
La
oportunidad de ver por primera vez a los alemanes en Barcelona en el que sería,
según parece, su concierto más grande en nuestro país, y quién sabe si su
último, se presentó hace unos meses y, con cierta fortuna, pude hacerme con un
par de entradas, así como con unos pasajes de avión (ya sabéis que desde
Tenerife como no sea volando o navegando
está la cosa complicada jejeje) para visitar esta preciosa ciudad que me
enamoró rápidamente.
Como
me alojé a cinco minutos del RCDE Stadium pude ver a los roadies del grupo
rondando por el barrio de Cornellá de Llobregat, así como la excesiva cantidad
de camiones que la banda necesitaba para transportar toda su parafernalia (¡así
era imposible no tener listo el cuerpo para una buena ración de
Rammstein!).
Desde
primera hora de la mañana del día del show, toda Barcelona se llenó de
camisetas negras con el logo de Rammstein o con las portadas de sus mejores
discos. La ciudad condal estaba deseosa de volver a recibir la visita de una de
las bandas con mayor peso en las dos últimas décadas. Esa tarde recuerdo hablar
con tres aficionados, uno de ellos balear, en la zona de las Ramblas sobre las
ganas que cada uno tenía del show, así como uno de ellos me mostró el enorme
tatuaje con el logo de la banda que tenía en el hombro derecho. Por cosas así
me encanta la comunidad metalera.
El
caso es que allí no solo había personas procedentes de diferentes rincones de
la península, sino que un importante porcentaje de los asistentes al concierto
fueron alemanes que, con la excusa del concierto, habían aprovechado el viaje
para conocer Barcelona (gente lista). Con respecto a esto he de contaros que,
una vez dentro del estadio, un aficionado alemán que tenía sentado detrás me
preguntó en inglés, mientras sonaba “Te Quiero Puta!” por megafonía, por el
significado de la palabra “puta” (lo típico que suele pasarte). Hay que
reconocer que fue muy divertido intentar que este divertidísimo personaje
entendiera la única canción que Rammstein tiene en español.

El
concierto, tal y como estaba programado, dio inicio a las 22:00 con una
puntualidad propia, más bien, de los ingleses. De hecho, dos minutos antes del
inicio, fue posible ver a los miembros del grupo descendiendo por una de las
gradas del RCDE Stadium, acompañados de un par de técnicos con linternas.
Una
música propia de la realeza anuncio la llegada de los alemanes. Christoph Schneider
apareció en escena tras su batería con los brazos abiertos y, tras unos
segundos de espera, golpeó la batería a la vez que una enorme explosión (la
primera de muchas), sacudió el estadio entero. Posteriormente, los baquetazos
del percusionista, dieron inicio a “Was Ich Liebe”, una de las piezas más
suaves de su reciente trabajo. Una trampilla se abrió en el escenario y
comenzaron a aparecer los restantes miembros del grupo progresivamente: Primero
lo hizo Richard, posteriormente el bueno de Lorenz vistiendo un traje que a más
de uno nos recordó al del robot C3PO, Paul Landers fue el tercero y posteriormente
Oliver, con una línea de bajo que hizo retumbar las gradas del recinto. Tras
unos segundos de calma, la trampilla volvió a abrirse y, ante los ojos
expectantes de una audiencia enloquecida, apareció el legendario Till Lindemann
con una pose seria (me encanta su oscura personalidad) antes de animar al
público a desgañitarse. Esta primera canción fue ganando enteros con el paso de
los segundos hasta que Till gritó con mucha furia “BARCELONA!” y las
hostilidades comenzaron de la mano de “Links 2 3 4”. Si alguno de los presentes
había quedado frío con la primera canción,
esta segunda seguramente habría terminado de ponerle el corazón a mil. La banda
desfilaba frente a una audiencia que no paraba de corear el famoso estribillo
junto a Till y sus ya famosos golpes en el pecho durante esta canción marcial
(entre la pose de este y las imponentes banderas desplegadas en el escenario,
aquello parecía más un discurso de un líder totalitario, que un concierto).
Barcelona acababa de adentrarse en el incendiario ritual del grupo.
Como
cabía esperar, fueron muchas las
canciones de su nuevo álbum que sonaron aquella noche, las cuales,
aunque serán desgranadas lentamente, puedo adelantar que sonaron impecables.
“Sex” y “Tattoo” fueron las siguientes elegidas para la velada (ambas a un
altísimo nivel), justo antes de que el show volviera a subir de nivel de la
mano de la siempre colosal “Sehnsucht” y sus adictivos teclados. A estas
alturas de concierto llamaba bastante la atención el excelente estado de forma
en el que se encuentra actualmente Till (esperemos que la voz le aguante así durante
toda la gira), bordando cada canción, rugiendo como suele acostumbrar y
viviendo cada show como si fuera el último (se le notó, además, muy cómodo con
el público barcelonés).
A
continuación se vino una triada de canciones que no dudaría en afirmar que
estuvo entre lo mejor de aquel sobresaliente concierto. La primera de estas fue
la nueva “Zeig Dich”. Este tema mantuvo la electricidad del estudio, pero ganó
aún más gracias a la utilización, una vez más, de una buena dosis de fuego.
Posteriormente fue el turno de “Mein Herz Brennt” (el estadio se vino abajo con
esta) en la cual la banda hizo dos
pausas cómicas antes del estribillo para despistar a la audiencia, antes de
teñir el RCDE Stadium de rojo. Una vez finalizado este clásico, apareció en el
escenario un carrito de bebé gigante portado Till. Era el momento de meternos
en el dramático argumento de “Puppe”. El cantante, con una pequeña cámara colocada
en uno de sus ojos, interpretó la canción con el mismo sentimiento teatral de
la versión de estudio (es un maestro en este tipo de canciones), hasta que
explotó el estribillo y comenzó a golpear aquel enorme objeto antes de que
comenzara a arder (resulta gracioso pensar la emoción que esta banda es capaz
de generar en sus aficionados cuando ven un carrito de bebé arder)
Tras
rescatar “Heirate Mich” del baúl de los recuerdos (¡qué temazo de “Herzeleid!)
con una buena dosis de pirotecnia, Till, Flake y Oliver interpretaron con mucha
solemnidad y maestría la bellísima “Diamant”, una de mis canciones preferidas
del nuevo álbum.
De
repente apareció Richard ataviado con un abrigo de plumas y unas gafas de sol
sobre el escenario para interpretar con una mesa de mezclas el remix que él
mismo hizo de “Deutschland”. Este vino acompañado de una pequeña coreografía
realizada por cuatro bailarinas que portaban trajes de luces. Poco después, la
banda al completo sobre el escenario saltó al escenario e interpretó este mismo
tema tal y como lo pudimos disfrutar en el álbum. Un tema directo a la yugular
que la gente cantó como si fuera ya un clásico del grupo (creo que ya podría
alcanzar esta calificación). Varios alemanes presentes en el estadio levantaron
las banderas de su país que habían traído hasta Barcelona para animar a la
banda de sus amores. Seguidamente sonó “Radio”,
el segundo adelanto que pudimos disfrutar del álbum homónimo de la
banda, que también fue entonado cual himno del grupo. Como habían realizado en
las anteriores fechas de la gira, Paul y Richard se marcaron un curioso, y
breve instrumental, de teclados mientras empleaban sus voces distorsionadas.
A
partir de aquí comenzaron a sucederse muchos de los temas insignes del grupo…
Como
dicta la tradición, sobre el escenario apareció Till Lindemann vestido como un
macabro cocinero impregnado en sangre y portando un enorme caldero en el que
estaba el pobre Flake. Era la hora de “Mein Teil” y Barcelona entera lo sabía.
La banda bordó la canción dedicada al caníbal de Rotemburgo y, como siempre, ofreció a
la audiencia el disfrute de ver a Flake arder (cosas que solo ocurren en el
Metal). Eso sí, en esta ocasión, Till utilizó tres artilugios diferentes para
quemar al teclista, destacando especialmente uno similar a un cañón. De forma
cómica, Flake desplegó una bandera blanca a modo de retirada, justo antes de
que este lanzara a traición a Till del escenario. Como he dicho en varias
ocasiones, esta banda adora las puestas en escena teatrales y sus fans también.
Y para puesta en escena la de las posteriores “Du Hast” y “Sonne” (ambas con un
fuerte peso de pirotécnica y fuego), dos de los mejores números de todo el
concierto (a los vídeos me remito).

Muy
celebrada, pese a haber sido lanzada hace poco más de dos semanas (además de
ser la canción más polémica del último trabajo), fue “Ausländer”. Barcelona
entera coreó el plurilingüe estribillo. Si la cosa no podía calentarse más, la
banda quiso incluir en el repertorio la provocativa “Pussy” en la que, como ya
sucedió en pasadas giras, Till Lindemann acabó subiéndose a un pene gigante que
disparaba espuma al respetable (esto es Rammstein amiguetes).
El
fin de fiesta llegó de la mano de la ardiente “Rammstein” (Schneider estuvo
increíble en todo momento), y su pirotecnia desmedida, y, por supuesto, “Ich
Will”. Mientras recibían por parte del público una ovación más que merecida,
Till, con emoción, se despedía con un amable “Muchas gracias Barcelona, fantástica noche. Increíble”. Finalmente,
la banda fingió su explosión durante el ascenso por la discografía y, minutos
después, los que estábamos en grada pudimos verles retirándose por la misma
grada por la que dos horas antes habían bajado para comenzar el show.
Creo
que no descubro absolutamente nada con esta crónica. Ya es sabido de sobra que
Rammstein tiene un directo apocalíptico con el que son capaces de encender
hasta el último rincón de tu cuerpo, subir tu adrenalina a unos niveles insanos
y, cómo no, hacerte pasar dos de las horas vidas de tu vida. La banda está en
un momento muy dulce y este directo lo ha puesto de manifiesto.
Máxima
nota y mi agradecimiento eterno a Till, Richard, Oliver, Flake, Christoph y
Paul por una noche que jamás olvidaré.
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