Ya habían pasado unos
años desde que Helloween había conquistado la escena del Metal europeo con “Walls
Of Jericho” y, por supuesto, con sus dos partes de “Keeper Of The Seven Keys”
(palabras mayores). Lo difícil de llegar a la cima es mantenerse después…y las
luces de emergencia comenzaron a encenderse tras la marcha de Kai Hansen, uno
de los principales compositores del grupo, quien no estaba a favor de la
evolución sonora que la banda había comenzado a experimentar y tenía ganas de
seguir explotando los sonidos más duros con Gamma Ray. “Pink Bubbles Go Ape”
(1991) tenía varias canciones más que aceptables (mención especial para Grapow
en su primer álbum junto a las calabazas), no obstante, ya comenzaba a
presentar síntomas de falta de creatividad en un núcleo del grupo cada vez más
tenso debido a la guerra de egos entre Kiske y Weikath. Ya en 1993 las alarmas
terminaron de activarse con la publicación del retorcido “Chamaleon”, un álbum
muy flojo que terminó por costarle el puesto a Kiske como cantante y al batería Ingo Schwichtenberg por su adicción a
las drogas y su creciente esquizofrenia (en 1995 este músico tendría un final
trágico) que habían mermado su forma de tocar hasta el punto de empeorar
notablemente las presentaciones en vivo del grupo. Además, por si este panorama
no fuera ya de por si lamentable, la banda llevaba un par de años en un proceso
judicial bastante serio contra Noise Records que terminó costándole la
prohibición de la venta de discos y merchandising fuera de Europa, así como
también la celebración de conciertos fuera del “viejo continente”. Un par de
años después Noise les levantó dicha prohibición.
Ante una situación
límite como aquella, “Weiki” y Marku tuvieron que sentarse a decidir si la
banda podía tener continuidad o no. La única condición que podía darse para que
Helloween sobreviviera, aunque fuera, un par de años más fue una: que Andi
Deris, vocalista de Pink Cream 69 que estaba finalizando los trámites para
dejar el grupo, se uniera a los alemanes. Poco tardó el rubio en unirse al
conjunto y comenzar a componer junto a sus compañeros un álbum que definiría el
futuro del conjunto. Podían volver a la cima del éxito o estrellarse
definitivamente. Afortunadamente, lo que el quinteto se traía entre manos iba a
ser algo más que un notable álbum. Cabe señalar que la banda cubrió el puesto
de Ingo reclutando al batería de Gamma Ray, Uli Kusch.
Ni una escena metalera
clásica sometida al ascenso del Grunge y de algunos subgéneros como el Death o
el Black, ni el hecho de presentar una formación renovada notablemente,
parecían dibujar un futuro esperanzador para los teutones.
Antes de iniciar la
reseña me gustaría aclarar que en ningún momento voy a comparar a Andi Deris y
a Michael Kiske como cantantes. Entiendo que cada oyente tendrá una preferencia
personal, pero no es mi intención en esta reseña abrir fuego contra alguno de
los mejores cantantes que ha dado el Power. Adoro Helloween y todas sus
formaciones.
Dicho esto, comencemos
a analizar los temas de “Master Of The Ring”:
Una bella introducción orquestal titulada
“Irritation”, obra del siempre enorme Weikath, sube poco a poco la intensidad
del álbum justo antes de derivar en la impresionante “Sole Survivor”, una canción
que no dudaría en colocar entre las más grandes de la historia de las calabazas
(realmente esto me sucede con esta y con las siguientes dos piezas) y todo un
himno del Power Metal. Los alemanes volvían a recuperar la garra que parecían
haber perdido. Sobre una percusión explosiva y unos riffeos de escándalo, nos
topamos por primera vez con la inconfundible voz del gran Andi Deris, cuyo
registro, aunque diste un poco del que suelen poseer los cantantes de Power,
encaja a la perfección. Cabe señalar que esta es su primera aportación como
compositor (junto a Weiki) en la banda. Bienvenidos a “Master Of The Rings”.
Cuando pensabas que ese inicio era inigualable, en
tu cabeza estalla otro cañonazo del grupo como “Where The Rain Grows”. Aquí hay
Power con mucha riqueza en el apartado melódico. Las guitarras son
sencillamente magistrales, ganando especial protagonismo en el técnico solo que
disfrutaremos en la fase intermedia (Weiki y Grapow nos dejaron auténticas
maravillas durante aquellos tiempos) y en los detalles acústicos que introducen
en un antológico estribillo que Andi borda con su adictivo timbre.
Si quedaban dudas de que Helloween había vuelto por
la senda del éxito, “Why?” termina de confirmarlo. Aquí hay mucho Hard-Rock,
con un sabor más cercano a Pink Cream 69. De hecho, esta canción había sido
compuesta por Deris cuando este aún militaba con dicho grupo, pero había sido
rechazada. Para nuestra suerte, este tema tan crítico con aquellos que toman el
nombre de Dios para hacer lo que se les antoja vio la luz en este álbum y se
convirtió en otro clásico instantáneo del grupo que no faltó en los repertorios
del grupo durante muchas de las posteriores giras.
Grapow toma ahora el timón compositivo y se saca de
la manga un medio tiempo con mucho trasfondo polémico como “Mr. Ego (Take Me
Down)”. Digo polémico porque, como muchos saben, la letra se inspiró en la
actitud que Michael Kiske había adoptado durante sus últimos tiempos en
Helloween. Afortunadamente, dos décadas después todas estas tensiones
parecieron desaparecer y la banda se reunió al completo en el ya histórico
Pumpkins United Tour, en el que también estuvo presente Kai Hansen. La canción
carece de grandes cambios, aunque tampoco los necesita para ponernos los pelos
de punta, ya que esto es compensado con una sobresaliente actuación de Deris al
micrófono (hay algunos agudos que rozan lo inhumano).
¿Qué tal si hablamos de otro clásico? Es el turno de
la archiconocida “Perfect Gentleman” (¿quién no ha tarareado el silbido inicial
alguna vez en su vida?), un auténtico hit del grupo extremadamente pegadizo en
el que Andi encarna a un apuesto, y algo creído, caballero que se pavonea ante
nosotros mientras escupe versos y estribillos con una actitud tan chulesca como
atractiva.
“The Game Is On" resucita la faceta vacilona
del grupo que ya pudimos escuchar en clásicos pasados como “Rise Or Fall” o
“Dr. Stein” con una canción que recrea algunas melodías propias de los
videojuegos del pasado para hablarnos de la adicción que un hombre sufre, el
cual termina siendo incapaz de distinguir la realidad del mundo virtual. De
hecho, este eje temático ya había sido tratado en el pasado por el grupo en el
épico “Gorgar” del “Walls Of Jericho”.
La banda vuelve a morder con fuerza a partir “Secret
Alibi”, obra de ese dios melenudo llamado Michael Weikath, por el cual profeso
una profunda admiración. En mi opinión esta canción tuvo la mala fortuna de
coincidir con tantos clásicos en el mismo disco, lo que creo que la terminó
resignando a un injusto lugar secundario. No puedo evitar disfrutar de los
llamativos agudos de Deris en cada estribillo. La misma desgracia creo que tuvo
la apoteósica “Take me home”, la cual mezcla el Power Metal con influencias más
que perceptibles de Rock ‘n’ Roll de la vieja escuela. Esta composición de
Grapow, tiene como principales protagonistas a las guitarras (¡cómo me encanta
el riff principal del tema y los solos) y al bajo de un superhéroe como Markus.
El estribillo no dudo en incluirlo entre los mejores del disco, con un feeling
muy cercano al de los primeros Mötley Crüe.
Encaramos la recta final con la dulce “In The Middle
Of a Heartbeat”, una preciosa balada de primerísima categoría compuesta por una
dupla de dioses muy especial (Deris / Weikath) que podría haber sido facturada
por cualquier banda con especial habilidad para este tipo de piezas (me remito,
por ejemplo, a sus compatriotas de los Scorpions). La canción suena emotiva,
sentida por Deris y con un poder melódico en la sección instrumental exquisita.
Nuestro viaje llega a su final con la espídica
“Still We Go”, que podría pasar como la mejor composición firmada por Grapow en
sus años junto a la calabaza. Un cierre de auténtico Power Metal con una letra
autobiográfica en la que la banda
mandaba un mensaje de resurrección a su hinchada y de repudia a todos
aquellos sujetos que habían intentado hundir la carrera de los alemanes en
aquellos difíciles años.
Volvieron como solo una banda de sus dimensiones
podía hacerlo. Tras haber perdido a un auténtico monstruo del micrófono como
Michael Kiske, las calabazas supieron jugar sus cartas y apostaron por un
experimentado Andi Deris para firmar un trabajo que no dudaría en incluir entre
los más perfectos de su carrera, así como un auténtico éxito comercial (1
millón de copias vendidas en un año). Era un “todo o nada” y al final, como es
sabido por todos, la banda terminó ganando. A modo personal reconozco que me
quedo con las dos partes de “Keeper Of The Seven Keys” (creo que son las
mejores obras que se han hecho de Power Metal), aunque no por ello voy a dejar
de ponerle a “Master Of The Rings” la máxima calificación (otra obra de culto
de Power), ni voy a dejar de recomendarlo ni de presentarlo como una de las
mejores obras que Helloween ha grabado en su vida.
¡Qué grandes sois!
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