Con una constelación de estrellas del Rock y el Metal a su espalda, el “Madman” vuelve a acertar con un álbum más eléctrico que “Ordinary Man” y que garantiza el entretenimiento de la mayor parte de sus seguidores. Uno de los platos fuertes de 2022.
De entre las muchas cosas que puede presumir el gran
Ozzy Osbourne, os puedo asegurar que una de las que más ilusión le hará es la
de ser una de las figuras del Rock y el Metal que más popularidad ha obtenido
en el último lustro fuera de las propias fronteras de nuestro género. Ya sea
por su famoso reality, por su imagen o por la cantidad de anécdotas que tiene
(conozco a gente que no ha escuchado un tema del “madman” en su vida y, sin
embargo, saben con pelos y señales su incidente con la paloma o el murciélago)
la figura de Osbourne ha terminado por convertirse en la de un icono cultural y
popular con todas las de la ley.
Quienes hemos seguido su carrera de cerca, ya sea con
Black Sabbath o en solitario, y conocemos el estilo de vida que ha llevado
desde su juventud (cualquier deporte de riesgo es, al lado de las experiencias
vividas por Ozzy, un juego de niños) seguimos sin entender cómo es posible que
siga vivo. Lo cierto es que, aunque muchas veces bromeamos con su aparente
“inmortalidad”, los últimos años nos han demostrado que el legendario vocalista
originario de Birmingham no está en un buen momento de salud. Hace ya un par de
años supimos que le había sido diagnosticada la terrible enfermedad del
Párkinson y que su sistema nervioso había comenzado a causarle algunos estragos
tales como una peligrosa caída que sufrió a principios de este mismo año en el
baño de su casa y que, por consiguiente, terminó requiriendo de una complicada
cirugía y de un largo proceso de rehabilitación, durante el cual, además,
necesitó volver a quirófano para seguir tratándose sus problemas de salud.
En medio de este caos, el “Madman” también ha estado gestionando su regreso definitivo al Reino Unido para vivir allí los últimos años de su vida en una mansión que ha acondicionado para lidiar de la mejor forma posible con su enfermedad. No obstante, parece que, si el cuerpo se lo permite, Ozzy quiere girar el próximo año y cumplir con las fechas pactadas de una gira que, primero por la pandemia y luego por sus ya mencionados problemas personales, ha tenido que posponer durante varios años consecutivos.
Ahora bien. Tras una carrera excepcional e ignorando
el merecido descanso que todos consideramos que merece tomarse, resulta
increíble que nuestro querido icono esté de vuelta con un nuevo álbum de
estudio, el cual le ha tomado un tiempo grabarlo, algo que era de esperar tras
tener que plantar cara a tantos frentes abiertos en su vida privada, pero que
demuestra una vez más que, aunque obviamente es un personaje que ha sabido
comercializar su imagen, sigue en el negocio musical por puro amor (a estas
alturas tiene dinero para mantener a varias generaciones venideras de
Osbournes).
“Patient Number 9” se convierte, por tanto, en la
decimotercera placa del británico, cuya producción ha vuelto a llevar la firma
de Andrew Watt, quien estuvo a los mandos del notable “Ordinary Man”, la más
reciente placa de Ozz. No obstante, si por algo puede ser recordado este
trabajo es por el extenso número de colaboraciones estelares aquí concentradas.
Y es que nombres propios de la guitarra como Tony Iommi, Eric Clapton, Jeff
Beck, Mike McGready, Josh Homme y, por supuesto, el gran Zakk Wylde, su
inseparable escudero (este último además se ha encargado de grabar todas las
secciones rítmicas del trabajo), pero también del bajo como Robert Trujillo, Duff
McKagan (presente en “Ordinary Man”) y Chris Chaney y de la batería con las
apariciones de Chad Smith y, ¡atención!, una de las últimas grabaciones con
vida del eterno Taylor Hawkins (en las dedicatorias del álbum, Ozzy le dedica
un fraternal agradecimiento a este último). Con semejante constelación de
estrellas, lo normal es sentir curiosidad por adentrarnos en la música de este
nuevo esfuerzo discográfico.
Antes de hablar de cada canción del trabajo, podemos señalar
algún dato adicional como es que Ozzy Osbourne se inspiró, tal y como reveló en
la Revolver Magazine, en los problemas de salud mental que sufrió su mujer,
Sharon Osbourne, hace un par de años y que casi le llevan a quitarse la vida
(de hecho, esta acabo siendo internada en una institución mental).
Como apertura nos toparemos con el convincente
tema-título que fue lanzado como primer sencillo de la obra. Tras unos primeros
segundos arpegiados en los que se intercalan diálogos de Ozzy consigo mismo
simulando las voces que resuenan en la mente de una persona que está internada
en un manicomio, la guitarra de Wylde entra en acción y firma un riff pegadizo
y simple que, con gran ayuda del bajo, nos va enganchando de lleno a la
propuesta. La voz de Ozzy, aunque con obvios arreglos de estudio, suena bien,
muy similar a la de “Ordinary Man”, llevándonos a un estribillo más melódico y
pegajoso de esos que él acostumbra a bordar. Como punto fuerte de la pista, si
de por si ya era más que convincente, tenemos un monumental solo firmado por el
mismísimo Jeff Beck, quien nos atrapa con sus veloces movimientos a lo largo
del mástil y su contundente distorsión.
“Inmortal”, el segundo número, apuesta por un golpe
más certero al mentón de la mano de un ritmo más veloz y eléctrico en los
versos, para terminar en un estribillo marca de la casa. El bajo de Duff
McKagan posee una gran presencia a lo largo de todo el corte, así como la
guitarra de todo un Mike McCready, el legendario hacha de Pearl Jam, quien
firma un solo con cierto sabor a “Vitalogy”. Número alegre y eléctrico ubicado
en buen lugar dentro del disco.
La cosa se pone seria con el demoledor riff principal que
Zakk Wylde firma en “Parasite”, un número con mucho sabor a la Black Label
Society en los versos (que la banda de Mr. Wylde nació inspirada en Ozzy es una
realidad innegable), pero que gana melodías y gancho en un estribillo donde el “madman”
lanza notables agudos (se nota, por supuesto, que su voz ha sido tratada en el
estudio, pero no por ello el resultado deja de parecerme acertado). Excelente
aquí el papel de Taylor Hawkins tras la batería, golpeando los parches con ese
estilo tan personal que nos dejó en vida.
Tras las suficientes escuchas es posible considerar “No
Escape From Now” como uno de los platos fuertes de este año a nivel musical.
Aunque pudimos escuchar como single del álbum el tema “Degradation Rules”, para
mí la mejor de las dos colaboraciones de Ozzy con Mr. Tony Iommi se encuentra
en este cuarto número del LP. Y es que en sus más de seis minutos, Ozzy y Iommi
(¡y por supuesto Wylde!) parecen hacer un repaso por los sonidos más
característicos de Black Sabbath, empezando por esas voces distorsionadas del
inicio a lo “Planet Caravan” y pasando por una primera mitad marcada por el
Doom más denso y cavernario, antes de llegar a un incendiario riff (minuto
4:06) en su intermedio con el que la banda entera mete la quinta marcha (me
recuerda un poco a “Damaged Soul” del álbum “13”). El solo de Tony es de una
clase incalculable, punteando con ese estilo tan inconfundible.
El Ozzy Osbourne más crítico con la religión irrumpe
en otro punto álgido del LP que responde al nombre de “One Of Those Days”. Aquí
seremos partícipes de un número más lento, melódico y bluesero, en el que sobre
los arpegios de Zakk y justo detrás de la voz de nuestro protagonista,
escuchamos desde muy temprano unos fraseos de guitarra con pequeños efectos de
wah creados por el mismísimo ERIC CLAPTON, quien terminará por emerger del todo
con un solo a la altura de su leyenda en su parte central. Como anécdota hay
que añadir el pequeño desencuentro que, según Ozzy, él mismo tuvo con Clapton
cuando ya que este último, de ideología cristiana, se mostró algo reticente a
participar en una canción en la que constantemente repite la frase “No creo en
Jesús”.
El nivel volverá a subir considerablemente con la
entrada de “Mr. Darkness” (apunten esta canción), un corte con numerosos
cambios rítmicos en el que, además de un pletórico Ozzy Osbourne tras su
micrófono (muy divertida la frase que suelta al final de la canción, por
cierto), brillan con luz propia el eterno Taylor Hawkins y, con especial
fuerza, Mr. Zakk Wylde, quien pasa en cuestión de segundos de entregarnos
arreglos melódicos en los versos a volarnos la tapa de los sesos con un par de
riffs llenos de distorsión y velocidad. Esa estructura en constante alteración
recuerda un poco al tema “Goodbye” de su álbum previo.
Con “Nothing Feels Right” Zakk Wylde vuelve a imponerse
no solo en las tareas rítmicas, sino también en las solistas, sacándose de la
maga uno de los temas más trabajados de todo el LP por su evolución progresiva
de un inicio más melódico hasta unos compases creados a partir de riffs densos
y llenos de distorsión que evitan caer en la monotonía. Wylde no desperdicia su
oportunidad y firma aquí un solo demencial y fiel a lo que lleva haciendo desde
hace ya muchas décadas, en el que inyecta un plus de velocidad al número
moviéndose sin piedad a lo largo del mástil. Por cosas así Zakk tiene una
reputación tan alta dentro del Metal. El solo de Wylde, nacido sobre un riff denso
creado por él mismo, cuenta con esos inconfundibles punteos a la velocidad de
la luz que han convertido al rubio en uno de los mejores guitarristas de la
historia. Numerazo.
“Evil Shuffle” es un tema denso, fiel a los cánones
del Doom y del Dark-Blues, en cuyos versos la voz de Ozzy acapara todo el
protagonismo, cantando mientras Wylde dibuja, en ocasiones, algunos fraseos que
tratan de emular las líneas vocales. En su letra parece que Ozzy alude a su
propia condición de “Madman”, con frases como “El hombre demente vive en mi
interior, no me dejará marchar”. Por si fuera poco, en la sección instrumental
disfrutaremos de la contundente batería de Chad Smith (tanto en este álbum como
en “Ordinary Man” ha hecho un trabajo magistral), la cual también goza de gran
presencia, especialmente en la parte final. Un breve, pero estelar, solo de
Zakk nos lleva en volandas hasta el siguiente corte del álbum.
La segunda, y última, intervención del maestro Iommi
llega de la mano de “Degradation Rules”, un tema que suena a Black Sabbath en
todo momento, con esos riffs de inconfundible creador y una armónica que nos
hace recordar a la legendaria “The Wizard” del homónimo debut de los de
Birmingham. Su directo y chulesco estribillo, así como el sólido desarrollo de
los versos y el MAGNÁNIMO solo firmado por Iommi (¡breve pero estelar!), lo
convierten en un tema que garantiza la alegría de los seguidores más añejos del
“Madman” y de Sabbath y, por supuesto, en uno de los puntos más álgidos del
material.
La distorsión y la agresividad ceden considerablemente
su terreno a las melodías y las estructuras más digeribles en la pegadiza y
cumplidora “Dead And Gone”, otra canción que con las sucesivas escuchas convence
más y más. Esa mayor comercialidad, en la que no hay alteraciones notables dentro
de la estructura, ni un solo de guitarra como tal, la acercan más al tipo de
canciones que predominaron en el “Ordinary Man”. El breve y luminoso interludio
musical (2:25) es simple pero me resulta adictivo. Sin estar entre lo mejor del
LP, convence sobradamente.
El final resulta de lo más anecdótico. “Darkside Blues”
consiste en una pequeña y casera grabación de Ozzy Osbourne interpretando una
pequeña pieza de Blues, empleando adicionalmente su armónica y con el propio
productor Andrew Watt tocando la guitarra. Lo que poca gente sabe es que,
realmente, esta canción fue incluida como Bonus Track en la edición japonesa de
“Ordinary Man”. Un final extraño y poco destacable que, para nuestra suerte, no
va a repercutir sobre el resultado final de una escucha que ya llega a su fin.
Si bien soy de los que he defendido “Ordinary Man” como
un disco notable de Ozzy, para mí este “Patient Number 9” está probablemente un
par de escalones por encima del mismo. En estas 13 canciones nuevas se respira
más oscuridad y fiereza sonora que en su predecesor, algo que creo que la mayoría
de los seguidores acérrimos del “Madman” celebramos enormemente.
Ya sea por el elenco de colaboradores icónicos que han
dejado su sello a lo largo de la obra, o por el más que aceptable estado de voz
de Ozzy, lo cierto es que estamos ante un LP bastante completo y que, sin
problemas, puede codearse entre los más destacables de este 2022.
Como en su día escribí en la reseña de “Ordinary Man”
(casi todos consideramos aquel disco como una más que posible despedida del
cantante), si este nuevo lanzamiento se convierte, a su vez, en la última
grabación que nos deja en vida el “Príncipe de las Tinieblas”, podemos
sentirnos más que satisfechos. Un broche de oro digno para uno de los tipos más
grandes de la historia de la música contemporánea.
Comentarios
Publicar un comentario