Si hay un grupo que siempre he
creído que nunca ha sido valorada tal y como se merece, esos son los Dire
Straits, una banda legendaria que nos regaló el Reino Unido, y que dejó para la
historia auténticos clásicos, entendiendo por “clásico” no solamente una serie
de canciones, sino también de discos. En esta reseña intentaré analizar de una
manera muy sencilla el debut de esta inolvidable banda.
En una escena musical británica
realmente hostil en la que el Punk y la música disco comenzaron a imponerse por
encima del Rock más clásico, es el momento en que dos jóvenes hermanos
escoceses, aunque de ascendencia judía, llamados Mark y David Knopfler,
decidieron unir fuerzas con John Illsley y Pick Withers para formar una banda
ajena a las tendencias de aquel momento. Su sonido se caracterizó por nutrirse
de diversas influencias más añejas como el Blues, el Rockabilly, el Folk y el
Country, tomando a instituciones de la música como Eric Clapton, J.J. Cale, Chuck
Berry o Bob Dylan como influencias.
Tras costearse un par de maquetas
con sus propios bolsillos, nuestros protagonistas la distribuyeron por
diferentes emisoras de radio en busca de una oportunidad. Fue Charlie Gillett
quien comenzó a pinchar en su programa de radio de la BBC “Sultans Of Swing”.
Aquella canción despertó el interés de Vertigo Records, quienes no tardaron en
ofrecerle su primer gran contrato discográfico.
Poco tiempo después, el cuarteto
entra a los estudios Basing Street, bajo la supervisión del productor Muff
Winwood, donde, en menos de un mes, graba el que sería su primer LP, que fue
editado el 7 de octubre de 1978.
Este primer capítulo en la carrera
de los Dire Straits se inicia con una de mis canciones preferidas. “Down To The Waterline” define en tres
minutos el sonido que caracterizaría a esta banda en gran parte de su carrera.
Tras una sensual apertura de guitarra firmada por el maestro Knopfler, la
batería de Pic Withers inicia las hostilidades y comienza un tema completamente
nuevo, cargado de mucha energía y buen hacer. La voz de Mark comienza a
desvelar los primeros versos con ese tono tan característico que, si bien no
pasará a la historia por uno de los registros más amplios y bellos de la
historia, sí quedará en la memoria del Rock (es una voz muy reconocible). Los
solos de este genio no tardarán en aparecer. La historia de los Straits había
comenzado y nada podría impedirlo.
Mucho más relajada es “Water of Love”, una canción que podía
haber llevado la firma fácilmente de otro grande como JJ Cale, pero que lleva
la de otro grande como es Mark Knopfler. Buena sintonía de las bellas guitarras
acústicas, ofreciendo momentos realmente atractivos cuando puntean, con la
infalible pista de bajo que marca el ritmo
y los arreglos de percusión con cierto regusto tropical. Mark tampoco
perdonará la ocasión y nos obsequiará con un buen puñado de solos con slide.
“Setting
Me Up” se nutre del Rock
americano más tradicional, pero con una dosis añadida del estilo propio de los
Dire Straits. Esta canción podría estar incluida perfectamente en el “Slow
Train Coming” de Bob Dylan, álbum en el que Knopfler colaboró concienzudamente.
Melodías alegres y una gran instrumentación logran construir un tema muy
agradable de escuchar.
Uno de los títulos más queridos del
disco podría ser “Six Blade Knife”,
un tema hipnótico. Si mezclamos el Blues, el Rock y algo de Folk resulta un
tema de estas dimensiones. La voz de Knopfler llama la atención, además de por
su calidad, por su forma de cantar, con dejadez y chulería. Lejos de optar por
unos virtuosos solos, Mark se saca de la manga unos soberbios punteos de
guitarra tan limpios como envolventes.
Como en el tercer tema de este
álbum, “Southbound Again”, vuelve a
hacer un guiño a la música americana. La combinación de punteos de Knopfler,
tanto en el solo como en el Riff principal, vuelve a ser el punto más álgido
del tema.
Y llega EL MOMENTO del disco. Si hay un tema que ha elevado a los Dire
Straits a la categoría de leyendas, con permiso de “Money For Nothing”, esta es
la archiconocida “Sultans Of Swing”,
una canción que cuenta con espectaculares guitarras (esos primeros acordes
enganchan a cualquier mortal), una gran interpretación de Mark a la voz y una
gran base de batería-bajo. La letra, como tantas otras bandas hicieron por
aquellos tiempos, trató el origen del Rock enfocándola a la actuación de una
banda en un pub al sur de Londres, en el que se alude a lo innovador que fue
aquel sonido para todos los allí presentes, siendo el génesis de algo nuevo y
que se iba a quedar por los siglos de los siglos. Emblemática canción que,
desde mi punto de vista, es aún mejor en directo. La versión que los Straits se
marcaron en el imprescindible directo “Alchemy”.
Las pulsaciones descienden un poco con
la lograda “In The Gallery”, una
canción en la que la rítmica de David Knopfler, a quien poco he nombrado hasta
ahora, suena especialmente bien y mucho
más destacada que en el resto del álbum. Poco después de llegar a la mitad del
tema, todo cambia y este corte toma aires más propios de un jam de guitarra en
el que Mark despliega nuevamente su arsenal de solos más técnicos.
Turno de la melancólica “Wild West End”, en la que puede
escucharse, además de los instrumentos habituales, la presencia de un piano. No
obstante, yo disfruto más con la combinación tan elegante que logran los
Knopfler al combinar la sutileza de la guitarra eléctrica, con su punteo tan
especial, y la belleza de los arpegios de la guitarra acústica. Un tema muy
disfrutable.
Finalmente, “Lions”
cierra el disco por todo lo alto con una buena ración de cambios de ritmo que
varían de la nostalgia al mayor de los optimismos. Musicalmente es un corte
fiel al estilo de los Dire Straits (100% reconocible), pero con personalidad
propia. Mark, tal y como empezó el LP, nos despedirá con un destacable, y
breve, solo de guitarra.
La ilusión, el buen hacer y la
enorme creatividad de la banda terminaron siendo recompensados, llegando al
número uno en las listas alemana, australiana y francesa, al número dos en Billboard
y en Nueva Zelanda y al 5 en el Reino Unido. Además, el sencillo de “Sultans Of
Swing” llegó al puesto número 4 en el Billboard Hot 100 y al puesto número 8 en
la lista de sencillos británicos.
Desde mi punto de vista, y aquí
tengo que usar la subjetividad, este primer asalto de los Straits se codea
perfectamente con “Brothers In Arms” y “Making Movies”, mis otros dos álbumes
predilectos de la banda. Por encima seguramente este ese monumental “Alchemy”,
que no es solo lo mejor que he escuchado de los Dire Straits en todos estos
años, sino uno de los directos más emblemáticos del Rock.
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