Además de su memorable voz (una de las más grandes de la historia del Rock), si hay algo que nadie puede negarle a David Coverdale es su buen gusto a la hora de elegir a los músicos que le han acompañado a lo largo de las décadas con mis adorados Whitesnake. La evolución sonora que ha experimentado el grupo desde sus orígenes, pasando de unos inicios más blueseros donde las influencias de Deep Purple y Led Zeppelin eran más que visibles a esa mezcla de temas más eléctricos con otros comerciales que han llevado a cabo desde la segunda mitad de los ochenta, siempre han ido acompañadas de músicos de renombre que, en una etapa u otra, han dejado su firma más personal.
Como hace unos años rescaté “Come An’ Get It” (1981),
cuya colección de canciones pertenecen más bien a esos inicios más clásicos del
grupo británico, he querido en esta entrada hablaros de un LP espectacular y
que yo ubicaría, personalmente, en su etapa más metalizada: “Slide It In”
(1984).
Probablemente, y aunque esto es cuestión de gustos, la
formación que más grandeza otorgó al grupo fue la que encontramos en el disco
que vamos a reseñar, la cual, a excepción de un genio como Jon Lord quien
dejaría el grupo en plena gira promocional de este trabajo, la cual también
estuvo presente en el posterior y más laureado “1987”. David Coverdale
compartió aquí grupo, además de con el propio Jon Lord, con un par de nombres
propios del género como Cozy Powell (uno de los grandes baterías del Metal),
Mel Galley (su excelente trabajo corista en “Saints And Sinners” le abrió las
puertas del grupo como guitarrista rítmico), el retornado Neil Murray y John
Sykes. Lamentablemente, la llegada de estos dos últimos no quedó exenta de
polémica.
La salida de Moody y Colin
Algo que me llama mucho la atención de “Slide It In”
es que si escuchas la versión que vio la luz en el mercado británico puedes
escuchar la guitarra de Micky Moody, quien había estado en el grupo desde sus
orígenes desempeñando este papel, pero este no figura en la edición americana,
siendo un gigante como John Sykes (ex Thin Lizzy) el encargado de cumplir con
esta misión. El motivo de ello fue la salida de Moody en pleno proceso de
grabación del grupo debido a sus crecientes diferencias con Coverdale (años
después Micky confesaría que David había cambiado enormemente hasta convertirse
en una especie de “dictador”), algo que llevó al vocalista a tomar la extraña
decisión de contratar a Sykes para que regrabara las guitarras del álbum para lanzarlo en Estados Unidos (cuando Moody
salió del grupo la versión británica en la que había participado ya estaba en
el mercado).
Lo curioso es que lo mismo sucedió con el bajista
Colin Hodgkinson, quien tras grabar sus pistas en la versión británica, fue
expulsado del grupo, siendo Neil Murray su sustituto y, de paso, el encargado
de tocar el bajo en la versión americana. La única diferencia entre ambos casos
es que Neil ya había tocado con Whitesnake en sus inicios, pero estuvo unos
años apartados por órdenes de Coverdale.
EL ÁLBUM
“Slide It In” ve la luz en 1984, año grandioso para el
Heavy Metal y el Hard-Rock debido a la publicación de álbumes como “Ride The
Lightning” (Metallica), “Powerslave” (Iron Maiden), “Defenders Of The Faith”
(Judas Priest) o “Love At First Sting” (Scorpions) entre otros tantos. Como ya he
dicho, existen dos versiones del mismo LP, donde las únicas diferencias residen
en la formación del grupo tanto en la guitarra como en el bajo, así como en el
orden de las canciones.
Aunque la ilustración de “Lovehunter” sigue siendo
insuperable, Whitesnake nos presenta aquí otra portada con algunas referencias
sexuales (a finales de los setenta y principios de los ochenta esto era muy
común…¡y si no que se lo digan a los Scorpions!): el torso de una mujer
escotada en primer plano, una enorme serpiente como collar (no podía
faltar),…no es tan provocadora como la citada pero no deja de tener esos guiños
pícaros tan comunes en dicho momento histórico.
LAS CANCIONES
El disco abre por la vía más pegadiza de la mano de
“Gambler”, un medio-tiempo extremadamente ochentero en el que los teclados
juegan un papel fundamental. David Coverdale no tardará en emerger, cantando
con mucha clase y apoyándose en algunas voces dobladas que aportan mayor
mordiente al resultado final. Lord se anima con un breve solo tras sus
sintetizadores que, curiosamente, Sykes recreará en su guitarra.
Adoro el tema-título por su arsenal de riffs y su
estribillo, ambos tan propios de los mejores AC/DC. Coverdale ruge durante los
versos antes de llegar a ese chorus coral e inolvidable. Es un tema que,
en líneas generales, no aporta nada nuevo y roza lo predecible, pero
Whitesnake, como AC/DC no necesitaban romper los esquemas de los oyentes para
ganárselos.
Sé que me puedo repetir un poco, pero el vozarrón de
David Coverdale merece gran cantidad de piropos. Si todavía tienes dudas de su
grandeza, no deberías dejar de escuchar “Standing In The Shadows”, un número
rico en melodías, con un solo de guitarra elegante, una estructura con gancho
y, por supuesto, una interpretación vocal de mil quilates de David.
Curiosamente las influencias de AC/DC vuelven a hacer
acto de presencia en “Give Me More Time”. Y es que esa sucesión de acordes
distorsionados está tan arraigada a la factoría de los hermanos Young (Angus y
Malcolm) que es imposible no citarlos cuando otra banda toca algo similar. No
obstante, tanto el puente como el estribillo suenan más fieles a Whitesnake,
con unas intensas melodías bien apoyadas en los coros y en los teclados. El
solo con mucho sabor a Thin Lizzy (la presencia de Sykes se hizo notar)
redondea al alza el resultado final. Y tras esta pista…¡se vienen dos joyas!
“Love Ain’t No Stranger” es, por motivos más que
obvios, una de las canciones más grandes de su discografía, además de una de
las que no puede faltar en cada nueva gira. Independientemente de su letra altamente
romántica, lo que destaca notoriamente en este himno es la evolución
estructural que nos ofrece, pasando de unos melosos versos arpegiados y lentos,
a otros más eléctricos y martilleantes que siempre terminan derivando en un
estribillo estelar que el grupo entero corea con una epicidad magnánima.
Y es la hora de la otra gran maravilla de un disco
monumental. “Slow An’ Easy”, además de ser una de las dos canciones que me
introdujeron a Whitesnake (la otra, curiosamente, fue “Would I Lie To You”) es
una de las mejores canciones que nos ha dado el Hard-Rock. Su grandeza reside
en la evolución sonora que vamos a experimentar en cuestión de minutos, pasando
de una introducción bluesera y retadora en la que el slide acompaña a un
ESTELAR Coverdale, quien parece rendir un pequeño homenaje a Led Zeppelin
cuando canta con ese registro tan sensual que nos evoca al mismísimo Robert
Plant (no es de extrañar que Jimmy Page se interesara por colaborar con él un
par de años más tarde). Pronto la batería de Cozy Powell decide que los
decibelios han de subir y con unos baquetazos malintencionados anuncia la
entrada de unas guitarras compenetradísimas que irán lanzando fraseos
imposibles para que el vocalista siga desgañitándose tras el micrófono. Esta
joya es rematada en un estribillo grandioso.
Si pensabas que tras escuchar los dos hits del
álbum el nivel iba a bajar, puedo asegurarte que estás muy equivocad@. “Spit It
Out”, que no debe confundirse con el clásico de Slipknot (no me imagino a
Coverdale animándose con un gutural…ni falta que le hace), recupera la
festividad de otras canciones y nos transporta a los primeros trabajos del
grupo. No es una genialidad, pero es de esas canciones que no puedo ignorar
siempre que vuelvo a pinchar este disco.
Más inspirada y efectiva me parece “All Or Nothing”,
una canción donde el riff principal de guitarra se contonea chulería (muy a lo
“Tush” de ZZ Top) mientras nuestro Coverdale apuesta por las notas más altas de
su registro. Además de la presencia de otro estribillo bañado en los coros y
los teclados, no puedo olvidarme aquí de destacar el tremendo solo de Hammond
que nos ofrece Mr. Lord, robándole el protagonismo por momentos a las guitarras
para tirar de técnica.
El final se atisba, pero “Hungry For Love” no quiere
transmitirnos tristeza alguna por ella. Su ritmo vacilón nos anima a soltarnos
la melena nuevamente con una canción fiestera y con tintes setenteros que
desemboca en un estribillo altamente pegadizo. Por si esto fuera poco, Jon Lord
tiene otro momento solista antes de que Sykes también nos deleite con un veloz
punteo de guitarra. Este es uno de esos números que no se entiende cómo
quedaron ocultos en un segundo plano por parte de los seguidores.
La obra termina con otro clasicazo de la época como
“Guilty Of Love” (¿cuántas canciones de Whitesnake contienen en su título la
palabra “Love”? jejeje), una pieza más comercial creada para la radio, pero que
tiene el gancho suficiente para convencer hasta al metalero más duro. Me
encantan las melodías que dibujan las guitarras en ese punteo que repiten al
final de cada verso y en que vuelvo a percibir referencias a Thin Lizzy (Sykes
aprendió mucho de la banda irlandesa durante su estancia).
CONCLUSIÓN
Con una producción exquisita cortesía de Martin Birch
(¡casi nadie!), Whitesnake fue capaz de engendrar una colección de canciones únicas que, en su mayoría, terminaron convirtiéndose en clásicos
instantáneos de su discografía. “Slide It In” documenta con precisión uno de
los momentos más dulce de los británicos en toda su trayectoria y sirvió para
preparar a su hinchada para ese icónico “Whitesnake” o “1987” que poco tiempo
después vería la luz y que terminaría por asegurar la inmortalidad de una banda
que ya es icono mundial. Seguramente, el éxito mundial de semejante obra restó mucho reconocimiento, de manera injusta, a nuestro “Slide It In”,
siendo a veces calificado entre sus seguidores como una “obra menor”.
Independientemente de lo que estaba por llegar en tres
años (ojalá pronto poder escribiros sobre ese LP), para mí “Slide It In” es
merecedor de un sobresaliente catedralicio.
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