Hace
ya unos años que llevo escribiendo reseñas (algunas son decentes, lo prometo),
pero ha sido con esta con la que me he quitado una espinita que tenía clavada.
Y es que siempre he sentido la necesidad de traer al Blog una de mis obras
favoritas de Mötley Crüe, así como uno de los LP que terminaron que formarme
como rockero.
Hay
discos que marcan época y “Shout At The Devil” fue uno de estos ya que consagró
al conjunto como una auténtica potencia mundial y al Glam como un movimiento
cultural-musical de masas.
Tras
la publicación de un álbum de debut grandioso (“Too Fast For Love” es un
diamante en bruto tan bueno como SATD) que poseía auténticos cañonazos como
“Live Wire” o “Public Enemy #1”, el cuarteto angelino formado por unos jóvenes
Nikki Sixx, Vince Neil, Mick Mars y Tommy Lee había comenzado a hacerse un
hueco en una escena musical plagada de estrellas nacientes como, por citar un
ejemplo cercano a este grupo, los W.A.S.P. del gran Blackie Lawless. Su actitud
provocadora manifestada tanto en el plano lírico como musical (Punk Rock, Glam
Rock y Heavy Metal) o estético había hecho de estos cuatro niñatos una de las
bandas más prometedoras del momento (y afortunadamente pudieron triunfar como
se merecían). Este pequeño tirón fue el que llevó al grupo a no perder el
tiempo y entrar de nuevo en los Cherokee Studios de Hollywood para dar a luz a
su próxima obra, la cual, como todos sabréis, se convertiría en un clasicazo
del género.
Y
es que este trabajo estaba destinado al éxito absoluto. Si no me creéis,
observad la portada original del mismo. Este LP entra hasta por los ojos. Todos
conocemos la portada “no censurada” en la que aparecen los cuatro músicos
vestidos como auténticas bestias (que también mola, ¿eh?), pero, al menos a mi
parecer, el pentagrama invertido sobre un fondo negro estaba a otro nivel.
Lástima que varias sectas cristianas se manifestaron en contra de dicha imagen
por invitar a adentrarse en el satanismo (hay gente para todo) y obligaron a estos
cuatro provocadores a crear la versión alternativa que todos conocemos. También
hubo quejas (bastante injustas, por cierto) ante la canción que dio nombre al
título por el mismo aspecto, aunque de esto os hablaré más tarde.
Arrancamos,
pues, nuestro viaje a la locura de la mano de “In The Beginning”, una breve
introducción atmosférica de un minuto y trece segundos de duración basada en
sonidos saturados y la voz robotizada de Geoff Workman, el ingeniero de sonido
del disco. Poco tiempo después, y sin tiempo para echarnos atrás, Mick Mars
empuña la guitarra y comienza a dibujar esos inconfundibles riffs, mientras la
batería de Lee y el bajo de Mars lo acompañan en la retaguardia. No hay que
esperar absolutamente nada para escuchar esos primeros “SHOUT!, SHOUT!” y al
rubiales de Vince Neil bordando este primer número con un registro variado que
alcanza su punto más fuerte en los rasgados agudos que este es capaz de
escupir. Es “Shout At The Devil” señores, nada puede salir mal con esta
canción. Por cierto, la letra, por mucho que ciertas sectas dijeran lo
contrario, no es una invitación a hacerse satánicos, sino a mandar todo al
diablo y, más concretamente, a la sociedad conservadora americana.
Y
cuando creías que esta apertura no podía ser igualada, la banda se saca de la
chistera una de sus mayores joyas: “Looks That Kill”. Hard-Rock rebelde, con
una letra vacilona y con doble sentido que es rematada por un acongojante Vince
Neil en una de sus mejores interpretaciones al micrófono (no puedo resistirme a
esos “That KILL!!!!!” del estribillo) y que es bien acompañado por los coros.
El videoclip de esta canción también es legendario.
Seguimos
por la buena senda con “Bastard”, pieza cuya única pega es su corta duración ya
que te deja con ganas de seguir moviendo el esqueleto hasta que nuestro cuerpo
no pueda más. Un tema acorde a los cánones del grupo por aquellos tiempos que
siempre dibuja una sonrisa en mi cara.
A
continuación Mick Mars toma las riendas y se luce en el breve instrumental “God
Bless the Children of the Beast” en la que este curioso músico se luce con la
guitarra, mezclando pistas acústicas (un arpegio simple pero efectivo), con
adornos distorsionados que terminan conformando el instante más suave de toda
la obra justo antes de que el grupo vuelva a meter el acelerador con su famosa
versión de un himno de los Beatles como “Helter Skelter”, esa canción que tanta
polémica suscitó cuando fue malinterpretada por el sanguinario Charles Manson.
La banda lleva a su terreno esta pieza pionera para el Heavy Metal y sale
victoriosa. De hecho esta ha sido una canción que ha estado presente en gran
parte de las giras de nuestros “protas”.
Al
igual que me pasó con “Bastard”, me faltan un par de minutos de duración en “Red
Hot”, aunque vamos a dejarlo en que es como la cocina de elaboración: raciones
cortas pero con muchísimo sabor. Tema duro, con cuatro músicos de primera
categoría bordando su propio cometido y
con un estribillo sobradamente pegadizo. Me encanta.
Lo
que resta del disco tampoco se queda
atrás en calidad. Para empezar tenemos un corte pausado (un medio tiempo en
toda regla) y grandioso como “Too Young to Fall in Love”, justo antes de ser
sacudidos por “Knock ‘Em Dead, Kid” y su incendiario riff principal (tiene
mucho de “Grinder” de Judas Priest). Finalmente tenemos “Ten Seconds To Love”
(tema 100% Crüe) y, por supuesto, un cierre cinco estrellas como “Danger”, que
pone el broche de oro a partir de un sonido machacón y sin concesiones.
Cuando
lanzas semejante disco es difícil no alcanzar el estrellato. Mötley Crüe había
colocado su bandera en la cima más alta del Glam americano gracias a este
trabajo y se había convertido en uno de los conjuntos más demandados del
momento. Su posterior gira, teloneando a Ozzy Osbourne, fue un auténtico éxito.
Este éxito también trajo consigo el “precio a pagar” que se tradujo en
adicciones varias (Nikki Sixx sufrió una de las sobredosis más famosas del
género), problemas con la ley (el homicidio involuntario de Vince Neil) o el
nacimiento de las primeras tensiones entre los miembros del grupo. Aunque de
todos estos asuntos, que bien se resumen en su película “The Dirt”, ya os
hablaré en su debido momento. “Shout At The Devil” es un álbum imprescindible para
entender la evolución del Metal. Una obra maestra del Glam.
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