Podríamos decir que en 1986 el Thrash Metal había comenzado a consolidarse seriamente en la cultura musical del momento, dejando de ser un fenómeno underground como muy pocos años antes había sido. Por aquellos tiempos nombres propios del género como Metallica, Megadeth, Kreator o Anthrax comenzaban a dar forma a obras trascendentales para el género como “Master Of Puppets”, “Peace Sells…But Who’s Buying?”, “Pleasure To Kill” (estos tres salieron a lo largo del mencionado año) o “Among The Living” que, como dije, confirmarían la irrupción del Thrash Metal como un nuevo subgénero que, con esa fusión de Heavy clásico, arreglos más técnicos y una furia propia del Punk, había llegado para quedarse.
Slayer por aquellos tiempos
contaba con dos grandes LPs como “Show No Mercy” (1983) y “Hell Awaits” (1985),
así como el imperdible EP “Haunting The Chapel” (1984) los cuales habían
consolidado rápidamente al grupo como uno de los nombres propios del llamado Bay
Area Thrash Metal, ese histórico “baby boom” de bandas californianas que
sentaron las bases del Thrash y del Death Metal. Pese a todo, nuestros
protagonistas tuvieron que hacer frente a todo tipo de críticas por parte no solo
de la prensa, que no era capaz de aceptar una propuesta tan cruda y violenta
como aquella, sino también de los sectores más conservadores de la sociedad
americana, que veían en el grupo una especie de amenaza a la moralidad
cristiana a través de su simbología satánica (en fin…).
Como otras bandas
hicieron en su momento, Slayer tomaron la inteligente decisión de aprovechar el
tirón que el Thrash comenzaba a tener y volvieron al estudio. En un movimiento
maestro, el cuarteto llegó a un acuerdo con uno de los más grandes productores
de la historia contemporánea de la música, el gran Rick Rubin, quien había
quedado prendado del grupo tras verles tocar en vivo en The Ritz.
Desde las primeras
sesiones, Rubin convenció al grupo para, sin abandonar su estilo, aumentaran
considerablemente la agresividad de su propuesta sonora, elevando
considerablemente las pulsaciones de la batería hasta unas cotas que solamente
estaban al alcance del Hardcore Punk, lo cual supuso todo un desafío para un
grupo más afín a la crudeza que a la velocidad. Así pues, el conjunto se puso a
las órdenes de Rick y dio a luz a una de las obras más hirientes y feroces de
la historia: los solos de Jeff Hanneman y Kerry King sonaban más rápidos que
nunca, Dave Lombardo había cambiado notoriamente su manera de tratar el doble
pedal y Tom Araya también había dotado de una mayor rudeza a su ya de por sí
explosiva voz. Si a esto le sumas la controvertida portada diseñada por Larry
Carroll, uno de los grandes ilustradores políticos de la prensa americana de la
época, en la que el satanismo quedaba fielmente reflejado a través de figuras
endemoniadas y símbolos ocultistas, podemos decir que la banda estaba preparada
para dar la campanada a nivel mundial.
“Auschwitz, the meaning of pain //The way that I want
you to die” (“Auschwitz, el sentido del dolor. La manera en que
quiero que mueras”) podría considerarse una de las letras más coreadas en la
historia del Heavy Metal. A fin de cuentas, “Angel Of Death” es, por derecho
propio, una de las canciones insigne del género, ese que tanto debe a este
cuarteto. Riffs frenéticos y una batería incendiaria al mismo tiempo que
precisa, crean la base instrumental idónea para que Araya se marque una de las
mejores líneas vocales que se le recuerden por el plus de dramatismo y
desespero que inyecta con su garganta, adaptándose perfectamente a la crudeza
de una letra que habla sobre las atrocidades que el médico nazi Josef Mengele
realizó a los prisioneros del infame campo de concentración de Auschwitz. Tanto
el significado de la letra como el popular logo del águila imperial que ha
acompañado al grupo siempre ha generado numerosas acusaciones sobre posibles
simpatías por el nazismo, algo que el grupo siempre ha negado rotundamente.
Dejando toda polémica a un lado, estamos ante un tema de categoría.
Aunque ha quedado
relegada a un segundo plano, no concibo en mi mente “Reign In Blood” sin la
tralla sónica que propone “Piece By Piece”, un corte de poco más de dos minutos
que mantiene la mala hostia del número previo y que documenta a la perfección
el espectacular estado de forma en el que se encontraba el cuarteto por
aquellos tiempos.
Y si alguien pensaba que
el grupo no podía tocar más rápido…¡llegó la hora de “Necrophobic”! Hablamos
aquí de uno de los temas más caóticos que yo he tenido la fortuna de escuchar,
con un ritmo prácticamente constante (solamente hay un breve interludio en el
que parece que las revoluciones bajan definitivamente antes de volver a subir)
en el que la instrumentación es absolutamente agobiante, al igual que el bueno
de Tom Araya que canta con un plus de histeria.
Sin tiempo para tomar un
respiro la agresión se mantiene intacta con “Altar Of Sacrifice”, una canción
cimentada sobre un riff martilleante de guitarra y una pista devastadora de
Lombardo tras la batería, a la que luego se le suman otros detalles imperdibles
como el breve solo o, por supuesto, la potente ejecución vocal de Araya, quien
nos regala aquí una frase icónica como es esa "Enter to the realm of
Satan". Conectada a este por un considerable descenso de potencia, se
inicia “Jesus Saves”, un corte traicionero que se inicia lento y pesado para,
tras dos golpes de caja de Lombardo, comenzar a crecer en intensidad hasta
ebullir en una pieza de Thrash opresivo en el que también podemos encontrar
algunos guiños al Punk más crudo. Podría analizarlos por separado, pero es que
son dos pistas que se entienden mejor así.
Como en el corte
anterior, “Criminally Insane” nos ofrece un falso amago de pausa antes de ir
ganando progresivamente marcha hasta convertirse en un corte “de manual”.
Ciertamente ha caído un poco en el olvido, algo que probablemente se explique
por su falta de elementos realmente diferenciales, pero es una canción que me gusta,
especialmente en su segunda mitad y en esa lección magistral de muteados por
parte de Jeff y Kerry.
Nunca entenderé cómo es
posible que “Epidemic” quedara relegada a un segundo plano en la historia del
grupo cuando es una de las piezas más logradas de todo el LP. Alocado número de
Thrash que avanza ferozmente (honor, una vez más, a Lombardo tras su kit) y en
el que van introduciendo pequeñas variantes rítmicas que se hacen especialmente
notorias en las soberbias líneas de guitarra firmadas por Jeff y King. De lo
mejor del disco.
Otra canción que se puede
codear con las mejores del LP es la más famosa “Postmorten”, una canción que
rompe ligeramente con los patrones sonoros predominantes del LP, apostando más
por un ritmo medio y una buena dosis de riff muteados e infecciosos que se
mantienen constantes en gran parte de la canción hasta que vuelven a desembocar
en un final escandaloso.
El sonido de la lluvia
cayendo y tres golpes de percusión que se repiten constantemente, mientras las
guitarras lloran a lo lejos. Pocas introducciones son tan reconocibles como
esta. Estamos ante “Raining Blood”, una de esas canciones que no necesitan
ningún tipo de presentación. Ese primer riff, que inspiraría luego a la propia
banda para crear otros clásicos como “South Of Heaven” o “Dead Skin Mask”, supone
el inicio de la tormenta de sangre más perfecta, en la que los patrones
rítmicos no dejarán de cambiar a lo largo de sus cuatro minutos de extensión
con un trabajo instrumental y vocal de primera categoría. Justo antes de que Araya
vomite su inconfundible estribillo y las guitarras se midan en un duelo final,
no podía dejar de comentar aquí ese pequeño breakdown (¿uno de los
primeros de la historia?) que la batería de Lombardo impone con una precisión
de cirujano.
CONCLUSIÓN
Podría decirse que la
carrera de Slayer terminó consolidándose con “Reign In Blood”, la primera obra
del grupo que trascendió más allá de las fronteras del propio Thrash Metal y
que permitió al cuarteto convertirse en una especie de “fenómeno de masas” (aunque
la etiqueta de mainstream creo que nunca podría usarse para hablar de
esta banda). Sin desmerecer ni mucho menos a los magnánimos “Show No Mercy” y “Hell
Awaits”, creo que “Reign In Blood” puede ser considerada como la primera de las
grandes obras maestras de Slayer, la cual redefiniría el Thrash Metal que
existía hasta aquel momento y que marcaría el camino a seguir, no solamente del
grupo, sino también de todas aquellas bandas que comenzaban a nacer.
Menos de media hora de
extensión bastaron para que el grupo multiplicara considerablemente sus niveles
de éxito y todo lo que eso conlleva: discos de oro, giras cada vez más largas,
entrar en la lista de Billboard 200,…¡Slayer había dado en el clavo!
Dos años después la banda volvería a poner el
mundo a sus pies con “South Of Heaven”, pero esa es otra historia que, si la
vida lo permite, contaré próximamente.
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