El día en que esta reseña es publicada, viernes 10 de diciembre de 2021, coincide con el 45 aniversario del trabajo que es motivo de análisis. Hablemos de Queen, una banda que podía haber optado por vivir de las rentas obtenidas tras el éxito mundial de “Bohemian Rhapsody”, tema incluido en “A Night At The Opera” de 1975 (probablemente su obra más redonda) con el que el cuarteto conformado por Freddie Mercury, John Deacon, Brian May y Roger Taylor alcanzó la eternidad. Con todo ganado, el conjunto decidió tratar de superar el nivel tan alto que había logrado con su obra previa o, al menos, darle continuidad. El título de esta misión: “A Day At The Races”.
En el tiempo que había transcurrido entre un disco y
otro el mundo de la música vivía inmerso en el caótico nacimiento del Punk,
liderado por los Ramones, los Stooges (estos realmente son un poco anteriores)
y los Sex Pistols con su actitud revolucionaria ante lo establecido. Queen, que
como he dicho llevaban unos años en la cresta de la ola, vivían ajenos a estas
nuevas corrientes, con su refinado Rock en el que lo operístico y el Hard-Rock,
pasando por elementos de Folk y lo Experimental, jugaban un papel clave. Este
contraste, y la negativa del grupo en ese instante a adaptarse a las modas que
regían, terminaría provocando una mayor división de opiniones respecto a “A Day
At The Races”, una obra con el ADN del cuarteto intacto.
Este nuevo trabajo se convirtió, por cierto, en el
primero que fue producido al completo por los propios miembros del grupo,
quienes, durante otras grabaciones del pasado, habían pasado las horas
suficientes en el estudio como para tomar las riendas de una función tan
compleja. Como se ha mencionado, “A Day At The Races” fue concebido como una
continuación de “A Night At The Opera”, algo que quisieron hacer visible en los
títulos (ambos inspiradas en dos películas de los hermanos Marx) y las portadas
de sendos álbumes.
Hasta el momento lo habían hecho todo perfectamente,
pero no todos los rockeros estaban preparados para una nueva obra de Queen.
¿Qué encontramos en “A Day At The Races”? Pasen y
vean…
Tras unos segundos de
introducción instrumental con efectos de guitarra y gongs incluidos, emerge el
inconfundible riff de “Tie Your Mother Down”, uno de los más grandes de la
historia del Rock que nos adentra en una de mis canciones predilectas del
cuarteto británico. Tema salvaje, acorde a los tiempos de revolución que se
vivían en el viejo Albion, con un Brian May pletórico que añade al mencionado
punteo algunos detalles de Blues-Rock en su puente-estribillo, para volver a traer
la tormenta en los versos. Freddie, como siempre, está a un nivel vocal
asombroso, adaptando su voz a cualquier exigencia sin sufrir.
Su letra es extraña y
parece, por momentos, agresiva. Y aunque su escritor, Brian May, nunca reveló
el significado concreto del número, Freddie llegó a declarar que puede guardar
similitudes con “Death On Two Legs” del anterior álbum, en la que el cantante
rajó abiertamente contra Norman Sheffield, el primer mánager del grupo, quien
fue acusado de maltratar y hundir en la bancarrota al grupo entre los años 1972
y 1975. A falta de confirmaciones de May, no puedo afirmar que sea cierto o no
el sentido de este primer tema del disco.
Lo que sí se sabe, y me
resulta flipante, es que el alabado riff de “Tie Your Mother Down” fue
compuesto por Brian durante sus estudios en Tenerife, isla en la que vive este
que os escribe (el Blog es tinerfeño jejeje). Cabe recordar que el guitarrista
vivió por estos lares mientras se sacó el doctorado en astronomía en Tenerife.
De hecho, en algunas webs de fans de Queen se citan estas palabras de May sobre
la creación de la canción y su etapa viviendo en la isla custodiada por el
bellísimo Teide:
“Tie Your Mother Down se construyó
en torno a un riff que había estado probando durante mucho tiempo. Recuerdo
perfectamente dónde lo toqué por primera vez. Fue sobre aquella cresta
volcánica en Tenerife, cuando hacía los estudios de doctorado y tenía una
pequeña guitarra acústica que había comprado en Santa Cruz de Tenerife, donde
estábamos viviendo”.
“Recuerdo que toqué aquel riff y me
quede ahí sentado observando cómo el Sol descendía y parecía que cantaba al
compás. No es que tuviera una canción en aquel momento, solo tenía el riff y
algo así como un principio de melodía en la cabeza. Y, como te diría Paul
McCartney, tiendes a meter todas las palabras que se te ocurren antes de tener
tiempo de reflexionar. Así que estaba cantando Tie Your
Mother Down y pensando que no eran más que palabras improvisadas; por supuesto,
iba a cambiarlas. Pero se quedaron tal y como estaban”.
En “You Take My Breath Away” encontramos uno de los
mejores y más vistosos ejemplares de las capas de voces que distinguieron a
Queen (esa introducción es tan compleja como única en su esencia) y que se
aparece en diversos momentos del número. Pronto entra un piano y la canción
toma un tono operístico sobre el que Freddie Mercury nos regala una
interpretación absolutamente sublime, metiéndose en el papel del amado que ha
sido traicionado por su pareja. May entra con su guitarra, añadiendo, aun si
cabe, una mayor solemnidad al conjunto.
“Long Away” es una joyita escondida dentro del
catálogo de Queen. Esta pasa por ser la única pieza en la historia del grupo
que fue elegida como single siendo cantada por Brian May, siendo Freddie el
encargado de los coros más graves y Roger de los más agudos (buenísimas
aportaciones del rubio). Brian suena
meloso y, al mismo tiempo, triste, mientras nos habla abiertamente de la nostalgia
(“para cada estrella en el cielo hay un
alma triste aquí hoy”). Además, estamos ante un trabajo de guitarras muy rico,
ya que, además de las típicas líneas nacidas de su Red Special, incluyó
arreglos interpretado por una Burns de doce cuerdas. Me gusta y me recuerda a
la bellísima “’39” del “A Night In The Opera” (aquella está un peldaño por
encima), por su inspiración en los Beatles o los Byrds. Que no quede en el
olvido esta pieza, por favor.
Es innegable que Queen se inspiró en su legendaria
“Bohemian Rhapsody” para crear “The Millionaire Waltz” y esas transiciones de
Hard-Rock a momentos que rozan lo operístico. También notamos ese tono ligero y
propio de un musical que tan bien ejecutaron en “Seaside Rendevouz”. Además de
la estelar intervención de Mercury, no puedo dejarme atrás el vals que va
dibujando Brian May tras su guitarra al inicio del segundo minuto una melodía
de Vals y a la que va añadiendo progresivamente hasta 18 pistas diferentes que
nos hacen creer que tenemos delante una orquesta entera. Se inicia una pequeña
sección más dura y, nuevamente, casi al final del segundo minuto, un precioso
ritmo de vals nos hipnotiza. El final es operístico, con un piano omnipresente,
capas de voces y guitarras…¡maravilloso!
Sobre la letra, Freddie la escribió como un
homenajea a John Reid, el mánager del grupo que los había sacado de la
bancarrota y que, en otro orden de cosas, ayudo mucho a Mercury a descubrir su
verdadera orientación sexual.
John Deacon, además de ser un buen bajista (tampoco
un genio como otros), brilló por su alto nivel compositivo. Un buen ejemplo de
ello lo encontramos en la alegre “You And I”, un tema optimista, con buenas
guitarras y una auténtica exhibición vocal
y al piano de Freddie. No es la canción más memorable del grupo, pero
podría haber obtenido más reconocimiento, la verdad.
La idea original era que “Somebody To Love” alcanzara
las mismas cotas de popularidad que la ya por aquel momento adorada “Bohemian
Rhapsody”. No recuerdo si en las listas de éxitos lograron igualar o no los
resultados de dicho himno, pero no me cabe la menor duda de la grandeza
absoluta de una pieza bella y atemporal en la que Freddie canta con pasión y
dulzura, demostrando sin despeinarse por qué fue, es y será el cantante más
grandioso de la cultura contemporánea. Además, hay que rendirse ante el
bellísimo coro con pinceladas de góspel (atención a las aportaciones aquí de
Roger Taylor), mientras que Deacon y May juegan en un segundo plano en el que
construyen la base rítmica del número (bueno, y el solo de guitarra que tampoco
está nada mal).
Mucho se ha hablado de la letra de la canción. La mayoría
de teorías afirman, por un lado, que Freddie se inspiró en la lírica de su
adorada Aretha Franklin para escribir “Somebody To Love”, donde habría
terminado expresando su dolor por tener diferentes parejas de corta duración,
pero nadie realmente a quien amar como es debido. Por otro lado, también se
afirma que con esta letra se ponía en cuestión el papel de Dios en una vida
carente de todo tipo de amor. Sea como fuere, estamos ante un clásico
inolvidable de Queen.
Una de mis piezas favoritas del álbum es “White
Man”, una crítica directa hacia los abusos de los europeos contra los nativos
americanos cuando los primeros llegaron a sus tierras. May la escribió desde la
perspectiva de los indígenas, encarnando sentimientos de odio e indignación
ante el extranjero invasor y sanguinario. En los versos hay momentos de crudeza
propios del Heavy Metal, así como un riff incisivo más orientado al Blues-Rock
de los años 70 (siempre pienso en “Nobody’s Fault But Mine” de Led Zeppelin).
Roger Taylor suena genial, haciéndose notar durante un número creado para el
lucimiento instrumental.
“Hombre
blanco
Nuestro
país era verde y todos nuestros ríos anchos
Hombre
blanco
Viniste
con un arma y pronto nuestros hijos murieron
Hombre
blanco
¿No
das la luz a cambio de la sangre que has derramado?”
El buen gusto del grupo sale a relucir en el
operístico “Good Old-Fashioned Lover Boy”, uno de los temas que más
trascendieron de todo el LP. El piano de Mercury suena a los primeros discos de
Elton John, aunque Freddie con su voz llevara la pieza a su propio terreno
apoyándose, además, en las siempre calidad voces dobladas. Imperdible esta oda
al “amante a la antigua”.
Roger Taylor dio continuidad a su “I’m In Love With
My Car” del álbum anterior componiendo y cantando en este LP la rompedora
“Drowse”, escrita bajo una métrica de 6/8 en la que el ritmo folky
distorsionado y las voces con ligeros arreglos espaciales la hacen más bien
propia de un disco solista del batería que de Queen, aunque sea realmente
agradable de escuchar. Cabe señalar como
dato curioso, que este tema fue elegido como single para el mercado japonés.
Para finalizar tenemos la curiosísima “Teo Torriatte
(Let Us Cling Together)”, que compuso Brian May como un bello homenaje a los
fans japoneses del grupo, incluyendo una serie de versos interpretados
íntegramente en japonés. La canción en si es una bella balada de amor,
injustamente tratada, todo sea dicho, en la que el piano (esta vez interpretado
por May) y Freddie acaparan todo el protagonismo.
CONCLUSIONES
No era sencillo seguir la estela de un álbum
meteórico como “A Night At The Opera” y, aunque tal vez no llegue a los niveles
de excelencia de su predecesor, Queen nos regaló un disco sobresaliente donde
cada uno de sus músicas volvió a regalarnos su magia compositiva con números
tal vez no tan trascendentales a la larga, a excepción de “Somebody To Love” y
“Tie Your Mother Down”, pero que han terminado convirtiéndose en joyas
escondidas que todo oyente que escucha el disco termina adorando.
Partamos de que el disco
fue lanzado en pleno auge del Punk, con bandas clásicas readaptándose a los
sonidos del momento,…que Queen con un estilo tan variopinto siguiera bordándolo
en una época tan contraria a su filosofía solo me inspira sentimientos
positivos. Está claro que luego vendrían los “Radio Gaga”, los “Another One
Bite The Dust” y tantos temas algo más radiofónicos y, sin desmerecer, menos
elaborados, pero los Queen de 1977 vivieron y sonaron fieles a sus primeros
años como grupo. “A Day At The Races” es un regalo para cualquier rockero.
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