A principios de 1970 los astros parecieron alinearse y
nos trajeron al mundo a uno de esos talentos innatos a la hora de componer y
tocar la guitarra. Richie Kotzen descubrió pronto su vocación por tocar la
guitarra y, una vez adquirió un poco de destreza comenzó a imitar a Clapton,
Van Halen, Hendrix y, como el mismo dijo en una entrevista hace muchos años “a
cualquiera que tuviera blues y alma a la hora de tocar”.
Aunque siempre se declaró un fan acérrimo de Kiss,
poco tendría que ver su estilo con el de Paul Stanley y compañía. Esos fraseos
tan personales que usa en cada verso, esa voz más cercana a la del fallecido
Chris Cornell que a la del mencionado Stanley, ese uso inconfundible del
shred…en ese sentido podría decirse que estamos ante un músico muy personal y
con esa aura de misterio que le hace aún si cabe más interesante.
Tras haber hecho sus pinitos con Arthurs Museum a la
corta edad de 16 años, banda con la que publicó un álbum llamado Gallery
Closed, el joven músico decidió aventurarse a convertirse en el único
compositor de sus canciones.
Sería con 29 años cuando, contando con la ayuda al
bajo de Stuart Hamm y de Steve Smith a la batería, nuestro joven protagonista
lanzó su primer disco como solista bajo nombre homónimo, que, como bien sabes
querido lector, es el que nos atañe en este escrito.
La gran peculiaridad de esta obra es que es
completamente instrumental. No sé si es que Kotzen no era consciente del
potencial que tenía en sus cuerdas vocales, o si se trataba simplemente de un
deseo personal el hecho de lanzar al mercado su primer disco en este formato,
pero el caso es que la voz de este grande no se escucha en ningún momento. Así
pues, si mi querido lector esperaba en esta obra algún agudo de Richie, siento
decepcionarle. No obstante, si se está planteando dejar de leer este escrito
permítame decirle que el menor peso de la voz se traduce, a su vez, en un mayor
número de momentos estelares de guitarra, por lo que yo no desaprovecharía la
ocasión de escucharlo (¡¡¡¡¡aunque no leas más de esta reseña, al menos escucha
el disco!!!!).
“Squeeze Play” abre con un riff ardiente y
extremadamente distorsionado que no tardará en mutar en un punteo de gusto más
callejero y funkarra (aquí están los primeros guiños a lo que vendría años más
tarde en grandes discos que nos ha dejado en solitario y con grandes bandas).
Aunque obviamente el protagonismo absoluto del disco lo va a desempeñar la
guitarra de Richie, no me gustaría olvidarme de aplaudir la sencilla pero
presente pista de bajo de Stuart. Cada nota pulsada por Kotzen es un viaje a la
locura. Termino de analizar esta primera canción invitándoles a escuchar el
breve parón de 3 o 4 segundos que se produce en el minuto 2:40 que el músico
entrelaza rápidamente con suaves licks.
Los primeros segundos de “Strut It” vienen decorados
por unos teclados también firmados por Richie, pero pronto volveremos a
encontrarnos ante una exhibición de cuatro minutos de maestría a las seis
cuerdas en las que se intercalan momentos más rockeros con otros que
etiquetaría de Funk (impresionante Stuart al bajo).
“Unsafe At Any Speed”, como su propio nombre indica,
no es sino un despliegue demencial de todos los instrumentos donde las
guitarras llegan a sonar similares a las que podemos encontrar, por ejemplo, en
el Metal Progresivo. No intentes seguir el ritmo con la cabeza porque las
contracturas en el cuello no te las curará ni el mejor fisioterapeuta.
Llama mucho la atención el contraste que nos presenta
Richie en el inicio de “Rat Trap”, que parece más propio de una balada.
Obviamente, y otra vez aludiendo al título, hemos caído en la “trampa para
ratas” de Richie (no le estoy llamando rata, querido lector jejeje). Sobre una
base de bajo y batería más pausada dentro de lo que cabe, Kotzen puntea
nuevamente a una velocidad extrema (¿cuántas notas por minuto hace en esta
canción? ¿y por segundo?). Grandioso tema que recuerda mucho a la posterior
“Plaid Plesiosaur” en la que nos vuelve a engañar con un falso inicio melódico
que termina en un nuevo duelo guitarrero (otro notable para el bajo en esta
canción).
“Cryptic Script” tiene como punto fuerte (y esto es
algo que personalmente me flipa muchísimo de este tipo de guitarristas) la
incorporación en algunos momentos de la guitarra española punteada con una
belleza magna que puede hechizar al oyente.
Punto a favor de “Spider Legs” no solo por los punteos
soberbios que posee y a los que ya nos habremos acostumbrado a estas alturas del
disco (eso nos puede llevar a caer en el error de pensar que parece sencillo o
que Rich está falto de ideas a estas alturas del trabajo), sino a la base de
riffs sobre la que el tema se edifica.
El disco finaliza igualito que empezó. “Jocose Jenny”
y “Noblesse Obligue” vuelven a servir como excusa a Kotzen para darnos una
buena ración de punteos. La primera tiene, en líneas generales, un tono más
lento y cercano a una Power Ballad, mientras que con el tema final encontramos
secciones más metaleras y funkies.

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