Coincidiendo con el 35 aniversario de su publicación, he querido rescatar el álbum que hizo eterno al siempre polémico Yngwie Malmsteen, uno de los grandes guitarristas de la historia.
Antes de 1988, y sin
pasar por alto su ya conocido paso por Alcatrazz o Steeler, el músico
originario de Estocolmo (Suecia) había publicado tres discos en solitario donde
había comenzado a dar rienda suelta a su creatividad: primeramente apostó por
los temas mayoritariamente instrumentales en su recomendado debut (“Rising
Force”), para progresivamente ir dando mayor peso a la voz en “Marching Out”
(muy reivindicable el papelón de un joven Jeff Scott Soto en dicha obra) y
encontrar, definitivamente, un equilibrio entre pistas cantadas e
instrumentales en el sobresaliente “Trilogy” (Mark Boals tampoco desmereció en
sus labores vocales).
Llegados a este punto, y
tal vez movido por un creciente deseo de fama y reconocimiento, el sueco
descolgó el teléfono y convenció al reputado Joe Lynn Turner, quien
recientemente había terminado su vinculación con Rainbow tras una estancia
breve pero, en mi opinión, muy buena, para que se convirtiera en su nuevo
cantante. No obstante, en cuanto empezaron las sesiones de grabación, no
tardaron en aflorar también las tensiones entre Yngwie y el resto de
componentes (¿he dicho ya que el guitarrista nunca ha brillado por su
educación?), debido a la actitud dictatorial del primero, frente a las ideas
más diversas y renovadoras de Turner y los hermanos Johansson.
Pese a todo, lo cierto es
que Malmsteen no tuvo otra que aceptar el hecho de que necesitaría rebajar un
poco su protagonismo para aspirar a una mayor audiencia, así como apostar por
incluir un par de canciones más digeribles y que pudieran sonar en las emisoras
de radio de todo el mundo. Así pues, el músico redujo en ocasiones el minutaje
de sus solos y dio más presencia a Turner (todo esto a regañadientes ya que, al
parecer, el proceso de grabación fue un auténtico infierno). Ya fuera por dejar
sin habla a sus compañeros o por simple amor al arte, lo cierto es que de
aquellas tensiones entre ambos bandos vio la luz un álbum glorioso como
“Odyssey”. Si al alto nivel sonoro le sumamos, además, una cuidadísima
producción parte del propio Yngwie y de Jeff Glixman, el resultado no podía decepcionar.
La escucha no puede
empezar mejor gracias a ese espídico cañonazo que los mortales conocemos como
“Rising Force”. Tras una introducción in crescendo la guitarra del sueco
emerge del averno y, acompañado de un martilleante Anders Johansson tras su
kit, surge un corte que podría encajar perfectamente con las etiquetas de Metal
Técnico o Power Metal. No tarda en entrar en escena Mr. Turner, alcanzando sin
problema alguno numerosas notas realmente exigentes y demostrando que su
incorporación a este proyecto no había sido anecdótica. Tras un estribillo para
el recuerdo (el mejor que nos ha dejado Malmsteen en toda su trayectoria)
emerge un duelo instrumental absolutamente demencial en el que el guitarrista y
Jens a los teclados se lanzan líneas solistas imposibles. Toca quitarse el
sombrero.
Cuando estás en tu mejor
momento artístico, es normal que todo lo que factures en ese instante sea oro
puro. “Hold On” logra mantener el listón impuesto por la ya reseñada a base de
unas melodías realmente dulces y ochenteras que, además de contar con otro
estribillo arrebatador, nos entrega un nuevo espectáculo solista del diestro,
quien vuela a lo largo de su mástil (un punteo grandioso como pocos) al mismo
tiempo que hace gala de una emotividad envidiable. No puedo olvidarme aquí de
destacar al bueno de Joe al micrófono, que adapta perfectamente sus registros a
este tipo de temas tan demandantes de elegancia.
La presencia de Joe Lynn
Turner, como ya se ha dicho, permitió suavizar ligeramente la propuesta musical
del grupo hasta acercarlo a los patrones más radiofónicos de la época. “Heaven
Tonight” respira esa accesibilidad ochentera que otros grupos coetáneos como
Dokken o Europe también practicaron con indudable éxito, algo que se hace especialmente
palpable en la mayor presencia de sintetizadores y, por supuesto, en un
estribillo repetitivo y pegadizo. Da la sensación, incluso, de que el propio
Yngwie sacrificó unos segundos de extensión de su solo (otra vez de primera
categoría, por cierto) para aportar algo más de comercialidad al resultado
final. Sea como fuere, hablamos de una canción que nació para triunfar.
Turno de una auténtica
obra maestra como “Dreaming (Tell Me)”, balada imperial en la que el amor por
la música neoclásica de Yngwie se puede sentir en esos arpegios y punteos tan
complejos que emanan de su guitarra española. El momento solista del sueco aquí
es lacrimógeno, combinando un primer momento acústico para luego enchufar la
Fender y comenzar a correr a lo largo del mástil. Si a esta magia instrumental
le sumamos la interpretación vocal tan solemne que nos regala Joe Lynn Turner,
uno solamente puede quedarse pasmado y aplaudir. Un regalo para los oídos.
La agresividad que
llevaba aparcada un par de temas, vuelve a emerger en la breve pero intensa
“Bite The Bullet”. El sueco se basta de poco más de un minuto para desplegar sobre
su Stratocaster un auténtico infierno técnico. Esta pieza íntegramente
instrumental nos devuelve a ese debut donde predominaban este tipo de
composiciones.
Sin perder un ápice de
violencia “Riot In The Dungeons” machaca al oyente con su ritmo constante
(trabajo excelso de Anders a la batería) y la coordinación envidiable entre
Yngwie y Jens en sus respectivas tareas (ese nuevo duelo de solos entre ambos músicos
merece ser puesto en bucle). Turner, además, se marca una interpretación
colosal al micrófono, logrando alcanzar un par de agudos escalofriantes. Corte
espectacular.
La posterior “Deja Vu” es
una pista creada por y para el lucimiento absoluto de Malmsteen (¿qué vas a
esperar cuando el grupo lleva su nombre?). Medio-tiempo cumplidor y de estribillo
muy disfrutable, que gana enteros gracias al citado trabajo de guitarra de
nuestro Yngwie, quien goza de un interludio instrumental glorioso y algo más
largo de lo habitual en este LP donde su maestría sale a relucir (tampoco el
trabajo muteado durante los versos y estribillos desmerece).
Las influencias del
Hard-Rock ochentero emergen en “Crystal Ball”, una canción accesible en la que
podemos deleitarnos con un notable Turner en sus labores vocales (adoro el
agudo que incluye casi al final de cada estribillo). Aunque Malmsteen esté
acreditado como compositor (no falla a su cita con los solos complejos, todo
sea dicho), lo cierto es que el tipo de corte me parece más bien de la
“factoría Turner”.
¿Qué tal un poco de Rock
disfrutable? “Now Is The Time” te atrapa desde el inicio gracias a esas líneas
de teclado tan rápidas que el siempre cumplidor Jens Johansson nos ofrece.
Pronto el resto de la banda entra en acción y, sobre un riff seductor y
callejero a partes iguales, Turner arremete con sus cuerdas vocales. Una vez
más, esta canción se siente más cercana a lo que este cantante hizo durante su
breve estancia en Rainbow. Aunque, en líneas generales, sea una pista simple,
no puedo dejar de escucharla siempre que decido revisitar “Odyssey”.
Y justo cuando pensabas
que a estas alturas del álbum nada podría sorprenderte, Yngwie se pone el mono
de trabajo y nos obsequia con “Faster Than The Speed of Light”, una pieza
inexplicablemente ignorada que avanza a la velocidad de la luz y que recuerda
en su estructura a auténticos cañonazos como “Liar” o la aquí reseñada “Rising
Force”. Y es que todo en este número es perfecto: la base de batería y teclados
demoledora de los hermanos Johansson (los mejores compañeros de viaje que ha
tenido el sueco, de lejos), la inyección de mala hostia de Turner desde el
micrófono (escupe un par de screams acojonantes) y, por supuestísimo, un
desmelenado juglar que no deja de facturar riffs y licks a lo largo de la pista
para, a modo de guinda, rematar la pista con un solo inhumano. Todo el mundo en
pie.
“Odyssey” llega a su
final con dos temas completamente instrumentales. En primer lugar, nos
encontraremos con la imperdible “Krakatau”, donde tras unos primeros minutos
dinámicos y extremadamente técnicos que rozan el Metal Progresivo (no pueden
faltar esos duelos de teclados y guitarra) emerge un pequeño interludio
acústico que, obviamente, precede a un desenlace más crudo. En último lugar
tenemos “Memories”, un corte muy breve con sabor a epílogo en el que el sueco,
con guitarra acústica en mano, nos hace volar hasta tiempos medievales y nos
permite tomar aire tras una escucha de lo más placentera.
CONCLUSIÓN
“Odyssey”, además de ser
el álbum más exitoso a nivel comercial que facturó Yngwie Malmsteen,
probablemente también merezca ser descrito como su obra más perfecta (para mí
“Trilogy” es el único que, tal vez, pueda equiparársele). La suma de talentos
entre este guitarrista histórico, Joe Lynn Turner y los injustamente olvidados
hermanos Johansson hizo posible que esta obra trascendiera de la forma en que
lo hizo y fuera citada por muchas bandas emergentes como una influencia notoria
a la hora de crear su propio sonido. Antes de que el excesivo ego de Malmsteen
(su gran defecto) provocara la salida definitiva de estos tres músicos que
tanto engrandecieron su carrera, el mundo pudo disfrutarlos en su cénit durante
una gira exitosa y que, para nuestra suerte, quedó documentada con máxima
fidelidad en mi adorado “Trial By Fire: Live In Leningrad”, uno de los mejores
LPs en vivo que he escuchado.
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