Reconozco no haber sido un fan acérrimo de Volbeat desde las primeras veces que lo escuché. Necesité darle varias oportunidades hasta realmente saber valorar al cuarteto danés como realmente merecía, aunque también pienso que la explicación de los primeros intentos fallidos estaba en haber hecho una elección muy aleatoria de canciones (las más comerciales) para catarlos, cuando seguramente si me hubiera puesto desde un inicio canciones como “Boa”, “Still Counting”, “Doc Holliday” o “You Or Them” hubiera quedado prendado del grupo liderado por todo un Michael Poulsen, quien sigue en estado de gracia.
Hace ya un par de años que vio la luz “Rewind,Replay, Rebound”, un trabajo interesante que, aunque contara con algún tema
algo flojo, terminó por dejarme un más que agradable sabor de boca. Tengo claro
que me quedaría con otros trabajos previos mucho mejores, pero me gustó
bastante.
Casi acabando el 2021 recibimos con ganas “Servant
Of The Mind”, el octavo “larga duración” de los nórdicos, cuyos primeros
adelantos reconozco haber disfrutado, especialmente “Shogun Blues” y “Wait A
Minute My Girl”, aunque luego me detendré a hablar de ellos con más calma.
Empezamos el análisis sonoro con “Temple Of Ekur”,
una canción que capta la atención de cualquiera, aunque no estés familiarizado
con el sonido de estos tipos. Y es que en un solo corte siento que, por
momentos, han sonado más duro que en la mayor parte del disco anterior. Por supuesto
que no falta un puente-estribillo algo más melódico y masticable, pero ese
despliegue de punteos y muteados más oscuros me hace viajar a números más
antiguos del grupo, de esos primeros años algo más contundentes. ¿Será posible
que hayan vuelto más eléctricos? Lo comprobaremos.
Adoro “Wait A
Minute My Girl”. Una especie de rockabilly más eléctrico de lo normal en el que
la banda incluye un glorioso acompañamiento de teclados y, por encima de todo,
de un solo de saxofón que, por momentos, me hace sentir como si tuviera delante
al eterno Clarence Clemons de la E Street Band. Un auténtico momentazo.
No creo haber sido el único que ha pensado en “South
Of Heaven” de Slayer al escuchar el punteo inicial de “The Sacred Stones”, un
tema que, como era previsible, al poco tiempo, termina por convertirse en un
tema completamente diferente al himno arriba citado. Sin embargo, estamos ante
un temazo de los daneses que avanza lento, sin pausa pero sin prisa, con unas
guitarras densas y salvajes sobre las que Poulsen clava una interpretación
vocal sensacional. Nuevamente pienso en los Volbeat de sus inicios, con un tono
más metalero y, por ende, sorprendente.
Por los mismos universos de distorsión se mueve la
ya conocida, y disfrutada, “Shogun Blues”, uno de los singles del disco. Aquí
las guitarras te cortan por la mitad con unos riffs distorsionados que no
muestran intención alguna por suavizarse. El puente-estribillo es feroz y lejano
a los tonos más melódicos y cálidos que suelen impregnarlos. Por si fuera poco,
nos topamos con un contundente solo de Caggiano (¡qué guitarrista tan bueno!
Inolvidables sus obras con Anthrax) así como una posterior sección de muteados
que preparan el cuerpo para un último estribillo. Numerazo.
Ojo con “The Devil Rages On” (un título muy a lo
Deep Purple, ¿no creen?) que se las trae. Resulta que la banda sigue sin
alejarse de los sonidos más duros y se marcan un corte con influencias de Dark
Country en sus inicios (con sonido más metalizado, claro está), en el que
Poulsen apuesta por mostrar su faceta más teatral (me encanta su forma tan
personal de interpretar algunas secciones) mientras las guitarras y la batería
marcan el devenir rítmico de una canción rica en variaciones. El estribillo
emerge de la nada y funciona sobradamente bien.
Pues nada. Volbeat han vuelto definitivamente a su
faceta más dura…¡y yo que me alegro! “Say No More”, aunque abre lenta y
diabólica, apuesta por unos versos acelerados y de guitarras al más puro estilo
de los Metallica contemporáneos, una influencia muy presente en sus primeros
discos (por detalles así adoro “Doc Holliday”) que han recuperado a las mil
maravillas. Para rematar la faena, un nuevo solo de Caggiano eleva esta canción
a unas cotas de grandeza indescriptibles.
“Heaven's Descent” nos mantiene el cuerpo cargado de energía con
un número más accesible (el estribillo es comercial a más no poder) y alegre,
en el que intercalan algunos punteos y arreglos más duros. Aun sin ser de lo
mejor del trabajo, convence sobradamente.
La canción menos convincente, para mí, de esta placa
es “Dagen Før”, corte de Pop-Rock en el que colaboran con la vocalista Stine
Bramsen. El resultado es excesivamente flojo, sin garra ni momentos plausibles
(si eso, las guitarras casi gemelas previas al solo). El estribillo es pegajoso
y predecible, la estructura más de lo mismo y poco más.
Menos mal que este bajonazo inesperado ante tanta
calidad se termina rápidamente con la entrada de la salvaje “The Passenger”, en
la que los muchachos muestran su versión más Punk durante algo más de tres
minutos. El estribillo rompe un poco con el ritmo ganado en los versos, pero
nos recuerda que estamos escuchando a Volbeat y no a Bad Religion o los Sex
Pistols.
Muchísima atención también a “Step Into Light” y la
curiosa mezcla guitarrera de su inicio donde puedes encontrar matices orientales
con pinceladas de Surf-Rock (sí, bastante variopinto). Estamos ante una canción densa, sin grandes
variaciones, con el mencionado riff sonando en la mayor parte de la misma y con
un nuevo estribillo de fácil memorización.
¡PERO QUÉ BUENA ES “BECOMING”! Sabía que había salido
como single, pero decidí esperar a que el disco viera la luz para escucharla
(ya habiendo escuchar tres sencillos, consideraba excesivo adelantarme a
escuchar cuatro). En su introducción encontramos la que probablemente sea la
versión más thrasher del grupo (no recordaba algo tan espídico lanzado por
estos muchachos), para después dar pie a unos versos algo más lentos en los que
Michael se mueve con magia. El solo emerge lento, con nuevas reminiscencias
orientales, para ir creciendo lentamente al mismo tiempo que la base
instrumental (monumental batería, por cierto) también aumenta las revoluciones.
Pero atención, que al final vuelve el Thrash a lo Slayer con un punteo asesino
que nos lleva directamente hasta el final. Pocas bandas pueden hacerte pasar en un par de minutos de un estribillo comercial y noventero a un final tan contundente. WOW.
A ver. Creo que todo el mundo ve el mismo “plagio” (tributo
descarado seguramente) al “Wherever I May Roam” de Metallica en el riff
principal de “Mindlock”, un nuevo acierto del grupo en el que proponen versos y
estribillos digeribles, pero sin renunciar por ello a incluir unas guitarras
compactas. Buen número.
Llegamos al final del disco de la mano de un cierre
absolutamente épico. “Lasse’s Birgitta” propone siete minutos de constantes
alteraciones rítmicas en las que vuelven las guitarras “a lo Metallica”, así
como los agudos más punzantes de Poulsen o los solos más intensos (atención a
los que incluyen en los compases atmosféricos que emergen casi al final del
corte). No sobra ni un solo segundo y eso solo puede ser algo positivo.
La escucha de “Servant Of The Mind” se pasa volando.
Volbeat han logrado fusionar con acierto la ferocidad de sus primeros, y más
aclamados, discos con algunos detalles más cálidos y accesibles de los últimos
lanzamientos. Aquí proponen 13 canciones frescas y para todo tipo de gustos en
las que prueban sobradamente por qué se les considera una de las mejores bandas
actuales del milenio. Para mí, y siendo consciente de que es tal vez pronto
para decirlo, está un par de peldaños por encima de “Rewind, Replay, Rebound”.
Un golpe sobre la mesa por parte de un grupo que se niega a vivir de viejas
rentas.
Se puede decir sin miedo a errar: Los Volbeat más incisivos han vuelto.
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