Pese a las dificultades que encontraron en su proceso de grabación por culpa del excesivo consumo de drogas, los de Birmingham volvieron a alcanzar la excelencia con una de sus obras más arriesgadas e influyentes. Si al nivel musical de sus cuatro componentes le sumas la aparición estelar de todo un Rick Wakeman (Yes) el resultado no podía no ser bueno.
Allá por 1973, y tras cuatro álbumes absolutamente gloriosos que sirvieron para ganarse la condecoración de “padres del Heavy Metal” por su propuesta sonora oscura y más pesada de lo habitual en una banda de Rock, el nombre de Black Sabbath despertaba más respeto entre los críticos musicales que odio, aunque en sus inicios este gremio no cesó en sus intentos de destruirlos por esa música que los más intolerantes catalogaban de “diabólica”.
Sin embargo, el éxito y el agotamiento excesivo que
provoca la vida en la carretera había comenzado a traducirse en un incremento
peligroso de las adicciones en el seno del grupo, algo que, sinceramente, se
veía venir desde varios años antes con canciones, o himnos, como “Sweet Leaf” o
“Snowblind”, en las que las drogas ejercían de eje temático. El consumo tan grande de sustancias por parte
del cuarteto se tradujo progresivamente en una mayor falta de inspiración a la
hora de componer y, por ende, en un mayor número de conflictos entre los
músicos (cabe recordar que años más tarde, las adicciones terminarían por
costarle a Ozzy Osbourne su puesto de cantante). Por fortuna, alguien
(desconozco quién) tuvo la maravillosa idea de recluir a todo el grupo en un
castillo de Gales para que, con un consumo controlado de estupefacientes,
comenzaran a reencontrarse con su mejor versión musical antes de volver a
Londres y pulir en el estudio todas las ideas que hubieran nacido fruto de este
retiro. Otra jugada maestra que terminaría influyendo enormemente en el
resultado final del LP fue la incorporación como músico adicional de cierta
leyenda de los teclados mejor conocida como Rick Wakeman (¡casi nadie!), quien
por aquel entonces ya nos había deslumbrado por completo con Yes.
La llegada de Rick al grupo permitió a Sabbath, además de
recuperar su nivel artístico, expandir sus horizontes a terrenos sonoros nunca
antes abarcados por una banda de Heavy Metal hasta aquel entonces, poniendo más
interés en las melodías y los cambios constantes de patrones rítmicos que en
los riffs densos (los cuales tampoco faltaron en el disco, ¿eh?), además de en la
introducción de los sintetizadores en este género musical. Por todo esto se suele
hablar de “Sabbath Bloody Sabbath” como uno de los primeros álbumes de Metal
Progresivo.
Por supuesto, era obligatorio rendir un pequeño tributo a Drew Struan por su cruda, y mundialmente famosa, portada y la no menos notable relación con la contraportada. El significado de las ilustraciones fue explicada por Ozzy en 1974:
“En la portada vemos a un hombre en su lecho de muerte. Están todas estas figuras distorsionadas inclinadas sobre él y regodeándose mientras yace allí. Estas figuras son en realidad él en diferentes etapas de su vida. Es un hombre codicioso, un hombre que ha querido todo toda su vida y ha hecho todas estas cosas malvadas. Pero voltea el álbum y verás que la parte de atrás representa el lado bueno de la vida. La persona en la cama ha sido muy buena con la gente. Tiene a toda esta gente hermosa llorando por él mientras se está muriendo. A los pies de la cama, tiene dos leones domesticados que lo cuidan. Con todo, esto representa lo bueno y lo malo de todo”
¿Cómo inicias un álbum por todo lo alto? Pues muy
fácil. Basta con iniciar las hostilidades con uno de los riffs más ácidos,
distorsionados y malintencionados que puedes encontrar en todo el legado de
Black Sabbath (honor al maestro de las seis cuerdas, Mr. Tony Iommi). Ozzy canta los versos principales con contundencia y unos agudos
más punzantes de los que habituaba hasta aquel momento justo antes de ponerse
algo más cálido en esos pequeños interludios acústicos que emergen en varios
momentos del número y que, por primera vez en la historia del conjunto, permiten
vislumbrar con total claridad la faceta más melódica de un grupo que hasta
aquel momento había acostumbrado al oyente a canciones más densas.
Sobrepasados los tres minutos de tema, emerge un nuevo riff más crudo
sobre el que Osbourne vuelve a escupir buenos agudos, así como alude
directamente al título del LP (¿Quién no se ha desgañitado cantando ese “Sabbath,
sangriento Sabbath, no hay nada más que se pueda hacer”?). Un tema
absolutamente hipnótico.
No entiendo por qué “A National Acrobat” ha sido
privado de la condición de “hit” del grupo. Esta es una de las grandes joyas
escondidas que podemos encontrar dentro de la era de Ozzy Osbourne, en la que la
densidad se impone a lo largo de sus seis minutos de extensión mientras se
suceden riffs tenebrosos que acompañan a un desatado “Madman” en las tareas
vocales. De hecho, una vez que Tony Iommi se arranca con un martilleante nuevo
punteo a la altura de su legado, el bueno de Ozzy nos entregará un par de
agudos estelares como ese “You got belive it” del minuto 2:25 o “Just remember
love is life and hate is living death”del 4:12 (de locos). Pocos segundos
después la crudeza imperante experimentará una pequeña alteración con el más
colorido instrumental que Geezer, Bill y Tony van tejiendo lentamente y que, sobre los cinco minutos y medio, termina en una nueva masterclass de Iommi,
quien apostará firmemente por explotar las progresiones en notas más altas que
teñirán la canción en su fase final de un color más optimista.
Como venía sucediendo en casi todos los trabajos
previos del conjunto, Sabbath optó por incluir una pieza completamente
instrumental titulada “Fluff” en la que Tony Iommi hace un trabajo monumental
de guitarra, empastando diferentes pistas acústicas (algunas de estas con
pequeñas pizcas de efectos) que se van entrelazando, además, con un no menos
brillante Wakeman tras el piano, creando una pieza bucólica y de ciertos tintes
progresivos. Una pequeña y brillante joyita.
El estado de relax que habíamos alcanzado con el
número anterior desaparece en cuanto el salvaje riff principal de “Sabbra
Cadabra” irrumpe en el álbum (Iommi haciendo gala una vez más de su envidiable
capacidad para crear riffs inmortales y efectivos). Pese al soberbio interludio
más pausado y marcado por los arreglos de sintetizador de Wakeman (¡cómo canta
Ozzy en esta parte esos “Lovely lady”!), este podría pasar por ser uno de los
temas más eléctricos y veloces de su enorme legado. Es sencillamente perfecta
la unión de las secciones distorsionadas de bajo y guitarra con el piano
(¡interpretado también por Iommi!) en el último minuto del tema, dando la
sensación por momentos de tratarse realmente de una jam completamente
improvisada en el cuarto de estudio.
Comenzamos la segunda mitad de la obra volviendo ligeramente
al pasado de la mano de “Killing Yourself To Live”. A lo largo de sus más de
cinco minutos de extensión el conjunto nos atrapa en su telaraña sónica
construida a partir de riffs densos, un par de solos a la altura del apellido
Iommi y de un estribillo facilón que memorizas desde la primera escucha. Cuando
llegas a la zona intermedia del corte, y dada la solidez de los primeros minutos, es
posible que temas que se haga algo repetitivo lo que resta de escucha, mas el
conjunto tenía reservado como baza secreta un final lleno de cambios rítmicos
(hay momentos que rozan lo jazzístico), un buen duelo de bajo y guitarra, así
como una base de batería cortesía de Mr. Ward solamente al alcanza de un genio
de su talla.
Para mí, el tema más complejo de escuchar del LP es
“Who Are You?”. Y no digo que no funcione, pero lo cierto es que se siente algo
carente de un momento rompedor o memorable. Hay muchos sintetizadores (Wakeman
siempre cumplía con su cometido), un par de riffs y solos notables (me encanta
el que irrumpe junto al piano en el segundo minuto ) pero en su conjunto global
se siente algo menos fresca que el resto de piezas que podemos encontrar en
“Sabbath Bloody Sabbath”. Tal vez se pasaron de experimentación.
El optimismo poco habitual de Sabbath hasta este álbum
irrumpe con especial intensidad en “Looking For Today”, una pieza cuyos riffs
son tan maravillosos como bailables (no os perdáis el trabajo de batería de
Ward en los versos). Ozzy canta muy bien un número que en su interludio
melódico recuerda mucho al del tema-título. Esta es otra canción que en su
momento debió despertar todo tipo de opiniones, especialmente entre aquellos
fans que esperaban canciones al estilo “Snowblind” o “Iron Man”, por poneros
dos ejemplos clásicos.
“Spiral Architec” cumple con todos los requisitos para
obtener la consideración de “pieza sublime”. La manera en que la instrumentación va
desarrollándose (con unos arreglos muy emotivos de violín), así como un Ozzy Osbourne completamente hipnótico con esa inconfundible voz que tantas alegrías nos
ha dado logran poner el broche de oro a un álbum genial. Añado aquí el dato de que Geezer Butler reconoció
tiempo después que la letra de esta canción habla sobre el proceso de
inyectarse droga empleando metáforas como el “barco de plata” para referirse a
la aguja o el océano de plasma que aludiría a la sangre.
CONCLUSIÓN
Siempre he tenido la sensación de que no todos los
metaleros, incluyo aquí a muchos seguidores de Black Sabbath, han sabido
saborear “Sabbath Bloody Sabbath” como se merece. La peculiaridad de su
propuesta, ampliando sus horizontes compositivos hasta unas cotas de
experimentación y melodías poco habituales en su trayectoria hasta el momento,
lo convierten en un álbum complejo y ambicioso, de los que con los años
envejece como el mejor de los vinos. Este, además, serviría como piedra base para el tipo de composiciones que predominarían en los restantes álbumes con
Ozzy Osbourne antes de su salida (el infravalorado “Sabotage” bebió mucho de
las fórmulas aquí descritas).
No es raro que se le considere un álbum de gran importancia dentro de la discografía de los de Birmingham, así como una obra fundamental para el nacimiento de un subgénero tan popular como es el Metal Progresivo. De hecho, como ya os dije al inicio del escrito, no son pocos los analistas que han considerado el “Sabbath Bloody Sabbath” como el primer álbum de Prog-Metal de la historia, una opinión que no me parece ni mucho menos desacertada (si no fue el primero, al menos uno de los primeros seguro).
Si bien es cierto que seguramente las únicas obras de
Black Sabbath (con Ozzy) que merecerían las cinco estrellas son sus cuatro
primeras referencias, para mí “Sabbath Bloody Sabbath”, aunque puede que esté
un peldaño mínimo por debajo de cualquiera de estos trabajos, para mí es tal el
nivel de ejecución y la riqueza de su propuesta que no puedo no ponerle la
máxima calificación (la matrícula de honor, si eso, se la dejo a esos otro
cuatro trabajos).
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