La gran amistad que une
a ambos artistas es la principal causa de que este fenómeno sobrenatural se
haya producido. Tras varias conversaciones, parece que los músicos se reunieron
en febrero de 2020 en un estudio en las Bahamas con el bueno de Kevin Shirley
(los fans de Maiden esbozarán una sonrisa familiar al leer ese nombre) y
comenzaron a dar cuerpo a una idea que llevaba fraguándose desde hacía mucho
tiempo y que ambos genios querían materializar. El resultado, aunque ahora lo analizaré de la
forma más extensa posible, es tremendamente bueno y sé que en un futuro nos
referiremos a este como un trabajo de gran importancia y riqueza que será
objeto de reclamo por todo melómano.
Aunque no creo que sea
necesario pararse mucho más en lo que a prolegómenos se refiere, creo que nunca
está de más recordar que, a fin de cuentas, Smith/Kotzen es la suma de uno de
los mejores y más influyentes guitarristas del Heavy Metal con el maestro del
shred y dueño de una voz monumental. Con semejante carta de presentación, solo
queda tomar asiento, pillar algo para beber y disfrutar del torbellino musical
que se nos viene encima.
He tenido la inmensa
suerte de escuchar el disco con varias semanas de antelación, cortesía de la
discográfica BMG y a Chema Gallego (La Central de la Comunicación), a quien dedico este escrito y un gran
saludo.
“Running” tiene cositas
de Psycho Motel, el grupo de Smith durante sus años fuera de Maiden, pero también
esconde la esencia callejera y melódica de Kotzen. Sin duda, ambos músicos han
querido probar hasta dónde pueden llegar a combinar sus sonidos para que el
resultado sea lo más personal posible. No sé ustedes, pero llevo dos canciones
y estoy gozando de lo lindo. Tanto que me he olvidado de deciros que es el
propio Richie quien se encarga de la batería en el disco, algo que es de
aplaudir.
Es la hora de quitarse
el sombrero ante la entrada de “Scars”, que para mí es uno de los mejores blues
melódicos que se han escrito en años y
que esconde, también, tras sus atmósferas oscuras ciertas reminiscencias de
Soul. Smith hace un papelón con la guitarra (algunos punteos me hacen pensar en
la limpieza lacrimógena que obtenía otro genio como David Gilmour), así como
con el micrófono, aunque en este último apartado tengo que quedarme con el
poderío gargantil que despliega Kotzen y en el que le notamos especialmente
cómodo. Una canción que sola ya le daría el sobresaliente al disco, aunque no
se conforman con eso estos muchachos, visto lo visto.
Estando Richie inmerso
en este proyecto sería raro no encontrar una pieza funky, por lo que “Some
People” no me ha cogido tan desprevenido, aunque eso no quiere decir, ni de
lejos, que la canción me parezca de una factura genial. De hecho le veo ciertos
guiños de R&B que empastan genial.
Sobrepasamos ya la
mitad del disco con “Glory Road”, un caramelito sonoro de ADN sureño sobre el
que ambos cantantes harán auténticas virguerías tanto con sus voces (insisto en
lo bien conjuntadas que están) con la acidez de sus guitarras, las cuales no
compiten por protagonismo ya que son conscientes de que ambas tienen la gloria
ganada. Un manjar más.
El mismísimo Nicko
McBrain se ha pasado por aquí para tomar las baquetas y acompañar a Kotzen y su
gran amigo, y compi de banda, Adrian, para interpretar “Solar Fire”, un corte
veloz y de carretera donde los amplificadores escupen notas, arrastres y
hechizos sonoros que harán pensar en algunos iconos de los años 70 como la
Creedence, Led Zeppelin o Lynyrd Skynyrd. Lo de ambos tipos en el micrófono es
para analizar, aunque una vez parece que Richie termina por imponerse gracias a
su particular agudo, así como a un rugido que lanza en medio del corte que me
deja siempre helado. De mis preferidas del LP sin duda.
Pero es realmente difícil quedarse con una
canción solamente como la mejor. Esto se acrecienta aún más tras la escucha de
la compleja y extensa “You Don’t Know Me”, una canción de las que te quitan la
respiración, te emocionan y te arrasan con cada nueva reproducción. Durante sus
7 minutos de gloria, el dúo opta por avanzar lento, disfrutando de cada
instante mientras introducen arreglos tras las guitarras y derivan en un
estribillo hecho por y para robarnos el corazón. Son ADRIAN SMITH y RICHIE
KOTZEN, no lo olvidemos.
Si antes citaba en
“Runnin” los proyectos solistas de Smith, quiero añadir que “I Wanna Stay”
tiene un feeling más cercano al catálogo de Kotzen en los últimos años. Bajo
ese Blues nostálgico ambos músicos ofrecen una preciosa interpretación en el
micrófono (tal vez más accesible que las de otras canciones) y, ya de paso,
puntean como deidades que son. Es la
elegancia llevada a su máxima expresión.
Nuestro bello viaje por
los idílicos mundos de estos dos músicos llega a su fin con la no menos
sorprendente “’Till Tomorrow”, un corte que destila un aura zeppeliana que me
atrapa y me hace pensar en canciones como “Kashmir” o “In The Light”. Los
músicos ponen toda la carne en el asador para explotar su magia en una canción
que tiene como colofón final un estribillo sincero y cálido.
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