Antes o después tenía que incluir en este, nuestro Blog, a una de las bandas más grandes que ha dado Gales. Hablo de los emblemáticos Budgie, el trío originario de Cardiff que sin haber gozado del éxito masivo de contemporáneos como Black Sabbath o Deep Purple, influyó enormemente en el desarrollo del Heavy Metal, especialmente en la generación de la NWOBHM (New Wave of British Heavy Metal). Bandas como Metallica o Iron Maiden. Este escrito pretende homenajear a Burke Shelley (voz y bajo), Tony Bourge (guitarra) y a Ray Phillips (batería) a través del rescate y análisis de su magnum opus.
Lanzado
en junio de 1973, “Never Turn Your Back on a Friend” es probablemente la obra
maestra de este power trio. Tras dos álbumes donde ya dejaban entrever su
calidad (“Budgie” y “Squawk”), la banda mostraría en este nuevo lanzamiento su
mayor madurez creativa, logrando un equilibrio formidable entre la potencia
cruda, la técnica instrumental y la imaginación compositiva. Basta con ver la
elegante portada creada por el legendario Roger Dean (conocido por sus
colaboraciones con Yes y Uriah Heep), para darnos cuenta del carácter
fantástico, aventurero y progresivo del contenido musical.
¿Es
necesario presentar “Breadfan”? El tema por excelencia de Budgie es el
encargado de abrir este álbum. Lo primero que nos encontramos es un riff
afilado y veloz completamente adelantado a su tiempo, cortesía del gran Tony
Bourge. Pocos segundos después se unirán bajo y batería conformando una pista
que roza el Speed Metal en su versión más cavernaria. Burke está sembrado tras
el micrófono, sacando a relucir sus registros más rotos. Algo que adoro de este
clásico es su estructura completamente cambiante, pasando de un inicio
demencial a un intermedio acústico y casi pastoral que revela la brillante vena
melódica del trío. Los solos que firma Tony durante numerosos momentos del tema
merecen todos los honores. Y sí, Metallica grabaría su propia versión de este
temazo dos décadas después, pero no quería limitar este comentario a ese dato.
Y
tras semejante primer plato, la banda nos sacude con una reinterpretación del
“Baby Please Don’t Go” de Big Joe Williams en clave Heavy, apostando por riffs
densos (¡imposible no quedarse boquiabiertos ante la distorsión empleada por
Tony!) que empastan a las mil maravillas con un bajo amenazante y una pista de
batería que avanza más sólida que un tanque de guerra. Al final de cada verso
Bourge incorpora pequeños solos de guitarra que convierten este número en algo
más que una simple versión de otro artista.
“You
Know I'll Always Love You” solamente necesita dos minutos de extensión y una
estructura sencilla para enamorar al oyente. Sobre una base arpegiada y
bucólica, Shelley muestra su lado más vulnerable, en contraste con la dureza de
las pistas anteriores, demostrando su envidiable habilidad para moverse en este
tipo de composiciones más solemnes.
Llegamos
a la joya escondida del disco. Un tema que se titula “You're the Biggest Thing
Since Powdered Milk” (en español “Eres lo más grande desde la leche en polvo”)
nunca puede decepcionar. Y es que más allá del cómico título, la banda firma un
tema de más de nueve minutos de extensión donde coquetea con diferentes
subgéneros todavía no inventados como el Stoner (esos riffs parecen sacados de
finales de los 80). Tras un incendiario solo de Ray Phillips, la guitarra de
Bourge firma un riff sucio que parece extraído del “Master Of Reality” de Black
Sabbath, y al que Shelley acompaña con maestría tras el bajo con una línea de
altísimo nivel técnico (ojo al cambio de ritmo que introduce en el quinto
minuto). También debo destacar el trabajo de este último tras el micrófono,
quebrando su voz al máximo en algunos instantes. Poco antes de llegar a mitad
del tema, podremos paladear un solo de guitarra bastante extenso y que de haber
sido firmado por otro guitarrista (introduzca aquí el nombre de cualquier guitar
god) hablaríamos de uno de los grandes punteos de la historia del Rock. No
puedes perderte el final es un clímax instrumental con solos de guitarra
desquiciados y ejecutados con una mezcla de efectos llamativa. Llámenme loco,
pero para mí este tema está un peldaño por encima de “Breadfan”. Qué salvajada.
Y
sin tiempo para recuperarnos tras semejante obra maestra, la banda se abalanza
nuevamente sobre el oyente con “In the Grip of a Tyrefitter’s Hand”, uno de los
temas más complejos del álbum, con múltiples cambios de tempo y tono. Lo
primero que debo mencionar es el callejero riff con el que se inicia la pista,
captando desde el inicio la atención del oyente para, pocos segundos después,
dejarlo boquiabierto con una segunda parte donde guitarra y bajo comparten
protagonismo. Conforme pasan los minutos, la pista evoluciona hacia algo más
progresivo y experimental sin perder en ningún momento el Groove. Un tema de
primerísimo nivel.
Es
de agradecer que “Riding My Nightmare” nos dé un pequeño respiro tras tanta
electricidad. Como en la ya reseñada “You Know I'll Always Love You”, la banda
nos mece con unos arpegios elegantes y que destilan esa melancolía británica
similar a algunas baladas de Thin Lizzy. Todos los honores para la voz tenue de
Shelley, quien canta como los ángeles. Una canción corta, pero efectiva como
contrapeso emocional.
No
se puede cerrar mejor un álbum de tanto nivel. La épica “Parents” pone el
broche de oro a la escucha con más de 11 minutos del mejor Rock Progresivo
posible, Esta mini-suite desarrolla una narrativa musical en varios movimientos
bien definidos: tras una primera parte de guitarras limpias y un Shelley
cantando de forma limpia, el número comenzará a electrificarse y a ganar cuerpo
sin por ello perder su introspección. Líricamente estamos ante un trabajo
formidable de escritura, ya que gira en torno al paso del tiempo, al desencanto
juvenil y la reconciliación emocional, tres temas profundamente humanos que son
abordados con tanta sensibilidad que desarman a cualquiera.
CONCLUSIÓN
“Never
Turn Your Back on a Friend” es una obra maestra subestimada del Heavy Metal y/o
Hard-Rock de los 70. Budgie logró con este álbum una síntesis notable entre
fuerza bruta, sensibilidad melódica y riesgo compositivo en un momento donde
las nuevas variantes del Rock comenzaban a emerger. Su influencia va mucho más
allá de lo que las ventas de la época reflejaron: a lo largo de sus siete
canciones están los gérmenes del metal, el grunge, el stoner y hasta el
post-rock.
Un disco que merece ser redescubierto, no solo por su valor histórico, sino por su profundidad musical al que pronto sucederían otras grandes obras como “In For The Kill” (1974), “Bandolier” (1975) o el más lejano “Nightflight”. Pronto prometo traer más escritos sobre esta grandísima banda.
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