No es tan atípico a
estas alturas que una banda de renombre se aventure a llevar a cabo un proyecto
en el que combinen su estilo con la música clásica, como, por ejemplo, han
hecho Kiss, Metallica, Scorpions o Accept, entre otros muchos. Todos estos, en
líneas generales, suelen ser sinónimo de éxito (el que os voy a presentar a
continuación no será excepción), y es que es innegable que el Rock (también
puedo incluir al Metal) y la música clásica son como uña y carne.
En esta ocasión han
sido los americanos Alter Bridge quienes decidieron arriesgarse y unir fuerzas
con The Parallax Orchesta para ofrecer dos conciertos (los días 2 y 3 de
octubre) en un teatro legendario de Europa como es el Royal Albert Hall
londinense, que ha albergado muchos conciertos históricos para el género.
El avance de las
tecnologías se ha puesto de manifiesto en esta grabación, mostrando una calidad
de imagen y sonido sorprendente que permiten al espectador u oyente
(dependiendo de si reproduces el concierto en CD o DVD) sentirse un asistente
más de este recital tan especial. Por ello reivindico la figura de Dan Sturgess
y Alex Cribbs, quienes, creo, que han hecho una labor muy acertada tras la
dirección y producción.

El recital se inicia
con "Slip To The Void", una introducción ideal para semejante evento,
en la que disfrutamos de los primeros detalles de calidad y magia atesoradas en
la voz de Myles Kennedy. Unos instantes después, la intensidad se eleva y de
las tinieblas surge la Parallax Orchesta y sus casi setenta componentes,
elevando la canción a un nivel superior. Tampoco está nada mal el papelón de
Tremonti a la guitarra. No tardará en aparecer el primer clásico de la banda,
que no es otro que “Addicted To Pain”, una canción trepidante y que siempre es
garantía de emociones fuertes en directo. Aunque, como cabía esperar, suena
realmente bien, tal vez se extrañe un poco más de protagonismo en algunos
instantes de la canción. De hecho, para mí hay que esperar hasta “The Writing
On The Wall” para darse cuenta de lo bien que funciona esta unión
“clásico-rockera”. Esta es una de mis canciones preferidas de la noche, con una
soberbia actuación de todos los protagonistas presentes sobre las tablas.

Pero no solo “Words
Darker Than Their Wings” me ha dejado un sabor especial. Otra canción del
mítico “One Day Remains” (recomiendo mucho su escucha) como es “The End Is Here”
(no tan habitual en los repertorios) muestra a una banda consolidada que
transmite mucha emotividad y que disfruta y aprovecha esta gran oportunidad de
tocar con una orquesta en un lugar tan especial como el Albert Hall.
El bueno de Myles,
decidido a sacar un par de lágrimas a la audiencia allí concentrada, y también
a quienes hemos visto y escuchado el concierto en casa, se marca una versión
acústica inmejorable del "Wonderful Life" de su ya citado “ABIII”
acompañado de unos arreglos de cuerda por parte de la orquesta que terminan de
encumbrar esta canción. Siento que “Watch Over You”, canción que Myles conecta
directamente con la anterior, queda un tanto eclipsada por lo escuchado
anteriormente, sonando muy bien pero sin grandes lujos.

Otra canción que
triunfó esa noche, aunque lo raro hubiese sido lo contrario, es la mítica
“Blackbird” que dio nombre al que probablemente es su álbum más grande hasta la
fecha. Una vez más tengo que reivindicar la figura de Myles Kennedy y
etiquetarlo con toda seguridad como una de las grandes voces del Rock actual.
Su registro es tan variado y complejo como hermoso, permitiéndole cuajar
actuaciones tan especiales como esta. Tremonti también se luce, clavando el
bestial solo de guitarra que esta canción posee. La emotividad que esta canción
tenía de por sí cuando fue lanzada hace unos años, aumenta notablemente gracias
a los sobresalientes arreglos orquestales que acompañan a la banda. Un diez
para esta canción.
La velada finaliza con “Open
Your Eyes”, canción muy habitual en los setlist del grupo, pero que sorprende
por haber sido reservada para el final del espectáculo en lugar de “Rise
Today”, que es la canción que suele cumplir con esta función. El Albert Hall se
entrega en cuerpo y alma a los americanos, acompañando en gran parte de la
canción a Myles. Tremonti vuelve a destacar con un solo cargado de técnica,
mientras la orquesta al unísono lo acompaña. Casi tres horas de recital que
llegan a su fin por la puerta grande.

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