Lo sé. He tardado mucho en traer algo de King Diamond o Mercyful Fate a este Blog, pero aquí está mi redención. Y no se me ocurría una forma más épica de hacerlo que rescatando una obra que, personalmente, adoro y podría llegar a considerar “mi preferida” de estos legendarios daneses. Hablo de ese monumental “Melissa”, el debut oficial del grupo que vio la luz en 1983 a través de Roadrunner y que sirvió para presentar definitivamente en sociedad a una de las bandas más trascendentales en la revolución sufrida por el Metal durante los años 80.
Tras
un primer EP homónimo que adoro (si fuera un LP dudaría seriamente en ponerlo a
la altura de este “Melissa”) y que vio la luz en 1982 con una colección de
cuatro temazos, el grupo se reunió en los Easy Sounds Studios de Copenhagen con
el productor Henrik Lund para, en 12 días, dar cuerpo y grabar siete
composiciones que, en su mayor parte, databan de tiempos previos a la fundación
del grupo. Como muchos saben, el peso compositivo recayó sobre Hank Shermann,
un dios del Metal (así de claro os lo digo), mientras que las letras fueron
cosa de un no menos genial Kim Bendix Petersen, nuestro querido King Diamond. Completan
la formación, como ya sabréis, Michael Denner, otro fenómeno de la guitarra, el
eterno Timi Hansen al bajo y Kim Ruzz a la batería.
Con
semejante frase nos daba la bienvenida a esta pesadilla sonora el joven King
Diamond. Efectivamente, estamos hablando de “Evil”, mítico tema de los Mercyful
Fate que abre el disco entre baquetazos de Speed y unas guitarras deudoras de
las bandas que encabezaron la NWOBHM. Nuestro querido King está pletórico,
empleando todos los registros posibles y tan personales que terminaron por
convertirle en uno de los cantantes insigne del género. Sobre el pequeño cambio
que experimenta la canción en el segundo minuto (a partir del 2:20), con unas
guitarras más sólidas y hasta “hardrockeras” que terminan por animarse a
marcarse un extenso solo de guitarra que va de menos a más en cuanto a
velocidad, pero que se mantiene constante en cuanto a calidad. Joyita
imperecedera.
“Sabes que mi único placer
Es escucharte llorar
Me encantaría escucharte llorar
Me encantaría sentirte morir
Y seré el primero
En asistir tu funeral
Y seré el último en irme
Me encantaría escucharte llorar”
Como
he dicho, las secciones de guitarra de Hank son caviar puro durante todo el
disco y una buena prueba de ello es la introducción de otra “imprescindible”
del grupo como “Curse Of The Pharaons”, una canción breve que, pese a ello,
llama la atención por la variedad de propuestas guitarreras que propone junto a
Denner y que parecen sintetizar de manera fenomenal el sonido de aquellos
tiempos (son tantas las bandas que terminaron naciendo a partir de riffs como
los mostrados en estas canciones…). Llegados hasta este punto del escrito creo
que puedo afirmar con argumentos suficientes que el gigante Shermann nunca ha
sido valorado como realmente merece.
“No toques, nunca jamás robes
A menos que estés ahí para
rematarlos
O serás golpeado por la maldición
de los faraones
Sí, te golpearán y la maldición
caerá sobre ti”
Adoro
la introducción arpegiada de “Into The Coven” que tanto recuerda a algún que
otro clásico de Metallica como “Batery” o “Fight Fire With Fire”. Eso sí, el
ritmo cambia rápido cuando ese trío de instrumentos tan bien empastado entra en
acción con especial fuerza tanto en la batería de Kim como en esos golpes de
bajo tan mágicos del bueno de Timi. Poco tiempo después nos daremos cuenta, una
vez más, de la monumental voz que posee King, llegando a esas notas agudas tan
complejas para la mayor parte de los mortales. Sin embargo, para mí el amo y
señor de la canción (y ya es un decir ante semejante propuesta de cada
integrante) es Hank por la manera en que puntea, dibuja riffs sobre su guitarra
(acompañado también por Michael) y, a fin de cuentas, marca el devenir de una
canción llena de cambios y que es pura perfección. Cabe señalar que esta pieza
despertó una gran polémica por su satánica letra, siendo perseguida por
numerosas asociaciones de padres que temían que las mentes de sus hijos fueran “satanizadas”
por el ocultismo de estos jóvenes melenudos (¡menos mal que los tiempos han
cambiado mucho!).
“Aúlla como un lobo
Y una bruja abrirá la puerta
Sígueme y conoce a nuestra Suma
Sacerdotisa
Ven, entra en mi aquelarre
Y conviértete en el hijo de
Lucifer”
Os
hablaba antes de las influencias de la New Wave británica en el sonido de
Mercyful Fate y pienso que “At The Sound
Of The Demon Bell” da buena cuenta de ello con una propuesta donde hay momentos
en los que no paro de pensar, por ejemplo en Judas Priest, pero con esos toques
diabólicos tan propios de estos nórdicos. Casi al final del primer minuto
Shermann y Denner nos regalan un nuevo punteo, este más pegajoso (me recuerda
al de “A National Acrobat” de Black Sabbath), sobre el que termina emergiendo
un nuevo solo para el recuerdo.
“Escucho una campana
Un sonido del infierno, la campana
del demonio
Veo una luz en la sombra entre las
tumbas
Balanceando su espada de odio hacia
las puertas del cielo
"Beelzebú, Astaroth ... tráeme
al diablo"
Y mientras dice estas palabras, no
puedo creer lo que veo
Sobre una cruz ardiente
Está el "Señor" Jesús,
Satanás está arriba
Debe ser una vergüenza
Ver al Señor caer de nuevo”
“Black
Funeral” no necesita llegar hasta los tres minutos de extensión para
convertirse en una canción de proporciones épicas. Timi Hansen se marca una
línea de bajo tan contundente como necesaria para aportar mayor oscuridad a una
de las canciones más macabras del LP. King vuelve a estar sensacional y, como
viene haciendo desde que empezó el disco, no duda en desplegar todo su arsenal
de voces para aplicar a cada sección del tema ese feeling tan teatral que lo
caracteriza.
“Trae la caja negra al altar
Ahora levanta tus manos y canta
Oh, ¡ave Satanás!, sí ¡ave Satanás!
Dejen sus espadas, la estrella
malvada
Es un funeral negro
Ella fue una víctima de mi
aquelarre”
¿Es
“Satan’s Fall” la mejor composición de Mercyful Fate? No seré yo quien lo
afirme o lo niegue porque es algo subjetivo, pero, desde luego que es una de
ellas, así como seguramente su más ambicioso experimento. Estamos hablando de
una canción de más de once minutos de extensión que de un modo casi operístico
(King Diamond aquí es garantía de éxito porque pocos en el Metal poseen la
teatralidad de este semidiós danés) nos narra una historia algo difícil de
interpretar ya que encuentro elementos donde se alude directamente a la Biblia
Satánica, pero también se lanza una crítica a las formas de actuar de muchos
cristianos que han tomado el nombre de Dios a su antojo. Sea como fuere, esta
historia se desarrolla a partir de una estructura cambiante, donde cada músico
deja su sello impreso para la historia con una técnica envidiable: Timi hace lo
que le da la gana al bajo, Kim marca cada cambio con una envidiable precisión
tras la batería (poco se habla también de la clase de este caballero) y, por
supuestísimo, la dupla Hank-Michael nos hace partícipes de uno de los mayores
despliegues de guitarra que se recuerden en esa gloriosa época, con una
variedad de riffs tan única, tan diversa (hay momentos melódicos, otros más
afilados que el acero,…), tan trascendental y necesaria para el nacimiento de
tantas y tantas bandas…¡y si me detengo en la calidad de cada punteo no
termino!
“Los puños de hierro no harán
ningún efecto contra los ojos malvados
De los siete santos predicadores
del infierno, ni siquiera lo intentes
Ahora cruzan el río Estigia y ven
cómo el castillo se eleva tan alto
Esperando en la otra orilla a que
llegue Caronte”
Un
arpegio constante, una guitarra que puntea y llora…así se inicia el fin. Es
“Melissa” señorías, una obra maestra en la que el cuarteto hace una síntesis de
todos los sonidos abarcados a lo largo del disco entre melodías pegadizas,
riffs eléctricos, ese dramatismo emergente de la voz de King, una excelente
base de bajo y batería, punteos de valor incalculable,… . Como muchos sabréis,
esta supone el inicio de la “Melissa’s Trilogy” en la que King Diamond encarna
a un dolido hechicero que llora el asesinato de una bruja llamada Melissa a
manos de un cura, así como jura venganza
por ello. Las otras dos canciones que completarían la trilogía serán “Come To
The Sabbath” (“Don’t Break The Oath”) y la más moderna “Is That You, Melissa”
incluida en el potente “In The Shadows” de 1993. TEMAZO.
“Prometo vengarme del sacerdote
El sacerdote debe morir
Debe morir en nombre del infierno
Melissa, ¿puedes oírme?
Melissa, ¿estás ahí?”

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