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Crónica del Concierto de Helloween en la Nueva Cubierta de Leganés, Madrid (15/11/2025)

Calificación:*****

Cuarenta años no se celebran todos los días, y nuestros queridos Helloween lo tuvieron clarísimo desde que anunciaran hace ya bastantes meses su gira conmemorativa. El público español, uno de los más apreciados por los gigantes alemanes, puede presumir de ser de los pocos afortunados con dos fechas en el tour, algo posible gracias al sold out casi instantáneo del show del 15 de noviembre.

La Nueva Cubierta de Leganés se transformó, por tanto, en un auténtico templo del Power Metal, abarrotado desde primera hora por unos fieles que querían asegurarse un buen sitio en un recinto sin asientos asignados, donde el orden de llegada marca la ubicación. Ni siquiera había arrancado la actuación de Beast In Black —teloneros de los que hablaré más adelante— y las gradas ya ofrecían un aspecto casi completo, con ánimos más que predispuestos a una gran noche.
Nadie quería perderse a Helloween, una banda que desde hace casi una década vive una segunda juventud gracias al regreso de dos pilares esenciales de su historia: Kai Hansen, fundador, primer vocalista, guitarrista excepcional y autor de varios clásicos inmortales del grupo, y el incansable Michael Kiske, leyenda vocal que marcó época en los dos míticos “Keepers” y en un par de trabajos posteriores quizá menos redondos. Tras una primera gira de reunión centrada en repasar viejos himnos, esta formación con dos (o tres) voces compartiendo escenario consolidó su excelente estado de forma en el homónimo “Helloween” (2021) y en el monumental “Giants & Monsters” (2025), que tiene muchas papeletas para ser el mejor LP de este año.

A diferencia de otras giras, esta celebración de cuatro décadas no pretendía únicamente rendirse a la nostalgia, sino reivindicar con un set de dos horas y media todas las etapas por las que ha transitado el grupo. Desde sus cimientos en “Walls Of Jericho”, pasando por los gloriosos “Keepers”, hasta su periodo más contemporáneo con mi querido Andi Deris y esa mezcla de Power Metal con tintes oscuros, sin olvidar el mencionado “Giants & Monsters”, al que la banda está dando un peso considerable en este tour. Pese a las variaciones estilísticas, siempre se mantiene un denominador común: la esencia vitalista y desenfadada de una formación que ha defendido esa actitud a capa y espada, no solo con buen humor sobre el escenario, sino a través de letras que exaltan la libertad individual.
Tal y como prometieron Michael Kiske y Kai Hansen en la entrevista que nosconcedieron hace un par de meses, el grupo trabajó para incluir temas largamente ausentes de los directos, sin renunciar a una generosa ración de clásicos eternos que, como cabía esperar, desataron el caos en vivo.

BEAST IN BLACK: UNA BUENA DOSIS DE METAL PESE AL IRREGULAR SONIDO

Con puntualidad británica y una Cubierta ya prácticamente llena, los finlandeses Beast In Black arrancaron una actuación de una hora en la que consiguieron conectar con un público que demostró conocer buena parte del repertorio de esta banda, actualmente celebrando su décimo aniversario y preparando un nuevo álbum para el próximo año.
Aunque no soy especialmente adepto al tipo de Metal que proponen —con un uso en ocasiones excesivo de samples y pistas pregrabadas—, y pese a que el sonido me pareció algo saturado dentro de un espacio ya de por sí complejo acústicamente, hay que admitir que el conjunto logró animar al respetable con una puesta en escena vibrante y contagiosa. Merece destacarse que en plena gira junto a Helloween la banda tuvo que afrontar la baja del guitarrista Kasperi Heikkinen, incorporando a contrarreloj al exmiembro de Children Of Bodom Daniel Freyberg, quien ha logrado aprenderse el set con sorprendente rapidez.
Tras un arranque contundente con “Power Of The Beast” y “Hardcore”, el grupo alternó temas de distintas épocas como “Blood Of A Lion”, “Cry Out For A Hero” o la celebrada “Sweet True Lies”, junto al más reciente sencillo “Enter The Behelit”. Ya en la recta final cayeron piezas infalibles como “Beast In Black”, “One Night In Tokyo”, “Blind And Frozen” o “No Surrender”, antes de retirarse prometiendo un repertorio completamente distinto para su segunda fecha en la capital.
Guste más o menos su propuesta moderna, Beast In Black se mostraron solventes con un show convincente y energético, aunque el sonido empañara algunos pasajes. Mención especial para su vocalista, Yannis Papadopoulos, dueño de una voz poderosa que por momentos me recordó al gran Tim “Ripper” Owens.

HELLOWEEN SOMETE A LA CAPITAL CON SU POWER METAL ATEMPORAL

Poco después de las nueve, la megafonía de la Cubierta comenzó a reproducir los inconfundibles acordes de “Let Me Entertain You”, de Robbie Williams, canción que Helloween emplea desde hace años como introducción mientras los roadies ultiman detalles tras una enorme lona con el logo del grupo. Minutos más tarde, con el escenario ya descubierto, estalló la euforia cuando los músicos tomaron posiciones y arrancaron con un clásico descomunal del segundo “Keeper”: “March In Time”. De inmediato quedó claro el espectacular estado de forma de Michael Kiske (algo que ya no sorprende) y de un Andi Deris al que, hace un par de años, se le notaba algo más fatigado. Sus voces encajaron de manera gloriosa, especialmente en el estribillo que Madrid coreó de forma unánime.
Acto seguido, y situados en la pasarela que sobresalía del escenario, la incansable dupla formada por Kai Hansen y Michael Weikath —confieso que son uno de mis tándems favoritos del Heavy Metal— firmó el primer solo memorable de la noche, aunque la estructura de la Cubierta y mi ubicación no siempre facilitaron distinguir las guitarras con nitidez.
Con un despliegue tecnológico más ambicioso de lo habitual —siguiendo la estela de lo que Iron Maiden han hecho en su última gira—, las calabazas terminaron de ganarse al público con una de las grandes sorpresas del set, especialmente para quienes adoramos la etapa más moderna con Deris. Cuando los primeros acordes de “The King for a 1000 Years” surgieron de la guitarra de Sascha Gerstner, la audiencia acompañó de inmediato a Andi y Michael en este complejo tema —abría el denostado tercer “Keeper”— que sonó impecable pese a su duración recortada. La banda navegó con maestría por sus múltiples cambios y la iluminación, siempre dinámica, amplificó el dramatismo de la pieza.
Kai Hansen terminó de conquistar a la audiencia cuando, tras un breve solo que incluyó la célebre melodía de “In The Hall Of The Mountain King” —referenciada también por Helloween en “Gorgar”—, disparó el inconfundible riff de “Future World”. La reacción fue abrumadora: miles de gargantas cantando cada verso y estribillo, reforzando una conexión banda-público que ya venía siendo evidente.
Las pulsaciones bajaron ligeramente con “This Is Tokyo”, el primero de los cuatro cortes de “Giants & Monsters” que sonarían esa noche. Aunque no es de mis favoritos, admito que en directo gana fuerza, sobre todo gracias a su estribillo accesible, que el público abrazó sin dudar. Pero la calma duró poco: la batería de Dani Loëble abrió fuego segundos después para introducir la incendiaria “We Burn”, cañonazo de los 90 con un Deris magistral tanto al micrófono —insisto en su notable mejoría— como manejando un pequeño lanzallamas, sincronizado con las llamaradas que surgían del frontal del escenario.
Tras el lucimiento de Deris llegaba el turno de Kiske, quien, no sin antes mostrar su rechazo hacia la inteligencia artificial y su capacidad para anular la creatividad humana, nos regaló una interpretación sublime de otra de las grandes sorpresas del tour. Que la banda haya recuperado tras casi cuatro décadas la vertiginosa “Twilight of the Gods”, una de mis favoritas del primer “Keepers”, ya justifica esta gira histórica. Velocidad, doble bombo, guitarras afiladas en un solo doblado glorioso por Hansen y Weikath, agudos punzantes… una demostración de poder olímpico a cargo de una banda inmune al paso del tiempo.
Fiel a la tradición, Kai Hansen tomó por primera vez el micrófono para trasladarnos a mi venerado “Walls Of Jericho” con ese torbellino atronador llamado “Ride The Sky”, que sonó como en los 80. Kai cumplió con creces, alcanzando notas realmente exigentes pese a sus limitaciones y ejecutando un solo endiablado mientras el público tarareaba cada nota.
Otros dos temas recientes que funcionaron a la perfección fueron “Into The Sun” y “Universe (Gravity From Hearts)”. El primero redujo revoluciones con sus líneas melódicas, permitiendo apreciar el empaste vocal de Kiske y Deris mientras las pantallas proyectaban paisajes cálidos. “Universe”, al igual que “This Is Tokyo”, se confirmó como un tema que crece en vivo, impulsado por el despliegue vocal de Kiske y un magnífico solo de guitarras gemelas.
Entre medias cayeron dos piezas rescatadas para este 40 aniversario que sirven para reivindicar obras injustamente subestimadas de la era Deris. La primera fue “Hey Lord!” del “Better Than Raw”, celebradísima por el público y coreada con entusiasmo, mientras Deris demostraba no solo su talento vocal, sino su habilidad innata como frontman, conectando de continuo con la audiencia y tirando de un español sorprendentemente fluido en las palabrotas (gracias a sus largas estancias en Tenerife —este blog es de allí, ¿no?—). Poco después, y no sin que Andi confesara que se trata de su composición preferida de Markus Grosskopf, la banda rescató del olvidado “Rabbits Don’t Come Easy” la adictiva “Hell Was Made in Heaven”, más oscura y pesada que la original debido al poderío rítmico de Markus y Dani, pero también al propio Deris.
Tras un poderoso solo de batería a cargo de Dani Löble, donde combinó técnica con numerosos guiños interactivos al respetable, llegó la histórica “I Want Out”, que desató uno de los momentos más salvajes de la noche. Este himno generacional fue coreado de principio a fin, incluido el icónico solo de Hansen. Tenía la espina clavada de no haberlo escuchado antes en vivo, así que poder presenciarlo ahora ha sido una alegría inmensa.
El siguiente momento sirvió para bajar revoluciones: situados al frente de la pasarela y armados con una guitarra acústica, Deris y Kiske ofrecieron un set de poco más de cinco minutos, ideado —según el propio Kiske— para que Kai pudiera fumarse un cigarro (algo que parece cierto, pues salió a escena de manera cómica en ese momento con un cigarrillo en mano antes de desaparecer). Ambos interpretaron tres temas acústicos de Helloween y dos breves guiños a Elvis —“Love Me Tender” y “Suspicious Mind”— que funcionaron maravillosamente. Tras la breve “Pink Bubbles Go Ape”, cálidamente interpretada por Kiske, llegó el turno de viajar al “Master Of The Rings” para disfrutar de una deliciosa versión de la íntima “In The Middle Of A Heartbeat”, bordada por Deris. La guinda de este pequeño pastel la puso la antológica “A Tale That Wasn’t Right”, interpretada a dúo por ambos vocalistas antes de que el resto de la banda se sumara.
Tengo la impresión de que la divertidamente pegadiza “A Little Is a Little Too Much” terminará convirtiéndose en un clásico moderno de las calabazas. Fue la última referencia a “Giants & Monsters”, sonó potente y recibió una acogida digna de un tema veterano.
Hansen volvió a tomar el micrófono para reventar la Cubierta con “Heavy Metal (Is The Law)”, otro imprescindible de “Walls Of Jericho”, despertando un ambiente festivo que él mismo agradeció al finalizar. Power Metal de galones llevado a su máxima expresión.
Los doce minutos de la archiconocida “Halloween”, la pieza con la que Kiske se presentó en sociedad como nuevo cantante, embrujaron Madrid con su dramatismo, sus cambios imposibles y un solo a cuatro manos cortesía de Weikath y Hansen. A estas alturas ya está dicho todo sobre ambos vocalistas, pero su desempeño aquí rozó lo inhumano. Parecía el final del espectáculo.
Entre vítores que reclamaban un bis, la megafonía hizo sonar “Invitation”, la inconfundible intro del “Keeper II”, que desembocó en la legendaria “Eagle Fly Free”, tema que me introdujo en el universo de Helloween hace ya muchos años. Kiske ofreció una interpretación sobresaliente, poniendo alma y entrega en cada frase, acompañado por miles de voces. El trío de guitarras protagonizó un solo al unísono replicado después por Markus al bajo y Dani a la batería, antes de que Kiske cerrara con esa histórica nota aguda que todos esperábamos.
Deris recogió entonces el testigo para una “Power” pletórica —¡cómo coreó la Cubierta ese solo melódico!— antes de que la velada llegara a su final inapelable con la festiva “Dr. Stein” y el tramo final de la epopeya “Keeper Of The Seven Keys”, que nos despidió entre pirotecnia y la aparición de una enorme calabaza sobre el escenario.

CONCLUSIÓN

Dos horas y media que se esfumaron gracias a una interpretación impecable por parte de una banda que, pese a lidiar con una acústica bastante mejorable (si fuera por ese elemento no le hubiera puesto las cinco estrellas a la velada), volvió a demostrar por qué en materia de Power Metal siguen sin tener rival. Así se lo hicieron saber las miles de almas que anoche acudieron a su ritual sonoro.

El repertorio elegido para esta gira me parece sencillamente inmejorable, sobre todo si se tiene en cuenta lo complejo que resulta condensar cuatro décadas de trayectoria sin renunciar a clásicos fundamentales y, a la vez, cumplir con la obligación de promocionar el último trabajo de estudio. Obviamente hubo alguna que otra pieza que pude echar en falta (“I’m Alive”, una versión completa de “Keeper Of The Seven Keys” o “Sole Survivor”, por ejemplo), pero es prácticamente imposible confeccionar un setlist de esta envergadura cuando has disfrutado —salvo momentos muy concretos— de una carrera tan fértil.

Espero poder reencontrarme en el futuro con estas entrañables calabazas a las que he tenido la fortuna de entrevistar en el pasado y que, dicho sea de paso, siempre han ocupado un lugar muy especial en mi corazón como una de mis bandas preferidas de todos los tiempos.

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