Jamás entenderé tanto odio a la etapa de Blaze Bayley con Iron Maiden. Y es que si tuviera que elaborar un listado de discos maltratados injustamente tanto por la crítica como por los seguidores, ese es el “X-Factor” de Iron Maiden. Tal vez no todos estaban preparados para el cambio, pero situaciones extremas requerían medidas extremas. Os pondré en contexto…
Seguramente en la
década de los 80, cuando Iron Maiden estaba en la cresta de la ola y, cual rey
Midas, convertían en oro cada una de las joyas que lanzaban (ahí están como
prueba de ello “The Number Of The Beast”, “Powerslave”, “Piece Of Mind”,
“Somewhere In Time” y “Seventh Son Of A Seventh Son”) pocos se atreverían a
imaginar al grupo con otro cantante que no fuera el mismísimo Bruce Dickinson,
su carismático y más célebre cantante por el cual profeso un amor y una admiración incalculables (para mí la
mejor voz del Metal junto a Halford y Dio), pero los tiempos vinieron como
vinieron y cuando este abandonó, Maiden tenía dos opciones: seguir o morir.
Como muchos sabrán, la
salida de Dickinson vino provocada por el malestar del vocalista con el grupo
y, por encima de todo, con Steve Harris, por la evolución sonora que habían
experimentado y la no inclusión de sus ideas en “Somewhere In Time”. Si a eso
le sumamos el bajo éxito comercial de “No Prayer For The Dying” y “Fear Of The
Dark”, la bomba terminó por estallar y Bruce, como había hecho Adrian Smith un
par de años antes, anunció su salida poco antes de iniciar una gira mundial ya
pactada. Dickinson estuvo en dicha gira (la cual no estuvo exenta de polémica
por los malos rollos con el resto de miembros) y se marchó, dejando al grupo
sin cantante e iniciando su carrera solista. No obstante, hay algo que la
mayoría de los seguidores en aquel instante ignoraba: el padre de Iron Maiden
no era Bruce, sino Steve Harris y este no quería dejar morir a su creación. Por
ello, se propuso iniciar una etapa nueva, con un sonido diferente y, por
supuesto, con un nuevo vocalista que tuviera su propio estilo. El elegido sería
un hasta aquel momento desconocido Blaze Bayley, quien militaba en Wolfsbane,
una decisión que no todo el mundo supo aceptar y que generó críticas mucho
antes de que la nueva música de Maiden viera la luz (así de injustos son
algunos).
Está claro que Blaze
suponía un cambio total, pero su aportación en “The X-Factor”, el décimo álbum
del trabajo, es encomiable. Este trabajo no se digiere fácil la primera vez que
lo escuchas si esperas encontrar algo parecido a los Maiden del pasado, pero
con el tiempo terminarás por darte cuenta de que estamos ante un LP
tremendamente ambicioso y cargado de grandes momentos instrumentales y vocales,
por no hablar de la habitual riqueza lírica que ya les distinguía en aquellos
tiempos y que en esta entrega se carga de un tono más oscuro y crítico.
Aunque su portada sea fea como pocas (nunca me ha gustado, lo siento), lo que encontraremos en su interior merece un análisis exhaustivo. No voy a entrar en polémicas ni comparaciones odiosas. Me limitaré a hablaros largo y tendido de cada canción del disco que mostró a los Maiden más progresivos que se recuerden.
Unos cantos gregorianos
la mar de siniestros nos dan la bienvenida al álbum por todo lo alto. Y es que,
señorías, nos encontramos desde el principio
con la canción más grande de la era Blaze. Estamos hablando de “SIGN OF
THE CROSS”, epopeya de 11 minutos de extensión que nació de la mente
privilegiada del Heavy Metal, Sir Steve Harris. Tras unos segundos con los
monjes ambientando el tema para su desarrollo posterior, emergen unas guitarras
oscuras, un bajo omnipresente y Nicko McBrain con una percusión solemne para,
de una manera asombrosa, dar paso a un debutante Blaze al que no le tiembla el
pulso para cantar con un tono oscuro y lento eso de “Once hombres santos amortajados, siluetas posadas contra el cielo, uno
enfrente con una cruz en alto vienen a lavar mis pecados” antes de que la
música rompa y entre el Heavy de verdad. Cañonazo absoluto en los versos y
estribillos, con unas líneas de guitarra que cabalgan sobre nosotros y que
permiten el lucimiento absoluto de un excelente Bayley tras el micrófono en ese
poderoso chorus (¿quién no se ha animado alguna vez a cantar eso de “THE SIGN
OF THE CROSS!!! THE NAME OF THE ROOOOSE!!!”?). Es la hora del intermedio, donde
los sonidos atmosféricos imperan durante unos instantes, hasta que McBrain
decide que es hora de meterle un par de marchas más al corte y empieza un épico
instrumental con solos, cambios y todo lo que amamos de Maiden antes de que la
estructura vuelva al inicio.
La historia de la letra es algo compleja ya que deja
algún dato un poco libre de interpretación como por ejemplo esos “once hombres
santos” a los que alude al principio (¿se referiría a los apóstoles de Jesús,
sin contar a Judas, tras la crucifixión de su maestro?). Todo parece indicar,
por el tono usado por el protagonista, que se trata de la agónica situación
vivida por un hombre al que la Inquisición ha decidido visitar ("Seis hombres santos envueltos se
mueven lentamente por el césped, el séptimo pasea al frente con una cruz en
alto en la mano") para “lavar
sus pecados” (“mi fe será puesta a prueba”). El personaje experimenta, según
podemos apreciar en algún verso (“¿por qué entonces Dios aún lo protege cuando
no lo merece?”), que tiene sus dudas sobre creer o no. El caso es que al final parece que él mismo
tiene asumido su final en la hoguera (“Van a estar rezando cuando llegue el
momento” y “Dios envíe su alma a descansar”), al igual que el triste personaje
condenado a morir en “Hallowed Be Thy Name”. Obviamente, por el estribillo, hay
que citar como una influencia importante en el desarrollo de la letra y de la
idea general, a Umberto Eco y su imperdible novela “El Nombre de la Rosa”, de
la cual se hizo después una película no menos famosa del año 1986 en la que
participaría el ya fallecido Sean Connery.
¡OBRA MAESTRA!
Un juguetón riff de wah-wah anuncia la llegada de
“Lord of the Flies”, otro de los pocos cortes trascendentes y que no cayó en el
olvido (o el maltrato) y que lleva la firma de la excelente dupla Gers-Harris.
Tras dicha introducción entra un riff más oscuro y ahí está nuevamente Blaze
con un registro grave que, aunque a muchos le cueste reconocerlo porque adoran
eso de rajar contra alguien, no se puede comparar con las habilidades de Bruce
ya que son completamente diferentes. Si nos olvidáramos de los “otros Maiden
del pasado” más a menudo apreciaríamos mejor el legado de este noble cantante
que se desvivió por la banda durante su corta estancia. Junto a “Man On The
Edge”, de la que luego os hablaré, esta canción es la más directa de toda la
obra y, por ende, fue elegida como segundo single de la misma. Destaco su
resultón estribillo, sus sabrosas guitarras (tal vez les falte un poco de
presencia) y una letra que, a título personal, me encanta por sus referencias
literarias al Señor de las Moscas de William Golding (sí, la que inspiró dos
buenas películas) en la que se alude al mal que reside en la naturaleza humana
y su aparición en situaciones que podríamos catalogar como extremas. A esta
idea volveré más tarde, cuando hablemos de “The Edge Of Darkness”, aunque su
inspiración naciera de otro sitio.
“Man On The Edge” tenía que ser, sí o sí, el primer
single de disco. Su sonido veloz y tremendamente accesible recordaba mucho al
de “Be Quick Or Be Dead”, una fórmula que difícilmente decepcionaría a sus
seguidores. Riffs veloces y malintencionados con ese regusto a Speed que me
encanta y una dinámica vocal muy enérgica del bueno de Blaze (¡cómo lanza esos
“Falling Down” en el estribillo!). Está claro que es un corte más simple, de
este disco el más pegadizo, pero cumple a la perfección y deja en todos un
sabor de boca muy placentero.
Inspirada en la película “Falling Down” que
interpretaron dos actorazos como Michael Douglas y Robert Duvall, la canción
nos habla de la podredumbre de las grandes metrópolis mundiales, de las
limitaciones del llamado “mundo civilizado”
y de cómo estas despiertan miles de situaciones que llevan a sus
ciudadanos a estar entre los límites de la locura y la cordura (“cada paso le
acerca a perder la cabeza”). Siento que esta letra podría relacionarse en
nuestros días con el preocupante incremento de las personas que han visto
afectada su salud mental (depresión, ansiedad,…), un problema que va mano a
mano con esta sociedad tan tóxica y que está en constante evolución.
A partir de aquí entramos en los terrenos más densos
y oscuros del disco, y probablemente en la carrera de Maiden. Una mezcla de
guitarras acústicas y eléctricas abren “Fortunes Of War” a través de arpegios
lentos y bellísimos a los que Blaze termina por sumarse casi susurrando,
tomando un papel dramático absolutamente desgarrador que va acorde con la
triste letra de la que en el siguiente párrafo os hablo con extensión. Pronto cambia la dinámica de la canción con
la entrada de McBrain y del bajo acústico de Harris para construir un corte más
denso y sólido, aunque no menos triste, en el que los pasajes se suceden hasta
acercarnos a las estrofas y un estribillo memorable (en ambas me quito el
sombrero ante Bayley). Después del primer “chorus” el bajo de Steve cabalga y
entran las guitarras gemelas marca de la casa
y, junto a estas, los correspondientes solos.
La guerra vuelve a cobrar protagonismo en el plano
lírico. Si en la colosal “Afraid To Shoot Strangers” se nos hablaba del miedo sufrido por un soldado cuando es enviado a otro país a combatir, en este caso hablamos
de las secuelas mentales que experimenta un soldado tras la guerra cada vez que
en su mente surgen recuerdos traumáticos y voces de desesperación. El campo de
batalla cambia a las personas. Por ello la soledad y otros problemas
psicológicos (“A veces despierto y siento
que mi espíritu está destrozado me pregunto si tendré la fuerza para continuar”)
emergen una vez que vuelven a la vida civil, por no hablar de la incomprensión por
parte de aquellos que nunca combatieron (“La gente dice "No te
preocupes", dicen que el tiempo es una cura perfecta, que las pesadillas
pasarán, pero no puedo escuchar lo que dicen. Vivo en mi propio mundo”). Esta
idea fue captada por Harris, quien siempre ha mostrado gran interés por la
historia bélica de la humanidad, plasmando, como ya sabrás a estas alturas,
algunas de las mejores letras (todas excelentemente documentadas) de la historia
del Metal. A fin de cuentas, ese personaje solitario que regresa de librar
batallas en el extranjero y que termina viviendo las consecuencias de ello en
su ciudad natal años después es otro tópico del cine que, al menos para mí, fue
representado como nadie por mi adorado Robert DeNiro cuando dio vida a Travis
Bickle en una película de culto como “Taxi Driver”.
Frente al dolor
inevitable del corte anterior, la banda nos invita a superar nuestros miedos
pasados con una canción no menos introspectiva y lograda en todos los ámbitos.
“Look For The Truth” abre acústica también, con un estilo algo gótico que
recuerda a lo que vendría años después con el regreso de Bruce y el sonido
imperante en “Dance Of Death”. Blaze aparece y canta nuevamente a partir de una
teatralidad envidiable, tirando de potencia en algunos momentos, justo antes de
que la canción evolucione y entremos en un ritmo más rápido y distorsionado en
el que estrofas y estribillos (este último acorde al tono más animoso de la
letra) cumplen sobradamente bien. Es una pena que la sección instrumental del
intermedio dure más bien poco, porque las guitarras suenan barrocas y bien
empastadas, con teclados añadidos y una sucesión de solos abrumadora. Como os
he dicho, el tema nos invita a romper con los traumas del pasado que nos
persiguen y no nos dejan vivir el presente.
Al contrario del resto
de canciones previamente reseñadas, y a modo de entender mejor esta canción,
voy a hablaros primero de la sentida letra de “The Aftermath”, pieza que siento
que merece mayor reconocimiento del que se la ha dado. En 1919 el poeta
Siegfried Sasson escribió un poema llamado “Aftermath” donde hablaba sin pudor sobre
el dolor de la guerra con estrofas como la siguiente:
¿Recuerdas
esa hora de estruendo antes del ataque?
Y
la ira, la compasión ciega que se apoderó de ti y te sacudió entonces
¿Mientras
observaba los rostros demacrados y condenados de sus hombres?
¿Te
acuerdas de las camillas dando bandazos con los ojos agonizantes y las cabezas
colgando, esas máscaras gris ceniza de los muchachos que alguna vez fueron
entusiastas, amables y alegres?
Casi ochenta años después, Harris tomaría su lápiz y
una hoja y, partiendo de tal escrito, se marcaría una nueva letra relacionada
con la guerra. En este caso nos muestra su tono más crítico y antibélico,
cuestionándose hasta qué punto son necesarios los conflictos entre países y el
derramamiento de sangre. Esto lo hace partiendo de las consecuencias físicas y
psicológicas que cualquier guerra conlleva para sus soldados, mencionando
algunos artilugios despiadados como el gas mostaza o el alambre de púas (ambos
por su uso histórico nos dan pistas de que se trata de la I Guerra Mundial,
aunque no se explicita).
Entrando de lleno en lo musical, la canción vuelve a
abrir de manera acústica, con unos arpegios desoladores sobre los que una
guitarra puntea con mayor distorsión, aunque rápidamente la pieza muta a un
medio-tiempo más hardrockero sobre el que Blaze clava una interpretación que
siempre me ha fascinado. La banda avanza sólida, como una máquina de
destrucción, sin acelerar en ningún momento durante los versos, añadiendo un
tono casi marcial a la canción. Después del segundo estribillo, Bayley se crece
aún más si cabe y lanza unos épicos “After the war / Left feeling no-one has
won / After the war / What does a soldier become?” que canta con un sentimiento
enorme. Posteriormente se viene un interludio atmosférico curioso en el que
poco después desarrollan los solos (atención a la velocidad y al virtuosismo de
los mismos) al mismo tiempo que Harris y Nicko crean una punzante base de bajo
y batería.
"En
el lodo y la lluvia
¿Por
qué están luchando?
¿Es
un mérito el dolor?
¿Es
un mérito morir por eso?
¿Quién
llevará la culpa?
¿Por
qué hicieron una guerra?
Las
dudas vendrán otra vez
¿Debemos
pelear por nada?"
“Judgement of Heaven” imprime un poco más de
velocidad al disco con una onda guitarrera más animada, doblada y potente en la
que nos encontraremos con un notable estribillo que no podéis perderos. Me
gusta el ritmo martilleante de los versos, que Blaze disfruta cantando, al
igual que el mencionado estribillo, donde saca sus registros más agudos
(atención al pequeño grito que lanza al final).
Líricamente la banda nos habla ahora sobre las dudas existenciales que
nos surgen a todos a lo largo de la vida sobre el sentido de la misma, así como
sobre qué hay más allá de la muerte. Harris se dirige a Dios y le pide que
demuestre que realmente existe contándole qué le deparará su destino. Aquí hay
pesimismo a raudales, pero también algunas preguntas interesantes como el hecho
de que si cambiaríamos algo de nuestra vida si se nos diera la oportunidad de
volver a vivir.
"Y
si hay un Dios, entonces responde a mi esperanza
Cuéntame
de mi destino, cuéntame de mi lugar
Dime
si alguna vez voy a descansar en paz"
Mucha atención al siguiente número. Steve nos
introduce a un nuevo tema con un extenso solo de bajo donde nos demuestra por
qué es uno de los mejores con su instrumento. Pronto se unen sus compañeros y,
ahora sí, entramos de lleno en la maravillosa “Blood on the World’s Hands”, una
canción lírica y musicalmente impactante. Blaze toma el rol de narrador,
rugiendo mientras nos habla de un mundo fuera de control. Las guitarras avanzan
a medio gas, sin correr, disfrutando de una diabólica travesía a la par que el
bajo y la batería. Poco antes de llegar a los tres minutos, emerge una sección
instrumental apoyada en teclados muy original, así como un despliegue solista
de Gers y Murray a la altura de lo que ambos guitarristas, junto a Adrian
Smith, han cosechado en todos estos años. Blaze vuelve para cantarnos el
estribillo casi como si de un himno se tratara, mientras las guitarras lo
emulan con un punteo que parece invitarnos a que lo coreemos con todas nuestras
fuerzas.
La letra, como muchos habréis adivinado, habla de la
guerra una vez más. En esta ocasión se alude a un conflicto reciente como la
Guerra de Bosnia, acontecida entre los años 1992 y 1995, describiendo el horror
y la brutalidad que se concentraron en este pequeño lugar. Harris raja contra
la masacre indiscriminada de gente, pero también ante el inmovilismo del resto
de países del mundo que, en vez de actuar, observa el desastre desde sus
acomodados puestos (“Parece que nadie se
preocupa, el mundo parece impotente para actuar”) y a ese estilo de vida
occidental en el que se confía demasiado en que no volveremos a tropezar con
las mismas piedras de totalitarismo y violencia de antaño ("la seguridad de un mundo que lleva un día a
otro asesinato, en algún lugar hay alguien que muere de hambre, otra salvaje
violación"). Y es que tanto en la Guerra de Bosnia como todos los
conflictos sufridos en los Balcanes demostraron que ni siquiera dos sangrientas
Guerras Mundiales sirvieron para que aprendiéramos a vivir en paz (cabe
recordar que se abrieron campos de concentración, como el de Čelebići, para
llevar a cabo limpiezas étnicas y violaciones en masa). Más que una letra,
estamos ante un baño de realidad.
"Brutalidad
y Agresión
Mañana
otra lección
Anticipando
otro ataque aéreo
Rezando
por un cese al fuego
Ellos
dicen que las cosan van mejorando
No
necesitan ser complacientes
Hay
caos a lo largo de la frontera
Un
día podría pasarnos a nosotros"
Siempre hemos dicho que
Iron Maiden es el mejor profe de historia que puedes encontrar en el Heavy
Metal, pero también diría que es el mejor profesor de Historia del Cine posible, ya que son tantas y tan variadas sus
referencias al séptimo arte que es imposible no sentirse convencido tras leer
un par de sus letras a ver algunas de las pelis que han inspirado su música.
Una de ellas es “Apocalypse Now”, otro film de culto dirigido por Coppola y que
inspiró el siguiente número del disco, titulado “The Edge Of Darkness”. Y es
que esta canción me gusta tanto como el olor a Napalm por la mañana (si has
pillado la referencia somos amigos) con una nueva exhibición de los británicos
de tonos oscuros y elegantes. En un inicio escuchamos el sonido de las hélices
de varios helicópteros (referencia descarada a la película) que comparten
protagonismo con unas preciosas guitarras y un omnipresente bajo de Harris que
no tardará en regalarnos una de sus típicas cabalgadas. Sé que lo he mencionado
en casi todas las canciones del álbum,
creo que es necesario para no olvidarlo, pero me parece encomiable el trabajo de Blaze,
cantando en un inicio más suave para terminar desgañitándose con valentía y
esos dotes actorales que se necesitan para cantar en Iron Maiden. Las guitarras
puntean con magia durante toda la canción, rematando su labor en un solo de
Twin Guitars que ubicaría entre mis favoritas de esta entrega.
La letra nos lleva
directamente a Saigón, ciudad sumida en el caos por la terrible Guerra de
Vietnam, y al viaje que un soldado emprende hasta un río ubicado en una selva
para buscar al descrito en la letra como un “genio loco” que, como se
mencionaba también en la letra de “Lord Of The Flies”, se ha dejado llevar por
el salvajismo innato de los seres humanos cuando vivimos situaciones de riesgo.
Este genio es una referencia clara al general Kurtz, interpretado por ese
monstruo de la actuación llamado Marlon Brando.
El final se acerca.
“2.A.M.” también cumple con la estructura repetida durante el disco, con un
inicio completamente melódico y una posterior explosión, aunque esta vez quede
más bien en un “medio tiempo”. Blaze canta con clase, encarnando a un hombre
sumido en una grave depresión que tiene su origen en la frustración que le
causa saber que está condenado a una vida rutinaria y sin buenas sensaciones.
La base de bajo y batería golpean con maestría durante toda la canción,
mientras que el momento de mayor protagonismo de las guitarras vendrá con los
solemnes punteos solistas de la zona intermedia del corte. A mí esta canción
siempre me ha parecido de notable alto, aunque, como la mayor parte del disco,
ha quedado en el olvido.
"La vida parece tan patética;
desearía dejar todo atrás
Esta silla de lona, esta cama,
estas paredes que caen sobre mi mente
Aferrarme a algo mejor que
arrastrarme a través de la basura
¿Dejarlo ir o continuar? Y tratar
de llevar la herida"
Terminamos con ocho
minutos que parecían anunciar lo que estaba por llegar en el futuro. “The
Unbeliever” fue hasta aquella fecha el tema más Progresivo de Iron Maiden (no
hay más que escuchar la rápida coordinación de instrumentos que acontece sobre
los 20 primeros segundos para pensar que te encuentras ante un tema de Rush).
Sin duda, una canción no hecha para todo el mundo por su tono innovador, con
secciones excesivamente complejas y, en muchas ocasiones, arrítmicas, aunque
también haya hueco para riffs y golpes de bajo-batería marca de la casa. Sobre
el minuto 2:15 me encantan los rugidos de Blaze con una serie de versos que
siempre se inician con un “All My Life…!”. Imperdible también el in crescendo
que surge sobre el 3:30 a partir de unos incendiarios golpes de bajo a los que
se va sumando el resto del grupo de manera escalonada. Harris quería iniciar
una nueva etapa con el grupo tras la salida de Bruce y este corte lo pone de
manifiesto. Como sucedió en “The Final Frontier”, no todo el mundo supo
apreciar la innovación propuesta por Maiden.
Sobre su letra, aunque
es una interpretación que he hecho, siento que la canción habla no solo de
alejarse de toda fe, sino de la incapacidad del ser humano por examinar su
interior, viviendo, por ello, en una mentira y creándose un concepto erróneo de
sí mismo.
“Toda mi vida me he escapado
Toda mi vida he tratado de
esconderme
¿Tienes miedo de mirar dentro de tu
mente?
¿Estás preocupado por lo que
encontrarás?
¿De verdad quieres afrontar la
verdad?
¿Importa ahora, qué tienes que
perder?”
No
todo el mundo supo aceptar el hecho de que Bruce no estaba y las críticas
Maiden por este hecho fueron demasiadas, y la mayoría excesivas para un Blaze
que había demostrado un poderío vocal tremendo. Uno de los episodios más
desagradables y que mejor documentan este periodo convulso se produjo durante
un concierto en Chile del año 1996 cuando, durante la interpretación de “The
Trooper” (clásico que exigía a Blaze de unos agudos algo alejados de su estilo…tal
vez si la banda hubiera tocado en otra tonalidad…), alguien comenzó a hacer
escupir al vocalista desde la primera fila, provocando durante toda la canción
el enfado de este y Harris (también alcanzó algún salivazo), quienes optaron
por quedarse durante la canción tocando delante del mencionado energúmeno con
una mirada desafiante. Una vez finalizada, Blaze no dudó en insultarle y
Harris, tras lanzar su bajo, hizo gestos de muerte a dicho seguidor, quien
termina siendo expulsado por la seguridad del recinto.
Hay
que volver con más frecuencia a escuchar las diferentes etapas de Iron Maiden.
La era de Blaze, aunque corta e irregular, nos trajo este trabajo de altísimo
nivel y de una ambición envidiable. A fin de cuentas, Harris se negaba a matar
a su criatura y decidió mantenerla con vida con un vocalista completamente
rompedor. Las 11 canciones del “X-Factor” esconden grandes momentos de técnica
vocal e instrumental, por no hablar de las siempre excelentes letras, pero
puedo entender que no todo el mundo “soporte” la densidad general que impregna
cada pieza. Para mí con los años este disco ha crecido hasta llegar a un
merecido sobresaliente (9) y me ha confirmado eso de que no se puede concebir
la historia de Maiden sin hablar de Blaze. Claro que luego llegaría “Virtal
XI”, que sí supondría un bajón cualitativo considerable para lo que esperamos
de estos muchachos, y una gira accidentada en la que Bayley demostró sufrir más
que en el estudio, teniendo que cancelar numerosas fechas por sus problemas de
garganta. Pero estamos hablando aquí del “X-Factor” y no me cabe la menor duda
de que es un álbum enorme. Lo voy a decir así de simple: había que tener los
cojones bien grandes para tomar el puesto de cantante tras Bruce Dickinson y
Blaze lo hizo.
Realmente un buen disco, despues de 25 años lo puedo disfrutar, en su momento por supuesto no me gusto, y...tampoco le di demasiadas oportunidades, hoy, a diferencia de aquel tiempo donde Bayley realmente me parecio un vocalista malo, creo que sin llegar a serlo, nunca estuvo a la altura de la banda ( o mejor dicho, a la altura del estilo, creo humildemente que se desempeñaria mejor en otras ramas dentro del rock). Pero volviendo al disco siento que tiene muy buenos momentos, con canciones que se podrian incluir hoy dia en directo, y en cuanto al audio del disco creo que es alucinante, un sonido seco, pero muy disfrutable, propio de los 90s.
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