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Iron Maiden - No Prayer For The Dying (1990)

Calificación:*****(7,5)

Tras una década gloriosa marcada por obras maestras como Iron Maiden, Killers, The Number of the Beast, Powerslave, Somewhere in Time y Seventh Son of a Seventh Son, Iron Maiden dio la bienvenida a los años 90 intentando redefinirse. El metal de tintes sinfónicos y enfoque conceptual de su última etapa había alcanzado su punto culminante, y la banda sintió la necesidad de volver a sus raíces: menos teclados, más crudeza y estructuras más directas.

Una tumba abierta, un sepulturero con cara de loco y Eddie saliendo de su ataúd como quien regresa del inframundo a reclamar lo que es suyo. La portada de “No Prayer for the Dying” no deja indiferente: aunque no es la más celebrada del catálogo de Iron Maiden, tiene una fuerza simbólica directa con ese momento de transición en el que el grupo deseaba resucitar su faceta más salvaje.

El cambio no fue solo musical: Adrian Smith, pieza esencial en el sonido del grupo, decidió abandonar la formación, frustrado con la nueva dirección artística y deseoso de centrarse en proyectos personales. Su lugar lo ocupó Janick Gers, un guitarrista más visceral y menos pulido, pero con una entrega apasionada. Ya se había hecho un nombre gracias a su trabajo con Ian Gillan y Bruce Dickinson en Tattooed Millionaire.

Así nació “No Prayer for the Dying”, un álbum polémico y divisivo que parece debatirse entre la necesidad de cambio y el miedo a romper con el pasado. Su producción más seca y su enfoque más directo generaron opiniones encontradas. Es una obra desigual que sorprende por momentos y decepciona en otros. Aun así, esta reseña nace como reivindicación de los diamantes ocultos que el disco alberga, en un intento de la banda por reencontrarse con su versión más clásica.

Cuesta creer que un álbum tan criticado comience con un temazo como “Tailgunner”, que desde el primer segundo impacta con un riff amenazante. Aunque su agresividad esté contenida, transmite una energía tremenda, gracias a la interpretación enérgica de Bruce Dickinson y un estribillo demoledoramente pegadizo.

La letra, escrita por el propio Bruce, se centra en el sufrimiento de los aviadores durante la Segunda Guerra Mundial, abordando dos tragedias provocadas por los aliados: los bombardeos de Dresde (13–15 de febrero) y la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki (6 de agosto). Con tono acusador, Bruce arremete contra la deshumanización de la guerra y la arrogancia militar (“La previsión meteorológica es buena para la guerra. ¿Cologne y Frankfurt? ¡Tomad un poco más!”). También compara la tecnología actual con la crudeza del pasado (“No hay ningún radar activado – solamente piel y huesos”). Un tail gunner era el artillero trasero en un bombardero; uno de los más célebres fue Charlie Cooper, apodado “Tail-End Charlie”, expresión que también se cita en la canción.

Difícil ponerle peros a “Holy Smoke”, un tema afilado tanto en sonido como en mensaje. Bruce se luce vocalmente y el grupo, sin complicaciones estructurales, entrega una descarga de riffs contundentes y base rítmica implacable.

En lo lírico, Dickinson carga contra los telepredicadores que lucran con la fe. En algunos pasajes parece adoptar la voz de Jesucristo, denunciando la manipulación de su mensaje (“Ellos borraron lo que dije como si nunca hubiese hablado”) y ridiculizando a los falsos profetas (“Cree en mí, no les mandes dinero. Morí en la cruz y eso no es gracioso” / “no son religiosos, pero tampoco tontos”).

Mención especial para el mordaz “Jimmy Reptile”, alusión a Jimmy Swaggart, famoso predicador homofóbico envuelto en escándalos sexuales. Tras años de predicar valores conservadores, fue sorprendido con prostitutas en un motel. Bruce lo señala sin piedad. Swaggart, además, había atacado a Iron Maiden en su libro Religious Rock 'N' Roll: A Wolf In Sheep's Clothing, cuyo diseño de portada mostraba a Steve Harris. Este llevó el asunto a juicio y ganó. “Holy Smoke”, pues, más que una canción, es un ajuste de cuentas con nombre propio.

“He vivido en la basura, he vivido en el pecado. Pero pese a todo huelo más limpio que tú con esa mierda en la que andas metido”.

Turno ahora para la oscura “No Prayer for the Dying”, tema introspectivo que muestra el lado más melancólico de Maiden. Su arranque lento da paso a un acelerón muy bien conducido por Harris y McBrain, y que permite a Gers y Murray brillar con un duelo de solos atractivo. El título hace referencia a la película de 1987 con Mickey Rourke, aunque la letra aborda el desencanto de un hombre creyente ante la falta de respuestas divinas (“Dios dale respuesta a mi vida, Dios dale respuesta a mis sueños, Dios dale respuesta a mis rezos, Dios dale respuesta a mi existencia”).

“Public Enema Number One” es uno de esos cortes que, sin deslumbrar, mantiene un buen nivel. Su lírica, sin embargo, es notable: Bruce y Dave critican con dureza a las élites políticas globales, que manipulan y abusan del pueblo (“enema” como metáfora explícita). Aun con ideas algo dispersas, el mensaje es potente y cargado de rabia, depositando en los jóvenes la esperanza de un futuro más justo.

Cuesta entender el desprecio generalizado hacia “Fates Warning”, una de las piezas más infravaloradas del álbum. Su introducción melódica construye un ambiente sombrío que pronto estalla en una sección más eléctrica y un estribillo coral muy pegadizo. La canción reflexiona sobre la incertidumbre del destino humano, centrando la atención en nuestra ignorancia frente a la muerte y el porvenir.

Con una atmósfera densa y oscura, “The Assassin” ofrece una exploración psicológica de un asesino a sueldo, al estilo de Killers. Aunque su estructura tiende a la repetición, tiene momentos destacados, como ese punteo sincronizado de bajo y guitarra, o el estribillo, que salva la canción.

“No es el dinero que obtengo por ello, sino la emoción de la cacería. Y vengo detrás de ti. Observo cada uno de tus movimientos, estudio las cosas que haces y la secuencia de tus rutas. Observo tu manera de caminar, escucho tus llamadas telefónicas y quiero entender la forma en que razonas”.

“Run Silent Run Deep” es otra joya escondida. De aires melódicos y galopantes, evoca los mejores años de Maiden gracias al bajo de Harris y la poderosa voz de Dickinson. Basada en la película homónima de 1958 (protagonizada por Clark Gable y Burt Lancaster), a su vez inspirada en la novela de Edward Playa, la letra describe la guerra submarina en el Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. El dramatismo de la escena final, con el submarino condenado (“Rumbo a Davy Jones”), transmite una tensión casi cinematográfica.

Más cercano al hard rock de AC/DC, “Hooks in You” es el tema más descaradamente comercial del álbum. Sin embargo, funciona gracias a un estribillo pegajoso y un riff central muy contagioso. Fue compuesto por Adrian Smith antes de abandonar el grupo, siendo su única contribución en este LP. La letra, escrita junto a Bruce, trata con humor una relación amorosa desigual y tiene un aire de continuidad con “Charlotte the Harlot” y “22 Acacia Avenue”. Según Dickinson, el estribillo (“Garfios en ti, garfios en mí, garfios en el techo”) se inspira en una visita a una casa donde encontró a tres jóvenes practicando sadomasoquismo… colgados de ganchos en el techo.

Una de las canciones más polémicas de la banda, “Bring Your Daughter... to the Slaughter”, se convirtió —curiosamente— en su único número 1 en las listas británicas. Originalmente compuesta por Bruce para la banda sonora de Pesadilla en Elm Street 5, fue regrabada junto a Iron Maiden. De sonido más macarra y teatral, Bruce explota su vena más histriónica para dar vida a un ser depravado que acosa a una joven.

“Es mejor que sepas que soy el elegido

así que desencadena tu puerta trasera e invítame a entrar”.

La obra se despide con “Mother Russia”, una epopeya de tintes épicos que destaca por su atmósfera solemne y su melodía de inspiración oriental. Harris, aparentemente influido por Asturias de Isaac Albéniz, construye un tema que suena a homenaje y crítica a la vez. La letra habla de la historia de Rusia y del colapso del comunismo soviético. Dickinson brilla al micrófono, mientras Gers y Murray se lucen en un duelo final memorable.

“Madre Rusia, bailan los zares,

sostén tu cabeza, estate orgullosa de lo que eres.

Ahora ha llegado la libertad al final.

Cambia la historia y tu pasado”.

 

CONCLUSIÓN

Aunque suele ser menospreciado incluso por la propia banda —que rara vez incluye sus canciones en directo últimamente—, “No Prayer for the Dying” no es un desastre ni mucho menos un trabajo indigno. Tras una serie de discos impecables, este álbum marca un punto de inflexión. Contiene errores evidentes, sí, y refleja cierto estancamiento creativo, pero también representa una transición hacia un sonido más directo y acorde con su época.

Si bien su sucesor, “Fear of the Dark”, terminaría consolidando esa evolución, este álbum demuestra que aún quedaba mucho por decir por parte de una banda inmortal.

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