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The Stooges - Fun House (1970)

Calificación:*****

En 1969, gracias a su gran debut homónimo, los Stooges se dieron a conocer en la escena de aquellos tiempos de la mano de un sonido que combinaba el Garage con una versión primitiva de lo que posteriormente se llamaría Punk (sí, los Stooges fueron los precursores, no los Sex Pistols). Y es que estos cuatro músicos, pese a que su importancia parece haber sido olvidada por muchos, nos regalaron varios de los mejores álbumes de la historia del Rock, como el monumental “Raw Power” (1973) y, para suerte de todos, “Fun House”, que es el álbum que se analiza en esta reseña.

“Fun House”, visto desde una perspectiva global, es el disco más raro y complejo de la banda. Esto pudo tener su origen, en gran parte, a la profunda adicción a las drogas alucinógenas que nuestros protagonistas sufrían en aquellos tiempos. Salvaje, ruidoso, excesivo, violento, provocativo,…son algunos adjetivos que se me ocurren para describir el trabajo. Conforme avanza la escucha, el Rock va derivando en una sucesión de ritmos de lo más extraños y apocalípticos. Aviso que, pese a ser una obra maestra (INDISCUTIBLE), es cierto que a muchas personas puede no gustarles la extrañeza de algunas composiciones.

¿Qué caracteriza a los Stooges?

Lo primero es un sonido fundamentalmente propio del Garage-Rock y, como ya se dijo anteriormente, del Punk en su versión cavernaria. Pero si hay algo que hace grande a los Stooges, con permiso de los hermanos Asheton y de Dave Alexander, ese es Iggy Pop, un icono del Rock que se convirtió en leyenda por su comportamiento impredecible, su explosividad y polémica en vivo, su vozarrón y las miles de anécdotas que nos ha dejado.

Este trabajo fue grabado bajo la supervisión de Don Galucci, quien había tocado el piano para  la banda popular banda Kingsmen. La portada, como podéis comprobar al inicio de este comentario, es de lo más vistosa, con un Iggy Pop en primer plano  conteniendo al resto de los miembros en su interior (hay que rotarla para verlos a todos) bajo tonos rojizos, naranjas y amarillos (la sensación de violencia está presente desde la portada).

Comencemos a analizar el disco…

Esto empieza exageradamente bien. Bajo un riff sencillo, repetitivo y resultón surge la antológica “Down On The Street”, primer hueso gordo del trabajo. Iggy demuestra que era algo más que un showman a través de varias alteraciones de su registro entre los versos y el estribillo. El solo de guitarra, construido a partir de dos punteos superpuestos, me encanta, así como los instantes posteriores que parecen propios de una improvisación instrumental sobre la que el bueno de Iggy recita unos últimos versos para cerrar de forma brillante la canción.

“Loose” es la perfecta continuación tras lo vivido con el anterior corte. Un corte inspiradísimo, también construido sobre una base instrumental sencilla y consistente, en el que volveremos a ser partícipes de una descomunal descarga del señor Pop al micrófono y de otro solo antológico del señor Asheton.

Si hay una canción que adoro de este trabajo esa es “T.V. Eye”, en la que los Stooges, como hicieron un par de años más tarde en “Search & Destroy”, muestran su faceta más Punk y se sacan un cañonazo de cuatro minutos en el que Iggy pierde la cordura y muestra su vertiente más rebelde y alocada (¡esos gritos! ¡esos gritos!).

La canción más lenta del álbum, y que también es seria candidata a ser la mejor del mismo, es “Dirt”, un soberbio blues psicodélico de siete minutos de extensión que rompe con el patrón de canciones incendiarias que “Fun House” parecía ofrecer en todo su listado de temas. Iggy Pop cuaja una de sus actuaciones más dramáticas y logradas (algo difícil de designar tratándose de un icono como este). El bajo es peligrosamente adictivo y me provoca el éxtasis cuando se inicia el solo de guitarra y este se mueve por debajo con un sonido extremadamente provocador.

Con la segunda cara del LP cae sobre nosotros una buena ración de temas con un marcado carácter psicodélico. “1970” es, en líneas generales, un nuevo latigazo de Rock frenético firmado por estos genios, orientándose hacia un sonido más cercano al Garage, hasta que, de la nada, aparece Steve MacKay y se marca un solo de saxofón (sí, lo que lees), que seguramente no era lo que nadie esperaba de este tema, pero que termina quedando de lo más curioso (ese momento en el que el saxo se torna más agudo mientras Iggy se vuelve completamente loco y comienza a gritar eso de “I feel alright”)

“Fun House” comienza con otros soplidos de saxofón (le cogieron gustito al saxo, ¿eh?) y, como en “Dirt”, vuelve a respirarse cierto aroma de jam sesión en esta canción. Siete minutos de extensión en los que la banda ofrece un alto despliegue de técnica instrumental influenciada por el Blues y hasta un poco de Jazz, mientras el diablo Iggy hace lo que le da la gana con el micrófono (lo mismo canta relajado que pierde la cabeza y enloquece hasta gritar como un pavo real –véase el minuto 5:52-). Temazo que define a la perfección el estado creativo y alucinógeno en el que se encontraban estos músicos. Genialidad.

Pero si hay una pista que supera los límites de la locura, esa es “L.A. Blues”, que de Blues tiene solo el título. Cuatro minutos de caos, de instrumentos distorsionados, de instrumentos desacompasados, de eso que algunos califican como “ruido”, de un Iggy completamente desmelenado, limitándose a gritar de vez en cuando. Una canción que, sinceramente, no sé cómo debo valorar. Dejémoslo en una genialidad nacida del excesivo consumo de sustancias.

Son muchas, y muy distintas, las impresiones que este álbum nos ha dejado al finalizar la escucha completa, pero no dudaría jamás en afirmar que este es un trabajo de culto del Rock y, como podéis imaginaros, también de los Stooges (soy un poco más de “Raw Power”, lo reconozco). No puedes morirte sin escuchar “Fun House”.





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