Recuerdo como si fuera ayer aquella veraniega tarde en la casa de campo de mi familia inmerso en una especie de búsqueda del tesoro entre estanterías y cajones. Concretamente, estaba ojeando las que contenían vinilos que habían pertenecido a mis padres, tíos y abuelos. Fue en un momento dado cuando a mi mano llegaron como una sagrada trinidad el “Made In Japan” de Deep Purple, el “Seconds Out” de Genesis (a estos dos los tenía yo más que requeteescuchados a mis 12 años de edad) y un, hasta aquel momento desconocido, “Live! In Europe” de un tal Rory Gallagher que no me sonaba tanto como el resto de músicos con los que compartía cajón. Ante la mirada de incredulidad de mi padre por no conocer a este guitarrista irlandés esa misma tarde tuve el honor de escuchar por primera vez dicho álbum en vivo y, desde entonces, mi relación con Rory ha sido muy diferente.
Soy de los que defiende que el directo es el que confirma la valía de una banda ya que uno nunca sabe cuánto hay de cierto y de arreglo cuando se trata de un álbum de estudio. Los mencionados álbumes de Deep Purple y Genesis, pero también otros trabajos icónicos como el “Alive” de Kiss, el “Live And Dangerous” de Thin Lizzy, el “Pulse” de Pink Floyd, el show en Budokan de Cheap Trick, el “Alchemy” de los Dire Straits o el “Live At Leeds” de The Who, muestran con absoluta veracidad la grandeza de todas estas agrupaciones tanto en el estudio como en el directo. Hoy, con este escrito, vengo a reivindicar a Rory Gallagher, un músico a la altura de todos los citados, y su “Live! In Europe”, ya que, al menos para mí, también es merecedor de entrar en la lista de mejores álbumes en vivo de la historia.
En 1972 Rory Gallagher ya se había labrado una reputación como vocalista y, por encima de todo, como el guitarrista más prometedor de Irlanda tras su papelón junto a Taste y el lanzamiento de sus dos primeros álbumes de estudio (“Rory Gallagher” y “Deuce”), los cuales considero de escucha obligada. Con este panorama el icono de Ballyshannon decide aventurarse en una gira por diferentes países europeos donde derrochará toda su magia ya sea en pequeñas salas de conciertos o algún estadio. Fue aquí donde se filmó el “Live! In Europe”, un disco en vivo imperdible que, además de mostrar lo bien que funcionaban los temas propios del artista (llama la atención que solo tocara dos en cada show), su facilidad y creatividad para regrabar viejos clásicos del Rock y del Blues más tradicional llevándolos a su terreno.
El concierto abre por todo lo alto de la mano de una versión muy personal, y que Rory terminó por hacer suya, del “Messin’ With The Kid” de Junior Wells. Mira que he escuchado versiones de dicho tema y ninguna me hace desmadrarme tanto como esta. Acompañando a su voz inconfundible, Rory puntea y nos regala un par de solos que crearon escuela. El irlandés no basaba solo sus presentaciones en vivo en ofrecer al público un buen set de piezas ejecutadas al máximo nivel, sino que también lograba llenar a los asistentes de una adrenalina que en ningún momento bajaba desde que el show comenzaba hasta que terminaba. Y eso es algo que hace grande al “Live! In Europe”. No hay ninguna canción que puedas dejar de escuchar cuando reproduces el disco porque es absolutamente perfecta.
Como dije antes, son solo dos las canciones incluidas en este material que llevan la firma del propio Rory. Concretamente hablo de “Laundromat” (una de mis favoritas del irlandés dentro de su extenso legado) e “In Your Town”, dos piezas que muestran la técnica sobrenatural que Gallagher atesoraba en sus dedos. Sobre la segunda me gustaría decir que es una absoluta gozada que, para nuestra fortuna, se alarga hasta los casi 10 minutos de duración conteniendo en su interior una extensa sección de guitarra extremadamente adictiva, así como una impecable interpretación de los versos en el apartado vocal que vienen siempre acompañado por pequeños fraseos tras el mástil. Esto es caviar musical del bueno.
"Pistol Slapper Blues” trae la calma al LP. Y es que esta versión del tema de Blind Boy Fuller nos permite conocer la versión más folky del irlandés, quien no duda en hacer virguerías tras la guitarra, arpegiando y punteando como un poseso durante poco más de dos minutos.
El resto de canciones que componen la obra son viejas canciones tradicionales, las cuales he querido agrupar para darle cierto orden al disco. En primer lugar tenemos una pieza bastante conocida de Blues que Rory interpretó hasta la saciedad como es la enorme” I Could've Had Religion”, la cual planta cara, sin duda, a la no menos espectacular versión que el propio guitarrista grabó por esa misma época en las sesiones del Beat Club. Rory aquí no solo se luce con el instrumento (el despliegue de arte sobre el mástil es de locos), sino que muestra sus dotes como vocalista de Blues-Rock, sus géneros favoritos. Tanto la mencionada pieza como “Going To My Hometown”, la siguiente versión que nos encontraremos, son ya más relacionadas con Rory que con la música tradicional americana. Esta pieza es una auténtica locura sonora ya que Gallagher deja a un lado la guitarra para sacarle brillo a la mandolina y tocarla con tal fiereza que parece una Fender sin distorsión. El público se entrega aplaudiendo y siguiendo los compases marcados por el bombo de la batería de Wilgar Campbell, mientras Gallagher se desgañita y, de vez en cuando, se marca unos rugidos que, de alguna forma, me recuerdan a los de Janis Joplin (si escuchas la canción me entenderás).
En la reedición de 1999 se incluyeron también dos versiones de música tradicional de “What In The World” y “Hoodoo Blues” que no termino de entender por qué no aparecieron en la versión original del mismo con lo exageradamente buenas que son. No descartaría que el motivo fuera que el sonido de la grabación no es tan nítido como el de las canciones incluidas en la versión original, aunque es solo una hipótesis. La primera es casi en su totalidad instrumental (ya podéis imaginaros que esto es sinónimo de un nuevo regalo sonoro en forma de punteos) y cuenta con unos arreglos de armónica seductores, mientras que “Hoodoo Blues” es un Blues más prototípico que Rory sabe endulzar entre licks y pequeñas dosis de magia.
El disco termina con la misma grandeza con la que empezó de la mano de “Bullfrog Blues”, un rock ‘n’ roll de toda la vida (con pequeño solo de batería incluido) que también fue versionado en su momento por Canned Heat y no les quedó nada mal, aunque personalmente me quede con el de Rory. Un final festivo para una obra que alcanzaría la novena posición en las listas de ventas británicas, siendo este su único Top 10 en cuanto a charts se refiere, y siendo certificado como disco de oro ese mismo año por sus más de 100.000 copias vendidas.
Ante discos así uno solo puede quitarse el sombrero, desempolvar el vinilo y volverlo a poner una vez más. 
Soy de los que defiende que el directo es el que confirma la valía de una banda ya que uno nunca sabe cuánto hay de cierto y de arreglo cuando se trata de un álbum de estudio. Los mencionados álbumes de Deep Purple y Genesis, pero también otros trabajos icónicos como el “Alive” de Kiss, el “Live And Dangerous” de Thin Lizzy, el “Pulse” de Pink Floyd, el show en Budokan de Cheap Trick, el “Alchemy” de los Dire Straits o el “Live At Leeds” de The Who, muestran con absoluta veracidad la grandeza de todas estas agrupaciones tanto en el estudio como en el directo. Hoy, con este escrito, vengo a reivindicar a Rory Gallagher, un músico a la altura de todos los citados, y su “Live! In Europe”, ya que, al menos para mí, también es merecedor de entrar en la lista de mejores álbumes en vivo de la historia.
En 1972 Rory Gallagher ya se había labrado una reputación como vocalista y, por encima de todo, como el guitarrista más prometedor de Irlanda tras su papelón junto a Taste y el lanzamiento de sus dos primeros álbumes de estudio (“Rory Gallagher” y “Deuce”), los cuales considero de escucha obligada. Con este panorama el icono de Ballyshannon decide aventurarse en una gira por diferentes países europeos donde derrochará toda su magia ya sea en pequeñas salas de conciertos o algún estadio. Fue aquí donde se filmó el “Live! In Europe”, un disco en vivo imperdible que, además de mostrar lo bien que funcionaban los temas propios del artista (llama la atención que solo tocara dos en cada show), su facilidad y creatividad para regrabar viejos clásicos del Rock y del Blues más tradicional llevándolos a su terreno.

Como dije antes, son solo dos las canciones incluidas en este material que llevan la firma del propio Rory. Concretamente hablo de “Laundromat” (una de mis favoritas del irlandés dentro de su extenso legado) e “In Your Town”, dos piezas que muestran la técnica sobrenatural que Gallagher atesoraba en sus dedos. Sobre la segunda me gustaría decir que es una absoluta gozada que, para nuestra fortuna, se alarga hasta los casi 10 minutos de duración conteniendo en su interior una extensa sección de guitarra extremadamente adictiva, así como una impecable interpretación de los versos en el apartado vocal que vienen siempre acompañado por pequeños fraseos tras el mástil. Esto es caviar musical del bueno.
"Pistol Slapper Blues” trae la calma al LP. Y es que esta versión del tema de Blind Boy Fuller nos permite conocer la versión más folky del irlandés, quien no duda en hacer virguerías tras la guitarra, arpegiando y punteando como un poseso durante poco más de dos minutos.

En la reedición de 1999 se incluyeron también dos versiones de música tradicional de “What In The World” y “Hoodoo Blues” que no termino de entender por qué no aparecieron en la versión original del mismo con lo exageradamente buenas que son. No descartaría que el motivo fuera que el sonido de la grabación no es tan nítido como el de las canciones incluidas en la versión original, aunque es solo una hipótesis. La primera es casi en su totalidad instrumental (ya podéis imaginaros que esto es sinónimo de un nuevo regalo sonoro en forma de punteos) y cuenta con unos arreglos de armónica seductores, mientras que “Hoodoo Blues” es un Blues más prototípico que Rory sabe endulzar entre licks y pequeñas dosis de magia.
El disco termina con la misma grandeza con la que empezó de la mano de “Bullfrog Blues”, un rock ‘n’ roll de toda la vida (con pequeño solo de batería incluido) que también fue versionado en su momento por Canned Heat y no les quedó nada mal, aunque personalmente me quede con el de Rory. Un final festivo para una obra que alcanzaría la novena posición en las listas de ventas británicas, siendo este su único Top 10 en cuanto a charts se refiere, y siendo certificado como disco de oro ese mismo año por sus más de 100.000 copias vendidas.
Ante discos así uno solo puede quitarse el sombrero, desempolvar el vinilo y volverlo a poner una vez más.

Comentarios
Publicar un comentario