Ya era hora de hablar de una de esas bandas que tanto influyeron en el devenir del Heavy Metal, pero que, por un motivo u otro, el tiempo las terminó condenando a mantenerse en un segundo plano con el paso de las décadas. Angel Witch, el trío británico surgido a finales de la década de los 70, fue una de las bandas que abanderaron la celebérrima NWOBHM (New Wave Of British Heavy Metal), esa generación de bandas que surgieron a principios de los 80 y que reescribieron la manera de hacer Heavy Metal que se conocía hasta entonces.
No sería descabellado
decir que, por aquellos tiempos, el nombre de Angel Witch estaba por encima, en
términos de popularidad, de los Iron Maiden o Saxon, entre otros. Y es que su
homónimo debut, que hoy me dispongo a analizar extensamente, irrumpió con una
fuerza mastodóntica en la escena del momento, sirviendo de hoja de ruta para
muchas otras agrupaciones que buscaban nuevos referentes en el género más allá
de Black Sabbath o Deep Purple. Lamentablemente, los constantes cambios de
formación y algún que otro LP más regulero terminaron condenando al grupo a
vivir en un injusto segundo plano junto a otros titanes maltratados como Diamond
Head o Tank, por citar algunos ejemplos.
Volviendo al homónimo
“Angel Witch”, carta de presentación de la banda y su obra más trascendental,
podemos decir que es una obra parida, en mayor medida, por Kevin Heybourne,
líder, voz, guitarrista y alma del grupo (es él quien ha mantenido vivo este proyecto
hasta nuestros días). Una de las primeras cosas que llama enormemente la
atención de la obra es su estética ocultista o, incluso, satánica, algo que se
refleja especialmente en sus letras y, por supuesto, en la bellísima portada
del LP, que se trata en realidad de un famoso cuadro de John Martin titulado The
Fallen Angels Entering Pandemonium (se traduciría como “Los Ángeles Caídos
entrando en el Pandemonio”). Puede afirmarse sin riesgo alguno de error que
Angel Witch fue una de las primeras bandas que, siguiendo la estela de Black
Sabbath, Pentagram o Coven, apostaron por la lírica satánica, influyendo
enormemente en artistas que estaban por nacer como Venom o los Mercyful Fate,
entre otros tantos.
Entrando de lleno en
materia puramente musical, tengo claro que no había mejor manera de abrir el
álbum. El tema-título (sí, hacen triplete con el nombre del grupo, del disco y
de la canción inicial) es uno de lo mayores hits del Heavy Meta ochentero. El
incendiario punteo acelerado de Kevin con el que la canción arranca anuncia a
los cuatro vientos que se viene una tormenta sónica difícilmente igualable. No
hay amago alguno de bajar las revoluciones durante esos versos compactos (honor
a la batería de Dave Hogg) que terminan derivando en un estribillo adictivo que
todo Heavy clásico ha coreado alguna vez en la vida. El breve interludio algo
más lento precederá a una repetición coral del estribillo antes de que Kevin
vuelva a abalanzarse sobre nosotros con un solo, aún si cabe, más veloz y
escalofriante. ¡Qué maldito temazo!
Con el motor bien
engrasado emerge otro grandísimo número no menos conocido como es “Atlantis”,
una canción algo más oscura y melódica en sus versos, que vuelve a dejarnos un
estribillo de primerísima categoría con un rollo más setentero y progresivo que
funciona de maravilla. Si alguien quiere saber cómo sonaban exactamente las
bandas de la NWOBHM, solamente tendrá que escuchar esta canción para hacerse a
la idea. Quiero destacar aquí también la variedad de registros más que
considerable de Kevin, quien era capaz de firmar agudos punzantes al mismo
tiempo que notas bastante graves.
Otro gran clásico del
grupo que encontramos en el LP es el cambiante y soberbio “White Witch”, el
cual se inicia a todo gas con un ritmo peleón en el que las guitarras suenan
dobladas y Kevin ruge con unos agudos más cercanos al Power Metal, para
entregarnos un nuevo estribillo de los que quitan el hipo. En su intermedio,
justo después de un solo de guitarras gemelas de lo más cumplidor, el ritmo se
ralentiza considerablemente, ofreciéndonos una pequeña tregua en el que cobra
especialmente protagonismo Riddles tras el bajo, antes de volver a meter la
quinta marcha para un final de altura.
¿Y ahora qué? Pues ni
siquiera el fulgurante despliegue de calidad de las primeras tres canciones
puede eclipsar al resto de grandes composiciones que nos faltan por escuchar.
La primera que nos encontramos es “Confused”, una pieza rica en melodías y con
riffs más densos en el que vuelvo a tener que destacar la línea de bajo y, por
supuesto, el notable estribillo que aquí firma el trío, en el que logran crear
un aura más tétrica gracias a ese fraseo de guitarra-bajo que emerge cada vez
que dicen el título de la canción.
Tras volarnos la tapa de
los sesos con mucha distorsión, el trío se saca de la chistera un baladón Heavy
titulado “Sorceress”, en el que no puedo evitar encontrar semejanzas con dos
canciones del debut homónimo de Iron Maiden, concretamente “Strange World” y
“Remember Tomorrow” (no sería de extrañar que Steve Harris se fijara en sus
compatriotas para dar a luz a sus primeras composiciones). Los efectos se
apoderan de las guitarras y de la voz en una canción de estética depresiva que
Heybourne borda tanto tras el micrófono (¡qué manera de cantar!), como tras su
atronadora guitarra (ese cambio de ritmo casi al final que inicia un riff
salvaje es de lo mejor que se parió a inicios de los ochenta). De mis canciones
fetiche de Angel Witch.
La posterior “Gorgon”
confirma que el respiro anterior era pasajero. Y es que la propuesta decibélica
vuelve a ascender notablemente, especialmente en esos versos cabalgantes que,
como viene siendo habitual en el disco, siempre derivan en un estribillo
enriquecido por el dramatismo de sus melodías y coros.
La canción más rápida del
LP es “Sweet Danger”, una pieza donde la batería coquetea más con el Punk,
género fundamental para entender la evolución sonora del Heavy Metal y el
nacimiento de la NWOBHM. Las guitarras y el bajo dibujan una pista alegre y
eléctrica que, para nuestra fortuna, es rematada por un estribillo excelente y
sencillo que pone a todo quisque a cantar. Si hay un grupo en la que piense
cuando escucho esta pista, para quienes están dando sus primeros pasos en la
New Wave, esos son mis Diamond Head.
La solemnidad y la pausa
vuelven a emerger de la mano de “Free Man”, segundo baladón del álbum en el que
Heybourne, además de lucirse tras el micrófono y la guitarra (enorme actuación
teatral de este maestro), nos entrega aquí una letra cargada de dolor en la que
habla sobre los sentimientos de una persona que acaba de salir de un
encarcelamiento injusto y se encuentra con una nueva, y muy cambiada, realidad.
Insisto nuevamente en la conmovedora interpretación vocal de Kevin, quien
encarna a la perfección cada sílaba de la mencionada letra. La guinda al pastel
la pondrá un solo mayúsculo de nuestro protagonista absoluto, quien recorrerá a
bastante velocidad el mástil, haciendo gala de su enorme destreza.
El otro gran clásico de
Angel Witch que nos faltaba por analizar es el mismísimo “Angel Of Death” (no
confundir con el popular tema de Slayer) y su mastodóntica propuesta de riffs
afilados, un solo catedralicio y un estribillo de máxima categoría en el que
Heybourne llega a notas altísimas que harán estremecerse a cualquiera.
Grandísimo número que tan bien documenta el cambio de sonido que estaba
viviendo el género en aquel momento.
El telón comienza a
descender lentamente con la bella “Devil’s Tower”, una pieza completamente
instrumental que en sus dos minutos de extensión muestra la faceta más
neoclásica de la banda en esos arreglos de guitarra que predominan en su
primera mitad. Me encanta como, casi al final, el bajo toma mayor protagonismo
y crea una base serpenteante sobre la que Mr. Kevin Heybourne nos regalará su
último gran solo del LP.
CONCLUSIÓN
Creo que nadie puede
negar que “Angel Witch” es el debut con el que cualquier banda hubiera soñado.
A lo largo de sus diez canciones el grupo, como hicieron otros conjuntos por
aquellos tiempos, sentaron las bases compositivas que marcarían el camino a seguir
para los futuros subgéneros que pronto llegarían para quedarse (Thrash, Death,
Black,…).
El trabajo instrumental y
vocal durante todo el LP por parte de Heybourne es grandioso, manteniendo un
nivel altísimo durante toda la escucha, aunque no puedo olvidarme aquí de
alabar a Kevin "Skids" Riddles y Dave Hogg, quienes conformaron la
mejor sección rítmica que ha tenido el grupo a lo largo de todas estas décadas.
Uno de los álbumes
esenciales de aquella década a la que tanto me gusta regresar.
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