jamás interpretada en vivo, pese a las súplicas de
sus fans (¿sucederá por fin con el inicio de la gira “Days Of Future Past”?).
Cuando Maiden se pone serio y opta por piezas de una ambición creativa mayor,
el resultado nunca baja del sobresaliente (si no que se lo pregunten a “The
Rime Of The Ancient Mariner” o a “Powerslave”). Estamos ante ocho minutos de
absoluta gloria sonora, donde Bruce Dickinson encarna el rol de narrador sobre
una base instrumental que no dejará de evolucionar con el paso de los segundos,
intercalando estructuras de Metal clásico (la cabalgada de Harris es gloriosa),
con un interludio progresivo marcado por la belleza de sus solos de guitarra.
Su sección final recupera la garra del inicio, consagrando así esta pista como
una de las más imponentes de un legado insuperable como el de Maiden.
Líricamente hablando estamos aquí ante una nueva
“masterclass” de historia por parte de un letrista único como Steve Harris. El
protagonista del número es Alejandro de Macedonia, mejor conocido como
Alejandro Magno. Harris describe de manera educativa la grandeza de uno de los
mayores genios militares de la historia (el único general que murió sin perder
una batalla) cuyo “currículum” podríamos resumir en: rey de Macedonia, Gran Rey
de Media y Persia, faraón de Egipto y hegemón de Grecia. Harris y compañía nos
ofrecen aquí una narración breve pero intensa de sus 33 años de vida (hay
bandas que, sencillamente, te regalan cultura).
“Cerca
del este, en un lugar de la Grecia clásica,
En
una antigua tierra llamada Macedonia,
Nació
un hijo de Felipe de Macedonia.
La
leyenda. su nombre era Alejandro”
CONCLUSIÓN
Ni el agotamiento de las largas giras, ni la aparición
de las primeras tensiones entre Bruce y sus compañeros pudieron impedir que
“Somewhere In Time” alcanzara las cotas de grandeza de los álbumes previos.
Cierto es que muchos fans no supieron aceptar en un principio la evolución que
había experimentado el grupo con este trabajo, pero siento que el paso de los
años, como el mejor de los vinos, le ha llevado a convertirse en uno de los
grandes títulos de su discografía.
Maiden apostó acertadamente por innovar sin por ello sacrificar en ningún momento su ADN. El trabajo de Martin Birch tras la producción fue fundamental para lograr encajar los sintetizadores en las nuevas composiciones de tal manera que no levantara ampollas y se sintiera como algo natural y realmente exquisito. Un LP que, al menos a mí, me genera cosas diferentes que otros grandes títulos de estos iconos.
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