En el año 1986 Michael Kiske se estrenaba con solo 18 años como nuevo vocalista de los ya por aquel entonces reconocidos Helloween, dando inicio a una de las sagas musicales más grandes de toda la historia. La primera parte de “Keeper Of The Seven Keys” supuso la consolidación definitiva del Power Metal como subgénero y convirtió a estos teutones en sus máximos exponentes. Uno de los grandes LPs de la historia.
Si preguntáramos a los
metaleros (especialmente a los que ya peinan cana o no tienen mucho que peinar)
por su década preferida en el plano musical, pondría la mano en el fuego a que
los años ochenta terminaría siendo la más votada. Y es que en esos diez años
este género terminó por consolidar los cánones establecidos originales por los
grandes maestros (Black Sabbath, Deep Purple, Led Zeppelin,…) a partir de
diferentes movimientos como la NWOBHM o el nacimiento de varios subgéneros como
el Thrash Metal, el Power Metal o el Death Metal que vinieron acompañados de un
buen puñado de álbumes que a día de hoy han recibido el calificativo de “obras
maestras” y entre los cuales, sin duda alguna, se encuentra el LP que aquí he
querido rescatar.
Cuando en 1985 vieron
la luz tanto el homónimo EP como su primer long
play, “WALLS OF JERICHO”, el nombre de Helloween comenzó a subir como la
espuma hasta convertirse en uno de los fenómenos emergentes de dicho año (era
difícil resistirse a trallazos del nivel de “How Many Tears”, “Ride The Sky”,
“Starlight” o “Heavy Metal (Is The Law)”). El nivelazo instrumental de Hansen,
Weikath, Markus e Ingo ya por aquellos tiempos era difícil de igualar, siendo
capaces de fusionar ritmos trepidantes con líneas ricas en melodías. No
obstante, la larga gira por Europa y la exigencia de su repertorio (es muy
complejo tocar Power Metal), generó dudas en el bueno de Kai Hansen sobre su
capacidad en el futuro inmediato del grupo para poder seguir tocando la
guitarra y cantando al mismo tiempo, por lo que en el seno del grupo surgió la
necesidad de comenzar a buscar un vocalista (el tiempo, no obstante,
demostraría que Hansen era capaz de seguir cumpliendo con ambos roles, tal y
como pudimos comprobar en Gamma Ray) y el elegido fue un jovensísimo vocalista
rubio llamado Michael Kiske, quien admiraba a Elvis y que había hecho sus
primeros pinitos con el proyecto Ill Prophecy. Curiosamente, Kiske llegó a
declinar la primera oferta de Kai para unirse al grupo ya que al escuchar por
primera vez “Walls Of Jericho” no se sintió muy atraído por la propuesta sonora
de aquellos muchachos.
Fue en 1987 cuando,
fruto de varios meses encerrados en el estudio componiendo y grabando un número
extenso de canciones, el quinteto lanzaría al mercado “Keeper Of The Seven Keys
Pt.1”, dando así inicio a una de las sagas más respetadas de la historia. De
hecho, eran tantas las canciones que el grupo tenía compuestas en ese momento,
que ya en su título dejaban claro que estos alemanes tenían planeado dar continuidad
a esta entrega.
Abro aquí un paréntesis
muy breve para decir que las dos primeras partes del Guardián de las Siete
Llaves son de mis obras preferidas de toda la vida (lamento mi fanatismo al
escribir), al igual que nunca entendí como casi veinte años después lanzaron
esa tercera parte bautizada como “The Legacy” con Deris como cantante, cuyo
resultado final distó mucho de lo mostrado en las anteriores entregas (solo
rescato de ese doble álbum la impecable “King For A 100 Years”). Cierro
paréntesis.
Ya desde la vistosa
portada (gran trabajo por parte del ilustrado Uwe Karczewski) sabemos que nos encontramos delante de algo
realmente grande. En primer plano podemos ver al mencionado guardián de las
siete llaves, cuyo rostro siempre han querido mantener oculto. Tras él
encontramos una ventana con vistas al paraíso, pero también a varias criaturas
demoniacas ocultas y que acechan a nuestro protagonista con
crueles intenciones. No sería hasta la segunda entrega de la saga cuando el
grupo nos relatara la historia de este personaje con la homónima “Keeper Of The
Seven Keys”, en la que se alude a las ilustraciones tanto de esta portada como
de la de sucesor.
Con estos datos creo que ya va siendo hora de
comenzar con el análisis musical de un álbum trascendental.
La saga del Guardián de
las Siete llaves da inicio con el breve pero ya clásico preludio “Initiation”,
donde un par de riffs de tintes oscuros nos van preparando el cuerpo para que
pocos segundos después la antológica “I’m Alive” nos vuele los sesos con un
auténtico hit del Power Metal en el que la velocidad no cesa tanto en los
versos (adoro la manera en la que Kiske canta eso de “Look up to the sky above
and see the morning sun again…” mientras las guitarras copian sus líneas
vocales) como en uno de los grandes estribillos de las calabazas. El señor
Kiske tenía muy claro que quería dejarnos sin aliento desde la primera canción,
y no desperdició su oportunidad con semejante despliegue de agudos y vibratos.
Las guitarras, por si fuera poco, nos regalan un par de solos para el recuerdo
en los que, además, se vislumbra la notable influencia de la música clásica en
esta banda. La letra, siguiendo el patrón mostrado en su debut y que mantendrían
en otras canciones futuras, se decanta por el optimismo invitando a sus
seguidores a celebrar que están vivos.
Como todo disco de
obligada escucha, es difícil que alguna canción no merezca portar el
calificativo de “clásico”. “A Little Time” es otro hit del quinteto alemán construido a partir de un riff algo más
denso sobre el que Mr. Kiske se desenvuelve con maestría jugando con registros
más graves y hasta teatrales (imposible no escuchar ese puente y no querer
acompañar al grupo en los coros) justo antes de regalarnos otro estribillo
inolvidable. En el intermedio de la canción se produce un corte abrupto y
experimental en el que comienzan a sucederse efectos sonoros y vocales justo
antes de que un despertador irrumpa con fuerza y volvamos a encontrarnos por
última vez con el chorus. La letra,
como sucedería en la legendaria “I Want Out”, nos habla del deseo de un hombre
por liberarse de toda norma social y construir su vida como él desea, sin
límite alguno, aunque al mismo tiempo sea consciente de que el tiempo para
conseguirlo es limitado (de ahí su título).
Si en el diccionario de
la Real Academia de la Lengua registraran el término “Power Metal”, os aseguro
que “Twilight Of The Gods” podría
emplearse como una definición exacta. En cuatro minutos los teutones sientan cátedra
a partir de una sucesión de pasajes que tienen como punto común el ritmo
absolutamente demoledor que se mantiene de principio a fin de la pista (gran
culpa de ello procede la batería de Ingo, uno de los mayores referentes del
Power tras los parches, y de un Markus cuyo bajo se hace notar hasta tal punto
que tus tripas terminarán botando al ritmo de sus cuatro cuerdas). Kiske clava
cada nota durante los versos y estribillos, aunque es en el puente, con ese
agudo “in the sky!!!” donde dejaría al mundo boquiabierto. En su zona central
se viene uno de esos solos estelares de la dupla Weiki-Hansen (de las mejores
de la historia indiscutiblemente) en el que, además de gozar de momentos de
magia individual, nos regalan esos fragmentos de twin guitars (guitarras gemelas) que me enamoraron eternamente de
este grupo. Aunque podamos pensar por su título, que vendría a traducirse como
“el crepúsculo de los dioses” podría ser una referencia directa a la aclamada
película de mismo nombre dirigida por Billy Wilder en 1950, realmente nos habla
de dos versículos ficticios de un libro sagrado, “Insania 20,14” e “Insania
20,16”, en los que se habla en un primer momento de la creación de nuevas
deidades por parte de la humanidad a modo de sentir mayor seguridad en las
vidas hasta que, finalmente, los propios dioses se revelan en el día del
Apocalipsis destruyendo el mundo de Insania (podríamos traducirlo como “locura”
o “demencia”) para dar inicio a una nueva historia.
Y convendrá seguir con
el sombrero quitado ante la inminente entrada de “Future World”, uno de los
mayores himnos de Helloween y del Power Metal. Hansen abre fuego con un punteo
inconfundible para que sus compañeros se vayan uniendo progresivamente hasta
conseguir una pista cargada de alegría y velocidad a partes iguales, y en la
que Kiske no dudará en explotar sus mejores agudos con la llegada de cada puente
y estribillo. Weikath y Kai tampoco
desperdiciaron su oportunidad para incluir uno de sus mejores solos
interpretados al unísono en este numerazo. La letra está en sintonía con lo
escuchado y nos promete un futuro marcado por el amor y la prosperidad (supongo
que no se referirían a los tiempos que 35 años después estamos viviendo…).
Pero con permiso de “I’m
Alive” o “Future World”, para mí la mayor obra maestra del álbum es “HALLOWEEN”
y sus más de trece minutos de epicidad sonora. Los alemanes crean una obra
dramática tanto en lo lírico como musical ofreciendo, por un lado, una de las
mejores interpretaciones vocales grabadas por un cantante de Metal (Kiske deja
a cualquiera boquiabierto con semejante despliegue de agudos y momentos más
teatralizados) y, por otro, un
desarrollo instrumental a la altura de semejantes deidades: el bajo de Markus no
deja de ganar presencia con el paso de los segundos (escuchen esas veloces
líneas que dibuja en el minuto 6:05), Ingo se encarga de introducir cada cambio
estructural con su kit y, por supuesto, Kai Hansen y Michael Weikath tras las
guitarras, quienes cuajan una de sus mejores, y más complejas, interpretaciones
conjuntas, facturando gran diversidad de riffs distorsionados, algún que otro arpegio
acústico y, tal vez como punto más fuerte, un par de batallas de solos de la
más absoluta genialidad (personalmente el solo al unísono que discurre entre
los minutos 9:40 y 11:09 me resulta uno de los más impactantes y
perfectos que he tenido el privilegio de escuchar). Uno de los Magnus Opus de
las calabazas.
Para terminar el
conjunto optó por la breve “Follow The Sign”, una pista atmosférica de poco más
de un minuto creada a partir de solos limpios de Hansen sobre lo que parecen
ser arreglos de sintetizadores y bajo (me parece escuchar hasta unos bongós en
un momento concreto y el leve susurro de una flauta). Un cierre místico para
tremendo álbum.
Poco más se puede añadir
sobre “Keeper Of The Seven Keys Pt.1” . Los Helloween de Kiske fueron capaces
de facturar uno de los álbumes fundamentales de la historia del Metal, llevando
el Power a su máxima expresión y sofisticación hasta aquel momento. Cabe
incidir en ese “hasta aquel momento” ya que solo un año después vería la luz segunda
entrega de esta saga, considerada por muchos como uno de los cinco o diez
mejores álbumes de Metal que se han escrito (y mi preferido de las calabazas),
pero esa es otra historia (aquí os dejo el enlace a dicha reseña).
Obra magnánima y de obligada escucha.
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