Si le preguntáramos a cualquier amante del Hard Rock y el Heavy Metal clásico cuáles fueron los álbumes más innovadores e influyentes de los años ochenta, muchos coincidirían en señalar el debut homónimo de W.A.S.P., un LP que podría considerarse una de las primeras obras del Glam Metal. Tras mucho tiempo queriendo escribir esta reseña, he tenido la oportunidad de lanzarla el 17 de agosto de 2024, día en que este disco celebra su 40º aniversario. Ahora bien, ¡un poco de contexto!
Los orígenes de W.A.S.P. se remontan a 1982 y 1983,
cuando Steve Duren, mejor conocido como Blackie Lawless, decidió disolver su
banda anterior, Circus Circus, en la que también tocaba Randy Piper. Poco
después, junto a Piper, nace W.A.S.P., cuya formación inicial incluía también a
Tony Richards y Rik Fox (quien fue rápidamente reemplazado por Don Costa; este
último también dejaría la banda, asumiendo Blackie el rol de bajista). En pocas
semanas, su espectáculo en vivo comenzó a ganar notoriedad en la escena
underground, principalmente debido a su alto contenido erótico y a su
imaginería satánica, dos elementos que pronto despertarían el interés de una
escena musical en plena diversificación.
Con su valía en directo más que probada, llegó el
momento de buscar un sello discográfico que les permitiera grabar su primer
álbum de estudio. La banda envió su primera maqueta a varios sellos; aunque no
fue rechazada de plano, tampoco generó un interés significativo. En ese
momento, Blackie Lawless, mientras incorporaba al guitarrista Chris Holmes a la
banda, logró convencer a Rod Smallwood, el histórico representante de Iron
Maiden, para que asumiera el rol de mánager del grupo. Una vez que Smallwood
aceptó, movió cielo y tierra hasta conseguir un contrato con EMI/Capitol por un
total de siete álbumes y casi 3 millones de dólares de financiación.
Con el primer adelanto económico de EMI, la joven
banda comenzó a grabar su debut, con un objetivo claro: capturar en un álbum el
estilo visceral que tanto éxito les había dado en vivo, combinando una
instrumentación elaborada con una lírica provocadora y diversa. Así fue como,
el 17 de agosto de 1984, vio la luz el homónimo “W.A.S.P.”.
No puedo imaginar la reacción de los ejecutivos de la
discográfica cuando escucharon por primera vez “Animal (Fuck Like A Beast)”, la
canción que la banda había elegido para abrir el álbum. Aunque en la versión
original fue censurada, el éxito del tema como single permitió que finalmente
se incluyera como apertura en ediciones posteriores (¡era indispensable que
este fuera el primer tema del disco!). En poco más de tres minutos, la banda
mostraba todas sus cartas: una voz incisiva y constante (con el inconfundible
Blackie al frente), una serie de riffs contagiosos, un estribillo con gancho y
una letra que no teme desafiar la censura, abordando temas sexuales con una
crudeza inusual para la época. En resumen, un clásico instantáneo que solo
puede ser equiparado al siguiente número...
No se puede entender el Glam Metal ni la carrera de
W.A.S.P. sin “I Wanna Be Somebody”, un himno inmortal que, más allá de su
potente despliegue instrumental y vocal, ofrece un mensaje vital y ambicioso:
la invitación a labrar nuestro propio camino hasta convertirnos en personas
notables, sin aceptar vivir como “esclavos de nadie” o contentarnos con las
“migajas” de otros (cuando alguien te diga que el Metal solo trata sobre sexo y
satanismo, muéstrale esta letra). En este tema, el grupo expresa abiertamente
su deseo de conquistar el mundo, algo que en aquel momento podría parecer
utópico, pero que pronto se convertiría en realidad. Musicalmente, es un corte
enérgico cimentado en un estribillo pegajoso que se repite eficazmente. Mención
especial para Chris Holmes y su sobresaliente solo, que sin necesidad de un
gran minutaje, logra demostrar su enorme técnica.
El nivel no decae en ningún momento gracias al poder
hipnótico de “L.O.V.E. Machine”, un tema que encapsula el sonido distintivo de
W.A.S.P. y que permite disfrutar al máximo de las características melodías
vocales de Blackie Lawless. A lo largo de los versos, nos deleita con su estilo
vocal único, para luego regalarnos un estribillo coral tan pegajoso como
cualquier otro en su discografía. Aunque algunos puedan reducir la letra a un
simple tema sobre sexo, en realidad se presenta como una incitación a dejar de
lado cualquier inhibición moral y buscar el placer a través del sexo, un tópico
que podría dar lugar a un interesante debate, ¿no creen?
Dejando de lado las melodías prominentes de los tres
cortes anteriores, “The Flame” nos presenta a los W.A.S.P. más festivos y
rockeros, quienes solo necesitan un par de acordes distorsionados y un
estribillo eficaz (en este caso, una genialidad) para ofrecernos un rato
memorable. Blackie apuesta por elevar su registro a tonos más agudos,
demostrando una vez más el poderío vocal que tantas alegrías ha dado a lo largo
de las décadas. Sin duda, una de mis canciones predilectas.
Otro punto culminante del álbum es “B.A.D.”, un tema
que recupera las melodías instrumentales (¡qué épica esa introducción!) y en el
que Blackie Lawless se luce con una voz rota y áspera. Todos los honores para
el inolvidable estribillo, que avanza lentamente como una víbora venenosa. La
letra profundiza en las vidas de personas que deciden vivir al margen de las
normas sociales, en su búsqueda constante de deseos prohibidos y el eventual
arrepentimiento que a veces los sigue. Además, el estribillo resalta lo difícil
que es vivir sabiendo que eres una decepción para aquellos que sí acatan las
normas, particularmente padres, madres y amigos. Por lo tanto, lejos de ser un
canto a la rebelión, W.A.S.P. nos ofrece una reflexión sobre las complejidades
emocionales de vivir al margen de la ley y, sin embargo, lo atractivo que esto
puede resultar para algunos.
La segunda mitad del LP comienza con “School Daze”,
una canción en la que Tony Richards brilla tras la batería, mientras el resto
de la banda mantiene un estilo similar al de otros temas del álbum. Aquí, la
atención se centra en la feroz crítica que W.A.S.P. lanza contra la opresión y
rigidez presentes en muchas escuelas (describiéndolas incluso como “cárceles de
menores”), donde no hay espacio para la libertad y la autonomía personal.
“Hellion” es, sin duda, una de las canciones más
emblemáticas de la discografía de W.A.S.P. Durante poco más de tres minutos, la
banda nos sumerge en un ritmo frenético, sobre el cual Blackie despliega su
registro más agresivo, entregándonos uno de los estribillos más contundentes.
Para añadir más intensidad, la dupla Piper-Holmes se luce en un duelo de solos
que incluye punteos feroces y potentes golpes de palanca.
Tras esta explosión de energía, la banda reduce un
poco la velocidad para adoptar un tono más melancólico con la hermosa “Sleeping
(In The Fire)”, una Power Ballad que cumple con todos los estándares del género
y que aborda los peligros de la lujuria y el amor apasionado. Desde los
arpegios iniciales hasta el emotivo solo de guitarra, pasando por un estribillo
distorsionado y coral, esta es una canción de un nivel abrumador que, al menos
para mí, se encuentra entre las mejores del LP.
Elegida rápidamente para abrir muchas de sus
presentaciones en vivo de la época, “On Your Knees” nos acerca de nuevo a los
W.A.S.P. más callejeros y provocadores, con un ritmo explosivo y un estribillo
lleno de coros que garantizan el caos allá donde suene.
El sonido de cadenas introduce la densa “Tormentor”,
un corte que destaca la riqueza rítmica de la banda y que culmina en un
estribillo meticulosamente elaborado, donde las voces de los distintos miembros
se entrelazan en diferentes momentos, creando una fuerza coral distinta y
llamativa. Una vez más, Chris y Randy se enfrentan en un solo de guitarra que
desarrollan con calma, tejiendo una densa y placentera telaraña sónica.
Pocas canciones de esta primera etapa del grupo suenan
tan pesadas como la final “The Torture Never Stops”, una pieza que, con sus
riffs distorsionados y un ritmo de batería contundente, resume de manera
magistral todo lo que hemos escuchado a lo largo de este maravilloso LP.
Las ediciones posteriores nos permitieron disfrutar de
dos bonus tracks de esta época: la frenética “Show No Mercy” (aún me pregunto
por qué quedó fuera del disco, siendo una canción tan violenta y épica) y una
versión muy personal del clásico “Paint It Black” de los Rolling Stones, que la
banda supo llevar a su propio terreno con maestría.
CONCLUSIÓN
Escuchar este álbum 40 años después y percibir que no
ha perdido ni un ápice de su salvajismo y electricidad, sonando igual de crudo
que la primera vez, confirma que el debut homónimo de W.A.S.P. es una obra
emblemática.
La violencia de sus letras, más explícitas que las de
la mayoría de bandas de la época, levantó ampollas en los sectores más
conservadores de la sociedad norteamericana, lo que derivó en una oleada de
llamadas amenazantes a Blackie Lawless. Sin embargo, este personaje tan
peculiar hizo caso omiso a las críticas y continuó creando letras cargadas de
polémica.
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