Cuando Motörhead publican “Orgasmatron” en 1986, la banda atraviesa uno de los periodos más turbulentos de toda su trayectoria. Tras la marcha de “Fast” Eddie Clarke y la irregular etapa junto a Brian Robertson, con quien editaron el injustamente tratado “Another Perfect Day” (uno de los mejores álbumes del grupo, aunque la historia no haya sido justa con este), Lemmy se ve liderando una formación renovada. A las filas se incorporan Pete Gill (Saxon) y una joven pareja de guitarristas formada por el eterno Würzel y, cómo no, nuestro querido Phil Campbell, quien permanecería en la banda hasta su abrupto final en 2015 tras la muerte de Lemmy. Así, Motörhead dejaría durante un par de años el clásico formato de trío para convertirse en un cuarteto.
Después de
editar un par de canciones conjuntas que acabarían incluidas en el
recopilatorio “No Remorse” (una de ellas fue la legendaria “Killed By Death”),
el grupo empezó a dar forma a lo que sería su séptimo trabajo de estudio. La
grabación estuvo marcada por una producción problemática, causada en gran
medida por la ruptura, nada amistosa, con Bronze Records y por la dificultad
para encontrar un nuevo sello que apostara por su nuevo material. La situación
llegó a ser tan desesperante para Lemmy y compañía que decidieron fundar su
propia discográfica, a la que bautizaron como GWR (Great Western Records).
Para este
LP, Lemmy quiso explorar un sonido más seco, mecánico y áspero. El resultado
fue un disco que, en su momento, descolocó a buena parte de los seguidores:
“Orgasmatron” incluía canciones que no sonaban como “Ace of Spades”, “Overkill”
o “Iron Fist”. El enfoque era más oscuro, más rígido y marcial, casi industrial
en su crudeza, adelantándose —sin buscarlo— a determinadas estéticas que se
popularizarían años después. Con el paso del tiempo, la historia acabaría
dándole la razón a una banda que influyó en tantas agrupaciones de su época.
¿Y qué
decir de esa portada tan icónica? Snaggletooth, la mascota del grupo, aparece
aquí transformado en una suerte de tren infernal y metalizado, evocando
imaginarios bélicos y futuristas. No es una elección casual: la imagen refleja
a la perfección el contenido del álbum, su tono industrial, su frialdad
emocional y su mirada crítica hacia el poder. Se trata de una ilustración que
se aleja del habitual humor macarra del grupo para abrazar una iconografía más
seria y amenazante. Mi portada favorita de Motörhead, sin duda.
Algo que,
en mi opinión, distingue a los Motörhead de “Orgasmatron” es la suciedad y la
densidad que impregnan buena parte de sus composiciones. La inicial “Deaf
Forever” nos recibe apretando el gatillo del caos y presentándonos a una banda
mucho más agresiva e incisiva de lo habitual. Su riff principal es afilado,
casi robótico, y la letra funciona como una declaración de intenciones contra
la industria musical y la hipocresía del negocio. Al frente de la ofensiva
encontramos a Lemmy, escupiendo cada verso con un desprecio monumental.
“Nothing
Up My Sleeve” es uno de los cortes más injustamente olvidados del disco. Su
planteamiento es más rápido y rockero, recuperando el groove de los primeros
años ochenta sin renunciar al clima sombrío que domina todo el LP.
La
electricidad continúa sin descanso en “Ain’t My Crime”, un tema que nos
devuelve al Lemmy más despechado y desafiante, apoyándose en una estructura de
Speed Metal clásico que va ganando épica en los versos antes de desembocar en
un glorioso puente-estribillo, fácilmente entre los más logrados de todo el
álbum.
El doble
pedal de Pete Gill, al más puro estilo Phil “Animal” Taylor, nos sumerge en la
opresiva “Claw”, una pieza pesada que me recuerda a algún pasaje de “Bomber”,
aunque aquí reforzado por una distorsión y una rabia muy propias de este tema
tan singular. Siempre me ha llamado la atención la manera en la que Lemmy se
deja la garganta en el estribillo previo al solo, repitiendo el título de la
canción como si no existiera el mañana.
Y llegamos
a un diamante en bruto que, por razones que aún no comprendo, no terminó de
trascender dentro de la discografía del grupo (¡y eso que la incluyeron en el
repertorio de la gira posterior!). “Mean Machine” es Speed Metal sucio y
agresivo en estado puro, marca de la casa, construido sobre un riff desgarrador
que se mantiene durante los versos. Mención aparte merece el puente,
absolutamente épico (¡con grito de Lemmy incluido!), y un estribillo directo a
la yugular.
El Rock
más clásico resurge en “Built for Speed”, un corte en el que la sección rítmica
adquiere un protagonismo especial. Una canción muy disfrutable, con una letra
que se siente claramente autobiográfica gracias a esos guiños a un estilo de
vida marcado por los excesos y la velocidad (“I was born to rock n roll”).
Quizá el
tema que más tibio me deja de todo el LP sea “Ridin’ with the Driver”… ¡y eso
que me gusta! Su Speed Metal destila odio y un tono callejero exquisito, pero
al compararlo con el resto de trallazos aquí presentes, siento que acaba
quedando en un segundo plano.
Es el
turno de un clásico como “Doctor Rock”, una pieza tan festiva como agresiva que
en distintas etapas fue utilizada como tema de apertura en sus conciertos. Rock
directo y pegadizo, con un puente-estribillo coral de esos que se quedan
grabados a fuego en la memoria.
Para el
cierre, la banda se reservó su carta más peligrosa. Y es que la homónima
“Orgasmatron” es una de las grandes joyas firmadas por Lemmy y compañía, además
de contar con un par de versiones más que dignas a cargo de bandas de renombre.
Lenta, pesada y cargada de simbolismo, esta composición lanza una crítica feroz
contra el poder, la religión y la manipulación de masas. La voz de Lemmy
adquiere aquí un tono casi profético, apoyada en efectos sonoros que refuerzan
su atmósfera apocalíptica, mientras la música construye un entorno opresivo y
casi industrial. No hay explosión final: solo una condena eterna para una
humanidad que avanza ciega hacia su extinción.
CONCLUSIÓN
Sé que no
resulta sencillo mantener la objetividad cuando me toca reseñar uno de los
discos que más marcaron mi adolescencia y que me abrieron de par en par las
puertas al universo Motörhead. “Orgasmatron” es un álbum nacido del conflicto,
de la frustración y de una voluntad firme de no repetirse.
Con el paso de los años, “Orgasmatron” se ha consolidado como una obra adelantada a su tiempo, oscura, políticamente incisiva y desafiante. No es el mejor disco de Motörhead, ya que ese honor pertenece a la trilogía formada por “Overkill”, “Ace Of Spades” y “Bomber”, pero se queda muy cerca de ese nivel de genialidad. Para mí, uno de los trabajos más singulares de una banda a la que los metaleros debemos tantas alegrías.


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