Hay obras que son capaces de superar cualquier temporalidad posible, que desde el primer momento irrumpen con tanta fuerza que son merecedores de la eternidad más absoluta. Hoy, y coincidiendo con el 50 aniversario de su publicación (18 de junio de 2022) toca sacar de la vitrina el “School’s Out” de Alice Cooper y rendirle todos los honores que se merece.
Antes de que Vincent Fournier, mejor conocido entre
los mortales como Alice Cooper, triunfara como solista con discos de alta clase,
fue el líder de un grupo de cinco tíos con quienes fue capaz de facturar algunos
de los discos más influyentes de la década de los setenta. Ya desde sus
inicios, el proyecto dejó claro con sus primeras dos obras, ambas cargadas de
una creatividad vanguardista solamente equiparable a la de los Genesis de Peter
Gabriel (para mí, Mr. Fournier es el
Dalí del Rock), que su forma de entender el Rock iba más allá de los cánones
seguidos por la mayor parte de las bandas del momento. Para él, cada nueva obra
debía permitirle salirse de la norma y combinar diferentes estilos,
convirtiendo la experiencia sonora en algo impredecible y, para los amantes de
lo diferente, en algo maravilloso. Por ello, a las ya citadas primeras
referencias discográficas se le sumaron otros dos trabajos publicados en un
mismo año, 1971, con las cuales lograron irrumpir por fin con fuerza en la
escena: el “Love It To Death”, donde aparecieron algunos de sus primeros
clásicos, y el sencillamente perfecto “Killers” (lo mires por donde lo mires es
una obra maestra).
Un año después, en pleno 1972, llegaba al mercado
nuestro aquí protagonista “School’s Out”,
cuya portada simulaba un pupitre del colegio con las firmas de todos los
músicos grabadas en su madera, dando una apariencia propia de los rebeldes que
ellos siempre pretendieron ser (¡y lograron!). Llama la atención el hecho de
que las primeras ediciones el vinilo venía envuelto en unas bragas (si eso no
es una estrategia de marketing, yo ya no sé qué pensar).
Si bien no hay una historia concreta en sus letras,
el disco gira en torno al concepto de la infancia y la adolescencia desde la
perspectiva de una banda criada en las calles de Detroit, denunciando la
totalitaria educación de la época, así como rememorando los peligros de la vida
nocturna (las batallas de banda, especialmente).
Si nunca antes has escuchado este LP solo puedo
recomendarte que pilles un refrigerio en la nevera, te pongas cómodo y te
dispongas a escucharlo de principio a fin (y si gusta, a seguir la audición con
este humilde escrito). Si eres de los que ha quemado el álbum de tanto
escucharlo, como es mi caso, nunca está de más volver a re-enamorarse de un
disco de estos galones.
El primer disparo no podía ser más certero. Ante
nosotros emerge el himno rockero estudiantil por excelencia. “Schools Out” se
ha ganado el título de “himno del Rock” con todo merecimiento, así como una de
las mejores canciones de Alice Cooper. Todo iniciado con ese archiconocido riff
crudo y underground cortesía de Glenn Buxton que se repite en bucle durante
unos versos interpretados con genialidad por nuestro querido vocalista justo
antes de que explote el no menos legendario estribillo (tampoco hay que
olvidarse del posterior coro que grita eso de “no more pencils, no more
books,…”). El último día de cada curso debería sonar en las aulas esta canción
justo antes de que el timbre anunciara el inicio de las vacaciones de verano
(antes como alumno y ahora como maestro reconozco que lo hago). ¡Clasicazo que
siempre celebro volver a escuchar!
Pero no vaya usted a pensar que estamos ante un
disco famoso por una sola canción. Todas las piezas aquí concentradas son
absolutamente geniales. Sin alejarse de la suciedad del primer número, “Luney
Tune” posee esa acidez tan característica de Cooper y de otros iconos de la
época como los Stooges de Iggy Pop. Rock bien distorsionado (con inclusión de
algunos arreglos de violín) y fiel a todas esas bandas que emergieron en
Detroit durante la década de los 70.
La teatralidad de Alice sale a relucir con gran
fuerza por primera vez en este disco con “Gutter Cat vs The Jets”, número de
Glam Rock setentero con unos teclados a lo The Doors, un bajo lleno de
presencia y unos aires de musical enormes (¡de hecho toman prestada una melodía
de West Side Story!). El trabajo vocal de Cooper es excelente, rugiendo con sus
inconfundibles registros mientras incluye pequeñas dramatizaciones.
“Street Fight” actúa como un pequeño interludio
entre dos canciones, siendo un sencillo corte instrumental en el que asistimos
a una batalla de bandas mientras el bajo de Dennis Dunnaway nos sacude sin
piedad. Me es imposible escucharla y no situarme en películas como “Malas
Calles” o “Los Amos de la Noche” (¡qué época tan única e irrepetible para el
cine y la música!).
Algo que adoro del álbum es su variedad sonora (algo
que Alice Cooper siempre supo cuidar). Y es que tras ofrecernos una canción
Glam, otra garage y otra que parece sacada de un musical, con “Blue Turk” nos
introduce en una atmósfera más jazzística en el plano instrumental (escuchen la
base que crean la batería, el bajo, los teclados y un estelar saxofón). Cooper
nos entrega aquí una interpretación genial (un poco desconocida, ¿eh?) en la
que, sin perder un ápice de teatralidad, nos describe a una mujer con un tono
cargado de erotismo, al mismo tiempo que de cierto desprecio ante un posible desengaño
en el pasado. En su parte intermedia hay un extenso desarrollo instrumental que
no deberías dejar pasar. De mis canciones preferidas de todo el LP.
El piano inicial de “My Stars” engaña al oyente,
pasando de la calma al caos instrumental más absoluto en cuestión de segundos.
La batería de Neal Smith brilla como nunca antes, amoldando sus golpes a los
magistrales arreglos de piano que grabó Bob Ezrin aquí.
Quienes somos seguidores de los Rolling Stones en su
faceta más macarra no podemos evitar enamorarnos de la enganchona “Public Enemy
#9”, en la que una base vacilona y bañada por coros pegadizos acompaña a un
colosal Alice tras su micrófono, quien ruge como un león desatado al más puro
estilo Mick Jagger.
Curiosamente, “Alma Mater” fue escrita por el
batería Neal Smith. Esta bellísima balada (no se entiende su poca trascendencia
en la historia) parece compuesta y cantada por el mismísimo Paul McCartney. A
esa guitarra acústica se le van sumando otras capas más distorsionadas, además
de una voz muy distorsionada que permite crear esas semejanzas entre Cooper y “Macca”.
Para terminar tenemos el instrumental “Grande Finale”
en el que nos toparemos con una agradable sección de sintetizadores empastada sobradamente
bien con unos arreglos de viento, creando una atmósfera épica y más propia de
una película de Ciencia Ficción de la época, que de una banda de Rock, pero así
de diferente era este grupo.
La recepción positiva del disco fue prácticamente
instantánea, confirmando la grandeza de un proyecto al que todavía le quedaban
fuelle e ideas para llenar otros dos
discos: el aclamado “Billion Dollar Babies” y un curioso “Muscle Of Love” con
el que estos músicos decidirían poner fin a su andadura. “School’s Out” es un
LP básico para todo iniciado en el Rock, uno de esos trabajos que influyó a
muchas de las grandes bandas que pronto,
y no tan pronto, comenzarían a emerger.
¡GRANDIOSO!
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