A comienzos de los 70, Alemania no era precisamente el centro neurálgico del rock duro. El país había gestado escenas innovadoras (el krautrock con Can, Amon Düül II, Kraftwerk), pero en lo que respecta al hard rock de inspiración anglosajona, aún no contaba con una banda que se erigiera como referente claro. Scorpions, nacidos en Hannover en 1965 de la mano de Rudolf Schenker, fueron de los primeros en fijarse en lo que proponían agrupaciones británicas como Deep Purple, Led Zeppelin o Black Sabbath, buscando trasladar esa fuerza a su propio lenguaje.
Su debut,
“Lonesome Crow” (1972), mostraba un aire psicodélico y progresivo, con la
participación estelar del jovencísimo Michael Schenker en la guitarra líder.
Sin embargo, cuando Michael partió hacia UFO, Rudolf debió reestructurar el
grupo. Tras varias idas y vueltas, llegó Uli Jon Roth, un guitarrista con una
personalidad arrolladora, fuertemente marcado por Jimi Hendrix y por la música
clásica, factores que acabarían orientando el nuevo rumbo de Scorpions.
Con “Fly
to the Rainbow” (1974), el conjunto ya se acercaba a un hard rock más sólido,
aunque todavía algo disperso. Pero sería con “In Trance” (1975), producido por
Dieter Dierks —quien se convertiría en su aliado de confianza durante la
siguiente década— cuando finalmente lograron un sonido lo bastante definido
para abrirse paso más allá de las fronteras alemanas. De hecho, en poco tiempo
comenzaron a llamar la atención en mercados exigentes como el japonés y el
británico.
Conviene
recordar que “In Trance” aparece en un momento en que el hard rock empezaba a
endurecerse: Judas Priest estaba a punto de sacar “Sad Wings of Destiny”
(1976), mientras AC/DC y Kiss se consolidaban, y el heavy metal se preparaba
para estallar con la NWOBHM. En ese contexto, Scorpions se convirtieron en
auténticos pioneros del metal europeo, demostrando que no todo debía girar en
torno a Inglaterra o Estados Unidos.
El disco
también marcó la consolidación de Klaus Meine como vocalista y figura central.
Su voz dejó de ser un mero acompañamiento para convertirse en una seña de
identidad: aguda, expresiva, con un timbre capaz de transmitir tanto rabia como
fragilidad.
La portada
polémica, con la modelo Susanne Deyhle en una pose sugerente junto a la Flying
V de Schenker, reflejaba además la intención del grupo de provocar y destacar
en un mercado saturado de imágenes potentes (KISS, Alice Cooper). A partir de
allí, Scorpions comenzaron a tejer su particular mitología visual, que más
adelante les traería tanto notoriedad como controversias (basta recordar las
carátulas de “Virgin Killer” o “Animal Magnetism”).
El álbum
abre con la demoledora “Dark Lady”, toda una declaración de principios: un tema
que combina elementos de proto-metal con ese aire “hendrixiano” presente en las
líneas de guitarra repletas de técnica y distorsión cortesía del siempre
inspirado Roth. Aunque es el propio Uli quien se encarga de los versos, los
alaridos incendiarios de Meine —que funcionan como puente— se roban la
atención. Uno de los cortes más veloces y contundentes de la banda. Temazo
absoluto.
En segundo
lugar encontramos la joya del disco y, sin duda, un himno de Scorpions. “In
Trance” es mucho más que una balada eléctrica: representa la fusión perfecta de
melancolía y poder, con un crescendo estremecedor gracias al desempeño
monumental de Meine y a las guitarras llorosas de Roth y Schenker, que brillan
especialmente en el extenso solo central. Aquí la banda adelanta la fórmula
sonora que en los 80 les aseguraría un lugar privilegiado.
La faceta
más introspectiva y progresiva del grupo de los 70 aparece en la hermosa
“Life’s Like a River”, pieza delicada y amenazante a la vez, donde Klaus canta
con fragilidad en las estrofas para luego estallar en un estribillo cargado de
energía. Las guitarras dobladas de Roth, sostenidas por una base rítmica firme,
elevan la canción a un nivel que merece mayor reconocimiento del que suele
recibir.
“Top of
the Bill” es otro de los momentos álgidos: un hard rock con toques glam,
sustentado en un riff incisivo que encaja a la perfección con la actitud
rebelde y agresiva de Meine. Fue un acierto recuperarlo en sus repertorios de
la última década. Corte directo y altamente disfrutable.
El costado
más sensible del grupo emerge en “Living and Dying”, una balada poco conocida
que alterna guitarras limpias con arreglos eléctricos, coronada por una
interpretación desgarradora de Klaus. Un diamante escondido.
La segunda
mitad del álbum arranca con la arrolladora “Robot Man”, tema fijo en las giras
setenteras, aunque luego caería en el olvido. Es quizá la canción más dura del
disco, con una base hipnótica de bajo y batería, riffs cortantes y una línea
vocal pegajosa imposible de olvidar desde la primera escucha. Un clásico del
ADN setentero de Scorpions.
Si
hablamos de la esencia de los primeros Scorpions, “Evening Wind” resulta
ejemplar: una balada de tintes experimentales en la que Roth acompaña a un
Klaus espléndido con delicados arreglos envolventes. Un respiro atmosférico de
enorme calidad.
Por su
parte, “Sun in My Hand” se postula como la pieza más psicodélica del álbum.
Compuesta y cantada por Roth, no llegó a ser un hit, pero su espíritu
alucinógeno al estilo Hendrix —tanto en lo vocal como en lo instrumental— la
convierte en una de mis favoritas de este trabajo.
“Longing
for Fire”, aunque breve (apenas supera los dos minutos), aporta frescura con un
rock alegre y efectivo firmado por Rudolf Schenker, capaz de conquistar de
inmediato al oyente.
El cierre
llega con “Night Lights”, instrumental creado para el lucimiento de Roth, quien
despliega un solo cargado de emotividad y melodía, más enfocado en transmitir
sentimientos que en la pirotecnia técnica. Un final íntimo y elegante que apaga
las luces con estilo.
CONCLUSIÓN
Con “In
Trance”, Scorpions dieron un paso decisivo hacia su madurez. Fue el álbum en el
que cristalizó su fórmula: rock duro con espíritu melódico, baladas intensas,
toques experimentales y un carisma vocal inconfundible. La guitarra de Uli Jon
Roth elevó al grupo a otra dimensión, y las composiciones, con su mezcla de
contundencia y lirismo, sentaron las bases de futuros clásicos como “Taken by
Force”, “Lovedrive” o “Blackout”. Uno de los grandes puntos de partida del
heavy metal europeo.

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