Cada 14 de junio es de extrema necesidad dedicar una buena parte del día a recordar con cariño y alegría el legado de uno de los mayores maestros de la guitarra. En dicha fecha pero, más concretamente, de 1995 se nos iba para siempre el genial Rory Gallagher y, con este, una carrera impecable y llena de grandes álbumes que, siendo sinceros, han terminado siendo menos valorados de lo que realmente se merecían. El caso es que su hígado, aquejado de la mortal mezcla de alcohol y medicamentos tranquilizantes que el músico tomaba debido a su pánico para volar comenzó a dar numerosos problemas a inicios de la década de los 90, llevándole a un ingreso de más de trece semanas en el hospital donde terminó muriendo tras contraer una bacteria que terminó por finiquitarlo. Es imposible a día de hoy valorar el daño que supuso esta pérdida irreparable para el Rock. En la presente reseña he querido rescatar “Fresh Evidence”, su epitafio musical que vio la luz en 1990 y que, con el tiempo, se convertiría por el contenido lírico del mismo en el álbum más personal y duro de toda su discografía.
Los años, las adicciones y la salud mermada podrían haber hecho de este disco una cosa menor, pero no fue así, mis querid@s lector@s ya que “Fresh Evidence” pone el broche de oro a una carrera sin baches a través de un grandioso listado de canciones inspiradas fundamentalmente por el Blues y, más concretamente, por sus adorados Robert Johnson y Son House. Por lo tanto, podríamos decir que el irlandés se despidió como él siempre hubiera deseado en lo musical. No obstante, en lo lírico, tal y como os adelantaba en la introducción, el disco tiene un trasfondo más oscuro ya que contiene letras impregnadas por el dolor, la muerte, la enfermedad y otros asuntos del mismo calibre que el guitarrista, consciente de lo que estaba pasando y lo que estaba por pasar, quiso incluir dentro del disco. De hecho, cabe señalar que, debido a toda esta suma de dificultades, la grabación del disco se alargó más de lo normal, teniendo en cuenta la fama de Rory para grabar discos en tiempo récord.
La obra abre a un nivel de escándalo de la mano de “Kid Gloves” y su feeling de Rock de la vieja escuela sobre la que Gallagher, sobreponiéndose a todo tipo de hándicap, se sale tras la guitarra y el micrófono encontrando, además, en su inseparable Lou Martin un aliado más que brillante tras el piano (me encanta su pequeño momento solista). La letra nos habla sobre un boxeador que ha sido presionado por la mafia a perder un combate pero este no quiere hacerlo (cine negro a tope). ¡Qué regalo de canción!
El maestro toma la mandolina y nos regala un corte impecable titulado “The King Of Zydeco” que es una dedicatoria más que sentida a su adorado Clifton Chenier, uno de los acordeonistas más grandes de la historia con el que Gallagher trabajó conjuntamente en alguna ocasión. No faltan arreglos de acordeón obra de Geraint Watkins sobre las acogedoras líneas de guitarra que crea nuestro ídolo.
La temática romántica se presenta ante nosotros en la seductora “Middle Name”, en la que la voz de Gallagher parece bailar sobre los punteos y riffs que este mismo crea, así como tras una amenazante armónica. Sobre la letra el propio Rory afirmó: "Traté de crear una historia inspirada en la Biblia con un chico atrapado en una difícil situación donde busca a alguien que podría ser su esposa u otra persona antes de una gran tormenta, el Armagedón o el Holocausto". La canción avanza despacio, como si en algún momento fuera a romper, pero no termina de hacerlo, aunque, eso sí, sube un poco los decibelios con la entrada del monstruoso solo de guitarra.
Si tenías dudas sobre la valía de Rory a la guitarra te invito a escuchar la instrumental “Alexis” y sus cuatro minutos de auténtica maestría. No es que estemos solo ante una exhibición del irlandés tras el mástil, sino que también el bajo, la batería o la armónica gozan de grandes momentos irresistibles para cualquier persona que profese un mínimo amor por la buena música.
Eddie “Son” House es homenajeado a continuación a través de una versión de su reconocida “Empire State Express” con la que Gallagher roza el cielo a través de su guitarra acústica, el slide y su clase a la hora de cantar. No es necesario más que eso para hacer magia. Una de las tantas cancines que el irlandés nos regaló durante su trayectoria junto a la guitarra acústica.
¿Querías más blues? Pues toma 8 minutos de magia de la mano de “Ghost Blues” en la que el maestro decide detener el tiempo y volver a hacerse inmortal con la guitarra acústica y el slide (el solo que hace con este es una auténtica obra de arte) mientras canta, indirectamente, a la muerte a la que este se acercaba a ritmo frenético debido a sus alcoholismo. La armónica y la omnipresente batería terminan de hacer grande a esta pieza. Uno de los mejores blues que he escuchado en mi vida (y mira que no son pocos). La extensión puede parecer enorme para un tema de este estilo, pero a mí no me sobra ni un segundo. Un regalo para todo amante de la música añeja.
Viajamos al delta del Misisipi para ser expuestos a una maravilla de canción bluesera titulada “Heaven’s Gate” (otra referencia a la muerte) donde todo suena, hasta cierto punto, algo místico. Rory seguía mandando y aquí lo demuestra. Canción cantanda desde las tripas y la rebeldía de este irlandés sin complejo alguno, quien, pocos segundos después, nos dejará boquiabiertos con la breve “The Loop”, una pista completamente instrumental de inspiración jazzística en la que el guitarrista hará las delicias de los amantes del instrumento.
El Gallagher más consciente de su declive en cuestiones de salud emerge en “Walkin’ Wounded”, que vendría a traducirse como “Caminando Herido”, y en la que el artista nos habla de un hombre que está hundido en el fango pero que se niega a caer del todo. El espíritu guerrero del músico está más que presente en este rabioso medio tiempo del que me gustaría rescatar especialmente la voz de Rory, su solo de guitarra en la parte más aguda del mástil o la bella coordinación que presenta todo el grupo.
La esencia callejera de “Bad Penny” o “Shadow Play” parece renacer en la oscura “Slumming Angel” (otra de mis predilectas de este disco). Gallagher se pone en modo jefazo y escupe cada verso y estribillo con una grandeza acorde a su nombre. Las influencias de Jimi Hendrix parecen asomarse una vez más en ese colosal solo que se abalanza sobre nosotros poco antes de llegar a la mitad de la canción, además de en los fraseos que este introduce durante los versos.
Las posteriores reediciones decidieron regalarnos dos canciones más. En primer lugar tenemos “Never Asked You For Nothin’”, un Blues-Rock de la vieja escuela donde la guitarra de Rory y el acordeón de Geraint se baten en un duelo difícil de olvidar, y posteriormente la más cañera, aunque a la vez alegre, “Bowed Not Broken”.
Quedaban todavía cinco años para que pasara lo que todos sabemos, pero nuestro querido héroe decidió adelantarse a su desenlace y escribir un epitafio digno de ser escuchado de aquí a la eternidad. Y es que “Flesh Evidence” puso de manifiesto la capacidad de Rory para hacer de cada disco un paraíso único y digno siempre de una nota más que alta. En este caso no dudo de ponerle sus cinco estrellas y, ya de paso, quitarme el sombrero y hacer una reverencia ante este inmortal músico que tanto nos alegró la vida.
¡Gracias por todo maestro!
Los años, las adicciones y la salud mermada podrían haber hecho de este disco una cosa menor, pero no fue así, mis querid@s lector@s ya que “Fresh Evidence” pone el broche de oro a una carrera sin baches a través de un grandioso listado de canciones inspiradas fundamentalmente por el Blues y, más concretamente, por sus adorados Robert Johnson y Son House. Por lo tanto, podríamos decir que el irlandés se despidió como él siempre hubiera deseado en lo musical. No obstante, en lo lírico, tal y como os adelantaba en la introducción, el disco tiene un trasfondo más oscuro ya que contiene letras impregnadas por el dolor, la muerte, la enfermedad y otros asuntos del mismo calibre que el guitarrista, consciente de lo que estaba pasando y lo que estaba por pasar, quiso incluir dentro del disco. De hecho, cabe señalar que, debido a toda esta suma de dificultades, la grabación del disco se alargó más de lo normal, teniendo en cuenta la fama de Rory para grabar discos en tiempo récord.
La obra abre a un nivel de escándalo de la mano de “Kid Gloves” y su feeling de Rock de la vieja escuela sobre la que Gallagher, sobreponiéndose a todo tipo de hándicap, se sale tras la guitarra y el micrófono encontrando, además, en su inseparable Lou Martin un aliado más que brillante tras el piano (me encanta su pequeño momento solista). La letra nos habla sobre un boxeador que ha sido presionado por la mafia a perder un combate pero este no quiere hacerlo (cine negro a tope). ¡Qué regalo de canción!
El maestro toma la mandolina y nos regala un corte impecable titulado “The King Of Zydeco” que es una dedicatoria más que sentida a su adorado Clifton Chenier, uno de los acordeonistas más grandes de la historia con el que Gallagher trabajó conjuntamente en alguna ocasión. No faltan arreglos de acordeón obra de Geraint Watkins sobre las acogedoras líneas de guitarra que crea nuestro ídolo.
La temática romántica se presenta ante nosotros en la seductora “Middle Name”, en la que la voz de Gallagher parece bailar sobre los punteos y riffs que este mismo crea, así como tras una amenazante armónica. Sobre la letra el propio Rory afirmó: "Traté de crear una historia inspirada en la Biblia con un chico atrapado en una difícil situación donde busca a alguien que podría ser su esposa u otra persona antes de una gran tormenta, el Armagedón o el Holocausto". La canción avanza despacio, como si en algún momento fuera a romper, pero no termina de hacerlo, aunque, eso sí, sube un poco los decibelios con la entrada del monstruoso solo de guitarra.
Si tenías dudas sobre la valía de Rory a la guitarra te invito a escuchar la instrumental “Alexis” y sus cuatro minutos de auténtica maestría. No es que estemos solo ante una exhibición del irlandés tras el mástil, sino que también el bajo, la batería o la armónica gozan de grandes momentos irresistibles para cualquier persona que profese un mínimo amor por la buena música.
Eddie “Son” House es homenajeado a continuación a través de una versión de su reconocida “Empire State Express” con la que Gallagher roza el cielo a través de su guitarra acústica, el slide y su clase a la hora de cantar. No es necesario más que eso para hacer magia. Una de las tantas cancines que el irlandés nos regaló durante su trayectoria junto a la guitarra acústica.
¿Querías más blues? Pues toma 8 minutos de magia de la mano de “Ghost Blues” en la que el maestro decide detener el tiempo y volver a hacerse inmortal con la guitarra acústica y el slide (el solo que hace con este es una auténtica obra de arte) mientras canta, indirectamente, a la muerte a la que este se acercaba a ritmo frenético debido a sus alcoholismo. La armónica y la omnipresente batería terminan de hacer grande a esta pieza. Uno de los mejores blues que he escuchado en mi vida (y mira que no son pocos). La extensión puede parecer enorme para un tema de este estilo, pero a mí no me sobra ni un segundo. Un regalo para todo amante de la música añeja.
Viajamos al delta del Misisipi para ser expuestos a una maravilla de canción bluesera titulada “Heaven’s Gate” (otra referencia a la muerte) donde todo suena, hasta cierto punto, algo místico. Rory seguía mandando y aquí lo demuestra. Canción cantanda desde las tripas y la rebeldía de este irlandés sin complejo alguno, quien, pocos segundos después, nos dejará boquiabiertos con la breve “The Loop”, una pista completamente instrumental de inspiración jazzística en la que el guitarrista hará las delicias de los amantes del instrumento.
El Gallagher más consciente de su declive en cuestiones de salud emerge en “Walkin’ Wounded”, que vendría a traducirse como “Caminando Herido”, y en la que el artista nos habla de un hombre que está hundido en el fango pero que se niega a caer del todo. El espíritu guerrero del músico está más que presente en este rabioso medio tiempo del que me gustaría rescatar especialmente la voz de Rory, su solo de guitarra en la parte más aguda del mástil o la bella coordinación que presenta todo el grupo.
La esencia callejera de “Bad Penny” o “Shadow Play” parece renacer en la oscura “Slumming Angel” (otra de mis predilectas de este disco). Gallagher se pone en modo jefazo y escupe cada verso y estribillo con una grandeza acorde a su nombre. Las influencias de Jimi Hendrix parecen asomarse una vez más en ese colosal solo que se abalanza sobre nosotros poco antes de llegar a la mitad de la canción, además de en los fraseos que este introduce durante los versos.
Las posteriores reediciones decidieron regalarnos dos canciones más. En primer lugar tenemos “Never Asked You For Nothin’”, un Blues-Rock de la vieja escuela donde la guitarra de Rory y el acordeón de Geraint se baten en un duelo difícil de olvidar, y posteriormente la más cañera, aunque a la vez alegre, “Bowed Not Broken”.
Quedaban todavía cinco años para que pasara lo que todos sabemos, pero nuestro querido héroe decidió adelantarse a su desenlace y escribir un epitafio digno de ser escuchado de aquí a la eternidad. Y es que “Flesh Evidence” puso de manifiesto la capacidad de Rory para hacer de cada disco un paraíso único y digno siempre de una nota más que alta. En este caso no dudo de ponerle sus cinco estrellas y, ya de paso, quitarme el sombrero y hacer una reverencia ante este inmortal músico que tanto nos alegró la vida.
¡Gracias por todo maestro!
Comentarios
Publicar un comentario