No voy a ocultar que quedé bastante preocupado tras escuchar su más reciente EP, “Crossing The Blades” (2019), el cual mostró a unos Running Wild sin garra o huérfanos de un “factor sorpresa” (si eso rescataría “Stargazed”, pero tampoco era nada del otro mundo). De hecho, me llevé las manos a la cabeza cuando vi en el tracklist de este nuevo álbum que habían incluido el tema título, del cual tampoco guardo grandes recuerdos. Menos mal que los dos primeros singles que hemos podido catar de este “Blood On Blood” suenan infinitamente mejor que cualquier número del desafortunado EP ya mencionado y, si me apuran, que prácticamente todos los álbumes lanzados en este milenio por parte de estos muchachos. Y es que, aunque no quiero revelar grandes detalles del resultado final en el primer párrafo, creo que, por fin, el icónico Rock N’ Rolf Kasparek ha escuchado y leído las críticas de unos fans cada vez más disgustados con cada disco que el grupo ha lanzado durante el milenio (nada salvable, sinceramente), y se ha puesto al mando de la nave y, con más dedicación, ha construido algo mucho más logrado.
No, no esperaría jamás un “Under Jolly Rodger” o un “Death
Or Glory” a estas alturas de la película, y vistos los últimos esfuerzos
discográficos menos aún. No obstante, soy de los que nunca ha perdido la fe en
escuchar un nuevo lanzamiento decente de los alemanes. Veamos qué podemos
encontrar en “Blood On Blood”…
¡Guau! Hay que reconocer que desde esa inicial, y
homónima, “Blood on Blood” uno siente haber viajado al pasado del grupo con un
estribillo absolutamente épico que evoca la década de los ochenta para estos
piratas. Además del mencionado chorus
me ha gustado la sucesión de solos que nos regala la dupla Rock N’ Rolf-Peter
Jordan. No es un nuevo himno ni mucho menos, pero esto es una invitación
mayúscula a seguir adelante en la escucha poniendo mucha atención.
También convence “Wings Of Fire”, un medio tiempo
afilado y bien empastado con la voz rota del Rolf. En cada disco del grupo es
habitual encontrar, como mínimo, un número de este calado y hay que reconocer
que la susodicha convence (más incluso con cada escucha). Nuevamente me detengo
a alabar los solos, donde, sin excederse en técnica o velocidad, dibujan
pasajes altamente épicos.
“Say Your Prayers” suena clásica…pero nada que ver
con la onda de los Running Wild, sino más bien con los Judas Priest del Turbo o
el “Ram It Down”. La canción es comercial a más no poder, con un buen riff, una
estructura adivinable y un pegajoso estribillo que se repite hasta la saciedad,
aunque a mí me convence, lo reconozco. También hay un interesante solo que suma
algún punto a favor del grupo. No, no es mi preferida del disco, pero tampoco
es, ni de lejos, un error como los que sí hemos encontrado en otros discos
previos.
Un acierto tremendo fue el hecho de nombrar
“Diamonds and Pearls” como el primer sencillo del grupo. Aquí encontramos a los
Running Wild más directos, pero, al mismo tiempo, a los que no defraudan, con
guitarras duras, un ritmo macarra y épico que, por momentos, puede
transportarnos a números como “Riding the Storm” (el riff guarda similitudes) o
algunos del “Black Hand Inn”. Seguro que no faltará en las futuras giras del
conjunto.
La que menos me ha gustado del disco ha sido “Wild
& Free”, en la cual percibo un exceso de comercialidad que no aporta nada
realmente valorable o plausible (ni siquiera el radiofónico estribillo tiene el
gancho que podría esperarse). Un relleno en todo regla donde, por momentos,
podemos percibir cierto aroma a refrito. Tal vez, si la hubieran interpretado a
más velocidad podría decir cosas diferentes, pero me parece un corte irregular
y, ahora sí, propio de los Running Wild más descafeinados de los últimos
tiempos.
Es el turno del único rescate del ya comentado EP
más reciente. “Crossing The Blades” en
su primera escucha parece un tema fresco, pero que, finalmente, termina
moviéndose por los derroteros de esos últimos errores discográficos que han ensuciado
un poco su carrera. Sí pienso que con las escuchas gana algo más, pero no
podría ubicarla nunca entre las piezas a destacar de este LP. ¿Relleno? Tal vez
no, pero dista mucho de ser memorable.
Ojo que con “One Night, One Day” la banda convence
notablemente con una rotura de esquemas absoluta. Desde luego se respira un
tono comercial serio en esta pieza melódica lenta y de aires épicos donde la
batería con grandes capas de reverb y la voz de Rolf acaparan todo el
protagonismo. Es sencilla, pero efectiva. En los últimos minutos de canción,
cuando el vocalista suena más agudo que el coro parece que estamos escuchando
música góspel con aires piratas. Un invento curioso. Eso es innegable.
Esa introducción instrumental que posee “The
Shellback” dibujará una sonrisa entre sus seguidores más veteranos. Pero es que
la canción fue una gratísima sorpresa cuando vio la luz como segundo sencillo
de adelanto, ya que para muchos se convertiría en la mejor lanzada por los
piratas desde, probablemente, “Victory”.
Estructura más machacona, sin velocidad excesiva, una evolución
estructural más lenta donde brillarán las guitarras en esas habituales
secciones solistas de punteos al unísono y un épico estribillo que agradará a
todo el mundo seguramente. Tal vez interpretada con un poco más de velocidad
hubiera sido ya casi perfecta (invito a poner el vídeo a un poco más de
velocidad para que os deis cuenta de lo que digo). En todo caso, sorpresa de
las buenas.
¿AC/DC se ha colado en el disco? No, “Wild Wild
Nights” es un tema con la firma de estos lobos de los siete mares, aunque las
influencias de los hermanos Young y compañía se ven a la legua. Tema duro y
sobradamente convincente donde el trabajo de guitarras, coros y voz de Rolf brillan
con luz propia. Nuevamente podría imaginarme esta canción sonando en el “Black
Hand Inn” y eso nunca es mala señal.
Pero si hay una canción que me ha gustado esa es “The
Iron Times (1618-1648)”, en la que los alemanes vuelven, tras muchos años, a
marcarse una pieza de más de diez minutos de extensión. Y como en tiempos de
antaño, no han decepcionado en absoluto, sabiendo pulir cada segundo con una
musicalidad fantástica donde cada músico (arreglos orquestales incluidos) puede
lucirse (el bajo de Ole Hempelmann retumba con fuerza en tus oídos) mientras
Rolf nos habla de la Guerra de los Treinta Años con una letra no menos
grandiosa. El interludio instrumental trae algunos de los mejores solos de todo
el LP, así como las diferentes alteraciones estructurales que encontraremos. No
es un “Calico Jack”, un “Battle Of Waterloo”, un “Genesis” o un “Treasure
Island”, que son magistrales, pero funciona a las mil maravillas y eso, viendo
el panorama previo al álbum, es increíble.
Comentarios
Publicar un comentario