Ya sea porque no viví su apogeo o porque su legado no ha perdurado tanto como el de otros grupos, me tomó años descubrir a The Cult y su extensa colección de álbumes sobresalientes. Recuerdo la fascinación que sentí al escuchar por primera vez “Love” (1985), un álbum auténtico donde Ian Astbury cautivó con una voz que evocaba a Jim Morrison (no es casualidad que The Doors lo contactaran para una serie de conciertos de reunión) y a Glenn Danzig, complementada por una presencia escénica rebelde al estilo de Bon Scott.
Aunque comenzaron en una escena británica dominada por
la NWOBHM, con bandas como Judas Priest, Saxon y Def Leppard en el centro, The
Cult siempre se destacó por su capacidad de adaptarse a diversos estilos
musicales. Así, después de explorar un sonido gótico y sofisticado en sus dos
primeros álbumes, la banda, impulsada por la visión de Astbury, optó por
adoptar un enfoque más crudo y directo, alineándose con el Hard-Rock universal
que definió la década de los 80.
Para lograr esta evolución, la banda se asoció con
Rick Rubin, uno de los productores más renombrados, quien comprendió y
amplificó su visión en el estudio. En abril de 1987, “Electric” se lanzó al
mercado, marcando el reconocimiento masivo de un cuarteto que revitalizó la
esencia del Rock setentero con una nueva frescura.
La primera pista, “Wild Flower”, demuestra el cambio
radical en el sonido de la banda. La distorsión proporcionada por Billy Duffy
en su guitarra recuerda a la de los hermanos Young de AC/DC, con riffs
aparentemente simples pero memorables. Poco después, la voz potente de Ian
Astbury, con tonos desafiantes, refuerza esta declaración de intenciones.
Continuando en la misma línea, “Peace Dog” nos sumerge
en un tema salvaje y urbano, mostrando el renovado músculo musical de la banda.
La impresionante interpretación vocal de Astbury confirma por qué se le comparó
con íconos como Jim Morrison y Glenn Danzig, destacando por su potencia y
elegancia.
“Lil’ Devil” se establece como un clásico del grupo,
frecuentemente etiquetado como una “canción de carretera” por su aridez y tono
festivo. Billy Duffy presenta un riff cargado de mala intención que podría
haber encajado con AC/DC o los primeros Def Leppard. Aunque el solo de guitarra
de Duffy no es técnicamente sobresaliente, contribuye a uno de los momentos más
memorables del tema, consolidándolo como un hit indiscutible.
“Aphrodisiac Jacket” refleja el apogeo compositivo de
la banda, con un sonido más ácido en las melodías distorsionadas y las líneas
vocales de Astbury. Aunque no es una de las piezas más conocidas, siempre la
disfruto al escuchar “Electric”.
“Electric Ocean” mantiene el tono desenfadado de los
primeros temas, demostrando que a veces la composición más simple es la más
efectiva. Con un riff contundente, una voz poderosa, una banda sólida, un buen
estribillo y un solo aceptable, es una muestra perfecta de su enfoque directo.
“Bad Fun” representa el coqueteo de The Cult con el
Heavy Metal. Comienza con un punteo rápido y punzante de Duffy, que se
convierte en una secuencia rápida de acordes. Destaca el notable nivel rítmico
de Jamie Stewart y Les Warner, con un solo de guitarra final que demuestra la
destreza de Duffy.
“King Contrary Man” avanza con un sólido riff de
guitarra que recuerda al de “Black Shuck” de The Darkness o a los primeros Guns
N' Roses. Aunque no es un clásico, su potencia y contundencia no deben ser
pasadas por alto.
“Love Removal Machine” es otro hit del cuarteto,
frecuentemente comparado con Led Zeppelin, aunque personalmente lo he asociado
más con los Rolling Stones debido a su feeling y a ese riff principal similar
al de “Start Me Up”, pero con más distorsión. Esta canción sigue mereciendo
todos los elogios que ha recibido a lo largo de los años.
En una curiosidad casi anecdótica, la banda incluyó
una versión personal de “Born To Be Wild” de Steppenwolf, ralentizando el ritmo
original para ofrecer unas guitarras y una base rítmica más densas, sobre las
que Ian Astbury se mueve con soltura, revitalizando este himno del Rock
clásico.
“Outlaw” ofrece menos de tres minutos de energía
cruda, aunque nunca alcanzó el estatus de tema icónico de la banda. La potencia
rítmica de la banda y la entrega enérgica de Astbury en los versos y el
estribillo coral dejan una impresión duradera.
El álbum cierra con “Memphis Hip Shake”, una joya
menos conocida que rebosa Groove y reminiscencias de la vieja escuela, donde
Billy Duffy firma uno de los mejores solos del disco, cerrando la obra de
manera destacada.
El Hard-Rock de “Electric” ya estaba establecido, pero
este álbum enamoró como si fuera una propuesta innovadora. Esto subraya la
grandeza de The Cult, que logró convertirse en un grupo de renombre mundial.
Aunque las tensiones entre Billy e Ian aumentaron durante la gira de promoción
y el grupo experimentó cambios en su formación, continuaron produciendo álbumes
destacados como “Sonic Temple” (1989) y el homónimo “The Cult” (1994). Estos
trabajos confirmaron que la grandeza de “Electric” no fue casualidad, sino el
resultado de un esfuerzo conjunto, convirtiéndolo en uno de los álbumes más
queridos de la banda británica y, a nivel personal, mi preferido de esta.
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