Seguramente, pocos esperábamos a estas alturas de la película que Jethro Tull lanzara un nuevo álbum, pero hay veces en que suceden cosas contra todo pronóstico. Así pues, veinte años después de su última referencia discográfica podemos celebrar que Ian Anderson y su banda están de vuelta en el ruedo. Cabe aquí señalar eso de “Ian Anderson y su banda” porque, aunque uno es muy fanático de semejante frontman, el hecho de que no podamos escuchar ya la guitarra del gran Martin Barre, quien no tuvo una salida precisamente “limpia” de la banda (no voy a entrar tampoco ahora en debates sobre quién hizo qué cosa), me hace sentir algo extraño (supongo que lo mismo que cuando AC/DC comenzó a tocar sin Malcolm Young).
“The Zealot Gene” es
el título de esta nueva entrega de una banda absolutamente icónica. Creo (y
espero) que ningún oyente espere encontrar aquí un nivel de ejecución tan alto como
el de sus aclamados “Aqualung” y “Thick As A Brick”, sin olvidarme de otros
excelentes LPs como “Too Old To Rock ‘N’ Roll”, “Stand Up”, “Heavy Horses” o
“Benefit” entre otros tantos. Por supuesto que hay calidad, como ya os iré
desgranando a continuación con el habitual análisis “tema a tema”, un éxito
cuyo mérito no solamente residirá en su líder, sino también en la banda que le
ha acompañado durante una grabación que se ha ido gestando muy lentamente en
más de cinco años. Destacamos por tanto a Florian Opahle (guitarrista), quien
pese a dejar el grupo en 2020 figura en algunas grabaciones que se escuchan en
el disco, David Goodier (bajo), John O'Hara (teclados, voz de apoyo y
acordeón), Scott Hammond (batería) y Joe Parrish (guitarra).
Me llamó mucho la atención leer en varias entrevistas concedidas por Anderson que la mayor parte de las letras del álbum toman como inspiración diversos episodios de la Biblia, lo cual me hace gracia teniendo en cuenta canciones tan ateas como “My God” o “Hymn 43”. Pero tampoco eso quiere decir que nuestro Ian se haya convertido ahora al Cristianismo. De hecho, si no me equivoco, el vocalista sigue siendo fiel defensor del Deísmo y del Panteísmo. No obstante, no son nunca referencias directas, sino una exploración superficial en la que se reinterpreta la historia de Moisés, pasando por la figura de Judas y su traición a Jesús, así como citando en ocasiones a algún personaje del Antiguo Testamento o de la mitología.
El
silencio musical de más de veinte años llega a su fin con los primeros compases
de “Mrs Tibbets”, un número que despierta todo tipo de elogios positivos
gracias, fundamentalmente, a la riqueza sonora que expone esta nueva formación
de Jethro Tull. Un sintetizador omnipresente y la flauta de Anderson inician
todo hasta que el resto de instrumentos se van sumando, construyendo una pieza
sólida y pegadiza que termina de ser redondeada al alza con dos convincentes
solos: uno de guitarra de Florian Opahle y otro de ese maestro flautista
llamado Ian Anderson, quien no ha perdido ni un ápice de maestría en este campo
(en el vocal sí se le nota más limitado).
Con
“Jacob’s Tale”, un número acústico fiel a la tradición Folk con arreglos de
mandolina y armónica, siento que estamos más bien ante un tema que podría haber
sido incluido en los trabajos solistas de Anderson, “Thick as a Brick 2” (2012)
y “Homo Erraticus” (2014). Buena pieza, sin más. No hay grandes momentos a
reseñar, ni nada especialmente rompedor (me gustan mucho, eso sí, las
mencionadas intervenciones de mandolina y armónica).
El
nivel vuelve a subir con “Mine Is The Mountain”, un número cuyo piano inicial
recuerda mucho al de “Locomotive Breath”, aunque luego la canción se mueva por
otros escenarios sonoros. Estamos ante una curiosa composición marcada por un
tono teatral y místico que Anderson sabe llevar a su terreno con una, ahora sí,
muy buena interpretación vocal. Poco después de alcanzar el segundo minuto de
extensión, da inicio un sobresaliente interludio musical en el que la flauta de
Ian se solapa con el elegante piano de John O’Hara y unas guitarras que marcan
el ritmo desde un plano secundario. De lo mejor del LP sin duda.
Personalmente,
lo que más me gusta de la homónima “The Zealot Gene” es su letra, donde
Anderson, como hombre racional, nos tira de las orejas para advertirnos de los
peligros que conlleva este mundo tan polarizado que tenemos actualmente.
Musicalmente estamos ante una canción fiel a la esencia del conjunto, con un tono
más clásico que nos transporta a sus primeros LPs, con mucho peso de los
teclados y, por supuestísimo, de la flauta de Anderson, quien tampoco hace un
mal trabajo tras el micrófono.
Creo
que todos nos sentimos muy felices cuando escuchamos vez “Shoshana Sleeping”,
pieza que eligieron como primer single del disco. Y es que esta canción
contiene todo lo que un amante de Tull querría escuchar: una flauta seductora,
serpenteante y llena de protagonismo que va entrelazándose con arreglos de
guitarra mientras Ian Anderson, con más experiencia y sabiduría que potencia
vocal (en esta ocasión le han introducido algunos efectos de delay y reverb),
nos engancha con ese tono de narrador que sí ha sabido mantener como en antaño.
Además, el estribillo es de los que vencen y convencen.
Otro
adelanto que pienso que ha gustado a la mayoría es “Sad City Sisters”, un
bellísimo tema de inspiración medieval que nos demuestra, además de la ya
alabada grandeza de Mr. Anderson, el nivelazo de sus compañeros de viaje.
Además de los habituales instrumentos (buenas guitarras acústicas), hay que
quitarse el sombrero de juglar ante las aportaciones de acordeón de un
crecidísimo John O’Hara. Totalmente recomendada.
En
“Barren Beth, Wild Desert John” vuelven las guitarras eléctricas y los ritmos
más contundentes, con un más que destacable Scott Hammond tras su batería. De
resto, la canción no es nada del otro mundo. Sí que cuenta con un buen solo de
flauta y diversos cambios sonoros, pero en líneas generales no me llama tanto
la atención como otras piezas del LP. Además, no sé si me sucede a mí pero en
esta pieza salen a relucir, tristemente, las carencias vocales de Ian, a quien
el paso del tiempo, como es normal, ha ido mermándole sus capacidades vocales.
El
inicio de “The Betrayal of Joshua Kynde” es auténtico caviar sonoro por la
buena química que emana de ese piano y la flauta, así como los diversos solos y
riffs que emergen de las guitarras. Esta pieza ha ido creciendo en mí con el
paso de las escuchas. De hecho me bastaría con una sola palabra para definir
este número: clase.
Las
revoluciones bajan considerablemente para una luminosa y suave “Where Did
Saturday Go?” en la que el Folk acapara el protagonismo absoluto del número,
con curiosos arreglos de cascabeles y campanillas en su estribillo. Tampoco
pasará a la historia, pero se deja oír, que es lo que uno le pedía realmente a
esta obra.
La
sensibilidad de “Three Loves, Three” aporta una calidez muy especial y enriquecedora
al álbum. Este es un festín sonoro que nos transporta a tierras de ensueño, a
paisajes bucólicos dibujados por un experto en esta materia como Anderson, con
su peculiar registro vocal y la flauta, mientras sus compañeros lo acompañan
con hermosas guitarras y una percusión sencilla.
Nos
vamos acercando al final con “In Brief Visitation”. Y llegados a este punto, tomando
también como referencia el número anterior, siento que Tull ha querido cerrar
la obra con temas más suaves. En este caso podemos hablar de una balada folky en
la que apuestan por emocionar al oyente a través de lacrimógenas guitarras.
Esta es otra composición que irá creciendo con el pasado de las escuchas.
Para
terminar el grupo tenía reservado en su arsenal una logradísima “The Fisherman
Of Ephesus” de aires épicos en el que se sintetiza con bastante efectividad
todo lo escuchado a lo largo de la obra: momentos melódicos y más sensibles,
con otros más contundentes (interesantísima pista de batería y de teclados),
como el momentazo instrumental que se da casi al final del número. Un
acertadísimo y original cierre cuyo protagonista, si no ando yo muy despistado,
es Juan el Apóstol, que era pescador de Éfeso.
“The
Zealot Gene" es un disco más que recomendable de estos reformados Jethro
Tull en el que se pone de manifiesto una vez más la grandeza de Ian Anderson,
uno de los tipos más grandes e influyentes en la historia del Rock, cuya mente
prodigiosa logró inyectar en el Rock setentero la esencia del Folk más clásico.
En este nuevo LP encontramos muchos guiños al pasado de la banda, con riffs y
solos de flauta de toda la vida, pero también numerosos momentos donde parece
que nos sentimos escuchando un disco en solitario de Anderson. Por mi parte he
disfrutado de los cortes más puramente "Tullianos". Hay quienes
afirman que debía haber sido lanzado como otro disco solista de Ian, pero que
este prefirió lanzarlo bajo el nombre de Jethro por el hecho de que vendería
más (lo dejo a juicio y debate de otros).
Sea
como fuere, para mí este es un notable esfuerzo discográfico que con los años
creo que crecerá considerablemente en nuestra memoria, especialmente números
como "Shoshana Sleeping", "Mine Is The Mountain", "Mrs
Tibet", o “The Fisherman Of Ephesus”.
¡Larga
vida a Ian Anderson!
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