No puede decirse que la entrada de Pearl Jam en el nuevo milenio fue la más deseable. Tras el pinchazo comercial y compositivo que supuso “Binaural” (me gusta este LP, especialmente por su épica “Nothing At It Seems”, pero es cierto que supuso un bajonazo si lo comparamos con lo que habían lanzado previamente), las críticas negativas hacia la evolución musical que había comenzado a experimentar el grupo comenzaron a ser mayores en número que aquellas que alababan este abandono de sus raíces más Grunge hacia terrenos más experimentales y lentos. No obstante, si hubo un acontecimiento que marcó a los de Seattle en aquellos tiempos fue la muerte de nueve fans debido a una avalancha durante su concierto en Dinamarca. Si a esta catástrofe le sumamos el atentado de las Torres Gemelas (11 de septiembre de 2001), es posible entender que el grupo decidiera parar de forma indefinida hasta que se sintieran nuevamente con fuerzas para seguir.
El hiato musical duró más
de un año, pero este no impidió que cada músico aprovechara este tiempo para componer
y dar forma a posibles canciones que en un futuro podrían ver la luz. Cuando
volvieron a reunirse en el estudio, Eddie Vedder, quien había llevado la batuta
compositiva casi en su totalidad durante los últimos LPs propuso que todos los
músicos formaran parte del proceso creativo y aportaran composiciones propias
que no tenían que estar relacionadas necesariamente musicalmente entre sí
Adam Kasper fue el
elegido para producir esta suma de aportaciones tan diversas, y lo cierto es
que no decepcionó en absoluto en su función. Cada músico tuvo libertad absoluta para incluir
sus propias piezas a un álbum que terminaría siendo como una paleta de colores
por su variedad. Esta expansión en sus horizontes creativos, vista en su
momento de manera negativa por la crítica, permitió que “Riot Act”, su séptimo
álbum de estudio, contuviera canciones con un sonido nunca antes escuchado en
un álbum de Pearl Jam, un hecho para el que no todos sus fans estaban
preparados en aquel momento, pero que con el paso de los años ha terminado convenciendo.
Además, y justo antes de
entrar en el análisis musical como tal, cabe señalar que la suma de tragedias
previamente mencionadas dota al apartado lírico de una mayor crudeza y
oscuridad.
Nuestro viaje musical
tiene como punto de partida la intimista “Can’t Keep”, un corte más lento de lo
habitual para abrir un LP, teniendo en cuenta las anteriores referencias
discográficas del conjunto. Las guitarras acústicas dibujan unas líneas
hipnóticas, mientras Eddie Vedder nos entrega una interpretación llena de magia
y teatralidad (un cantante único).
En “Save You” emergen,
ahora sí, las guitarras eléctricas y, con estas, vuelve el Rock más crudo.
Pieza pegadiza y fiel a los cánones de los primeros LPs de los de Seattle que
termina grabándose a fuego en tu mente. La línea de bajo y el trabajo de
batería tampoco pueden ignorarse aquí.
“Love Boat Captain” es,
personalmente, una de mis piezas preferidas de toda la obra. Es difícil no
sentirse atraído por el progresivo ascenso de intensidad que va experimentando
la pista hasta el monumental estribillo. Kenneth Gaspar brilla con luz propia
incluyendo una soberbia pista de Hammond. Sobre Eddie Vedder poco más puedo
añadir: es uno de esos genios que tienen el don de hacer llorar a los corazones
más fríos. Tanto su interpretación vocal como la conmovedora letra (“…y
solamente hay una cosa en la que sigo creyendo…y es el amor”) merecen la mayor
de las ovaciones.
En las posteriores
“Cropduter” y “Ghost”, dos pistas elegantes y rockeras, se atisba una madurez
compositiva en el sonido general de la banda, así como un cambio actitud por
parte de sus miembros (parecían haber quedado atrás los años en los que Eddie
Vedder se desmadraba en cada concierto del conjunto subiéndose a las
plataformas más altas del escenario). Ambas me gustan muchísimo, si bien pueden
sonar más o menos lineales. Ninguna es “Even Flow”, pero ni falta que les hace.
¿Qué os parece si
hablamos ahora de un clásico? “I Am Mine” es uno de los grandes cortes de esta
segunda etapa más melódica de los americanos. Las guitarras de McCready y
Gossard crean unas líneas maravillosas que, unidas a unos nuevos arreglos de
Hammond por parte de Kenneth y a un trabajo no penos plausible de la dupla Cameron-Ament.
tras sus respectivos instrumentos, conforman la base instrumental perfecta para
que nuestro querido Vedder nos vuelve a deslumbrar con su cálida voz.
Sencillamente gloriosa.
Me parece muy injusto el
hecho de que “Thumbing My Way” no haya gozado de una mayor popularidad con el
paso del tiempo. Hablamos de una pieza dulce en la que Eddie nos susurra una
letra evocadora mientras Matt golpea su kit con una fragilidad matemática.
Preciosa joya olvidada.
“You Are” puede ser
catalogado como uno de los pocos temas irregulares que podemos hallar en esta
obra tan completa. Su exceso de ambición por innovar llevó a nuestros muchachos
a firmar una pista algo estática en la que la batería fue pregrabada
tecnológicamente (de hecho, Cameron figura en los créditos de la pista, pero no
en su instrumento, sino tras una de las guitarras rítmicas). Tal vez con un par
de alteraciones sonoras el invento les hubiera quedado algo mejor. Comparto por aquí una versión en directo desde los estudios Chop Suey en la que Matt está tras la batería y el resultado me parece mejor que en la versión de estudio:
Fieles a la tradición
Grunge de Seattle, “Get Right” y “Help Help” (esta última parece sacada de
algún LP de Soundgarden pero con un plus de elementos mainstream)
aportan algo de acidez a la obra con unas guitarras decadentes, pero también
llenas de distorsión, en las que la intensidad recupera terreno tras un par de
pistas más suaves. Resalto con especial cariño el punzante solo de guitarra
(breve pero crujiente).
Sobre “Green Disease”
siempre ha existido una división de opiniones de lo más curiosa. En si es una
canción de firme inspiración punky, pero que suena más edulcorada de lo que
cabría esperar (de haber aparecido en los previos “Ten” o “Vitalogy”
seguramente habría contenido muchas capas de distorsión). A mí me gusta, pero
tampoco me apasiona.
El activismo social de Vedder
sale a relucir en la malintencionada “Bu$hleaguer”, en cuya letra (la cual en
muchos momentos no canta, sino que interpreta como una especie de discurso) el
cantante raja sin piedad contra el máximo mandatario de los Estados Unidos por
aquel entonces. Todo esto lo hace apoyándose en una base instrumental cambiante
y llena de matices (cada canción que grababan escondía detrás un concienzudo
trabajo de cada uno de sus miembros).
Si me pidieran que
eligiera mi pieza preferida de todo el LP, sin duda me decantaría por “1/2 Full”.
En sus poco más de cuatro minutos el grupo se anima con una pista inspirada por
el Blues y la tradición sureña, donde la batería y el bajo marcan un ritmo que
las guitarras terminan de elevar en cuestión de clase gracias a una serie de
riffs y solos (estos últimos con un extra de efectos) monumentales.
No sabía si reseñarla
junto al siguiente corte o no por la brevedad de su duración, pero lo cierto es
que “Arc” se merece un reconocimiento individual. Este breve interludio de un
minuto es tan breve como bellísimo, basándose simplemente en una grabación de
cantos ancestrales a capella liderados por la voz de Vedder.
Finalmente “All Or None”
pone el “punto y final” a este álbum de una manera, sencillamente, estelar. Vuelvo
a incidir aquí en la palabra “madurez” para definir lo que evoca esta exquisita
balada con sabor decadente y amargo que Vedder borda con un tono depresivo. Mención
especial para los arreglos de batería, guitarra (el solo final es de los que te
erizan la piel) y piano. En la tristeza también podemos encontrar la belleza y
Pearl Jam lo sabían muy bien.
CONCLUSIÓN
No es fácil dejar a un
lado el sonido que te ha caracterizado y que te ha abierto las puertas del
éxito. Pearl Jam apostó por llevar a cabo un ejercicio de valentía enorme, aun
sabiendo el tremendo riesgo que estaban corriendo.
Las primeras críticas que
se escribieron sobre “Riot Act” fueron, en su mayoría, destructivas por esa
ruptura con el pasado que habían llevado a cabo, pero el paso de las décadas ha
terminado por convertirlo en uno de los álbumes más maduros y ambiciosos de un
grupo que, en nuestros días, se han ganado la condición de leyendas con todas
las de la ley.
Probablemente no sea la obra maestra del grupo (“Ten” o “Vitalogy” tal vez puedan ostentar este título) pero “Riot Act” garantiza una experiencia sonora diversa y sobradamente convincente.
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