Hay una frase que he
escuchado mucho en casa, y fuera de esta también, que dice “nunca olvides de
dónde vienes”. No, no voy a soltar ahora un discurso moralista (¡no soy de
esos!), pero sí entiendo el hecho de dedicar un tiempo a reseñar este disco
como una vuelta a las raíces. Todo tiene un motivo: Rosendo fue uno de los
primeros grandes rockeros que entraron en mi vida.
Hoy me ha apetecido
rescatar uno de mis álbumes preferidos del maestro de Carabachel, al que en la
Tierra conocemos como Rosendo Mercado, aunque algunos terminemos llamándole
Dios. Tras unos años en solitario en los que la altísima calidad de sus
primeros discos no se correspondía con las cifras de ventas y popularidad que
recibía, el “tito Rosen” se sacó de la manga un álbum imprescindible de nuestro
Rock como es “Jugar Al Gua”, con el que nuestro querido músico irrumpió por
segunda vez (ya lo había logrado antes con Leño) en la escena española con una
fuerza realmente considerable. Aprovechando esta situación, pronto saldría a la
venta un sobresaliente “Directo” grabado en la Sala Jácara. En este despegue
mucho tuvo que ver el fichaje del músico por la discográfica DRO, con la que
trabajó durante los siguientes años.
Con “Deja Que Les Diga
Que No” se consolida el meteórico ascenso del madrileño y, a su vez, comienza
una etapa que es, a mi modo de ver, algo más personal en el aspecto lírico de
las canciones del músico.
Además, volviendo a la
frase de los orígenes con la que abría este escrito, creo que si algo distingue
a nuestro protagonista es que jamás olvidó sus raíces y siempre se mostró
comprometido con la clase obrera que tanto le respetó durante su extensa
trayectoria y no vivió una vida precisamente de excesos y locura.

Tras un tema de puro
Rock ‘N’ Roll vacilón y muy efectivo
titulado “Salud y buenos alimentos” (muy fan de esos versos que dicen “Entrando a saco y sin pomada, ¿sabe usted?
Dos de cada y con el culo en la pared dan la cara, ¡doy fe!”) explota “Unos
Golpes de Cincel” en nuestra cara, un tema “made in Rosendo” que nos recuerda a
su primera placa y que nos provocará el desmadre tanto por su sencilla
estructura como por el apoteósico y distorsionado solo que nos regala este
auténtico titán de la guitarra.
Pero para bueno lo que
está por llegar. Unos suaves arpegios dan paso al inconfundible solo que abre
“Mala Vida”, el Blues más grande que ha facturado el de Carabanchel y que
sobresale tanto en letra como en actitud. Y es que esto es un TEMAZO tras
TEMAZO amiguetes porque el siguiente número es otro himno de Rosendo que habla
sobre “el Clemente”, “el Juan”, “el Alberto” y sus inimitables juergas. Hablo,
claramente, de la eléctrica “Borrachuzos”, una de mis canciones preferidas de
este ídolo. Pieza sencilla de Rock de toda la vida que reúne los elementos para
enganchar desde la primera escucha.
“Compromiso sin alguna condición
buen cobijo para el vértigo local
alimento de indudable calidad
Borrachuzos de primera división”
Un oscuro teclado
inicia un número, a mi parecer, tristemente olvidado como “Pagando Residencia”,
el cual tiene un ritmo más lento y posee una letra cargada de sentimiento y
rabia.
“Mordiendo la paciencia
sirviéndole a la causa de testigo
minando la obediencia
guardando para mí y para ti
cediéndole algún hueco al enemigo
pagando residencia.”

Como suelo decir en muchas reseñas,
esto de los gustos musicales es algo muy subjetivo y tal vez lo que yo haya
expresado aquí a otros no les haya convencido, pero para mí esta es una de las
grandes obras de nuestro querido Rosendo. Tal vez esté un peldaño por debajo de
“Loco Por Incordiar” y de “Fuera de Lugar”, pero es un álbum realmente bueno,
que alcanza sin problema alguno el notable.
Maestro!
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