La década de los 70 no terminó nada mal para Rory Gallagher gracias a la buena recepción (y el nivel de calidad) de su álbum “Top Priority”, así como el lanzamiento de un más que notable álbum en vivo como “Stage Struck”. Sin embargo, la nueva década comenzaba con una baja importante como era la marcha del batería Ted MacKenna, quien había estado en gran parte de los álbumes del irlandés, siendo sustituido por Brean O’Neill. Un problema mayor, por lo que a la larga supondría para nuestro protagonista, es el abandono del sello Chrysalis Records y el inicio de las hostilidades con numerosas discográficas para lanzar su próximo álbum. “Jinx”, que sería el nombre escogido para este nuevo LP, pudo ver la luz gracias al acuerdo, más o menos rápido en comparación con lo que pasaría un tiempo después, con los sellos Budda Records y Mercury.
Para este nuevo lanzamiento, además de mantener el formato power trío, Rory también contará con Bob Andrews para echarle una mano tras los teclados en algún que otro tema. El perfeccionismo del guitarrista, que era otro aspecto que trajo conflicto con las discográficas, llegó hasta el punto de convertirse en el productor único y absoluto del disco...y no le quedó nada mal siendo justos.
Ya desde la inicial “Signals” (nada que ver con Rush, ¿eh?) nos damos cuenta de que las cosas seguían más o menos su curso y Rory no había tomado la extraña decisión de cambiar su estilo tras una buena ristra de grandes álbumes. Tema muy accesible y guitarrero sobre el que nuestro querido irlandés no necesita hacer grandes esfuerzos para conquistar al personal. Me encanta el solo punzante que posee el tema, así como la base de bajo y batería creada por Gerry y el recién llegado Brendan que sigue sonando igual de efectiva que cuando estaba Ted tras los parches. El diablo pareció obligar a Rory a escribir el siguiente tema del disco, titulado “The Devil Made Me Do It”, el cual parece una continuación de la pista anterior. Rápida, sin ningún atisbo de frenar la marcha y, ya de paso, algún que otro guiño a su amado Blues-Rock. Breve pero sobradamente convincente.
Con “Double Vision” (no confundir con el tema de Foreigner jeje..¡vale ya lo dejo!) reaparece la faceta más bluesera del músico, la cual no estuvo tan presente en el sobresaliente “Top Priority”. No es una canción extremadamente compleja, pero posee ese feeling sureño a lo ZZ Top que me resulta irresistible (el solo podría haberlo facturado Billy Gibbons).
Nuestro Rory se nos pone sensiblero y se marca, sin previo aviso, una mayúscula balada con cierta atmósfera Blues y Folk titulada “Easy Come, Easy Go” en la que su voz y su guitarra terminan formando en nuestra mente una representación de lo que debe ser el paraíso seguramente.
Pero no tardaremos en volver a sentir la necesidad de desmelenarnos de la mano de la cañera “Big Guns”, una de las piezas más duras de todo el disco y, seguramente, de toda la discografía de este diestro. Riffs envenenados de mala leche, un bajo bombeante, una batería desenfrenada y un estribillo de los que quitan el hipo. Es imposible ponerle pega alguna, al igual que a la estilizada “Jinxed”, en la que la incorporación del saxofón y la armónica, por no hablar del ritmo lento con el que avanza la canción, nos hace sentir que estamos en un Western.
Hay dos versiones de otros artistas en este álbum que no deben ser pasadas por alto. En primer lugar, seremos seducidos por la provocadora marcha de “Ride On Red, Ride On” de otro exquisito músico como Louisiana Red en el que me da la sensación de que Rory intenta adaptar su voz a los registros de las grandes voces negras, resultando un más que buen cover. El otro tributo es del “Nothin’ But The Devil” de Lightning Slim que Mr. Gallagher hace suyo entre slides, agudos, punteos y todo tipo de artimañas que lo hacen una joya escondida.
Casi al final del disco tendremos la tal vez menos sorprendente “Bourbon”, que sin llegar a ser ni mucho menos mala, sí es cierto que no tiene ningún punto realmente especial salvo, como mucho, en su solo de guitarra. Más me dicen “Loose Talk”, en la cual vuelvo a sentir ese toque callejero que impregnó muchas de sus grandes canciones (una de las tantas claves en su sonido sin duda o el “Lonely Mile”, uno de los dos bonus track (el otro fue la ya mencionada “Nothin’ But The Devil”) incluido en reediciones posteriores, que tiene también un deje sureño la mar de bueno.
“Jinx” es un gran disco (¿he dicho ya que este tipo nunca lanzó un disco malo?) aunque seguramente esté un poco por debajo de sus mejores obras. El Rory agresivo de los últimos discos había perdido presencia en favor de traer más color a sus composiciones. Las ventas fueron más bien decentes (sin lujos tampoco), pero sería a partir de aquí cuando comenzarían tiempos de gran dificultad para un músico que perdió la confianza de los sellos discográficos que exigían mayor innovación (cosa completamente imposible en la filosofía de Rory) y necesitó esperar cinco años para lanzar un nuevo álbum (“Defender”) en los cuales estuvo girando allá donde le fue posible para mantener en alza su prestigio. Notable esfuerzo.

Para este nuevo lanzamiento, además de mantener el formato power trío, Rory también contará con Bob Andrews para echarle una mano tras los teclados en algún que otro tema. El perfeccionismo del guitarrista, que era otro aspecto que trajo conflicto con las discográficas, llegó hasta el punto de convertirse en el productor único y absoluto del disco...y no le quedó nada mal siendo justos.
Ya desde la inicial “Signals” (nada que ver con Rush, ¿eh?) nos damos cuenta de que las cosas seguían más o menos su curso y Rory no había tomado la extraña decisión de cambiar su estilo tras una buena ristra de grandes álbumes. Tema muy accesible y guitarrero sobre el que nuestro querido irlandés no necesita hacer grandes esfuerzos para conquistar al personal. Me encanta el solo punzante que posee el tema, así como la base de bajo y batería creada por Gerry y el recién llegado Brendan que sigue sonando igual de efectiva que cuando estaba Ted tras los parches. El diablo pareció obligar a Rory a escribir el siguiente tema del disco, titulado “The Devil Made Me Do It”, el cual parece una continuación de la pista anterior. Rápida, sin ningún atisbo de frenar la marcha y, ya de paso, algún que otro guiño a su amado Blues-Rock. Breve pero sobradamente convincente.
Con “Double Vision” (no confundir con el tema de Foreigner jeje..¡vale ya lo dejo!) reaparece la faceta más bluesera del músico, la cual no estuvo tan presente en el sobresaliente “Top Priority”. No es una canción extremadamente compleja, pero posee ese feeling sureño a lo ZZ Top que me resulta irresistible (el solo podría haberlo facturado Billy Gibbons).
Nuestro Rory se nos pone sensiblero y se marca, sin previo aviso, una mayúscula balada con cierta atmósfera Blues y Folk titulada “Easy Come, Easy Go” en la que su voz y su guitarra terminan formando en nuestra mente una representación de lo que debe ser el paraíso seguramente.
Pero no tardaremos en volver a sentir la necesidad de desmelenarnos de la mano de la cañera “Big Guns”, una de las piezas más duras de todo el disco y, seguramente, de toda la discografía de este diestro. Riffs envenenados de mala leche, un bajo bombeante, una batería desenfrenada y un estribillo de los que quitan el hipo. Es imposible ponerle pega alguna, al igual que a la estilizada “Jinxed”, en la que la incorporación del saxofón y la armónica, por no hablar del ritmo lento con el que avanza la canción, nos hace sentir que estamos en un Western.
Hay dos versiones de otros artistas en este álbum que no deben ser pasadas por alto. En primer lugar, seremos seducidos por la provocadora marcha de “Ride On Red, Ride On” de otro exquisito músico como Louisiana Red en el que me da la sensación de que Rory intenta adaptar su voz a los registros de las grandes voces negras, resultando un más que buen cover. El otro tributo es del “Nothin’ But The Devil” de Lightning Slim que Mr. Gallagher hace suyo entre slides, agudos, punteos y todo tipo de artimañas que lo hacen una joya escondida.
Casi al final del disco tendremos la tal vez menos sorprendente “Bourbon”, que sin llegar a ser ni mucho menos mala, sí es cierto que no tiene ningún punto realmente especial salvo, como mucho, en su solo de guitarra. Más me dicen “Loose Talk”, en la cual vuelvo a sentir ese toque callejero que impregnó muchas de sus grandes canciones (una de las tantas claves en su sonido sin duda o el “Lonely Mile”, uno de los dos bonus track (el otro fue la ya mencionada “Nothin’ But The Devil”) incluido en reediciones posteriores, que tiene también un deje sureño la mar de bueno.
“Jinx” es un gran disco (¿he dicho ya que este tipo nunca lanzó un disco malo?) aunque seguramente esté un poco por debajo de sus mejores obras. El Rory agresivo de los últimos discos había perdido presencia en favor de traer más color a sus composiciones. Las ventas fueron más bien decentes (sin lujos tampoco), pero sería a partir de aquí cuando comenzarían tiempos de gran dificultad para un músico que perdió la confianza de los sellos discográficos que exigían mayor innovación (cosa completamente imposible en la filosofía de Rory) y necesitó esperar cinco años para lanzar un nuevo álbum (“Defender”) en los cuales estuvo girando allá donde le fue posible para mantener en alza su prestigio. Notable esfuerzo.

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